La necesidad de ser certeros, de dar a conocer lo que creemos que sucede realmente en el plano internacional, nos obliga a usar los conceptos adecuados cuando se habla del plan que Washington e Israel quieren aplicar en Palestina, usando, por parte de esta alianza, un término, no sólo equívoco, sino que absolutamente falso. No […]
La necesidad de ser certeros, de dar a conocer lo que creemos que sucede realmente en el plano internacional, nos obliga a usar los conceptos adecuados cuando se habla del plan que Washington e Israel quieren aplicar en Palestina, usando, por parte de esta alianza, un término, no sólo equívoco, sino que absolutamente falso.
No se trata de un «acuerdo del siglo» como dice el consorcio estadounidense-sionista, ni una «bofetada del siglo» como sostiene la Autoridad Nacional Palestina (ANP), es lisa y llanamente una imposición. Un crimen, una violación del derecho internacional y sobre todo atentados permanentes a los derechos humanos del pueblo palestino. Por ello, el ser claro en el uso del lenguaje implica, que tanto el cronista, como el lector, aquellos que analizan y promueven el respeto al derecho internacional, los medios de información, entre otros, seamos capaces de usar el significado apropiado, para dar cuenta de un plan elaborado entre cuatro paredes.
Fracaso en Manama
El pomposamente designado «Plan del Siglo» es una empresa de dominio destinada al fracaso. Primero, porque no cuenta con la participación del pueblo palestino, lo que desmiente tajantemente que nos encontremos ante un proceso de negociaciones, además de estar muy alejado de poder denominarlo y aceptarlo como una propuesta histórica, tan megalómana como suele serlo Trump y Netanyahu. Segundo, porque lo que se está presentando es la Imposición del Siglo sin adorno alguno, que unido al último de los números de este cuadro de comedia falsa, que representa la parte económica titulado Foro de Baréin o «Taller Paz para la Prosperidad», celebrado en Manama, la capital de esta Monarquía del Golfo Pérsico, los días 25 y 26 de junio, develaron las cartas del soborno a los anhelos de autodeterminación del pueblo palestino.
El «Taller para la Prosperidad» llevaba aparejado el ofrecimiento virtual -porque el dinero no existe y requeriría ser recaudado entre donantes- de un plan económico de 50 mil millones de dólares, que incluye 179 proyectos de inversión tanto en Palestina como en Jordania como en Egipto, presentando sin disimulo la entrega de los territorios palestinos a la ocupación israelí, utilizando para ello viejos planes donde El Cairo y Amman tendrían alguna participación. Se llegó incluso a mencionar, dentro de los posibles beneficiarios del plan, El Líbano, en una clara tentativa de generar discrepancias al interior de los partidos gobernantes en este país levantino.
Nos encontramos ante una tentativa de soborno impulsado por Washington, el lobby sionista en ese país en alianza con la entidad israelí, la Casa al Saud y la casa gobernante de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Una tarea encomendada, en lo público, al yerno del presidente Donald Trump, el empresario inmobiliario y sostenedor del sionismo, Jared Kushner, que se esmeró en mostrar los supuestos beneficios de un plan, que sólo favorece las ansias de más dominio y ocupación de territorio palestino a manos del sionismo. Kushner mostró gráficos de reducción de la pobreza en la zona, proyecciones de crecimiento económico, cifras multimillonarias, proyectos de infraestructura a ejecutar. Todo ello ante una concurrencia exigua compuesta por los Ministros de Finanzas de los regímenes de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y el mismo Baréin.
Entre los asistentes se encontraban también la jefa del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, el tesorero de los Estados Unidos, Stevhen Mnuchin y el ex primer ministro británico, Tony Blair. Kushner señaló al término del fiasco de Bahréin que «la parte política del plan (lo que denomina Estados Unidos el Acuerdo del siglo») será dada a conocer «en el momento oportuno». Para el Diario Británico Daily Telegraph, «El esfuerzo de EE. UU. para la paz en Oriente Medio ha colapsado antes de su inicio, ya que, a excepción de pocos países, nadie cree en el éxito del plan del siglo.»
Representa una convención, aceptada sin reparo alguno, que cuando usamos un concepto como el de acuerdo, nos referimos a aquella decisión que personas naturales, jurídicas, estados, organismos, instituciones o gobiernos manifiestan al tener puntos de encuentro, convergencia, consenso en torno a determinadas situaciones, que requieren tienen como objetivo llegar a buen puerto. Algo que se concierta entre partes, para así solucionar una controversia. Tal desarrollo de un proceso de negociación tiene efectos en el ámbito jurídico cuando se trata de un contencioso, que implica devolución de territorios por ejemplo, retiro de tropas, el cese de una ocupación militar u otros elementos que involucran consecuencias en el ámbito jurídico. Dicha obligatoriedad para las partes, denominado en el derecho con la máxima latina, Pacta Sunt Servanda (lo pactado obliga), genera derechos y obligaciones, que lógicamente nacen, emanan del consentimiento de las partes en disputa bajo la exigencia que sea válida, cierta, determinada, además de posible.
Nada de lo mencionado precedentemente se cumple con este plan absolutamente desquiciado que Estados Unidos, junto a su socio israelí pretende aplicar a Palestina y a su pueblo y que en su versión económica fue presentada en Baréin. El nombre muestra no sólo la perturbación conceptual, sino también la aberración jurídica que subyace al denominar a este plan miserable el «Acuerdo del Siglo», que persigue, ya a estas alturas un secreto a voces, negar la posibilidad de un Estado palestino autodeterminado, soberano, estableciendo una autonomía, aún más falsa que aquella consignada en los fracasados Acuerdos de Oslo: Impedir el retorno de los refugiados palestinos, sionizar Al Quds (Jerusalén) estableciéndola como capital de la entidad israelí y trasladando la capital de esta Palestina liliputiense y desmembrada a una localidad al sur de Al Quds. A la aldea de Abu Dis, ubicada en la denominada Zona B, bajo el supuesto control administrativo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y control militar del ejército invasor, que coordina sus acciones con esa autoridad.
La imposición del siglo acrecienta la ocupación
Ha trascendido, igualmente que la decisión de este quinto período de gobierno de Benjamín Netanyahu es anexionar a la entidad denominada Israel, los asentamientos con colonos terroristas establecidos en territorio de Cisjordania. Ampliar los kilómetros del muro de apartheid y sobre todo impedir cualquier posibilidad de volver a reunir los territorios de la Franja de Gaza y Cisjordania, mediante la construcción de nuevos asentamientos en la faja de terreno que separa ambos territorios palestinos. El objetivo es ampliar aún más la presión contra el pueblo palestino, asfixiar a la población, someterlos mediante el control militar, económico, impedir todo contacto. La concepción de la «Imposición del Siglo» que Estados Unidos prepara junto a su cómplice israelí es, esencialmente, desde su concepción, la expresión del colonialismo en su versión más criminal.
Al mismo tiempo que se intenta sionizar Palestina, se trabaja por implementar medidas de corte económico como las planteadas en Bahréin. Sumando a lo anterior las acciones sionistas se manifiestan en materia cultural, político, topónimos palestinos, en una operación a gran escala, similar a aquella vivida tras la creación de esta entidad el año 1948, que generó la creación de unidades destinadas a invisibilizar lo palestino, cambiar el nombre de las aldeas y pueblos, quitar todo rastro de Palestina y comenzar un proceso de construcción de una mitología que pretende hacer creer al mundo que los sionistas, principalmente de origen europeo, de religión judía, tiene su raíz histórica en Palestina. La política de Netanyahu es la continuación de la falsa narrativa sionista, el tejer una historia de la infamia, que se corresponde con los objetivos de David Ben Gurion, Menahen Begin, Golda Meir, Levi Eshkol y cada uno de los criminales que se trasladaron desde Polonia, Bielorrusia, Ucrania u otras localidades al Levante Mediterráneo, para usurpar las tierras al pueblo palestino, expoliar y robar aquello que no les pertenece.
Lo que se presenta de manos de la diplomacia sionista que reúne a Washington e Israel, bajo la denominación de «Acuerdo del Siglo» atentatorio al derecho internacional, que viola los derechos humanos de la población palestina y su derecho a la autodeterminación, suma las posturas reaccionarias de regímenes títeres de Estados Unidos como son la monarquía jordana, la Casa al Saud, la seudo democracia egipcia y el silencio cómplice de todos aquellos países que suelen alzar la voz de condena y establecer sanciones cuando se trata de Venezuela, Siria, Rusia, Irán pero callan vilmente cuando los violadores de las leyes internacionales, los que dotan de impunidad al régimen israelí por sus crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino, son los Estados Unidos y sus incondicionales en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU como es el caso de Francia y Gran Bretaña.
Para tratar de dar a esta «Imposición del Siglo» cierto cariz de legitimidad internacional, Estados Unidos convocó el llamado Foro de Baréin, devenido en un evento proisraelí, aparentemente centrado en lo económico fin de «impulsar el apoyo a posibles inversiones económicas» que apuntalen el pretendido «acuerdo del siglo». Una actividad que intentará marcar las líneas políticas y comunicacionales que el régimen estadounidense ordenará a aquellos que asistieron a este Foro. La desfachatez de Washington llega al extremo que el enviado especial del Gobierno estadounidense para Oriente Medio, Jason Greenblatt, advirtió que, si los palestinos no participaban en la conferencia de Baréin, «se verían muy perjudicados» reconociendo además que el plan de EE.UU. cancela el derecho al retorno de los refugiados palestinos, al informar que Washington está a punto de comenzar conversaciones con los gobiernos que acogen a los refugiados palestinos.
Saeb Erekat. Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) señaló en su oportunidad, ante las amenazas estadounidenses, que «nuestra organización no escucha el ultimátum de EE. UU. y boicotea un foro proisraelí en Baréin. Ninguno de los organizadores o participantes del foro económico de Baréin puede debatir en representación de los palestinos el llamado «acuerdo del siglo. La Organización para la Liberación de Palestina no ha sido consultada sobre dicho evento, por tanto, boicotea este Foro que quiere forzar a los palestinos a aceptar la ocupación de sus tierras a cambio de dinero. La ANP no aceptará nunca tal plan» señaló el alto dirigente palestino.
Estados Unidos, bajo mandato del lobby sionista, avalados por los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, ha decidido que Palestina no existe y para ello le entrega a Israel, como un presente chorreante de sangre palestina. Un plan cuyo destino es impedir cualquier intento de descolonizar las tierras de Palestina, sacar al ocupante sionista e impedir, por tanto, todo derecho a la conformación de un estado autodeterminado, libre y soberano. Un plan que los medios de información afines a la alianza entre la ultraderecha estadounidense y el sionismo israelí denomina «Acuerdo» generando apoyos y sometimientos de gobiernos regionales, en un cuadro regional donde además genera tensiones contra el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) provoca permanentemente a la República Islámica de Irán mediante la imposición de más sanciones y medidas destinadas a afectar a la nación persa. Apoya a Israel en seguir sionizando los Altos del Golán sirio ocupados desde el año 1967 y sobre todo amenaza a diestra y siniestra a quien se atreve a levantar la voz contra los atropellos cometidos contra el pueblo palestino.
Ha trascendido en medios de prensa israelí, con el uso sibilino del lenguaje que suele tener el sionismo y su hasbara, que el plan estadounidense no hablaría de anexión de los asentamientos con colonos terroristas que ocupan Cisjordania sino más bien se hablaría de «aplicación de la ley israelí» similar a lo que se hizo el año 1981 con los ocupados Altos del Golán sirio. Según el canal 12 de Israel, Trump no concretará nada del llamado «Acuerdo del Siglo» hasta que su socio Netanyahu forme gobierno y se pueda así liberar comunicacionalmente el plan de usurpación.
La Imposición del Siglo es la muestra evidente del contubernio criminal entre Washington e Israel. El silencio obsequioso y cobarde de los organismos internacionales, de países sometidos a Washington, de aquellos que suelen levantar la voz indignada cuando se trata de hablar, por ejemplo, de democracia en Venezuela pero que callan cobardemente cuando el involucrado es el sionismo. Israel y su lazarillo le dicen a Palestina «acepten el apartheid que les ofrecemos y su vida será menos dura de lo que es ahora. No acepten esta imposición y los exterminaremos». Ese es el plan que se quiere imponer, de lo cual es posible extraer: Primero, que sólo la porfiada y digna resistencia palestina logra mantener en pie el derecho de su pueblo a existir. A no ser confinados en campos de concentración o exterminados bajo el nacionalsionismo que se ha impuesto en Palestina a partir del año 1948. Y, segundo, que la solución de los dos estados, que ha servido simplemente para permitir a Israel extender su dominio criminal, es una falacia que no se sostiene. La imposición del siglo ha terminado de enterrarla, concretando un sistema de apartheid con todas sus letras.
Frente a esta realidad reitero lo que suelo argumentar frente a esta imposición: toda propuesta bajo un supuesto camino a la paz (donde el pueblo palestino no ha participado ni como oyente) llámese Acuerdo del Siglo o del Milenio es simplemente una burla macabra. Un juego político destinado al fracaso. Las facciones palestinas, su pueblo, la sociedad palestina deben avanzar en la unidad de sus fuerzas para oponerse con fuerza a todo intento de dar legitimidad a este contubernio entre el imperialismo y el sionismo. No se puede tener ninguna relación con el ocupante. Recordemos cada vez que veamos estrechar las manos entre los dirigentes sionistas y estadounidenses: No hay paz posible en Oriente Medio sin la eliminación del imperialismo y el sionismo.
Fuente original: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/432046/palestina-fracaso-acuerdo-siglo-foro-barein-israel