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La Marcha de la Locura

Fuentes: Gush-Shalom.org

Traducido para Rebelión por J. M.

Nada puede ser más aterrador que el pensamiento de que este dúo -Binyamin Netanyahu y Ehud Barak- está en la postura de iniciar una guerra cuyas dimensiones y resultados son incalculables.

Da miedo, no sólo por sus fijaciones ideológicas y perspectivas mentales, sino también por el nivel de su inteligencia.

El mes pasado nos dio una pequeña muestra. En sí mismo no era más que un episodio pasajero. Pero como ilustración de sus capacidades de toma de decisiones, era lo suficientemente aterrador.

La habitual Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados se llevaría a cabo en Teherán. Ciento veinte Estados prometieron asistir, muchos de ellos representados por sus presidentes o primeros ministros.

Esta fue una mala noticia para el gobierno israelí, que ha dedicado gran parte de sus energías durante los últimos tres años al esfuerzo extenuante de aislar a Irán, mientras Irán se dedicaba a un trabajo no menos extenuante para aislar a Israel.

Por si el lugar de la Cumbre no era lo suficientemente malo, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, anunció que iba a asistir también. Y como si esto no era todavía lo suficientemente malo, el nuevo presidente de Egipto, Mohamed Morsi, también se comprometió a asistir.

Netanyahu enfrentaba un problema: ¿Cómo reaccionar?

Si se hubiera consultado a un sabio experto, este podría haber preguntado: ¿Por qué reaccionar?

El Movimiento de Países No Alineados es una cáscara vacía. Fue creado [o «fundado»] hace 51 años, en el apogeo de la Guerra Fría, por el presidente Nehru de la India, Tito de Yugoslavia, Sukarno de Indonesia y Abd-al-Nasser de Egipto. Ciento veinte naciones se unieron. Querían encontrar un rumbo propio entre el bloque estadounidense y el bloque soviético.

Desde entonces las circunstancias han cambiado completamente. Los soviéticos han desaparecido y EE.UU. tampoco es lo que era. Tito, Nehru, Nasser y Sukarno están muertos. Los países no alineados ya no tienen ninguna función real. Pero es mucho más fácil crear una organización internacional que disolverla. Su secretaría proporciona puestos de trabajo, sus conferencias brindan oportunidades de fotos, a los líderes mundiales les gusta viajar y chismear.

Si Netanyahu se hubiera mantenido tranquilo, probablemente los medios de comunicación mundiales habrían ignorado el no-evento por completo. CNN y Al Yazira podrían haber dedicado en total tres minutos por razones de cortesía, y eso hubiera sido todo.

Sin embargo, para Netanyahu guardar silencio no es una opción. Así que hizo algo muy tonto: le dijo a Ban Ki-moon, que no fuese a Teherán. Más precisamente: le ordenó no concurrir.

El citado sabio experto -si existiera- habría dicho a Netanyahu: ¡No! Los países no alineados representan más del 60% de los miembros de la ONU. Ban quiere ser reelegido en su momento y no va a insultar a 120 votantes, tanto como usted no quisiera insultar a 80 miembros de la Knesset. Sus predecesores han asistido a todas las conferencias anteriores. No puede negarse ahora, sobre todo después de que públicamente usted le ordenó no asistir.

Luego estuvo Morsi allí. ¿Qué hacer con él?

Si se hubiera consultado a otro experto prudente, esta vez en Egipto, habría dado el mismo consejo: deja que ocurra.

Egipto quiere retomar su papel de líder del mundo árabe y de actor en la escena internacional. El nuevo presidente, un miembro de la Hermandad Musulmana, ciertamente no quiere que le vean cediendo a la presión israelí.

Así que, como dice el dicho hebreo, mejor que tragarse un sapo -incluso dos- que hacer algo tonto.

Pero Netanyahu no podía seguir tal consejo. Es contrario a su naturaleza. Así que él y sus asistentes proclamaron en voz alta -en voz muy alta- que los 120 países que asisten están apoyando los esfuerzos de Irán para aniquilar a Israel y que Ban y Morsi está promoviendo un segundo Holocausto.

En lugar de aislar a Irán, Netanyahu ayudó a Irán a aislar a Israel.

Tanto más cuanto que ambos, Ban y Morsi, utilizaron el escenario de Teherán para castigar a los líderes iraníes y sus aliados sirios. Ban condena la negación de Ahmadinejad sobre el Holocausto, así como sus proclamadas esperanzas de la desaparición de la «entidad sionista». Morsi fue más allá y criticó el régimen asesino de Siria, el principal aliado de Irán (este discurso se transmitió en directo por la televisión iraní. El traductor evocó la general admiración por su presencia de ánimo. Cada vez que Morsi decía en árabe «Siria», el traductor en lengua farsi decía «Bahrein»).

Todo este episodio es importante sólo en la medida en que ilustra la locura increíble de Netanyahu y sus asesores más cercanos (todos ellos cuidadosamente seleccionados por su esposa, Sarah, fácilmente la persona más impopular del país). Parece que todos están aislados del mundo real y viven en un mundo imaginario propio.

En este mundo imaginario Israel es el centro del universo y Netanyahu puede dar órdenes a los líderes de las naciones, desde Barack Obama y Angela Merkel hasta Mohamed Morsi y Ban Ki-moon.

Bueno, nosotros no somos el centro del mundo. Tenemos un montón de influencia, en parte debido a nuestra historia. Somos una potencia regional, mucho más allá de nuestro tamaño real. Pero para ser realmente eficaz, necesitamos aliados, autoridad moral y el apoyo de la opinión pública internacional, igual que los demás. Sin esto, el proyecto favorito de Netanyahu, para asegurarse un lugar en los libros de historia al atacar a Irán, no puede llevarse a cabo.

Sé que se levantaron muchas cejas cuando afirmé categóricamente que ni Israel ni EE.UU. atacarían a Irán. Parecía que estaba arriesgando mi reputación -como así es-, mientras Netanyahu y Barak se estaban preparando para el bombardeo inevitable. Cuando hablar sobre el inminente ataque alcanzó un crescendo, mis pocos simpatizantes estaban sinceramente preocupados.

Sin embargo, durante los últimos días, se ha producido un cambio casi imperceptible de tono aquí. Netanyahu declaró que la «familia de las naciones» debe establecer una «línea roja» y el momento de detener el desarrollo nuclear armamentista de Irán.

Traducido al hebreo simple: no habrá ningún ataque israelí hasta que sea aprobado por los EE.UU. Dicha aprobación es imposible antes de las próximas elecciones en Estados Unidos. Es muy poco probable después, también, por las razones que he tratado de exponer. Circunstancias geográficas, militares, políticas y económicas lo hacen imposible. La diplomacia lo demanda. Un compromiso basado en intereses mutuos y el respeto puede ser el mejor resultado.

Un comentarista israelí ha hecho la interesante sugerencia de que el Presidente de los Estados Unidos -después de las elecciones- viaje personalmente a Teherán y haga un llamamiento al pueblo iraní. Eso no es más improbable que la histórica visita de Richard Nixon a China. Yo añadiría la sugerencia de que mientras está en gira, el Presidente llegue a Jerusalén, también, para sellar el compromiso.

Un año y medio atrás, también me atreví a sugerir que la primavera árabe sería buena para Israel.

En ese momento, se trataba de un supuesto común en Israel y en todo el Occidente, que la democracia árabe daría lugar a un aumento del Islam político, y que esto podría presentar un peligro mortal para Israel. La primera parte de la suposición era correcta, la segunda estaba mal.

La demonización del Islam oscurantista puede ser peligrosamente engañosa. La pintura del Islam como una religión asesina, inherentemente anti-semita, puede llevar a consecuencias destructivas. Afortunadamente, las previsiones nefastas están siendo refutadas diariamente.

En la patria del Despertar Árabe, Túnez, un régimen islámico moderado ha echado raíces. En Libia, donde los comentaristas preveían el caos y la guerra civil permanente entre las tribus, las posibilidades de estabilidad están creciendo. También lo son las posibilidades de que los islamistas jueguen un papel positivo en la era post-Assad de Siria.

Y lo más importante: la Hermandad Musulmana en Egipto se está comportando con precaución ejemplar. Seis mil años de sabiduría egipcia están teniendo un efecto moderador sobre los hermanos, incluyendo al hermano Morsi. En las últimas semanas ya ha demostrado una notable capacidad para comprometerse con intereses divergentes, con los liberales laicos y el comando del ejército en su propio país, con los EE.UU., incluso con Israel. Ahora comprometido en un esfuerzo por arreglar las cosas con los beduinos del Sinaí, frente a sus (justificadas) quejas y pidiendo el cese de las acciones militares.

Es, por supuesto, demasiado pronto para decirlo, pero creo que un mundo árabe rejuvenecido, en el que las fuerzas islámicas moderadas juegan un papel importante (como en Turquía), se puede formar el ambiente para la paz árabe-israelí. Si deseamos la paz.

Para que esto suceda, hay que salir del mundo imaginario de Netanyahu y volver al mundo real, emocionante, cambiante, desafiante mundo del siglo XXI.

De lo contrario nos limitaremos a añadir otro triste capítulo al brillante libro, The March of Folly, de la desaparecida Barbara Tuchman.

 

Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1347024330/

rCR