El escenario político-militar que nos muestra Oriente Medio representa la expresión nítida de un planeta que a inicios del cuarto lustro del siglo XXI, enfrenta posiciones diametralmente opuestas en la forma de encarar las relaciones internacionales.
Un marco de disputa, entre aquellos que utilizan la agresión directa, la ocupación y desestabilización de los gobiernos que no le son afines, como también el bombardeo indiscriminado de ciudades, pueblos y aldeas, el crimen masivo de hombres y mujeres, la destrucción de países -Irak, Siria, Yemen- y la negación de la autodeterminación para otros -como es el caso de Palestina- con el fin de de conseguir sus objetivos, aunque ello signifique la formación y apoyo de grupos terroristas cuyo futuro puede implicar acciones en sus propias sociedades. Todo vale en pos de mantener la hegemonía y las ambiciones por las riquezas naturales de los pueblos.
En este sitio, del trágico escenario de las guerras que sacuden a Oriente Medio, se emplaza el gobierno estadounidense, sus socios europeos, sumando en ello a Turquía, Arabia Saudita, la entidad sionista y las Monarquías Feudales del Golfo Pérsico, que a través de una conducta hipócrita y cobarde han posibilitado la muerte de 25.000 sirios, el desplazamiento interno de 7 millones de sus habitantes y la generación de 4 millones de refugiados. Además de un millón y medio de muertos iraquíes, desde la ocupación estadounidense iniciada el año 2003, el saqueo de sus riquezas hidrocarburíferas y generar su fragmentación en aras de los afanes hegemónicos de Washington y sus aliados, en la idea de cercar a Irán e impedir el avance de la influencia rusa en la zona.
Están también aquellos, representados por las sociedades de Siria e Irak, el pueblo movilizado de Yemen a través del Movimiento Ansarolá, el pueblo palestino y la sociedad bareiní, que luchan día a día contra ese grupo de países, direccionados por la el cuarteto sangriento de Estados Unidos, Europa, Riad y Tel Aviv, que a través de sus brazos armados generan terror y destrucción. Esas sociedades junto al apoyo práctico y decidido de la Federación Rusa -en el caso sirio- y principalmente de la República Islámica de Irán a Damasco pero también al pueblo iraquí, yemenita y bahreiní, han consolidado un bloque que coordina sus acciones de defensa ante la agresión y de ofensivas políticas en el ámbito diplomático y militar. Ello, en aras de destruir, efectivamente, a los grupos takfirí que operan en la zona.
Bien sabe Estados Unidos y sus incondicionales escuderos, que no es lo mismo intervenir en Kosovo, Afganistán o Libia, donde la maquinaria política, diplomática y militar de Estados Unidos y sus socios de la OTAN han actuado sin contrapeso, que intervenir, por ejemplo, en la región del Dombás -en el caso ruso- o en Siria, donde específicamente la presencia Rusa e Iraní han frenado los ímpetus de intervención militar directa en la política de agresión terrorista contra estos países. No hay tropas de la OTAN o de la entidad sionista, no porque no quieran, sino porque la firme decisión de Teherán y Moscú ha frenado tal deseo y más bien occidente y sus países vasallos utilizan los servicios de testaferros con nombres como Frente al Nusra, Daesh o ese invento de «rebeldes moderados» que agrupados en el denominado Frente Islámico -conformado por siete grupos takfirí- se nutren abiertamente del dinero saudí. Todo ello junto a operaciones aéreas supuestamente destinadas a combatir a los movimientos salafistas, pero cuyo objetivo final es minar la capacidad económica e industrial de los gobiernos de Siria e Irak
Una coalición no es igual a otra
La decisión del gobierno ruso de enviar armamento de última generación a Siria, bombarderos, misiles, como también tropas y reforzar la presencia militar en la Base de Tartus y en zonas como Latakia han significado dar un vuelco a la situación política militar que se vivía en el país levantino, tras 4 años y medio de continua agresión y ataques de grupos Takfirí armados, financiados y avalados por Arabia Saudita, Jordania, Turquía y las Monarquías del Golfo, con el beneplácito de Washington y la OTAN. Los bombardeos ruso sobre posiciones de Daesh y otros grupos terroristas han tenido, en un mes, más efecto que todas las acciones llevadas a cabo por la Coalición internacional liderada por Estados Unidos en 14 meses de bombardeos. Tan inútiles como falsos en materia de los objetivos perseguidos.
Efectivamente, la Coalición Internacional Contra Daesh -CICD- liderada por Estados Unidos, desde el inicio de las operaciones de bombardeo contra Daesh en los territorios que ocupan, tanto en el noreste sirio como en el centro y norte de Irak -que tuvo su comienzo en agosto del año 2014- mirado desde el punto de vista cualitativo presenta ínfimos resultados, poco claros, objetivos que ocultan sus verdaderos afanes de dominio y sobre todo manifiesta, que la política de aliados es desastrosa y con escasa visión. Esto, pues dos países fundamentales en el área, si el eje de lucha es verdaderamente contra Daesh, no participan de esta Coalición: Irán y Siria.
Sostenía en una crónica anterior, que la denominada coalición internacional dirigida desde Washington y en la cual, nominalmente, participan 60 países ha derivado en una herramienta de presión sobre los verdaderos luchadores contra Daesh. Es una coalición devenida en un arma de complot contra Oriente Medio, creada para difamar el Islam de la mano de las políticas antislámicas de Inglaterra, el régimen de Israel y Estados Unidos, que apoyados por países como Arabia Saudí, Turquía, las monarquías árabes del Golfo Pérsico y Jordania sirven de orquesta para esta música de terror. Daesh es lisa y llanamente un títere menor, un instrumento de violencia para atizar el fuego del hegemonismo occidental y de las posiciones takfirí en la zona digitadas desde Riad, donde la Casa al Saud y su doctrina Wahabista es el sostén de gran parte de los movimientos terroristas, que suelen asolar el Magreb, Oriente Medio y Asia Central.
La firme decisión de Teherán de apoyar a los pueblos de Siria e Irak, sin ceder frente a las presiones de occidente y sus socios regionales, a pesar de la enorme campaña política y comunicacional que pretendía aplastar a la nación persa en pleno proceso de discusión sobre su programa nuclear con el G5+1, ha mostrado que la mejor manera de alcanzar objetivos de defensa ante agresiones y acciones de movimientos terroristas que desestabilizan Oriente Medio, es a través de la acción firme y sin marcha atrás. Irán no ha negado el papel fundamental que ha tomado en materia de defensa de los gobiernos de Irak, de Siria y también de los movimientos de resistencia en Yemen a través de Ansarolá y en Bahréin cuya sociedad se opone a la tiranía de los Jalifa y eso ha significado elevar el prestigio persa en el concierto internacional.
El Gobierno de Teherán ha declarado que algunas potencias pretenden incitar las divergencias en la región, con el objeto de sacar provecho y contribuir al logro de sus intereses económicos y en ese plano de crisis es imprescindible la colaboración de todos para establecer la paz y la seguridad permanente. Estos llamados han sido efectuados perseverantemente por Teherán y sin embargo Estados Unidos se ha negado sistemáticamente a desarrollar una política de acercamiento y generación de políticas de combate conjunta contra Daesh. Ante esas constantes negativas, Irán implementó una política de apoyo a Irak y a Siria a la cual posteriormente se sumó Rusia, con fuerza en Siria y con posibilidades ciertas de involucrase de la misma manera en Irak si así lo determina el gobierno de ese país, que ha expresado su disposición a solicitar apoyo ruso en su combate contra el terrorismo.
Irán y Rusia se han comprometido en la lucha contra el terrorismo salafista, que amparado por la Casa al Saud y su doctrina política religiosa del wahabism han desatado el terror en Oriente Medio. Ese compromiso, concretado en la Coordinación Militar entre Moscú-Teherán- Damasco-Bagdad, está cambiando la correlación de fuerzas en Oriente Medio y tendrá claras repercusiones políticas y militares, no sólo en esa región del mundo, sino también en el Magreb y Asia Central, que han sufrido por largos años las políticas de agresión de un occidente que ambiciona las riquezas gasíferas y petrolíferas de los países que conforman dichas regiones.
Occidente, y en especial los altos cargos de la OTAN, critican el hecho que Moscú y Teherán, en lugar de acompañar la consolidación de la denominada Coalición Anti EIIL -Daesh en árabe- liderada por Estados unidos, centren sus esfuerzos más en apoyar al gobierno de Damasco, al que se suma Irak en el caso de Teherán. Tal crítica muestra la profunda hipocresía de Washington y sus aliados que llaman a formar parte de una Coalición cuyas operaciones contra Daesh han sido un fiasco porque nunca ha estado en el objetivo de esta alianza el destruir al terrorismo takfirí, sino que usarlo de punta de lanza para fragmentar Siria e Irak, para generar la desestabilización de Oriente Medio y así potenciar los intereses de Occidente y sus aliados regionales, encabezados por Arabia Saudita, Israel y Turquía. ¿Cómo pedirle a Rusia e Irán que sean parte de una Coalición falsa, destinada en última instancia a presionar justamente a Moscú y Teherán?
No hay paz sin Irán y Rusia
Tanto el gobierno iraní como el ruso no han caído en esos cantos de sirena y han desarrollado sus propias operaciones militares con resultados apreciables, con destrucción de la logística, armamento y bases de los terroristas del Frente al Nusra y Daesh, principalmente, que están cambiando la correlación de fuerzas que hasta sólo unos meses favorecían a los terroristas y a sus avales. Hoy, Siria e Irak, gracias al apoyo de las fuerzas rusas estacionadas en el país levantino, el apoyo claro de Irán a su vecino iraquí, el trabajo de Hezbolá y las milicias que se han formado para combatir a los salafistas, han dado un vuelco que preocupa a los que hasta ayer se proclamaban la Coalición contra Daesh y que sin embargo sólo alentaban la destrucción y muerte de las sociedades que sufren la acción de los grupos takfirí.
¿Cuáles son las consecuencias que anticipa Washington y sus aliados contra esta política de independencia frente a las conductas hegemónicas de aquellos países que han sido los principales responsables de los actuales conflictos en el mundo y el surgimiento de grupos terroristas, sobre todo de raíz takfirí? Más presiones, por ejemplo, intensificar la presión sobre Rusia a través de Ucrania, más sanciones financieras, bancarias o el retardar la eliminación de otras sanciones como ha sido el caso con Irán por el programa nuclear de este país. Pero, hoy, el análisis fino indica que son escasas las acciones posibles de implementar, que hagan retroceder a las autoridades rusas ya sea en Crimea o en Siria o que generen el paso atrás en la decisión de Teherán de apoyar a los gobiernos de Siria e Irak o a los movimientos de liberación en Yemen y Baréin.
Esto, a pesar de las fuertes presiones de los sectores más duros de Estados unidos y la OTAN, ligados a los complejos militares-industriales que obligan al gobierno de Obama a presentarse comunicacionalmente con dureza, en los foros internacionales o las rondas de conversación por la paz en la región, a sabiendas que con Rusia o Irán difícilmente se podrán ejecutar acciones punitivas. Principalmente porque el oso ruso no es la ex superpotencia debilitada tras la caída de los socialismos reales a partir del año 1989 y que Irán ha sabido conjugar la habilidad política, negociadora y la generación de alianzas regionales que tienen a ambos como actores indispensables a la hora de pensar en la paz para Oriente Medio.
Así lo ha reconocido la Organización de las Naciones Unidas -ONU- que a través de su Secretario General, Ban Ki-moon, saludó la participación de Irán en los diálogos de Viena sobre la crisis siria. «Durante esos años, Ban Ki-moon siempre ha enfatizado la necesidad de la presencia de Irán en los diálogos sobre Siria», explica un comunicado emitido el miércoles por la oficina del secretario general de la ONU. Para el máximo cargo de las Naciones Unidas, los países que gozan de influencia política en las partes sirias tienen que formar parte de los diálogos para el logro de una solución.
Igualmente la Jefa de la Diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini, declaró ante el Diario Británico The Guardian que es trascendental la participación de Irán en la solución de la crisis en Siria. «Para mí lo importante es poder involucrar a todos los protagonistas, entre ellos Irán, en el proceso de una transición política en Siria». A ello se une la insistencia rusa para que Irán participe de los procesos políticos en Oriente Medio, que ha significado que la nación persa se siente a discutir sobre el futuro de Siria y por ende de la región en Viena. La porfiada realidad ha obligado a Washington a aceptar sí o sí este hecho, que representa un enorme triunfo para la política iraní y la búsqueda de la necesaria seguridad para sus propias fronteras.
La presencia de Rusia e Irán en el apoyo a los gobiernos de Siria e Irak tiene un marco de importancia en múltiples aspectos; económico, político, militar, geoestratégico. Cuestión que no sólo es parte de los mapas de análisis de Estados Unidos y Europa, sino también y con toda lógica de Moscú y Teherán. Por ello, no sorprende la firme decisión de estos gobiernos de no permitir que las acciones de Daesh y otros grupos de raíz takfirí sigan destruyendo países vecinos o dentro de su área de influencia, pues también implican la posibilidad de tenerlos en sus fronteras en poco tiempo.
Si algo tienen claro los políticos y militares estadounidenses, el bloque aliancista de la OTAN y sus corifeos regionales, la triada conformada por Riad, Ankara y Tel Aviv, es que en la actual situación bélica que se vive en Siria e Irak no pueden utilizar la fuerza contra Irán ni contra Rusia. Pero, los Halcones que suelen poblar los complejos políticos, militares e industriales de occidente exigen medidas compensatorias: que Obama a través de sus aliados propinen algunos golpes de puño, que indiquen que no lo dejarán actuar impunemente en una zona que occidente cree suya.
Para concretar esta idea peregrina y absurda se han lanzado diversas ideas: sacar a Rusia del G8. Restablecer la política de cerco y sanciones contra Irán a contrapelo de los acuerdos nucleares. Establecer un boicot económico amplio contra Moscú, poco probable visto que Rusia no sólo es socio principalísimo de países como Japón, China, India y Brasil, entre otros sino que controla la llave del gas para una necesitada Unión Europea. Expulsar a Moscú de organismos internacionales como la OMC y la OCDE e impedir la entrada de autoridades rusas a Estados Unidos u otros países como Inglaterra o Alemania. Fomentar acciones desestabilizadoras en las ciudades con mayoría prorrusa como Jarkov. Odessa, Donetsk o Simferópol, que alienten una guerra civil y con ello una eventual intervención de la ONU. Como también alentar posibles acciones desestabilizadoras contra la sociedad iraní.
Estados Unidos y sus socios de la OTAN han sido sorprendidos por la respuesta firme y decidida de Putin respecto a Siria, inmovilizándolos respecto a ejecutar acciones que sean efectivas para tratar de impedir que Rusia cumpla sus objetivos en la estratégica zona que le abre paso al Mediterráneo. Washington sabe que tanto Moscú como Teherán correrán los riesgos que haya que correr para salvar a las sociedades sirias e iraquí de la fragmentación. Porque en ello va también su propia protección y el aumento de sus grados de influencia en la zona. Ni la milenaria nación persa, ni el oso ruso estaban dormidos como pensaban en Washington, Londres y Berlín.
Artículo del Autor Cedido por Hispantv.
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