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La izquierda desorientada y la innovación neoliberal del cooperativismo agrario

Fuentes: Rebelión

Muchas cosas sorprenden ya en Andalucía, no sólo por la emergencia de VOX, sino también -o quizás por ello-, por el desmoronamiento cultural y estructural de los hasta hoy considerados como la izquierda andaluza con proyección también nacional. No se trata de un cataclismo puntual, sino del derrumbamiento de un castillo de naipes edificado sobre […]

Muchas cosas sorprenden ya en Andalucía, no sólo por la emergencia de VOX, sino también -o quizás por ello-, por el desmoronamiento cultural y estructural de los hasta hoy considerados como la izquierda andaluza con proyección también nacional.

No se trata de un cataclismo puntual, sino del derrumbamiento de un castillo de naipes edificado sobre la impostura de unas etiquetas puramente emocionales vacías de historia y contenido mínimamente relacionado con los fundamentos de la ilustración.

Durante las más de cuatro décadas de transición española la izquierda andaluza, y española, ha conformado un mar de sentimientos en permanente incongruencia con un pragmatismo contingente que nunca ha conseguido destilar una idea capaz de abordar la modernidad comprendiendo y gobernando un nuevo tiempo.

Desde la izquierda para la izquierda 
Una de las últimas -por reciente en el tiempo- de estas incongruencias memorables se ha producido con la publicación en Crónica Popular nº 169 de 09/02/2019 -«…periódico digital creado desde la izquierda para la izquierda…»-, de un análisis, cuanto menos sorprendente, de lo que el autor califica de «Innovaciones en el Cooperativismo Agrario» español (ver artículo aquí).

El artículo carece de mayor interés intelectual de no considerarse que su acreditado autor, no sólo es profesor de Investigación (Catedrático) de Sociología del IESA-CSIC, sino que además dentro del think tank del socialismo andaluz puede considerarse como consejero áulico del actual Ministro de Agricultura Luís Planas. Lo que dentro del campo agrario y rural le da a Eduardo Moyano el status de pensador de gran influencia en la izquierda andaluza y nacional.

Dos serios problemas    
Sin embargo, las innovaciones detectadas por Eduardo Moyano en su artículo sobre el cooperativismo agrario presentan dos serios problemas. El primero es que Eduardo marcha en la dirección equivocada -reforzamiento de la desigualdad-, y el segundo es que marcha en la dirección equivocada con la lógica incorrecta de predominio del interés individual sobre el interés general.

  Incorrecto por cuanto «ponderar el poder de decisión» dentro del contexto cooperativo no supone ninguna reforma del principio «un hombre un voto,» sino su más ácida desintegración.

De la misma forma valorar que «…la cooperativa ya no es, por tanto, el resultado de la acción colectiva de los socios, sino la suma de acciones y estrategias individuales, lo que supone una importante innovación.» no describe una innovación sino toda una involución.

Retroceso tanto más grave cuando a continuación se reconoce la destrucción del principio cooperativo diciendo: «También es verdad que muchos agricultores integrados en cooperativas no tienen los recursos ni el empuje necesario para emprender estrategias propias de comercialización.»

Sorprende esta frase acuñada por el catedrático de sociología del IESA-CSIC especialista en el mundo agrario y rural articulado, inter alia, por la antigua Ley de Cooperativas del régimen franquista superficialmente maquillada por las subsiguientes reformas registradas en el ámbito de la transición democrática.

Precisamente una de las características más constantes del cooperativismo agrario andaluz en el sector del aceite es la predominancia del gran productor sobre el pequeño tanto en la estructura de la gobernanza cooperativa, como en la comercial, donde los pequeños están tradicionalmente relegados de facto a la función de voz discordante en las asambleas anuales.

El cooperativismo entre la conveniencia y la necesidad

Consecuentemente el cooperativismo agrario español siempre ha sido instrumental; de «conveniencia» para el gran/mediano productor, y de «necesidad» para el pequeño. Nunca hubo principio cooperativo distinto al de la conveniencia del más fuerte reforzada exteriormente por la lógica del mercado constantemente presionada tanto por los agentes intermediarios libres como por las lonjas agrarias.

Desde la perspectiva del mercado las cooperativas agrarias siempre han sido un instrumento pasivo a la presión a la baja de los precios entre «la conveniencia» y «la necesidad dado que son las fuerzas del mercado quienes mejor manejan el parámetro de «la necesidad» del productor agrario. Fuerza que actualmente maneja en exclusiva la gran distribución alimentaria.

Sorprende, pues, la afirmación inicial del catedrático cuando establece acríticamente el falso supuesto de «La creciente integración de las cooperativas en la economía de mercado…», toda vez que desprecia el significativo fracaso del cooperativismo agrario en el campo de la comercialización efectiva de sus producciones. No hablamos aquí de las operaciones de venta a un intermediario, sino de la comercialización directa al consumidor bajo marca propia.

El fracaso de la comercialización 
Comercialización activa que, en todo caso, siempre se ha concebido para el mejor beneficio económico directo de la cooperativa en defensa del adecuado incremento de las plusvalías y consecuente mejora del ˝retorno cooperativo.˝ No se puede, pues, hablar de integración de las cooperativas en la economía de mercado, cuando lo que en realidad se está describiendo es la desintegración del cooperativismo por parte de las fuerzas del mercado.

Muchas son las disfunciones e incongruencias del análisis del catedrático del IESA-CSIC, pero quizás la más incomprensible sea la afirmación que da título al artículo estableciendo que: «…la cooperativa ya no es, por tanto, el resultado de la acción colectiva de los socios, sino la suma de acciones y estrategias individuales, lo que supone una importante innovación.»    
Aún en el supuesto remoto de que el franquismo definiese el cooperativismo agrario como instrumento de acción colectiva alguna, esta acción colectiva sin estructura comercializadora no conforma, ni siquiera en 2019 acción ninguna más allá de la recolección pasiva -concentración-, en la parte de la oferta.

La innovación de la desintegración 
Pero si no hay comercialización colectiva tampoco puede hablarse de suma alguna de acciones y estrategias individuales. La incongruencia es total por cuanto no hay innovación, sino desintegración.

Desintegración que además el autor del artículo define -sin estupor alguno-, como un avance de la modernidad del siglo XXI cuando hablando de la naturaleza cooperativa dice estar cada vez más orientada «… por una lógica individualista en la que los antiguos principios de ayuda mutua, participación y solidaridad son cada vez menos utilizados por sus socios para afrontar los retos del mercado.»     Sorprende que este artículo provenga desde la agenda intelectual de la izquierda andaluza y española que parece desconocer la lógica neoliberal basada en la hegemonía de un individualismo competitivo. Lógica que mediante el austericidio ha terminado de diluir los contornos institucionales del Estado del Bienestar tradicionalmente basado en el principio de solidaridad de toda acción colaborativa.

Interés privado versus interés colectivo; la desorientación de la izquierda 
Sorprende aún más, que este artículo sea acogido y difundido -sin el menor escrutinio crítico-, por Crónica Popular el periódico digital creado desde la izquierda para la izquierda. Hecho, sin duda, relevante por cuanto sitúa a la izquierda nacional desorientada en la larga sombra del siglo XX y de espaldas a las características nucleares del siglo XXI donde todos podemos saber, compartir, conectar y construir convertidos en agentes colectivos de nuestro propio desarrollo en común.

La cuestión innovadora no es, pues, privatizar lo colectivo como trata de defender la izquierda de Eduardo Moyano calificándola de innovación efectiva, sino todo lo contrario. Lo que describe Eduardo es, en todo caso, el fracaso del siglo XX.

En el siglo XXI la innovación viene, inevitablemente, de la colectivización de lo privatizado recuperando el control de lo común mediante una sociedad en red que asegure el bien público contra la prevalencia excluyente del interés privado.

Blog del autor: https://lacalledecordoba21.blogspot.com/ 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.