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El historiador Julián Casanova participa en la presentación del Aula de Història i Memòria Democrática de la Universitat de València

La guerra, el trauma y la memoria

Fuentes: Rebelión

Dos guerras mundiales marcaron la historia de Europa y del mundo en el siglo XX. El conflicto de 1939-1945 fue una guerra «total», en la que combatieron poblaciones enteras (dos tercios de los muertos fueron civiles y, de hecho, durante la conflagración no se establecieron divisorias entre ejércitos y población civil). Aquellos sucesos marcaron el […]

Dos guerras mundiales marcaron la historia de Europa y del mundo en el siglo XX. El conflicto de 1939-1945 fue una guerra «total», en la que combatieron poblaciones enteras (dos tercios de los muertos fueron civiles y, de hecho, durante la conflagración no se establecieron divisorias entre ejércitos y población civil). Aquellos sucesos marcaron el «trauma» de la sociedad europea en las décadas posteriores. Puede que muchos españoles consideren casi excepcional por su gravedad la guerra de 1936, con el reguero de víctimas, desapariciones y traumas asociados. Pero desde la perspectiva de la Historia comparada, la observación de lo ocurrido en países de la Europa del Este como Hungría, potencias como Rusia o los Balcanes durante la guerra de los años 90 del siglo pasado, permiten relativizar. No hay un país que capitalice la historia «traumática» que subsigue a guerras y dictaduras.

Es posible comparar el sufrimiento de los vencidos en la España de la guerra civil, con lo ocurrido en Europa después de 1945. El catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, Julián Casanova (Teruel, 1956), destaca que en los últimos años los historiadores han producido una vasta obra sobre represión, colaboración y resistencia, de la que comenzó a emerger un pasado de violencia. «Cientos de miles de personas fueron víctimas después de la segunda guerra mundial de la violencia retributiva, vengadora, de los aliados y los soviéticos, que permaneció oculta durante mucho tiempo», explica el historiador en una conferencia en la Universitat de València titulada «Historia y memoria de las guerras y las dictaduras». «En los últimos años se ha difundido un amplio catálogo de persecuciones», añade. Destacan obras como «Postguerra: una historia de Europa desde 1945», de Tony Judt; o «Descenso a los infiernos», de Ian Kershaw.

Pero hay una diferencia palmaria entre la represión franquista posterior a 1939 y la de los vencedores en la segunda guerra mundial. Después de los dos primeros años de posguerra (mundial), las sentencias condenatorias decrecieron y pronto llegaron las amnistías, en un proceso que la «guerra fría» aceleró. «Se devolvió el derecho a la ciudadanía a cientos de miles de exnazis, recuerda Julián Casanova, mientras que ninguno de los vencidos españoles recuperó el derecho a ser ciudadano hasta después de 1975». El historiador ha sido en los últimos años profesor visitante en la Central European University de Budapest. Desde el enfoque de la historia comparada, constata procesos de amnistía similares en la Europa del Este, con militantes fascistas principalmente de extracción humilde. Ocurrió en Hungría con miembros del partido de la «Cruz Flechada», perdonados e incorporados a las filas del partido comunista (pasaron del «carné verde» al «carné rojo»). «En muchos casos se pasó de perseguir fascistas a perseguir enemigos del comunismo; el punto de culminación se produjo en Hungría, en 1956; y en Checoslovaquia, en 1968».

Julián Casanova ha coordinado en 2015 la obra colectiva «40 años con Franco», publicada por la editorial Crítica. Es autor de libros como «La historia social y los historiadores: ¿Cenicienta o princesa?»; «República y guerra civil»; «Europa contra Europa (1914-1945)»; «De la calle al frente: el anarcosindicalismo en España (1931-1939)» y «Anarquismo y violencia política en la España del siglo XX», entre otros. En la presentación del Aula de Història i Memòria Democràtica de la Universitat de València junto al profesor Marc Baldó, Julián Casanova subraya que el castigo a los nazis había concluido ya en 1948, y era un asunto olvidado a comienzos de la década de los 50 en Europa. «Si uno se adentra en los manuales educativos, observará qué se estudiaba en la Alemania de los años 50 y lo difícil que fue introducir en los libros de texto la historia rigurosa de lo que fue el nazismo».

Hacia la década de los 50, los países del este de Europa ya se estaban insertos en el campo de las democracias populares. En éstas, «se había neutralizado y reprimido a los demás partidos antifascistas que habían luchado contra los nazis, y que habían formado coaliciones nada más derrotar a las potencias del eje», sostiene el autor de «Europa contra Europa (1914-1945)». Agrega que el comunismo, al igual que algunas democracias como Francia, Italia o el franquismo en España, «reinventó» la historia; «y durante años negó a la población cualquier conocimiento crítico sobre ese pasado reciente». El catedrático, cuyos comentarios pueden leerse en el blog «La historia y sus sentidos», subraya un punto central en la posguerra europea: el «pacto de silencio», que -advierte- «no fue un invento de la Transición española». Se trata de una estrategia política adoptada en prácticamente todos los países europeos, después de 1945, y que se prolongó durante la «guerra fría». Atravesó de igual manera los usos políticos y educativos. Pone el ejemplo de un congreso sobre «pasados traumáticos» celebrado en Tel Aviv, en el que participó junto a otros historiadores. Les sorprendió lo que apuntaban las investigaciones sobre los manuales educativos en Israel después de 1945. Se silenció el Holocausto, hasta el punto de inflexión que marcó el juicio a Eichmann (teniente coronel de las SS y promotor de la llamada «solución final» contra los judíos europeos; fue juzgado y condenado a muerte en la prisión israelí de Ramla, en 1962). El motivo de la ocultación es que se intentaba construir en Israel un estado fuerte, y el Holocausto venía a ser un ejemplo de rendición, sin lucha ni resistencia.

En países como Alemania, el «pacto de silencio» no tenía como objeto la «reconciliación», ya que más bien suponía una estrategia pragmática para la reconstrucción del país y también una necesidad de integración de los antiguos nazis, que habían batallado en una guerra civil interior contra comunistas, antifascistas, socialistas, republicanos y católicos. Además, habían invadido otros países. Aunque hoy parezca inverosímil, destaca Julián Casanova, «hay un momento en la posguerra europea en que todos estos terrores parecían hundirse en el olvido; no hay más que dirigirse a los medios de comunicación y libros de texto del periodo». Después llegaron generaciones más jóvenes, en Alemania, Francia o Italia, que empezaron a preguntarse qué había ocurrido durante la segunda guerra mundial y en la posguerra. Se produjo un cambio de paradigma, al pasar de un modelo basado en el olvido a una reorientación hacia el recuerdo. Ocurrió por ejemplo con la memoria del Holocausto a partir del juicio a Eichmann, en 1961. Se empezó a rechazar la idea de «cierre» del pasado traumático y mirada al futuro, vigente hasta el momento. Pero este sellado de la memoria, recalca Julián Casanova, «es el que hoy practica la mayor parte del Partido Popular en España».

El revisionismo historiográfico tampoco es una singularidad del estado español ni de autores como Stanley Payne y Jesús Palacios, quienes caracterizan de una manera peculiar a la dictadura en el libro «Franco. Una biografía personal y política». También la ultraderecha de la Europa del Este está revisando la historia en los manuales. Si el primer ministro húngaro, Viktor Orban, promueve estas prácticas, más todavía lo hace el partido «Jobbik» (Movimiento por una Hungría Mejor), que en las elecciones legislativas de 2014 obtuvo el 20,5% de los votos. «Con un discurso antisemita y antigitano, y con un hilo conductor imperial y de exclusión», abunda Julián Casanova. Se da la circunstancia de que el líder del «Jobbik», Gábor Vona, es profesor de Historia, «lo que demuestra que no somos seres puros y celestiales», afirma el catedrático de la Universidad de Zaragoza. El uso de la historia como arma de propaganda tiene implicaciones bien actuales. Pertrechado con un discurso ultranacionalista y xenófobo, el populista de derechas Norbert Hofer ha vencido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Austria con el 35,3% de los votos. Se enfrentará el 22 de mayo en la segunda ronda electoral al candidato ecologista, Alexander Van der Bellen.

La batalla por la memoria es, también en el estado español, una historia de largas travesías con final incierto y voluntad de hierro. Uno de los ejemplos es el cementerio de Torrero, en Zaragoza, que incluye un memorial a las 3.543 personas fusiladas durante la guerra civil y la posguerra (hasta 1946) en las tapias de este camposanto. El monumento fue inaugurado en octubre de 2010. Julián Casanova, que dirigió la investigación de la que surgió la iniciativa, destaca que en la época de las pesquisas los medios de comunicación estaban poco interesados. Historiadores de peso le llegaron a decir, incluso, que no era para tanto. «No entendían lo que la iniciativa suponía para las víctimas como proyección social de la historia; gracias al trabajo de investigación de los historiadores, iban a encontrar a sus familiares registrados». Además de los monumentos y placas de acero galvanizado, se propuso una «ruta de memorias» en el cementerio, donde había hasta entonces un predominio abrumador de la memoria de los vencedores, por ejemplo, una gran cruz y una capilla dedicada a los «caídos».

En los últimos años han surgido puntos de conflicto, muy evidentes, entre diferentes modos de entender la memoria histórica. Julián Casanova establece una clara distinción entre el trabajo de los historiadores -entendido de manera plural y diversa- y los recuerdos y memorias de familiares, herederos y otros actores. También se da un notable contraste entre la tarea de los investigadores y, por otro lado, «el uso político y mediático de la historia». En este punto, «la principal tensión es que mucha gente habla de la memoria de la guerra y la dictadura, sin haberlas estudiado previamente en las aulas; han pasado únicamente por los filtros de la propaganda o los recuerdos familiares». «Y frente a eso es muy difícil actuar», remata.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.