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La Iglesia y el Rey

Fuentes: Rebelión

«Habrá un día / en que todos /   al levantar la vista, / veremos una tierra /   que ponga libertad» Labordeta (1935-2010) El último tren hacia la libertad acaba de iniciar su larga marcha. Un tren que la derecha nacionalcatólica, medularmente franquista, ha intentado descalificar utilizando argumentos, cuando menos, indecentes. De entre todos […]

«Habrá un día / en que todos /   al levantar la vista, / veremos una tierra /   que ponga libertad»

Labordeta (1935-2010)

El último tren hacia la libertad acaba de iniciar su larga marcha. Un tren que la derecha nacionalcatólica, medularmente franquista, ha intentado descalificar utilizando argumentos, cuando menos, indecentes.

De entre todos los apelativos -lanzados cual flechas de odio, pretendidamente ofensivos- retengo el de «Frente Popular», por ser de hecho el primer Gobierno de coalición progresista desde que finalizó la dictadura franquista, que no su tiranía, aún incrustada en forma de monarquía.

Los primeros pasos de este «frente popular» han levantado una autentica ola de esperanza entre las clases trabajadoras, no sin cierto escepticismo expectante.

El Gobierno de coalición tendrá que remover serios obstáculos a fin de llevar a cabo su programa, pues es obvio que los poderes reaccionarios, emboscados en la jungla del Estado, intentarán desviarlo de la ruta progresista pactada, con el fin de hacerlo descarrilar. Quizá la dificultad más insidiosa esté en la ofensiva ideológica que los partidos confesionales y sus organizaciones afines han iniciado ya de forma estridente y provocadora.

De entre las organizaciones más poderosas que intentarán, previsiblemente, desviar la voluntad popular -legítimamente expresada en las urnas, pese a la pervivencia de leyes antidemocráticas de origen franquista- se encuentra la Iglesia y su colusión de intereses con la monarquía, cuyo representante, el Rey, detenta nada menos que la Jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas.

El trono y el altar, en santa complicidad, escudados en el enorme poder que le otorgan sus privilegios, mediante el cual acumulan la mayor parte de sus riquezas, seguirán intoxicando con monsergas amenazantes a nuestros pueblos y naciones históricas mediante sus pujantes redes de influencia (*).

La toma de posesión del Gobierno ha sido un buen ejemplo democrático de imparcialidad aconfesional. Por primera vez desde el inicio de la Transición esta formalidad se ha desarrollado sin biblias ni cristos. Por el contrario, la toma de posesión del Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) ha constituido un acto de parcialidad a favor de una confesión religiosa muy concreta: la Iglesia Católica.

Las creencias religiosas deberían manifestarse en el espacio privado y no desbordar los límites de lo público; como sucede, por el contrario, con demasiada frecuencia en este desdichado país.

La enseñanza y la sanidad son también dos ámbitos especialmente sensibles. El famoso «pin parental» es una censura impulsada por uno de los partidos ultramonárquicos de la derecha nacionalcatólica, punta de lanza de una involución democrática de carácter confesional, manifiestamente inconstitucional, con la que pretenden combatir toda idea de progreso y modernidad.

A ningún padre o madre, cuyo hijo hubiese sufrido un ataque agudo de apendicitis, se le ocurriría llamar a una ambulancia con el fin de trasladarlo urgentemente a una sacristía, poniendo al menor de este modo en manos de Dios; es más razonable pensar que preferirían ponerlo en manos de la Ciencia, acudiendo al servicio de urgencias de un hospital. De no hacerlo así, y fallecer finalmente el menor, incurrirían en un delito de homicidio por imprudencia temeraria.

Intento expresar, con este sencillo ejemplo, que la patria potestad no es ilimitada y que el Estado ha de velar por los derechos del menor; no solo garantizando su integridad física y salud, sino también su educación en valores democráticos y ciudadanos, acordes con los Derechos Humanos y los principios elementales de la Ciencia y del sentido común, imperantes en el entorno político de la Unión Europea.

Una Unión Europea construida por pueblos libres e iguales, a los que nuestras hijas e hijos habrán de contribuir para hacerlos más prósperos, democráticos y humanitarios; sin dioses, ni reyes, ni tribunos; sin bases militares extranjeras que violen nuestra soberanía.

A veces lo obvio resulta impracticable. Aunemos, pues, voluntades. Exijamos la ilegalización del franquismo.

Nota:

(*) Pautas de influencia reaccionaria:

Asociación de Militares Españoles (AME)

Asociación Española de Militares Escritores

Firmes en la Verdad

Los Servicios de Inteligencia

Manuel Ruiz Robles. Capitán de Navío.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.