Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El gobierno de EE.UU. supone que las reglas regulares no se aplican a Cuba. Tomemos por ejemplo los embarques de armas procedentes de Honduras a Florida. No están involucrados ni los militares de EE.UU. ni un contratista militar. En su lugar, Sanco Global Arms de Miami se hace cargo de 4.600 rifles FAL, 800 rifles AK-47, 30 cañones antiaéreos de 20 mm, 48 cohetes RPG-7, 2.500 cohetes no especificados, y cientos de cajas de munición y repuestos. El traficante de armas está vinculado a las redes terroristas anticubanas.
Es un problema. Después de los ataques del 11-S se tomaron pasos para mantener armas de destrucción lejos de gente perversa.
La contradicción se centra en el cubano de nacimiento Mario Delamico. Como jefe de Longlac Enterprises, basada en Panamá, Delamico organizó la entrega al ejército hondureño de esas armas y municiones fabricadas en Israel en 1986, durante la guerra de la «Contra» patrocinada por EE.UU. contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Honduras tenía la opción de comprarlas en caso de ataques por los sandinistas nicaragüenses. Los materiales fueron almacenados durante 22 años en la localidad norteña de Naco. Longlac es subsidiaria de Sanco Global Arms. 60 cargas de camiones a remolque fueron necesarias para transferir los armamentos a barcos atracados en Puerto Cortés, lo suficiente para mantener a 18.000 soldados en actividad durante tres meses, según el periódico hondureño El Heraldo. El primer barco cargado de armas partió en diciembre. Otros le seguirán en enero y febrero.
El portavoz del ejército hondureño Ramiro Archaga se negó a confirmar Miami como destino, insistiendo en que: «´Se trata de una operación ultrasecreta que requiere las medidas de seguridad más rigurosas.» Pero, «dónde iban a ir, si no allí,» preguntó el periódico cubano Juventud Rebelde.
Mario Delamico trató de vender las armas a la policía hondureña. El ejército objetó y en 2000 la decisión de un tribunal hondureño ordenó su retorno al propietario original Longlac Enterprises, o Sanco Global Arms. Un tribunal estadounidense rechazó en 2005 un pedido de Sanco de obligar a Honduras a devolver las armas a EE.UU. Analistas atribuyen su devolución ahora a la iniciativa del presidente hondureño Manuel Zelaya, simpatizante del presidente nicaragüense Daniel Ortega.
Las inclinaciones terroristas de Mario Delamico han sido evidentes desde su llegada a Centroamérica en los años ochenta bajo los auspicios del embajador de EE.UU. John Negroponte. Expulsado de Nicaragua por terrorismo llegó a ser jefe de «control logístico» para la CIA en Honduras, según El Nuevo Diario de Nicaragua.
La tarea de Delamico era organizar suministros de armas para los rebeldes títeres de EE.UU. de la Contra, que combatían a los izquierdistas sandinistas. Sus colegas incluían a los cubano-estadounidenses Luis Posada y Félix Rodríguez. Los tres están implicados en confabulaciones de Irán-Contra y en ventas de drogas a ciudades estadounidenses utilizadas para financiar operaciones de abastecimiento de la Contra.
Delamico es acusado de haber ayudado a conspiraciones de Luis Posada para asesinar al presidente cubano Fidel Castro y realizar atentados con bombas contra hoteles en la Habana en 1997. El periódico cubano Granma informó en 2000 que «en 1992 Delamico se había convertido en el principal proveedor y apoyo logístico para Luis Posada Carriles en relación con armas y explosivos utilizados en diversos actos de terrorismo contra Cuba y contra su presidente.» Con el pasar de los años, Delamico, ahora de 65 años, se hizo rico.
Junto con Posada y oficiales del ejército hondureño, Delamico organizó aventuras de sabotaje en Honduras orientadas a derrocar el gobierno de Carlos Roberto Reina, del que se pensaba que albergaba inclinaciones anti-militares y pro-cubanas. Una explosión de una granada en su casa mató al presidente en 1998. Cubano-estadounidenses de Florida y Nueva Jersey supuestamente contribuyeron a las operaciones terroristas de Delamico.
Sanco Company no ha terminado públicamente su asociación con este instigador de violencia. Hasta ahora, ni responsables públicos ni los medios han cuestionado el ingreso sin obstáculos de armas a EE.UU. bajo estas circunstancias.
El episodio promete convertirse en uno más que destaca el estatus particular de Cuba dentro de los círculos gobernantes de EE.UU. La lista es larga: residencia permanente garantizada para inmigrantes cubanos, bloqueo continuo a pesar de condenas generales de la ONU, exclusión de alimentos y medicinas a pesar de las convenciones de Ginebra, hacer la vista gorda ante ataques terroristas contra Cuba basados en EE.UU., cadena perpetua para los Cinco Cubanos prisioneros que vigilaban las conspiraciones terroristas de grupos privados y planes del gobierno de Bush para reestructurar el gobierno de una nación soberana.
¿Proviene la actitud sesgada hacia Cuba sólo de la mala hierba en Miami? El periodista español, Pascual Serrano, apuntando a cambios generacionales en ese lugar, dice que no. Comentando sobre 50 años de la Revolución Cubana, (vea rebelión.org), sugiere que Cuba evoca temor por su ejemplo, por haber «demostrado a millones de personas que viven bajo el neoliberalismo que otro mundo es posible.»
Los expatriados contrarrevolucionarios ayudan en este escenario al servir, al modo de la Contra, como guerreros por encargo: puede haber asperezas, pero convenientes y dignas de protección.