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El ejército israelí envía a sus reclutas en misiones de apartheid

La generación checkpoint

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por LB.

Un muchacho palestino lleva ya cerca de un mes ingresado en el hospital Beilinson. Soldados israelíes lo tirotearon en un retén militar al norte de Nablús el sábado 4 de noviembre. Haitem Yassin, de 25 años de edad, ha recobrado la consciencia pero sigue conectado a un respirador mecánico. Durante los últimos días ha padecido fiebre alta, aparentemente causada por una infección de abdomen, que resultó alcanzado por las balas de los soldados israelíes. Su familia sigue esperando un informe del hospital sobre el tipo y número de balas que provocaron la grave herida.

En la Brigada Samaria continúan investigando lo que ocurrió aquel día en el fortificado y aislado retén de Asira al-Shmaliya, por el cual sólo pueden pasar los habitantes de algunas aldeas. No obstante, según testimonios recogidos por un investigador de B’Tselem -el Centro Israelí de Información sobre Derechos Humanos en los Territorios Ocupados-, lo que ocurrió fue que Yassin irritó a los soldados israelíes. Osó sugerirles que la orden que habían dado a las mujeres de palparse el cuerpo para un «control de seguridad» era inapropiada. El muchacho les pareció tan fastidioso que un soldado le dio un empellón.

A lo que se ve, Yassin, que había vuelto del extranjero hacía unos meses, aún no había interiorizado el hecho de que es peligroso recordarle a un soldado israelí que los palestinos son seres humanos. Cuando el soldado lo empujó, Yassin le devolvió el empujón. El soldado, según testimonios [de testigos presenciales], comenzó a gritar, a injuriarlo y a golpearlo. Pronto recibió el apoyo de dos soldados más, que dispararon tiros al aire y al suelo. Aunque Yassin cayó al suelo tras el tiroteo, los testigos cuentan que los soldados lo arrojaron sobre un bloque de cemento, lo esposaron y le dieron una paliza. También lo golpearon en la cabeza, según testigos, y le propinaron culatazos.

En una aldea del área de Nablús, S., otro muchacho palestino, se recupera del trauma causado por la paliza que le propinó un soldado israelí del retén de Jit, situado a mitad de camino entre Nablus y Kalkilya. La oficina del portavoz del ejército israelí ha declarado que fue el muchacho quien empujó y golpeó a un soldado cuando éste le dijo que volviera a su vehículo, y que el soldado se limitó a quitárselo de encima. Sin embargo, el testimonio de S. es completamente diferente. El 9 de noviembre, él, como muchos otros ese día, de camino al asentamiento judío donde trabaja salió de su vehículo para saber por qué razón precisamente cuando todo el mundo se apresuraba para llegar al trabajo la hilera de coches en el retén permanecía inmóvil.

Según un taxista, los soldados israelíes anunciaron que los coches no podrían pasar hasta el mediodía. S., según su propio testimonio, trató de regresar a su coche cuando el soldado israelí se le acercó con ademán de golpearlo con el rifle. S. agarró el rifle y lo apartó a un lado. Parece que eso molestó realmente al soldado israelí, quien agarró al joven, lo apartó del resto de la gente, lo arrojó al suelo y comenzó a golpearlo por todo el cuerpo, incluida la cabeza.

Otros soldados del retén de Beit Iba, al oeste de Nablús, también se sintieron molestos, esta vez por un estudiante que sintió que se asfixiaba en medio de la muchedumbre que trataba de cruzar el puesto de control el pasado 9 de octubre y que pensó que el único modo de conseguir un poco de aire era subiéndose a un poste. Cuando se negó a obedecer las órdenes de los soldados que le conminaron a bajarse de allí debido a que [entre la muchedumbre] no había espacio y le faltaba aire, los soldados israelíes se abalanzaron sobre él y lo golpearon con un rifle. Según el testimonio de un amigo, que habló con un activista de Machsom Watch, los soldados israelíes también le rompieron las gafas y lo castigaron encerrándolo en «confinamiento solitario» dentro de una especie de celda de castigo al cual los soldados y los comandantes israelíes arrojan a los palestinos que «se portan mal». La celda está destinada a albergar a sospechosos por razones de seguridad, pero con demasiada frecuencia los israelíes arrojan a ella a personas que se atreven a discutir con los soldados. También los encierran en otra especie de celda de castigo en otros retenes.

En decenas de miles de hogares de Cisjordania viven otras personas que no han acabado en un hospital pero que día tras día van acumulando duras experiencias sobre la naturaleza y comportamiento de los únicos israelíes con los que prácticamente se cruzan en su vida diaria: los soldados de los retenes. Los no-palestinos que atraviesan los retenes pueden llegar a una conclusión similar, a saber, que la mayoría de los soldados israelíes estacionados en ellos son brutales, arrogantes, fanfarrones y definitivamente despiadados. Con demasiada frecuencia ocurre que los soldados israelíes provocan deliberadamente que una hilera de vehículos y gente se demore indefinidamente en un retén. Con demasiada frecuencia se los ve riéndose y mofándose de los centenares de personas que empujan y se apelotonan en la lenta hilera que se forma hasta el angosto torniquete de inspección.

A los palestinos ni les interesan ni tienen ninguna necesidad de interesarse por las explicaciones que ofrece Israel: es una misión difícil, los soldados tienen miedo, puede ocurrir que alguien se presente con un cinturón explosivo, son jóvenes, todavía niños, defienden su patria, si no estuvieran en los retenes instalados en el corazón de Cisjordania los terroristas suicidas podrían entrar libremente a Israel.

Lo cierto es que ni siquiera los padres de esos soldados deberían interesarse por esas explicaciones. Sin embargo, sí debería preocuparles el hecho de que su país envíe a sus hijos e hijas a realizar una misión de apartheid consistente en restringir la movilidad de los palestinos dentro de los territorios ocupados, constreñir el espacio vital de los palestinos para que los judíos puedan moverse con más facilidad dentro de esos mismos territorios ocupados y para que puedan expandirse mejor en ellos. Para llevar a cabo esta misión al completo, enfrentándose a los nativos, los soldados deben sentirse y actuar como «superiores».

Texto original: http://www.haaretz.com/hasen/objects/pages/PrintArticleEn.jhtml?itemNo=793975