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Anti-sionismo en el siglo XXI

La lucha de los palestinos es una lucha contra el sionismo

Fuentes: The Palestnian Chronicle

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

La esencia de la lucha palestina es la batalla contra el sionismo. Es una batalla contra su racismo, contra sus asesinos crímenes de guerra, contra su insaciable apetito territorial, contra de su desprecio por los derechos humanos no judíos, y contra su determinada pretensión de destruir la identidad nacional palestina. Según aumentan las voces a favor de la normalización y los medios de comunicación social se invaden de bloggers pro-sionistas a sueldo, aumenta la necesidad de que los anti-sionistas llamen la atención sobre los crímenes cometidos por «Israel», de pronunciarse contra el silencio en curso de los medios de comunicación y contra las actividades apologistas de quienes engañosamente se representan como «palomas de la paz». Echemos primero un breve vistazo a la historia de la lucha anti-sionista y veamos luego dónde nos encontramos hoy en día.

La ideología del sionismo

Años antes de la creación del Estado de «Israel», ya existía una batalla en toda regla en contra del sionismo. Por un lado, los palestinos resistían contra la usurpación de sus tierras, pues crecieron siendo conscientes del largo alcance que tendrían las implicaciones de la Declaración Balfour de 1917, que sentó las bases para la emigración masiva de judíos europeos a Palestina. En esas mismas décadas, se producía asimismo una lucha constante dentro de las comunidades judías en Europa, donde muchos se oponían a los principios del sionismo, ya fuera sobre una base religiosa o desde la comprensión de que colonizar una tierra habitada causaría inevitablemente una injusticia que seguiría resonando durante muchos años después. Un famoso ejemplo de ello en aquella época fue el célebre genio Albert Einstein, quien en 1938 ya expresó su oposición a la creación de un «Estado judío», y que en una carta a The New York Times escrita junto a otros destacados judíos en 1948, denunció enérgicamente la terrible masacre de Deir Yassin.

La lucha permanente de los palestinos contra el sionismo y la continua expropiación de sus tierras son bien conocidas pero no todo el mundo es consciente de que todavía existe dentro de las filas judías una verdadera oposición ideológica contra el sionismo. El grupo más conocido de entre ellas es Neturei Karta (Guardianes de la Ciudad), una organización internacional de judíos unidos contra el sionismo. Por otro lado, en el marco actual del Estado sionista, una coalición de grupos denominada Campus Watchdogs ha llegado recientemente incluso a clasificar al 10% de los académicos israelíes como «anti-sionistas». Es probable que esa cifra esté muy sobrevalorada ya que cabe esperar que este enfoque de tipo macartista agrupe a una gran variedad de personas que han expresado críticas a las acciones de su gobierno. De la misma manera que criticar a «Israel» desde fuera se caracteriza inmediatamente de «antisemitismo», muchos de los mil académicos, publicistas y periodistas mencionados han recibido probablemente la etiqueta de «anti-sionistas» a pesar de su adhesión a muchos de los principios del sionismo.

¿Tribal, religiosa o ideológica?

Para algunos, la miseria actual es [el resultado de] una guerra entre dos pueblos, básicamente, una «guerra tribal». Otros prefieren verlo como una guerra entre religiones, el judaísmo por un lado y los musulmanes por otro. Aquellos que adoptan esta perspectiva obvian la composición étnica y religiosa plural del pueblo palestino, y obvian, por ejemplo, el hecho de que muchos palestinos son cristianos y no se han salvado de la suerte espantosa de sus compatriotas musulmanes. En tercer lugar, están aquellos que entienden la lucha como una batalla entre ideologías: el sionismo, por un lado, y el anti sionismo, por otro.

Como afirmaba el manifiesto original de la OLP (de 28 de mayo de 1964), la organización declaró que «Palestina con sus fronteras existentes en la época del Mandato británico es una unidad regional íntegra» y que pretendía «prohibir la existencia y la actividad del sionismo». Contiene asimismo declaraciones que reclamaban el derecho al retorno y a la autodeterminación de los palestinos. Cuando se lee el manifiesto se hace evidente que la OLP, el primer movimiento palestino mejor organizado oficialmente contra el robo de tierras y la expulsión cometidos por las organizaciones terroristas sionistas que más tarde declararían el Estado sionista, era explícitamente un movimiento anti-sionista. La OLP incorporó los diversos movimientos políticos existentes en un solo organismo y fue declarada como la representante legítima del pueblo palestino. Una abrumadora mayoría de palestinos lo aceptó ampliamente.

El desastre de Oslo

Como se ilustra arriba, los fundamentos de la lucha palestina se basaron en la integridad territorial de Palestina (es decir, la solución de un Estado) y el derecho al retorno de los palestinos expulsados. Tales fundamentos originales se interiorizaron en toda una generación de palestinos en todo el mundo. En 1993, el liderazgo de Yaser Arafat adoptó, en su lugar, la solución de dos Estados, lo que en buena medida supuso un retroceso que condujo a los Acuerdos de Oslo. Sin embargo, pronto se hizo evidente para todos que «Israel» aceptó los Acuerdos de Oslo únicamente como un método fraudulento para hipnotizar a los palestinos y a los pueblos del mundo en la ilusión de la voluntad de Israel de hacer concesiones territoriales, cuando, en realidad, confiscaba grandes extensiones de tierra, construía un muro de separación y triplicaba casi la población de colonos (de 250.000 a 700.000). No debe sorprender que, ya incluso desde el principio, y puesto que todos vieron la estafa descaradamente clara excepto, al parecer, el liderazgo de la Autoridad Palestina de nueva creación, los principios originales de la lucha fueron una vez más aceptados por los palestinos en el interior de Palestina así como en la diáspora.

Retorno a la lucha

Como el estado de confusión creado por los Acuerdos de Oslo persistió, algunas voces derrotistas, no obstante, se pasaron también a la normalización en lugar de retomar los fundamentos de la lucha. No es de extrañar que la desilusión y el oportunismo desempeñaran su papel en una situación tan compleja, en la que muchos perdieron la esperanza frente a la superioridad militar y el dominio económico y estratégico del Estado sionista. Sin embargo, los movimientos juveniles actualmente comprometidos en mantener viva la lucha por los derechos palestinos, consideran muy especialmente la anti-normalización como uno de sus principales objetivos estratégicos. Se adhieren a los principios básicos antes mencionados de la lucha y rechazan la fórmula fracasada de las negociaciones que sigue persiguiendo la Autoridad Palestina, a pesar de su falta de mandato popular para ello. Para la mayoría de los palestinos está meridianamente claro que el llamado «proceso de paz» sólo ha engendrado daños a su causa y no ha propulsado la más mínima perspectiva de un futuro mejor, por no hablar de la autodeterminación o la independencia.

En el ámbito internacional, los militantes pro-palestinos también se adhieren en gran medida a los principios básicos de la lucha palestina, a saber, la solución de un Estado y el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Hay también otras cuestiones que la mayoría de los palestinos consideran no negociables, como la fuerte oposición contra la judaización de Jerusalén (Al-Quds), que se proyecta como la futura capital de la Palestina liberada, y la liberación de todos los miles de presos políticos palestinos.

También existe, claro está, un grupo favorable a [la solución de] «dos Estados» pero su número está disminuyendo vertiginosamente y rara vez participan en la militancia porque su posición está representado en gran medida por la Autoridad Palestina. La mayor cura para la falacia de la solución de dos Estados ha sido ver cómo la parte palestina favorable a esa solución ha quedado engullida por el Estado sionista en los últimos años más rápidamente de lo que uno podía emitir declaraciones de protesta en su contra.

Nueva forma de lucha: retorno al sionismo

Hoy en día está claro que la Autoridad Palestina no es un aparato útil para emprender cualquier forma de lucha, sino un órgano administrativo que funciona principalmente como extensión del aparato de seguridad israelí en el marco directamente heredado de los Acuerdos de Oslo. Ello no significa que la gente haya dejado de luchar. La lucha palestina moderna se ha desplazado prefiriendo la resistencia popular a la lucha armada y el empleo de BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) como principal estrategia para generar presión contra el Estado sionista. Lo que ha cambiado asimismo es que esta lucha se ha ganado el apoyo de un gran número de simpatizantes internacionales de todo el mundo que apoyan a los palestinos en su búsqueda de libertad de la opresión sionista.

Estas transformaciones han vuelto a situar al anti-sionismo nuevamente en la vanguardia, lo que tiene implicaciones de largo alcance. Mientras que una solución de dos Estados implica casi de manera automática adoptar los pasos hacia la normalización, pues supone la aceptación del sionismo y la renuncia a la reclamación del 78% del territorio palestino, la solución de un Estado, que aspira a crear un Estado para todos sus habitantes que no discrimine por razones de raza o religión, requiere un retorno firme y sin concesiones a la lucha contra el sionismo como estrategia unificadora.

Anti-sionismo versus Normalización

En una lucha que tiene como objetivo tal logro, la normalización representa una concesión muy perjudicial que en ningún caso puede combinarse con el desmantelamiento del sionismo, que es el objetivo final de su estrategia. Después de todo, la lucha contra el racismo no puede tener éxito si se aceptan los principios inherentemente racistas del sionismo. El «período de Oslo», sin embargo, ha sembrado sus tristes semillas en más lugares de los que pueda parecer. La gran mayoría de los pueblos árabes no han aceptado que el sionismo [se instale] entre ellos pero existen obstinadas tendencias a la normalización que parecen disfrutar de un impulso cada vez mayor dentro de sectores «progresistas» en el seno de ciertas comunidades árabes.

En este contexto, pueden mencionarse dos ejemplos de Egipto. Uno de ellos es Mona Eltahawy, quien parece considerar a Israel como un Estado civilizado y quien se negó a condenar la masacre genocida en Gaza que costó la vida a 1.400 palestinos (incluyendo al menos 300 menores) por los ataques masivos de aviones, tanques, Apaches y F-16 contra una población que no dispone ni de refugios contra bombardeos ni de artillería antiaérea. Otro ejemplo aún más desconcertante es el de Maikel Nabil, un bloguero egipcio que recibió el apoyo de una amplia campaña a favor de su liberación cuando fue detenido por criticar a la junta militar post Mubarak del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas egipcias (CSFA). Expresó su amor a Israel en su blog y en los medios de comunicación israelíes con un entusiasmo pocas veces visto antes en el mundo árabe. Hay otros ejemplos, como el humorista árabe-estadounidense Ray Hanania, de origen palestino, que se proclamó candidato a la presidencia palestina en un video que publicó en Youtube en el que llamaba a la aceptación de los asentamientos israelíes y al fin del derecho al Retorno.

La única Sioncracia de Oriente Próximo

Es verdad que estos ejemplos no representan el sentir de la mayoría de los palestinos y otros árabes, estén en el mundo árabe o en el exterior, pero sus voces tampoco pueden ignorarse. Y la razón principal es que las voces a favor de la normalización, como las mencionadas anteriormente, reciben con frecuencia una desproporcionada atención en los medios de comunicación dominados desde Occidente y, por lo tanto, tienen una serie de insidiosos efectos destructivos para la lucha.

En primer lugar, hacen que quienes son leales a la lucha anti-racista contra el sionismo parezcan extremistas; ofrecen alternativas que, a primera vista, crean la impresión entre la opinión pública en general de estar más inspiradas por motivos pacifistas. Ello supone distorsionar la realidad: el apoyo a «Israel», el Estado más beligerante de Oriente Próximo, el único Estado de la región que posee armas nucleares (más de 300), y la única Sioncracia en donde los antecedentes étnicos clasifican automáticamente a uno para tener menos derechos que otros, no puede ser categorizado verdaderamente como «amante de la paz».

En segundo lugar, la aparente inclinación humana de las masas a agruparse en tropel alrededor de gente célebre sin ahondar en su ética lleva a que multitud de personas evalúen en positivo verdades distorsionadas sobre el Estado sionista. Por ejemplo, los y las árabes progresistas que respaldan las actividades feministas de Mona Eltahawy, se inclinan asimismo a defender sus puntos de vista sobre Israel de manera automática, simplemente porque ya admiran su persona. Otro ejemplo relacionado con Maikel Nabil: cuando los activistas progresistas se manifestaron en su apoyo por su injusto encarcelamiento llevado a cabo por el CSFA, el lema «libertad de expresión» parecía englobar sus sorprendentes puntos de vista a favor de Israel con sus opiniones contrarias al CSFA, lo que allana el camino de manera muy eficaz para que aquellos sectores egipcios que se perciben como «los que tienen razón» vean a «Israel» de una manera afectuosa, inmerecidamente positiva y terriblemente distorsionada.

La lucha continúa

La verdadera y primigenia lucha de los palestinos es una lucha contra el sionismo, y ello es totalmente incompatible con las posiciones aludidas anteriormente. Por lo tanto, hay que oponerse a la normalización estrepitosamente, directamente, en voz alta y clara. Indudablemente, este frente requiere una mayor actividad porque la anti-normalización y el BDS no cuentan con el apoyo de los medios de comunicación, a diferencia de las voces partidarias de la normalización.

Si ello significa que esas voces han de ser confrontadas incluso a nivel personal, que así sea. Puede que no sea algo agradable de hacer; algunos podrían argumentar que ello distrae de llamar la atención sobre las continuas atrocidades que el Estado sionista inflige a diario a los indefensos palestinos que viven bajo la ocupación israelí. Sin embargo, como se argumenta en el artículo «Anti-normalización: una parte necesaria de la campaña del BDS», llamar la atención sobre esas injusticias seguirá siendo muy ineficaz si al mismo tiempo la opinión pública sigue estando expuesta en los medios de comunicación a las voces árabes que tienen como objetivo dibujar una imagen engañosa de «Israel» como si fuera un faro de la civilización y salvador de la humanidad.

En otras palabras: si valoráis el BDS y queréis que sea eficaz, y si compartís la oposición a la ideología racista del sionismo, una de vuestras tareas es hacer frente también a los que aspiran al poder en su propio beneficio personal. Y puesto que su número va en aumento, parece que tenemos mucho trabajo que hacer.

*Tariq Shadid, palestino, es cirujano. Vive en Oriente Próximo y ha escrito numerosos ensayos sobre la cuestión palestina en los últimos años.

Fuente original: http://www.palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=17740