El aeropuerto nos recibe entre restos de aviones bombardeados y torres destruidas. Yemen, la única república de la península arábiga, lleva diez años soportando una guerra de agresión de parte de las monarquías vecinas y su capital, Sana’a, es de las zonas más castigadas. Es el 14 de febrero de 2025, han pasado 26 días del inicio del alto al fuego en Gaza, y pasarán 32 días más hasta que se reanuden los bombardeos.
Nuestro viaje es parte de los esfuerzos por romper el bloqueo y aislamiento que la coalición agresora, liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos pero dirigida por EEUU, impone a 26 de los 35 millones de yemeníes que habitan el país, controlado hace ya una década por el gobierno popular.
En apretada síntesis cronológica, podemos decir que la familia Al Houthi formó en los años 90 del siglo pasado el grupo Ansar Allah, un movimiento islámico pacífico contrario al wahabismo (la ideología de Arabia Saudita, Al Qaeda y Estado Islámico) y a la intervención de EEUU en la región, a lo que el régimen en el poder respondió asesinando a su líder e imponiéndoles seis guerras entre 2004 y 2009. El movimiento salió victorioso de dichas guerras, afianzó su poder en el norte del país, y alcanzó presencia nacional significativa.
En 2011, la primavera árabe yemení tumbó al presidente de los 30 años anteriores, quedando en su lugar… el vicepresidente. El poder se mantuvo en las mismas manos de siempre y el malestar acumulado fue capitalizado por Ansar Allah que el 21 de septiembre de 2014 dio inicio a la Revolución Yemení. El vicepresidente/presidente huyó hacia Arabia Saudita y estableció, hasta hoy, un “gobierno en el exilio” (que tiene una legitimidad similar a Juan Guaidó) apoyado por gringos y saudíes. Mientras, el legítimo gobierno yemení enfrenta el aislamiento y castigo de parte de la “Comunidad Internacional” y sus instituciones como la ONU o la OMS, y la vergonzosa desidia y silencio de los países del llamado Sur Global.
Desde 2015, cuando el gobierno títere solicita que bombardeen su propio país para derrocar al gobierno revolucionario, se han llevado a cabo las operaciones “Tormenta Decisiva” y “Restaurando la Esperanza”, que a través de ataques aéreos, bloqueos navales, tropas terrestres y asfixia económico-comercial de una coalición de 20 países comandada por EEUU, Arabia Saudita y Emiratos, han intentado sin éxito la conquista por asedio del país.
En las calles de Sana’a, bulliciosas y alegres, no hay semáforos. Están abarrotadas de autos, motos e imágenes. Fotografías de mártires, una tras otra por kilómetros, vallas camineras homenajeando a los caídos del Eje de la Resistencia en la lucha contra el sionismo. Mensajes de apoyo a Palestina en autos particulares, busetas colectivas, murallas y mostradores. Locales de comida, de ropa, farmacias y ferreterías, sandías de un verde tan oscuro que parecen enormes aceitunas negras. La ciudad vieja habitada sin pausa desde hace 2500 años, con sus mercados de maderas, frutas, piedras preciosas y las tradicionales dagas curvas (jambiyas). Sus 14 baños turcos y su mezquita de 1400 años.
Las mujeres, niños y niñas pidiendo limosna a conductores y transeúntes. La piel demasiado pegada a los huesos, la imagen demasiadas veces repetida. El bloqueo (bien lo sabemos en Cuba y Venezuela) centra su acción en los tres aspectos que causan mayor sufrimiento a la mayor cantidad de gente y dañan más al más débil. Pobreza, hambre y enfermedades.
El ataque a las condiciones de vida empieza con el robo internacional (transferencia al gobierno títere) de las cuentas estatales, dejando a un millón y medio de empleados públicos que sustentan a 3 millones de adultos y 4 millones de infancias sin poder cobrar salario, al igual que el millón y medio de personas que sobreviven del Fondo de Bienestar Social.
Los hospitales, de los cuales 54 han sido atacados (quedando 36 parcialmente fuera de servicio y 18 totalmente destruidos), también dan cuenta de lo que la ONU calificó en 2020, mismo año en que disminuyó su ayuda al país, como “la peor crisis humanitaria del planeta en lo que va de siglo”.
Los mutilados de la guerra atendidos en el Centro de Rehabilitación, Órtesis y Prótesis la sufren día a día. Mientras recorríamos sus talleres, el Dr. Jabr Al-Montasir (fisioterapeuta formado en Cuba) nos contaba cómo, al no poder importar las prótesis, habían comenzado primero a repararlas y actualmente a fabricarlas. Ahora, bloqueada la importación de la materia prima, reciclaban las irreparables para hacer muletas y otras ayudas técnicas.
Por otro lado, los contenedores con comida vencida o comida para animales que envía la ONU como “ayuda humanitaria” son sólo la guinda de la torta de una táctica de hambruna provocada que cuenta el bloqueo de importaciones de comida en paralelo a la destrucción de la capacidad casi total de soberanía alimentaria que ostentaba el país antes de la agresión. Esta táctica va enfocada por supuesto, con particular sadismo, hacia mujeres e infancias.
Hay 6 millones de mujeres embarazadas o lactando con desnutrición aguda moderada y 2 millones con desnutrición severa, además de 1 millón que padecen anemia. Esto ha incidido en una tasa de lactancia materna exclusiva de alrededor del 30%. La desnutrición perjudica el desarrollo físico y mental, especialmente durante los dos primeros años de vida, y el daño suele ser permanente. Esos niños con desnutrición aguda son 10 millones en Yemen, incluyendo los casi 200 mil casos severos. El 45% de los menores de 5 años sufren retraso del crecimiento y baja estatura, pese a los recientemente inaugurados Centros Especiales de Alimentación que el gobierno ha establecido a lo largo del país.
Siguiendo con las infancias, el 60% ha sufrido malaria, el 50% enfermedades respiratorias graves y el 40% un cuadro diarreico agudo severo. Nos confirmaba la Dra. Majeda Alkhateeb, anestesióloga y directora del Hospital de Mujeres e Infancias de Al Sabeen, que estos cuadros (leves y pasajeros en condiciones normales) por la desnutrición preexistente se complican, complicando a su vez la desnutrición, aumentando dramáticamente la demanda hospitalaria en hospitales sin insumos suficientes (el 98% de los dispositivos médicos están desgastados o fuera de servicio, sin poder importar los repuestos para repararlos). Según UNICEF, cada 10 minutos aquí muere un niño por hambre o enfermedades prevenibles.
Contando el asesinato directo e indirecto de casi 400 mil personas, de las cuales una inmensa mayoría son infancias, las similitudes entre las estrategias aplicadas a Yemen y Gaza dejan poco lugar a dudas.
La guerra entendida no como una disputa por poder, tierra o recursos, sino como un acto de exterminio contra la población que habita un territorio. Bombardeos indiscriminados sobre población e infraestructura civil; bloqueo por aire, mar y tierra; torturas y desaparición de prisioneros; todo el silencio mundial que el dinero pueda comprar mientras se intenta someter a un pueblo a través de los misiles y las bombas, del hambre y las enfermedades.
617 mil casas, 191 universidades, 486 centros de salud y 37 ambulancias, 1 400 escuelas, 13 mil campos agrícolas, 15 aeropuertos, 16 puertos marítimos, 8 mil puentes y carreteras, 3 mil tanques y bombas de agua, 659 redes de telecomunicación. Todo destruido. Artefactos para matar fabricados, vendidos y guiados por EEUU y lanzados por sus vasallos regionales.
Un hombre mascando qat, sentado en el suelo, nos recibe y abre el viejo candado. Este, el Grand Hall, era uno de los centros de eventos más grandes de Sana’a, y ese 8 de octubre de 2016 miles se habían reunido para el funeral de un respetado sheij. Las sandalias y zapatos en la entrada, abandonados durante la estampida cuando cayó la primera bomba. Los candelabros aún colgando, mirando el agujero de 3 metros de diámetro. Recorriendo los escombros escuchamos cómo los saudíes esperaron que llegaran los equipos de rescate a asistir a los heridos, para tirar la segunda bomba que casi podemos ver caer con odio a través del segundo agujero. Los techos negros por el fuego. 170 asesinados. 700 heridos.
Tanta Latinoamérica en los dolores comunes, en los ojos y la piel. Tanta humanidad hermanada en las masacres perpretadas por el colonialismo gringo y europeo y en las traiciones de lacayos locales. Sangramos por una misma herida, compartimos una historia de opresión y resistencia.
En los diversos encuentros donde participamos, insistimos desde ambas partes en las muchas coincidencias. Mientras contamos del Genocidio Americano, Simón Bolívar, la Doctrina Monroe, Fidel, el Che, Allende, el Plan Cóndor, las Madres de Plaza de Mayo, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Chávez, CELAC, el ALBA y el Estallido Social Chileno, las compañeras de ENTESAF nos cuentan de su batalla por visibilizar los crímenes cometidos contra mujeres e infancias, los compañeros de Asuntos de Prisioneros de cómo luchan por traer de vuelta a los suyos de las cárceles enemigas en el país y el extranjero, y la cancillería y NTFO de los esfuerzos diplomáticos para romper el aislamiento y bloqueo impuesto por las Monarquías del Golfo y acatado por las organizaciones “humanitarias” internacionales.
Pero seamos justos. Los bombardeos (los de la coalición saudí estadounidense) pararon en 2022. Tras resistir el asedio a la capital y las principales ciudades durante los primeros 4 años de guerra, en 2019 el gobierno yemení comenzó a bombardear posiciones dentro de Arabia Saudita (aeropuertos militares y refinerías). Primero se retiraron los gringos en 2021, abrumados por las sucesivas derrotas en el Mar Rojo. Luego sería el turno de los saudíes y su “cese al fuego unilateral”, tratando de encubrir el monumental fracaso de la agresión. Aún quedan lugares en manos de la coalición saudí, como el puerto de Adén y la isla de Socotra (en manos de Emiratos Árabes), y ciudades “partidas en dos”, como Taiz o Marib.
Desde ese punto muerto, caracterizado por los mismos compañeros como “ni en guerra ni en paz”, el ataque se enfocó en la asfixia económica para profundizar la crisis humanitaria. Por tanto, nos tocó la extraña situación de visitar Yemen durante las pocas semanas que duró el alto al fuego de la entidad zionista sobre Gaza. No cayeron bombas ni misiles durante nuestra estadía. Y preguntamos, ¿por qué arriesgarse a repetir toda la destrucción que se ha cernido sobre estos suelos en la última década, por una causa a más de 2 mil kilómetros de distancia?
Alí pasó largas noches con nosotros, conversando de política, cultura y filosofía, de ideología y religión. De sus sentires y los nuestros. Había sido herido por un helicóptero APACHE en el frente de combate, hecho prisionero y encarcelado en Arabia Saudita por 5 años. Hacía ya 3, había sido liberado en el último intercambio que se había realizado. Le dijimos, una de las últimas noches, que lo considerábamos un héroe. Nos dijo con honesta humildad que sólo cumplía con lo que todo ser humano que conoce sus obligaciones morales y religiosas debía hacer, y agregó para mayor claridad, “todo lo que hemos hecho, desde las guerras de Saada en los 2000 hasta ahora, ha sido sólo una gran preparación para la batalla final, la más importante. Sólo descansaremos cuando logremos nuestro objetivo principal: Liberar Gaza”.
Hoy vuelven a estar bajo fuego, sufriendo bombardeos sobre población civil en la mayoría de las principales ciudades. Ya rendidos sus cipayos y amedrentados sus aliados, EEUU por primera vez en muchos años ha tenido que utilizar sus propias Fuerzas Armadas para atacar a este, el llamado “país más pobre del Medio Oriente”, para que la entidad zionista pueda seguir perpretando su genocidio y limpieza étnica en Palestina sin que nadie les moleste.
Al fracasar atacando objetivos militares y tener que (nuevamente) reubicar sus buques lejos del alcance yemení, EEUU ha adoptado la táctica ya legitimada por la entidad zionista, de causar bajas civiles como principal objetivo para desanimar a la población y obligarlos a pedir clemencia, contando el país cientos de asesinados en las últimas tres semanas.
Nuevamente y como ya les pasó una y otra vez en los últimos veinte años, se equivocaron de enemigo. La decisión del pueblo yemení y su gobierno revolucionario es inquebrantable. Nada ni nadie los hará detenerse ni retroceder en la lucha por la liberación de Palestina. Sana’a, hasta la victoria final, seguirá sangrando por Gaza.
Roberto Bermúdez Pellegrin, presidente Fundación Raúl Pellegrin, Pablo Sepúlveda Allende, presidente Fundación Latinoamericana Dr. Salvador Allende. Médicos chilenos internacionalistas
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