«Esto es una enciclopedia de la cultura cubana», fue la expresión con que el ensayista Víctor Fowler acogió el DVD con los primeros 100 números de La Jiribilla. Poco más de dos años acumulaba entonces la revista cultural que se asomara a la Internet el sábado 5 de mayo de 2001. Un camino que aun […]
«Esto es una enciclopedia de la cultura cubana», fue la expresión con que el ensayista Víctor Fowler acogió el DVD con los primeros 100 números de La Jiribilla. Poco más de dos años acumulaba entonces la revista cultural que se asomara a la Internet el sábado 5 de mayo de 2001. Un camino que aun era corto cuando Fowler expresó aquella idea, acumula hoy once años de continuo crecimiento y sus actuales animadores nos han solicitado a quienes participamos de su nacimiento un texto a propósito de tal celebración.
A la altura del naciente siglo XXI, era evidente la existencia de un debate en la Red alrededor de la cultura cubana -muchas veces falseado con dinero e intenciones aviesas- en el que no se participaba desde Cuba. La posibilidad de construir un espacio que diera voz desde la Isla a los intelectuales cubanos había surgido del análisis crítico de esa realidad entre las instituciones de la Isla, especialmente el Instituto Cubano del Libro (ICL) y el Ministerio de Cultura. La incipiente experiencia en la web de espacios como Cubaliteraria, animaba la posibilidad de sostener una web que liderara la información del acontecer artístico y literario cubano, se hiciera eco de nuestra rica vida cultural y denunciara manipulaciones y falsedades. Para ello, había que hacer una publicación que, centrada en el periodismo polemizara, abordara asuntos tabú en profundidad, a la vez que fuera irreverente, diversa e iconoclasta.
Era necesaria una experiencia con el trabajo periodístico en la web. De, ahí la idea de aliarse al diario Juventud Rebelde, que poseía una sólida redacción cultural. El director en aquel momento –Rogelio Polanco– acogió con entusiasmo la propuesta e incorporó al proyecto de inmediato a Rosa Miriam, la subdirectora del diario, quien estaría al frente de la redacción de la revista digital, mientras Iroel, entonces al frente del Instituto Cubano del Libro, se ocuparía de la coordinación general de cada número.
Desde la oficina de Polanco, hablando por teléfono tarde en la noche con el Ministro de Cultura, Abel Prieto, fuimos barajando varios nombres surgidos de la obra de Samuel Feijóo y Nicolás Guillén hasta que estuvo de acuerdo con la lezamiana denominación definitiva: La Jiribilla.
El webmaster del diario digital Granma Internacional y creador de la edición web de Juventud Rebelde, Orlando Romero, programó y diseñó en tiempo récord la primera versión de la revista, que demoraba toda la madrugada en actualizarse por FTP, con un modem telefónico antediluviano (en su agenda del 2001, Rosa conserva aún el número de IP al que nos conectábamos, 209.250.134.244, con el usuario «giribilla» y la contraseña «giri709», debidos a la pésima ortografía del técnico que nos habilitó la cuenta).
Para que se tenga una idea del esfuerzo de actualización en las precarias condiciones de la red local, en 1999 Cuba tenía un ancho de banda internacional total de solo 832 kbps, «menos que el de un hogar con un servicio DSL o conexión por cable de alta velocidad y menos de la cincuentava parte del ancho de banda del acceso a Internet de mi campus de la Universidad de California», según el investigador norteamericano Larry Press[1]. La conexión a inicios del 2001 no aventajaba demasiado esa cifra, con la diferencia de que se habían triplicado los accesos y por tanto, la red estaba terriblemente congestionada: el estimado de cuentas era de 25 000 -de ellas más de 3 000 de la red Infomed-, básicamente para el uso del correo electrónico.[2]
EL PRIMER NÚMERO
El diseño de la maqueta de La Jiribillla deslumbró a todos. Frente a la primera arquitectura, elaborada por Orlando, y ya con algunos materiales, el martes 17 de abril de 2001, en el Ministerio de Cultura, Abel, un grupo de dirigentes del sector y varios intelectuales propusieron ajustes y nacieron varias de las secciones. Se incorporaría al equipo de asesores el joven diplomático Eugenio Martínez (Pochi), entonces subdirector del Departamento de Atención a Cubanos Residentes en el Exterior (DACRE), de la Cancillería cubana, quien ofrecería una ayuda inestimable para contactar a colaboradores que, desde Miami y otras ciudades de los Estados Unidos y México, fundamentalmente, se irían sumando al proyecto.
Nuestro objetivo era incorporar «a la más variada y múltiple representación (de la cultura cubana); la que contenga sin contradicciones los mensajes éticos más elaborados y la más autentica y vigorosa cultura popular. Lo mejor en estos casos, y es lo que queremos hacer siempre, es dejar hablar a nuestra cultura, a nuestros creadores. La cultura cubana es capaz de representarse por sí misma».[3]
Ya entonces habíamos decidido que sería una revista de actualización semanal un día fijo a la semana -finalmente sería los viernes en la noche, para no interferir en la producción editorial de Juventud Rebelde, particularmente de su edición más fuerte que salía los domingos- y también dedicar el primer número al escritor Reinaldo Arenas. Se expresaba en esos días con particular virulencia una campaña de prensa contra la Isla a raíz del estreno, el 24 de febrero de ese año, de la película basada en el libro Antes que anochezca, del escritor holguinero emigrado a Estados Unidos. Nuestro primer número contaba con las colaboraciones de Pedro de la Hoz y Enrique Ubieta, mientras Manuel González Bello haría la labor de edición de los textos. Eugenio Marrón escribió una crónica sobre Delfín Prats, Eliades Acosta entrevistó a Tomás Fernández Robaina y Dean Luis Reyes reseñó los resultados del concurso Celestino, de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín, además del cuento de Arenas «El cometa Halley» y un texto paradigmático del norteamericano Jon Hillson, «La política sexual de Reinaldo Arenas», que encontró Rosa en Internet, hallazgo que devendría el inicio de una valiosa colaboración con Hillson, fallecido repentinamente antes de que terminara ese año.
En las primeras horas de la madrugada del martes 1 de mayo de 2001 ya estaba on line el primer número de La Jiribilla. Una pequeña nota en la sección ¿Qué hay de nuevo? de JR anunciaría el sábado 5 de mayo la salida del semanario digital -nacimiento que, en azar concurrente del que no nos percatamos entonces, coincidía con el cumpleaños de Marx-, aludía a Lezama y a Roa, y presentaba formalmente el nuevo «suplemento de Juventud Rebelde«.
LA REACCIÓN NO SE HIZO ESPERAR
Muchos esquemas saltarían por los aires desde ese primer número que hizo rabiar a varios redactores en El Nuevo Herald contra la revista, con una valiosa contribución a su posicionamiento y una discusión acerca del grado de «oficialismo» de una publicación que, insólitamente para ellos, citaba en son de burla en sus secciones El Gran Zoo y Noticias de Pueblo mocho, materiales de ese periódico emblemático de la contrarrevolución cubana y debutaba abordando la obra de un escritor convertido en símbolo por la propaganda contra Cuba. En la primera semana tuvimos más de 48 000 visitas, un récord para nuestra también naciente expresión de los medios cubanos en Internet.
No todo fueron ataques verbales. En julio, ya teníamos señales de agresiones cibernéticas desde Estados Unidos, hasta que lograron tumbarnos literalmente el sitio. Respondimos con humor en el editorial del primer número de agosto: «Al que no quiere caldo, le dan cuatro direcciones de Internet». Aprendimos el ABC de la defensa de un sitio web, duplicar los dominios y crear espejos, de modo que desde entonces la revista digital se podía encontrar en su dirección original alojada en el proveedor Cubaweb, pero agregamos otras «por si acaso». Betina Palenzuela Corcho, jefa de la División de Servicios web de Citmatel, comenzó a ser desde entonces nuestra habitual y paciente consejera.
El odio de Miami aumentaba proporcionalmente con las señales de una audiencia creciente en Estados Unidos, que tributaba las dos terceras partes del tráfico a la revista. Nos llegaban decenas de cartas por correo electrónico y la primera crítica, nada menos, de Wired, la más prestigiosa publicación de la época en Estados Unidos especializada en temas de Internet.
En un artículo publicado el 26 de julio de 2001[4], el periodista Ángel González de Wired calificaba a La Jiribilla como un «sitio de contenidos incisivos, bien diseñado y lleno de humor; absolutamente profesional; altamente capacitado; inteligente publicación». Añadía que era «actualizado todos los viernes con artículos de alta calidad, algo que usted no esperaría de un país bloqueado». No pasaba por alto que en el tercer mes de vida de la publicación colaboraban y aportaban materiales inéditos Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Miguel Barnet, Enrique Núñez Rodríguez, Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier, el pintor Kcho…
Wired también reconocía la guerra desleal que en el ámbito de la Internet padecía la Isla. «Los exiliados cubanos -advertía- habían tomado a la web para sus batallas desde antes. Operando desde los Estados Unidos -con las ventajas del dinero y el fácil acceso a la tecnología de las telecomunicaciones- los exiliados han puesto en marcha una impresionante gama de artículos independientes y sitios que critican al régimen de Castro… Pero el gobierno cubano ha invertido en una fuerza de trabajo altamente preparada para unirse a la revolución de la tecnología».
FIDEL: HABRÁ TODAS LAS WEB QUE QUERAMOS
Con una guerrilla editorial de apenas tres personas -los dos autores de este texto y Orlando Romero, a quien poco después sustituiría René Hernández-, todas en horas extra, el apoyo y la convocatoria de Abel Prieto, y sin oficina propia ni salarios, creció y creció el sitio en sus primeros números, incorporando documentos, audio, video y mezclando todas las posibilidades de Internet.
En los inicios, cada encuentro en los que participaban nuevos compañeros, gestaba otras secciones e incorporaba más autores. Aparecieron así, entre muchas otras cosas, los Filminutos, la caricatura, los libros digitales, la galería y la formidable colección musical de la discoteca de La Jiribilla. Manuel Henríquez Lagarde, que se incorporó al equipo a partir del tercer número, sería el responsable de los principales editoriales y otras notas de opinión elaboradas en el fragor de una producción editorial definida, la mayoría de las veces, por el suceso noticioso de última hora en el ámbito de la cultura nacional.
Fuera de la red surgieron primero los «cuadernos de La Jiribilla», lamentablemente de efímera vida, y La Jiribilla de papel que con frecuencias variables vive hasta hoy. Habría que añadir los intentos, inéditos para la época en la Isla, de establecer transmisiones en vivo por Internet (streaming). El 25 de octubre comenzamos con un concierto de jóvenes trovadores en el Centro Pablo, de La Habana Vieja, al que asistió el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro. Magda Resik, también colaboradora de la revista, reseñaba sus palabras:
El hecho, por ejemplo, de que Trov@nómina.cu se estuviera transmitiendo en vivo a través de La Jiribilla, para todo el mundo, significa que «podemos hacer más uso que ningún otro país de esos medios. No estamos atrapados por la propaganda comercial, los anuncios -recordó-, e hizo notar cuántas posibilidades habrá para las niñas y los niños de la Isla, gracias a los programas educacionales e instructivos emprendidos por el gobierno.
«Habrá muchas más oportunidades, y páginas Web todas las que queramos – agregó, y todos los niños desde los cinco años aprendiendo la computación, que no es sólo para comunicarse o para buscar una información. Una computadora es un maestro, te enseña hasta ortografía, te enseña muchas cosas. Tener una computadora es tener diez capitolios llenos de libros. Todo lo que se ha escrito desde que el hombre aprendió a leer y a escribir, puede estar en una computadora. Es un instrumento que en el tiempo nuestro no conocimos. Ahora, desde preescolar, ya los niños van a estar manejando la computadora.»
El líder cubano insistió en «todo lo que se puede aprender y todo lo que se puede transmitir» haciendo un buen uso de los recursos tecnológicos del mundo moderno: «está en nuestras manos lograr eso» – apuntó.[5]
Con el tiempo, prácticamente todos los nombres de significación en la creación artística y literaria cubana, dentro y fuera de la Isla, han pasado por La Jiribilla, muchos han aportado trabajo y madrugadas para que no haya jamás un sábado que amanezca sin el mensaje de la cultura cubana en la Red. Su contribución en el enfrentamiento a la durísima campaña mediática contra Cuba en 2003 y a articular poco después la Red de redes En defensa de la humanidad no es desdeñable. No hay figura intelectual de relevancia que nos haya visitado que no esté en sus páginas -desde Gore Vidal a Luis Eduardo Aute-, ni evento que no haya tenido una cobertura abarcadora del ángel inquieto dibujado por José Luis Fariñas. Recordamos a Noam Chomsky mirando asombrado las fotos de la presentación de su libro que acababa de ocurrir, ya publicadas en la Red.
Pionera, como lo fue Infomed -creada en 1998 y la primera red informática concebida íntegramente desde los valores de la Revolución-, La Jiribilla aportó a la naciente web nacional una estrategia editorial que aprovechaba los recursos multimediales, las posibilidades del diseño y las mejores experiencias internacionales en la producción de contenidos digitales para Internet, en el apogeo de la llamada web 1.0, apoyada en la tradición cultural cubana. Y lo hizo sacándole el mayor rendimiento posible a las capacidades de conexión instaladas en la Isla, una proeza colectiva a nuestro juicio histórica.
Hoy La Jiribilla es eso que se llama «una institución cultural», entrega premios, hace actos culturales y tiene una bella sede donde se realizan conciertos y valiosas exposiciones de artes plásticas. Sigue su espíritu fundacional, sin abandonar su beligerancia iconoclasta y su origen renovador, en un recorrido casi enciclopédico por la cultura cubana; clave para continuar siendo, en palabras de Lezama, «arca de nuestra resistencia en el tiempo, cinta de la luz en el colibrí, que asciende y desciende, a la medida del hombre». (Publicado en La Jiribilla)
[1] Larry Press, «The State of the Internet: Growth and Gaps», INET 2000, 18-21 de julio de 2000, Yokohama, Japón. Véase también Jesús Martínez, «The Net in Cuba», Matrix News, v. 1, n. 1, Austin, enero de 1999.
[2] Nelson P Valdés, «Cuba y la tecnología de la información»: Temas 2002 , no.31-57-71 de octubre-diciembre de 2001, La Habana, Cuba.
[3] Ángel González: «La Jiribilla es una fiesta»: La Jiribilla 2001, no. 13, julio de 2001, La Habana, Cuba. Entrevista realizada a Rosa Miriam Elizalde para la revista norteamericana Wired.
[4] Angel González, «Cuba Zine: Viva la Revolución»: Wired 2001, Lifestyle, 26 de julio de 2001. Ver en la dirección http://www.wired.com/culture/lifestyle/news/2001/07/45485?currentPage=all
[5] Magda Resik, «La trova, siempre a guitarra limpia»: La Jiribilla, 2001, La Jiribilla, La Habana, no. 25, octubre de 2001. Se puede ver en http://www.lajiribilla.co.cu/2001/n25_octubre/754_25.html
Fuente original: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2012/05/21/la-jiribilla-arca-de-nuestra-resistencia/