Fatma Bargouth murió el 24 de diciembre con 29 años, devorada por un cáncer que se extendió del pecho a la columna vertebral. Fue enterrada en el cementerio de la ciudad de Gaza. En la tumba no está sola, los cuerpos de otras dos mujeres están enterrados con ella. Demasiada gente muere en Gaza y […]
Fatma Bargouth murió el 24 de diciembre con 29 años, devorada por un cáncer que se extendió del pecho a la columna vertebral. Fue enterrada en el cementerio de la ciudad de Gaza. En la tumba no está sola, los cuerpos de otras dos mujeres están enterrados con ella. Demasiada gente muere en Gaza y no hay sitio para enterrarla. La familia hubiera querido darle sepultura en el cementerio cerca del campo de refugiados de Jabalia donde todavía queda un poco de tierra para los muertos. No ha sido posible: aquella mañana hubo un intercambio de tiros entre el ejército de ocupación israelí y un grupo armado de la resistencia palestina.
El ejército disparaba con artillería y bombardeaba el área, una bomba había destruido la carretera que desde Jabalia llevaba al cementerio. La agonía y la muerte de Fatma no ha sido fácil, como tampoco lo fue su vida. En abril de 2003, Fatma había notado un nódulo en el pecho. Tenía 26 años, era guapa, se vestía al modo tradicional palestino, no con el velo islámico sino con el pañuelo de campesina, tenía un gran sonrisa, grandes ojos negros y unas ganas de vivir y de resistir que le han dado la fuerza de luchar contra su mal y contra la burocracia y sus atropellos.
Os voy a contar sus vicisitudes hasta llegar al hospital israelí donde la esperaban para curarla; os contaré la dedicación de los Médicos Pro Derechos Humanos (Physicians for human Rights, PHR www.phr.org.il), una asociación israelí que lucha contra las persecuciones y las discriminación cotidianas en el ámbito de la salud que padecen los palestinos por parte de las autoridades israelíes. Los PHR se ocupan de los enfermos palestinos que, sin su ayuda, morirían o nunca podrían acceder a un hospital especializado israelí. Con Fatma, a pesar de todos sus esfuerzos no ha podido ser.
A menudo, cuando debía ir a quimioterapia, el control de Erez, en la frontera que divide el Norte de Gaza con Israel, estaba cerrado. Fatam, mientras el dolor la devoraba, pasaba horas y horas sola, en espera de poder ver la verja de hierro abrirse y así entrar en Israel. Fatma tenía todos los permisos, obtenidos mediante demandas presentadas ante el tribunal israelí, incluso los médicos del hospital Tel Hashomer llamaban a la oficina israelí de Erez para pedir que la dejaran pasar y para confirmar que debía someterse a tratamiento de quimioterapia, pero los oficiales y los soldados del control la mayoría de las veces no atendían a razones. Fatma no los veía, ellos en cambio, sentados y escondidos en sus garitas, la observaban por las cámaras. Ella escuchaba solo las órdenes que se oían por los altavoces, órdenes en hebreo, de las que ella, y cualquier palestino o extranjero que pasaban sólo llegaban a comprender el Si o el No. -Es una cuestión de seguridad- decía el soldado de control. Mientras tanto el cáncer se extendía por el cuerpo de Fatma.
Pero su calvario no dependía solamente del Brutal Muro de la Ocupación militar israelí y de la falta de humanidad y de compasión del ejército y de la policía de la frontera israelí, sino también por la restricción y la falta de estructuras sanitarias palestinas.
Fatma, descubre un nódulo en el pecho
La primera vez, el 15 de abril del 2003, cuando se dirige al hospital de Gaza, el hospital Shifa, para controlar el nódulo que ha descubierto en el pecho, el médico la somete a rayos X y a una biopsia. El primer examen, después de 10 días de espera, resulta insuficiente. Otra biopsia y, tras dos semanas de espera, el médico le dice que no se preocupe, que el nódulo es benigno. Se trata, le dice, de un «fibroadenoma». En junio el tumor ha crecido y Fatma ha encontrado otros dos pequeños bultos. Después de insistir, el médico acepta extirparle el nódulo. Dos semanas después el Departamento de Oncología le da los resultados diciendo que el tumor extirpado es benigno. Pero el cuerpo de Fatma empieza a estar invadido; después de la operación aparecen nuevos bultos. En agosto acude a la clínica privada del médico del hospital de Shifa (también en Palestina se ven este tipo de cosas). El comentario de dicho médico fue: -no hay problema, debes de haber apretado mucho el sujetador-. Fatma, testaruda, pide una nueva biopsia al cirujano que la ha operado, esta vez los resultados son claros: Fatma tiene un carcinoma maligno que se está extendiendo por todo el cuerpo. Después de 9 ciclos de quimioterapia en el hospital de Gaza, Fatma decide acudir al Hospital israelí Tel Hashomer: les envía el resultado de la biopsia; el hospital le responde inmediatamente y le pide que se presente lo antes posible.
Un permiso para la vida, dado y quitado arbitrariamente
Y aquí comienza la trágica sucesión de permisos y de controles. En tres ocasiones, en diferentes momentos, Fatma presenta la solicitud de visado a la Oficina de Coordinación. Ninguna respuesta, ni un Sí, ni un No. Ninguna. El 13 de noviembre, Fatma solicita la intervención del PHR. El Profesor Rafi Valman logra darle una cita urgente para el 25 de noviembre. Nueva solicitud de visado, el día de la cita ha llegado pero ninguna respuesta para el visado. El PHR decide recurrir al juzgado con un procedimiento de urgencia. El abogado de Fatma es Yossi Tzur del despacho Carmeli-Arnon. La respuesta del Juzgado llega el 12 de diciembre, permiso concedido para someterse al tratamiento en el Hospital Tel Hashomer.
Al menos han superado el primer obstáculo. Pero la odisea acaba de empezar. Cada vez que tiene que ir al hospital los médicos israelíes deben intervenir. A pesar de esto, cada vez tiene que esperar horas y horas antes de poder atravesar la verja del control. Ninguno de sus familiares puede acompañarla, ninguno de los permisos solicitados por los familiares han sido concedidos. En una de sus citas, en enero de 2004, en el control no la dejan pasar. Nueva intervención del abogado Yossi Tzur, nuevo permiso y nueva cita médica para el día siguiente. Fatma llega al control por la mañana temprano, la hacen esperar hasta la una. Cuando llega al hospital es demasiado tarde, el departamento está cerrado. El 9 de febrero Fatma debe ir al hospital para que le extirpen el tumor. Llega a Erez muy temprano por la mañana, espera, sola, hasta las cinco y media. Intervienen los médicos israelíes, el abogado, llaman todos, incluso la periodista Carmela Mernashe del Kol Israel, pero la soldado que tiene el permiso de entrada de Fatma no está en su puesto; está asignada al servicio de cocina y ninguno puede sustituirla.
Finalmente a las 18:30, Fatma puede pasar. Llega al hospital y al día siguiente la operan. Dos días después el médico le informa que el tumor se ha extendido y es necesaria una intervención total. Mientras tanto, Fatma está sola. Siempre sola, a pesar de que los médicos han solicitado en varias ocasiones permisos para alguno de sus familiares. Sola en el Hospital, donde el personal médico es solidario con ella pero no habla su idioma; sola con su angustia, su rabia, su dolor.
Dada de alta, vuelve a Gaza. El 25 de marzo, otra cita para su sesión de radioterapia. No se le concede el permiso de entrada en Israel, se le prohíbe dejar Gaza. Nueva cita dos semanas después, esta vez logra pasar. Su tratamiento consiste en 25 días de radioterapia. Imposible ir cada día de Gaza a Israel. Los médicos del PHR piden para Fatma y para otra paciente también con cáncer de pecho un permiso para permanecer en Israel durante el periodo del tratamiento. Se les deniega. Hay que acudir de nuevo al juzgado. Al PHR se añade el grupo israelí «One in nine: Women for victim of Breast cancer». Petición acordada, las dos pacientes pueden quedarse en Israel. Pero para Fatma no ha terminado, su permiso es de un mes y su tratamiento debe ser de 5 semanas más. Nuevo compromiso de los médicos del PHR que la dejaron dormir clandestinamente en su casa.
Pagad 30.000 shekels para ver a Fatma
Vuelve a Gaza, aparentemente la operación ha ido bien. No es así. Un mes después el cáncer reaparece. Fatma empeora, sufre fuertes dolores en la espalda y en las piernas. El 22 de julio es ingresada nuevamente, esta vez la ambulancia puede pasar con Fatma y su madre. Las pruebas demuestran que la metástasis ha llegado a la espina dorsal. La dejan ingresada, empeora. Quiere ver a su familia. El PHR cursa una solicitud urgente al DCO israelí, el 2 de agosto obtiene respuesta: sólo el padre y sus dos hermanas pueden pasar. Algunos hermanos no tienen los 45 años y por tanto no tienen ninguna posibilidad de obtener el permiso. Tampoco el padre y las hermanas llegan ese día. En el control de Erez, después de esperar largas horas, la policía de frontera rechaza la entrada a menos que cada uno de ellos deposite 30.000 shekels. (casi 6.000 euros) como garantía. Después de la intervención del abogado Yossi Tzor, la policía muestra voluntad de compromiso y en vez de 30.000 shekels piden 20.000. Imposible para la familia encontrar ese dinero. Otra demanda al juzgado. Finalmente el 9 de agosto obtienen el permiso pero no les dejan pasar todavía. La policía de frontera les para. Interviene un parlamentario israelí, pero tienen que volver a Gaza. El 16 de agosto, tres semanas después de la solicitud, las dos hermanas logran reunirse con Fatma y su madre. El padre, no ha conseguido el permiso, y se vio obligado a quedarse en Gaza, la respuesta de los soldados, es que no puede pasar por cuestiones de seguridad.
El personal del departamento oncológico, de los médicos a los enfermeros, se dedica al máximo a Fatma. Cuando recupera las fuerzas, Fatma puede regresar a Gaza donde debería continuar la quimioterapia. Pasa un mes hasta que el ministro de la salud palestino apruebe el pago, muy costoso, del tratamiento, y que todas las medicinas lleguen al hospital Shija de Gaza. Fatma empeora, le cuesta respirar. El médico del Hospital Tel Hashomer le dice que tiene que volver. Nuevo permiso, el 5 de septiembre el control no deja que Fatma entre porque le consta que ya ha entrado anteriormente sin permiso. La cuestión se resuelve a las 19h. Un día entero en el control. El tratamiento radiológico y la quimioterapia debería empezar el 14 de septiembre. Contactos frenéticos por parte del PHR y de los médicos con el coordinador sanitario israelí en Gaza, Winberger. Éste promete que dará el permiso. El día 14 a las 17:30 de la noche el DCO informa que el permiso es concedido a Fatma sin acompañantes ni ambulancia. Fatma no se sostiene en pie, por tanto nada de hospital.
Se inicia un nuevo expediente para el permiso. El coordinador palestino dice que los israelíes no han recibido ninguna solicitud. La envía el 19 de septiembre. El 15 de septiembre con ocasión del Año nuevo judío todos los territorios y también el control están cerrados; asimismo Gaza, después de la invasión de finales de septiembre queda cerrada durante meses en la llamada «Operación del día del Arrepentimiento».
Cuando la muerte de una persona ayuda a una persona enferma
El 27 de septiembre un grupo de mujeres médicos israelíes, se dirigen a Gaza para hablar con el comandante israelí, sólo pueden hablar con su oficial que les da el permiso. Al día siguiente Fatma y su madre llegan al control, esperan hasta las 17horas. Fatam sufre y tiene que tumbarse en el suelo porque no hay dónde apoyarse o sentarse. Durante el control el soldado pide a Fatma que se descubra porque el sistema de seguridad indica que tiene algo en el pecho. Fatma obedece y explica que después de las operaciones lo que tiene es silicona. Llega otro soldado gritando en árabe que está prohibido desvestirse. Fatma explica que se lo han ordenado. No hay nada que hacer. No las dejan pasar. El oficial del DCO explica al PHR que las mujeres no han pasado el control de seguridad.
Vuelta a empezar y el 29 de septiembre consiguen un nuevo permiso. Fatma va en una ambulancia con otros pacientes. Todos directos al mismo hospital. En la calle Bert Lahiya hacia Erez la ambulancia se ve obligada a parar por maniobras militares. A las 16:30h siguen aún parados. Su intento de llegar al control de Erez por otro camino es vano. A las 17:40 h vuelven a Gaza.
Imposible enviar medicinas desde el Hospital de Tel Hashomer, todos los controles están cerrados. El permiso para Fatma está disponible pero las calles están destruidas y ocupadas por carros de combate armados del ejército de Ocuapación isaraelí, ninguna posibilidad de paso para la ambulancia. Nueva solicitud de permiso y nueva espera. El 4 de octubre, el permiso no había llegado y Fatma es ingresada en el Hospital de Gaza donde se le aplica oxigeno. Un paciente enfermo de cáncer ha muerto. Han sobrado las medicinas de dos días de tratamiento de quimioterapia. Las usan para Fatma.
¿Pero no decían que no se disparaba a la Cruz Roja?
Una semana después el DCO indica al PHR que presente la solicitud al coordinador sanitario palestino Ahmad Abu Raza, pero éste está bloqueado en el campo de refugiados de Nuseirat. Llega al día siguiente a Gaza pero no puede presentar la solicitud porque el fax israelí está roto. Es cierto. Los médicos del PHR piden que los israelíes se coordinen con Ahmad. Desde ese momento será necesario, además de los permisos, coordinarse.
La mañana del 14 de Octubre Fatma no se tiene en pie, solo puede ir en ambulancia pero las calles están destruidas. El PHR logra encontrar un coche de la Cruz Roja. El único capaz de pasar entre las ruinas. Hacia las 13 horas antes de llegar a Erez, cerca del pueblo de Abraj-al-Awda el vehículo está bajo los tiros de los soldados israelíes. A las 19h el vehículo continúa hacia el control. Ha pasado un mes desde la primera cita para la quimioterapia.
La agonía de Fatma ha terminado el 24 de diciembre de 2004. La agonía de su familia y de algunos millones de palestinos continúa. El 1 de enero del 2006 en el control de Erez mientras volvemos a Israel, hay un hombre de más de 80 años que tiene que ir al hospital Tel Hashomer, está lleno de tubos, en silla de ruedas. Lleva toda la tarde con su mujer esperando delante de la cancela de hierro. La silla de ruedas no puede entrar por razones de seguridad. El hombre no puede caminar, no puede hablar. Llamo al oficial israelí, que no está en Gaza: se trata de un caso humanitario y, nosotros, 18 italianos, no nos iremos hasta que no les dejen pasar. Después de unas cuantas horas y llamadas, la cancela se abre. La mujer me abraza y sonríe radiante. Yo me esfuerzo por controlar la rabia, el dolor y la indignación. No obstante doy las gracias al oficial israelí. Me pregunto hasta cuándo se permitirá todo esto, hasta cuándo la Comunidad Internacional permitirá esta falta de derechos, de compasión y de humanidad.
Lo sé, es una pregunta retórica.
Luisa Morgantini es parlamentaria europea.
Traducido del italiano por un colaborador anónimo de la red de Mujeres de Negro, Transcripción y corrección: Natalia Méndez Urtiaga y Yolanda Rouiller, MdN
Publicado en Il Manifesto: www.ilmanifesto.it el 10-1-2006