Cualquier detención sin juicio es un acto límite que debe ser ajeno a un estado respetuoso de la ley, más aún cuando las víctimas son migrantes de trabajo que de ninguna manera albergan malas intenciones contra el Estado. De todas las leyes antidemocráticas que nos han caído en los últimos tiempos, es quizás la más […]
Cualquier detención sin juicio es un acto límite que debe ser ajeno a un estado respetuoso de la ley, más aún cuando las víctimas son migrantes de trabajo que de ninguna manera albergan malas intenciones contra el Estado.
De todas las leyes antidemocráticas que nos han caído en los últimos tiempos, es quizás la más vergonzosa. Después de una larga noche de sesión este lunes, el pleno de la Knesset aprobó en segunda y tercera lectura una enmienda a la Ley de prevención de la infiltración. Sólo ocho miembros de la Knesset votaron en contra de la enmienda, mientras que 37 la apoyaron.
A partir de ahora, quienes busquen trabajo y procedan de África e ingresen ilegalmente a Israel aún en búsqueda de asilo, pueden ser encarcelados por tres años, sin el beneficio de un juicio y sin ningún tipo de distinción entre los solicitantes de asilo y trabajadores migrantes. Cualquier persona que ayuda a los inmigrantes que trafican drogas o armas, entre otras cosas proporcionando refugio, también podría enfrentar una condena larga. Incluso las valientes objeciones del asesor legal de la Knéset Eyal Yinon no sirvieron de nada, y la ley fue aprobada.
Sobraron las palabras ante un acto tan vergonzoso de la legislación. Enviar seres humanos desesperados, -que vienen a Israel para encontrar un empleo remunerado-, a la cárcel por un período tan prolongado es totalmente antidemocrático e inhumano. Cualquier detención sin juicio es un acto extremo que debe ser ajeno a un estado respetuoso de la ley, más aún cuando las víctimas son migrantes de trabajo que en absoluto albergan malas intenciones contra el Estado. El hecho de que la ley original de 1954 estaba destinada a los refugiados y fedayines palestinos que trataban de regresar a sus hogares, aunque sólo sea para salvar algunas de sus pertenencias, después de la guerra de 1948, sólo pone de relieve su carácter problemático. Si durante los primeros años del estado de algún modo era posible aceptar una ley draconiana, en 2012, cuando las personas que cruzan ilegalmente la frontera no representan unaauténtica amenaza a la seguridad, enviarlos a la cárcel por un período tan largo es intolerable.
El problema de los trabajadores migrantes debe ser resueltos de otra manera, ciertamente no a través de largo encarcelamiento sin juicio. Israel tiene derecho a cerrar sus fronteras y establecer su propia política de inmigración, al igual que las naciones más desarrolladas del mundo. Pero no tiene el derecho de encarcelar a la gente, algunos de los cuales han sido reconocidos como refugiados, a quienes no se les debe cerrar la puerta , menos aún la de Israel. El lunes se añadió al código de Israel una ley chauvinista e innecesaria que es poco probable que resuelva el problema para la que fue concebida.
Los trabajadores extranjeros y solicitantes de asilo en el sur de Tel Aviv el año pasado.Foto por: Moti Milrod
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