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La legitimidad de las okupaciones, el 15-O y el hotel Madrid

Fuentes: Rebelión

Aunque algunos intenten criminalizar las okupaciones, el asunto requiere una reflexión «a cerebro abierto». Algo, por lo demás, muy complicado en un país donde todos conocen a Belén Esteban mientras para la mayoría el doctor Fleming es «una calle, seguramente de un médico». Respecto al fenómeno de la okupación debemos distinguir dos conceptos que, a […]

Aunque algunos intenten criminalizar las okupaciones, el asunto requiere una reflexión «a cerebro abierto». Algo, por lo demás, muy complicado en un país donde todos conocen a Belén Esteban mientras para la mayoría el doctor Fleming es «una calle, seguramente de un médico».

Respecto al fenómeno de la okupación debemos distinguir dos conceptos que, a menudo, se confunden: legalidad y legitimidad.

Para no aburrir al lector con reflexiones de filosofía jurídica señalaré que los campos de concentración nazis eran legales, pero no legítimos. Las ejecuciones en los pasillos de la muerte de EEUU llevan impreso el sello de la legalidad, si bien no me parecen legítimas. Hasta los consejos de guerra durante la dictadura franquista respondían a la legalidad, aunque ninguna persona de bien podría calificarlos de legítimos.

Y los ejemplos resultarían interminables, toda vez que legalidad y legitimidad son dos figuras que, debiendo caminar unidas, con frecuencia emprenden derroteros muy diferentes y obedecen a realidades antagónicas.

Así, respondiendo a la legalidad, el artículo 245,2 del Código Penal tipifica la okupación de inmuebles dentro del concepto de la usurpación de la siguiente manera: «El que ocupare, sin autorización debida, un inmueble, vivienda o edificio ajenos que no constituyan morada, o se mantuviere en ellos contra la voluntad de su titular, serán castigado…».

Sin embargo, que una conducta se encuentre penalizada no implica, sin más, su ausencia de legitimidad. Hasta hace poco (históricamente hablando), la esclavitud respondía a la legalidad y, sin ir más lejos, en la católica España se aplicaba el Código Penal (delito de «amancebamiento»)a las parejas que vivían juntas sin estar casadas, por más que su conducta fuera perfectamente legítima, como nadie fuera del fanatismo religioso o la demencia (valga la redundancia) puede negar.

La legitimidad de la okupación del hotel Madrid

Cabe, por tanto, preguntase si la okupación de bienes inmuebles, aunque ilegal, puede ser legítima. Pues bien, entiendo que en muchos casos, sí.

En otros no, obviamente. Okupar la segunda vivienda (a veces sin concluir de pagar) propiedad de un simple ciudadano no me parece un acto legítimo, por más que se encuentre vacía gran parte del año. Pero una cuestión bien distinta, en términos de legitimidad, es lo sucedido en domingo en el hotel Madrid enclavado en la calle Carretas próxima a la puerta del sol.

Siempre según la información que he podido obtener en la red, ese inmueble es propiedad de una empresa dedicada a la especulación inmobiliaria, precisamente una de las lacras que nos ha abocado a la actual crisis.

Nadie ignora el veneno social inherente a las empresas inmobiliarias en general: dinero negro, fraude fiscal, evasión a paraísos fiscales, corrupción… y a ese cóctel tóxico debemos añadir el perjuicio grave que la especulación causa en la economía productiva, que es la economía que interesa y nutre a la gente honrada, tranquila y de bien.

Considero, por tanto, legítima y hasta saludable en términos democráticos, la okupación de inmuebles propiedad de empresas que se han lucrado con el sudor y las esperanzas de miles de personas, que han vampirizado la economía real, que han servido de tapadera para eludir dinero que debería usarse en educación o sanidad, que ha alimentado el pozo sin fondo de la corrupción…

En este sentido, y aunque no es el tema de la presente columna, conviene recordar que el principal okupa de este país es la Iglesia Católica, pues en virtud de una ley aprobada (¡cómo no!) por el gobierno Aznar, puede escriturar y okupar miles de inmuebles que no son de su propiedad. Aunque, de este tema, me ocuparé ampliamente otro día.

¿En los umbrales de la revolución?

Me gustaría concluir con unas reflexiones al hilo del fenómeno de la okupación … los cerebros del capital (ahora llamado «los mercados») son inteligentes, pero esa cualidad se focaliza hacia la codicia y suele desgajarse del sentido común. Por ello han ignorado o subestimado un factor: los efectos devastadores del capitalismo ya no se concentran en los de siempre, sino que se han extendido a muchos estamentos (profesores, médicos, funcionarios, profesionales liberales, etc.) antes relativamente acomodados.

Estos grupos, a diferencia de los antiguos «proletarios», poseen mucha más cultura y, espero, capacidad de organizarse y combatir antes que resignarse o sucumbir. ..¿Consentirán millones de ciudadanos formados y organizados que les arrebaten lo que merecen y los degraden a la categoría de «siervos»? En la respuesta pienso que radica el futuro de la humanidad.

Este error le puede salir muy caro al capitalismo (perdón, a los «mercados») y arrastrarnos hacia una revolución cuyo inicio es fácil de prever pero cuyo desarrollo puede resultar apocalíptico.

La necesidad de unas medidas serias

Desearía equivocarme, pero intuyo que nos encontramos a la puerta de un cruce de caminos histórico que acabará en catástrofe si no se adoptan unas medidas tan serias como imprescindibles, a saber: supresión de paraísos fiscales y confiscación de bienes inmuebles improductivos, banca pública, nacionalización de sectores estratégicos privatizados, régimen fiscal realmente progresivo, pena de prisión para los defraudadores a Hacienda, expropiación de bienes inmuebles improductivos, reversión de las ganancias y beneficios obtenidos ilegítimamente por ejecutivos y grandes empresas, separación absoluta entre Iglesia y Estado aboliendo la exención de ventajas fiscales de las confesiones religiosas… ¿Medidas «radicales»? Bueno, a mi juicio son bastante moderadas en comparación con las que adoptan «los mercados» contra la mayoría de los ciudadanos y, desde luego, bastante sensatas ante lo que puede acontecer si las ignoramos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.