Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García.
El sector armamentístico israelí no ha sido capaz de vender las herramientas necesarias para alcanzar una victoria militar, pero en estos momentos es líder en la venta de cibertecnología para la represión y la vigilancia.
A lo largo de los años, la industria militar de Israel ha tenido sus altibajos. Después de la ocupación [de territorio palestino] de 1967 y el embargo israelí de las armas francesas, importantes inversiones estatales en la producción de armas han convertido el sector armamentístico en uno de los más importantes de la industria israelí.
El ministerio de Defensa israelí compra gran parte del armamento producido, pero la fuente de financiación decisiva de la industria ha sido la exportación. Hasta los ochenta, la industria armamentística de Israel no se distinguió por su calidad, sino por la buena disposición de los comerciantes israelíes del sector para violar embargos y vender armas a milicias y regímenes despóticos.
El final de la Guerra Fría y el Proceso de Paz de Oslo fueron momentos difíciles para la industria armamentística de Israel pero la recuperación fue rápida en coincidencia con el comienzo de la segunda Intifada en [septiembre de] 2000; además, la «Guerra contra el Terror» lanzada en Estados Unidos por el presidente Bush creó oportunidades comerciales para las empresas israelíes.
Probadas con los palestinos
En los años que siguieron, la ventaja de las empresas israelíes del sector armamentístico se hizo aparente. Las firmas israelíes pudieron argumentar que sus equipos habían sido probados contra personas reales porque los primeros clientes de las nuevas tecnologías desarrolladas habían sido las fuerzas armadas y de seguridad de Israel y utilizadas en los territorios palestinos ocupados (TPO). El uso de los TPO a modo de laboratorio de prueba para los sistemas de armas israelíes fue analizado por Naomi Klein, Neve Gordon y la película The Lab, y no ha sido desmentido por las autoridades de Israel. Los más importantes responsables políticos israelíes se vanaglorian abiertamente sosteniendo que las operaciones militares crean ventajas comerciales para las empresas de las armas de Israel.
El pico de la exportación de armas por parte de Israel parece haberse alcanzado en 2009. En diciembre de 2008, Israel lanzó la operación Plomo Fundido. En ella, murieron nueve soldados israelíes y 1.398 palestinos. Acabada la operación, los militares israelíes montaron una exhibición especial de las nuevas tecnologías utilizadas en el ataque, y la venta de armas de Israel se disparó espectacularmente en 2009 y 2010. La mayor empresa privada de la industria del armamento, Elbit Systems, obtuvo su beneficio más alto -un récord- en 2009.
Gobiernos interesados en el control y la contención de grandes segmentos inquietos y empobrecidos de su población se han convertido en los mayores compradores de las armas israelíes: Brasil, India y México están entre los principales clientes. La venta de armas en África continúa creciendo; de cualquier modo, el ministerio de Defensa israelí se niega a nombrar específicamente algún país africano al que vende esas armas y rechaza pronunciarse en relación con la evidencia de la venta de armas a Sudan del Sur.
La promesa rota
No cuesta mucho entender que fuerzas armadas y empresas [de todo el mundo] se muestren interesadas en unas tecnologías que han sido ensayadas en condiciones reales y que las prefieran en detrimento de productos de empresas armamentísticas de países que están en paz. Sin embargo, la pregunta que debe hacerse es qué es exactamente lo que se supone que esta tecnología debe conseguir, en otras palabras, ¿ha tenido éxito el experimento?
Cuando en 2006 el brigadier general Gal Hirsch dejó el ejército, fundó -como hacen muchos otros oficiales israelíes retirados del servicio- su propia empresa armamentística. Hirsch vendió equipo militar al gobierno de Georgia, que hizo muy poco para reducir la fortaleza del avance del ejército ruso en la guerra entre Georgia y Rusia de 2008. Para los posibles clientes de armamento israelí, esto fue un recordatorio de que el ejército de Israel no se había implicado en una guerra convencional desde 1973 y de que las tecnologías habían sido perfeccionadas para ser empleadas contra civiles palestinos en su mayor parte desarmados. No se trata de tecnologías para ganar guerras sino para controlar a poblaciones.
Pero incluso el objetivo de controlar a una población civil está lejos de ser alcanzado por el ejército israelí. Su ofensiva de 2008-2009 no aseguró el predominio de Israel en la Franja de Gasa. En 2012 se lanzó otra operación y otra más en 2014. La última comenzó hace un año, el 8 de julio de 2014 y terminó en una amarga decepción para el lado israelí. A pesar de la enorme destrucción y la muerte de 2.104 palestinos el poder militar israelí no pudo obligar al gobierno de Hamas a que firmara un alto al fuego y debió combatir durante 51 días en la que es una de las guerras más largas de la historia de Israel.
El armamento de última generación no impidió la pérdida de 65 soldados y de cuatro civiles israelíes muertos en los combates y tampoco evitó un daño enorme en la economía de Israel, principalmente en el sector del turismo.
Ciertamente, tanto Gran Bretaña como Francia cancelaron su participación en la muestra de sistemas de armas realizada después de la operación Borde Protector, y las empresas israelíes del sector empezaron a preocuparse por la posibilidad de un embargo de armas, una señal de que la brutalidad israelí está perdiendo atractivo incluso entre los países exportadores de armas más grandes del mundo.
A principios de 2015, el ministerio de Defensa de Israel publicó datos según los cuales la venta de armas israelíes está declinando.
Según empiece a crujir la imagen de la «Fortaleza Israel», los clientes potenciales de este país se verán forzados a darse cuenta de que, con todo lo avanzada que pueda ser, la tecnología militar de Israel no es un sustituto de la política. Hasta las armas más sofisticadas fallan cuando tratan de intimidar y silenciar a la población de la Palestina ocupada.
La guerra cibernética
En estos momentos, la palabra favorita del primer ministro Netanyahu es [el prefijo] «ciber-«. Lo menciona muy frecuentemente para describir la nueva orientación de la evolución tecnológica de Israel. A pesar de que no necesariamente «cibe-» tiene connotaciones militares, en Israel ciertamente las tiene.
En 2012, Netanyahu creó una «ciberagencia nacional» para promover las empresas del ramo de la seguridad privada y estimular su implicación en la tecnología cibernética. Las fuerzas armadas israelíes está implementando un nuevo «cibercomando» que se supone empezará a funcionar en 2017. Se ha revelado que la famosa unidad de inteligencia israelí «8200» es de hecho una unidad de ciberinteligencia. Una carta firmada por 34 soldados integrantes de ella reveló que utiliza medios tecnológicos para recopilar información confidencial privada de palestinos para poder chantajearlos y forzarlos a colaborar con la inteligencia israelí. Por cierto, 2014 es el primer año de la exportación «ciber-«, que llegó a los 6.000 millones de dólares y superó al monto de la exportación de armas, 5.660 millones de dólares.
Las importantes inversiones en tecnología de vigilancia, piratería informática y ciberseguridad muestran un cambio de orientación en la filosofía de la industria armamentística de Israel. El sector de las armas no ha sido capaz de vender las herramientas para conseguir una victoria militar en enfrentamientos armados, por lo tanto trata de especializarse en la venta de herramientas para la represión. El territorio palestino ocupado sigue siendo el laboratorio de pruebas de Israel; los ciudadanos que compran los nuevos productos cibernéticos a las empresas israelíes deberían pensar en la posibilidad de que su gobierno intente utilizar con ellos mecanismos de control similares a los que Israel emplea con los palestinos.
Shir Hever se licenció en la Universidad Libre de Berlín y trabaja como economista en el AIC (Centro Alternativo de Información).