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La industria nuclear vuelve a la carga

Fuentes: CounterPunch

Vuelven a la carga. Después de treinta años sin un pedido en firme, las compañías de energía atómica están presionando para el regreso de su costosa tecnología radioactiva a expensas de todos nosotros, contribuyentes. El viejo argumento de los años setenta era que la electricidad producida a través de la energía nuclear reduciría nuestra dependencia […]

Vuelven a la carga. Después de treinta años sin un pedido en firme, las compañías de energía atómica están presionando para el regreso de su costosa tecnología radioactiva a expensas de todos nosotros, contribuyentes. El viejo argumento de los años setenta era que la electricidad producida a través de la energía nuclear reduciría nuestra dependencia del petróleo extranjero. Actualmente, con solo el tres por ciento de nuestra electricidad procedente de la combustión del petróleo, el lobby pro-nuclear se sube al carro del calentamiento global. El uranio, dicen, no desprende gases de efecto invernadero como el carbón o el petróleo.

Lo que los lobbies nucleares ignoran es la cantidad de carbón y petróleo que se necesita quemar para enriquecer el uranio, transportar los residuos radioactivos por autopistas y ferrocarril con vehículos protegidos y garantizar la seguridad, ya que serían un blanco prioritario para el sabotaje.

Aparte de esto, empecemos con la locura tecnológica del ciclo de la energía nuclear – desde las minas de uranio y sus residuos mortales hasta el refinado y la fabricación de derivados energéticos , hasta la superprotegida e imponente planta nuclear, hasta la necesidad de un funcionamiento perfecto de la instalación, hasta los problemas todavía no resueltos de la localización y envase de los peligrosos residuos radioactivos y material contaminante durante los próximos 200.000 años!

Todo ello con el único objetivo de convertir agua en vapor. Una cadena más bien complicada para hervir agua. Hay maneras mucho mejores y más baratas de atender las necesidades de electricidad de la generación actual sin cargar durante siglos a las futuras generaciones con residuos mortíferos.

Volviendo a los años setenta, antes de que la opinión pública se revelara y dijera no a la energía nuclear, ayudada por la poca disposición de Wall Street a financiar estas problemáticas plantas, la Comisión de Energía Atómica planeó la construcción de 1.000 plantas de energía nuclear en los USA para el año 2000. Actualmente hay 103 plantas.

Situar las 100 plantas a lo largo de la costa de California habría sido un acto de temeridad sin par, especialmente teniendo en cuenta las fallas sísmicas.

Precisamente esta semana, un terremoto de intensidad 6,8 ha golpeado Kashiwakazi, en Japón, y puesto fuera de funcionamiento una planta nuclear gigante que según el New York Times «ha generad preocupación acerca de la seguridad de la industria nuclear nacional, plagada de accidentes» . Resulta que esta planta, propiedad de la Tokyo Electric Power, posiblemente esté situada directamente encima de la línea de una falla sísmica. Los informes hablan diariamente de daños mayores de lo que se pensaba el día anterior, incluyendo fugas radioactivas, daños a conductos obsoletos, tuberías quemadas y otros «malfuncionamientos» aparte de los incendios. Varios centenares de barriles de residuos radioactivos se vinieron abajo.

El problema con la industria nuclear es el de Eva mordiendo la manzana. Basta un accidente importante de fusión del núcleo del reactor de una planta para provocar una demanda de cierre de toda la industria por daño público generalizado. Así, volviendo a los años cincuenta y sesenta, la Comisión de Energía Atómica, una agencia promotora y reguladora de las plantas de energía nuclear, estimó que en un desastre de este tipo podría resultar contaminada un «área del tamaño de Pensilvania».

Recordemos que Chernobyl, en Ucrania, todavía está rodeada de ciudades y pueblos vacíos después de la tragedia de 1986. La radioactividad se abrió paso hasta los rebaños de Inglaterra y las nueces de Turquía y otros lugares.

¿Existe cualquier otra industria productora de electricidad que deba disponer de planes de evacuación específicos abarcando millas a su alrededor, sea inherentemente un riesgo para la seguridad nacional, no pueda ser asegurada en el sector privado sin requerir un mandato del Congreso de responsabilidad limitada importante en caso de accidentes masivos y requiera subsidios masivos a costa del contribuyente?

Un estudio de caso muy conciso y autorizado contra el átomo eléctrico es el título recientemente publicado «Por qué un Futuro para la Industria Nuclear es un Riesgo?» por un grupo de organizaciones de salud, medioambientales y de inversión social (Véase www.cleanenergy.org ).

En la introducción al informe, el argumento contra la energía nuclear se resume del siguiente modo: «La energía eólica y otras energías renovables, combinadas con la eficiencia energética, la conservación y la cogeneración pueden ser mucho más efectivas en cuanto a coste y pueden desplegarse mucho antes que las nuevas plantas nucleares».

Efectivamente, la eficiencia o la conservación, con alcance nacional, pueden reducir a la mitad la pérdida de energía usando tecnologías y know-how disponibles actualmente, antes de que se abra la primera planta nuclear de capital privado. Un científico describió en una ocasión el resultado primario de las plantas de generación de electricidad como de «calentamiento del cielo».

Si esta insensible industria no puede ser reavivada por la Hacienda del Tío Sam no hay ninguna indicación por parte de Wall Street de que la inversión privada asuma el riesgo. La inversión se dirige actualmente hacia la energía eólica, solar y otras energías renovables y esto es solo el principio de la primavera para estas fuentes benignas de energía.

La Agencia Internacional de la Energía prevé una reducción del coste de un 25% para la energía eólica y una reducción del coste de un 50% para las fotovoltaicas solares de 2001 a 2020. Sin el capital privado de Wall Street y con costes de construcción y de operación en crecimiento en otros países, no parece previsible que la energía nuclear sea competitiva, incluso sin tener en cuenta los costes de decomisado y los costes de muchos milenios de almacenamiento de residuos.

Añadamos a ello un gran accidente y, además de los daños y de las tierras y propiedades contaminadas, veremos a los inversores privados corriendo para asegurar su riesgo mientras que la factura se pasa a los contribuyentes. Esto puede servir como sugerencia para calmar la propaganda del sector. ¿Algún alto ejecutivo de la industria nuclear desea debatir con el físico Amory Lovins en el Club de Prensa Nacional, plagado de líderes de compañías eléctricas? Si es así visite, por favor, http://www.rmi.org y contacte con Mr. Lovins.

Ralph Nader es un activista en materia de consumo; también es abogado y escritor. Su último libro es The Seventeen Traditions.

Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Garriha Tarrés