La Liga Árabe ha pedido a Madrid el reconocimiento urgente del Estado Palestino, lo que ya han hecho 138 países de la ONU, pero el Gobierno socialista de Pedro Sánchez ha decidido consultarlo «con la almohada» (Donald Trump y la Unión Europea), ya que el reino ibérico no toma decisiones creíbles desde la época de […]
La Liga Árabe ha pedido a Madrid el reconocimiento urgente del Estado Palestino, lo que ya han hecho 138 países de la ONU, pero el Gobierno socialista de Pedro Sánchez ha decidido consultarlo «con la almohada» (Donald Trump y la Unión Europea), ya que el reino ibérico no toma decisiones creíbles desde la época de Carlos I de España y V de Alemania.
El Secretario General de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, ha pedido a España «el reconocimiento urgente» del Estado Palestino, con el fin de frenar la peligrosa política expansionista de Israel, que ya ha instalado en Jerusalén Este a unos 200.000 colonos judíos «para quedarse definitivamente con esa ciudad» y ocupa el 85% del territorio de Palestina, país donde convivían pacíficamente ambos pueblos antes del Holocausto.
Aboul Gheit hizo esa petición a Josep Borrell, ministro español de Asuntos Exteriores (del gobierno del PSOE) en una reunión celebrada el miércoles en Madrid.
Josep Borrell dijo a su interlocutor, para salir del paso, que España desea reconocer al Estado palestino junto a otros países de la Unión Europea, y que está trabajando «en esa dirección». Y agregó que, de momento, habrá que aparcar el asunto hasta la celebración de las elecciones generales que tendrán lugar el próximo 28 de abril.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que gobernó en España con amplia mayoría en la década de los ochenta, nunca consideró prioritario ni el reconocimiento de Palestina ni el apoyo a la lucha del pueblo saharaui, ya que en política exterior siempre ha optado por «lavarse las manos» y hacer lo que diga la UE y la Casa Blanca.
Aboul Gheit arguyó que si España reconoce el Estado de Palestina podría animar a otros países de América Latina a seguir sus pasos, ante lo que Josep Borell asintió como un robot. Además, tampoco está claro que España «sea un referente» en ese continente. Últimamente Pekín y Moscú, por una parte, y USA y el lobby judío por la otra, tienen mucho más peso que Madrid en Iberoamérica.
La izquierda española, representada actualmente por Podemos, ya ha pedido al PSOE en varias ocasiones el reconocimiento del Estado Palestino, pero la formación del presidente Pedro Sánchez no goza del suficiente apoyo parlamentario para partir una lanza a favor de Palestina. Es posible que, después de las elecciones, la derecha española se haga más fuerte, y que «los dados sigan en el aire».
Suecia es el único país de la Unión Europea que ha reconocido el Estado Palestino. La República Checa, Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumania, Malta y Chipre, ya reconocieron el Estado palestino antes de formar parte de la UE.
Un total de 138 países reconocen el Estado Palestino, lo que corresponde al 70 % de los 193 Estados miembros de la ONU.
Desde que Donald Trump trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, en mayo de 2018, un puñado de países, comprados por el lobby judío, han seguido sus pasos, entre ellos Guatemala.
La decisión del inquilino de la Casa Blanca sólo produjo un inútil y prolongado derramamiento de sangre porque, mientras no se solucione la cuestión palestina, no habrá una paz duradera en Oriente Medio y, por ende, la chispa de una guerra global podría saltar en cualquier momento.
El Premio Nobel de Literatura, Günter Grass, convertido en la conciencia incómoda de Europa durante décadas, (al igual que Eduardo Galeano en América Latina), ya nos advirtió de que el pequeño David está armado hasta los dientes con armas nucleares, que utilizaría «para defenderse», con el riesgo de desencadenar una Tercera Guerra Mundial.
Muchos políticos prefieren esconder la cabeza debajo del ala, y «dejar que el tiempo cure todas las heridas». Pero hasta que «Israel no reconozca al Estado Palestino» y Palestina no reconozca a un «Estado de Israel que pueda vivir en fronteras seguras», lo único que haremos es taparnos los oídos para no escuchar el tic-tac de una pavorosa bomba de relojería.
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