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La no revolución

La mediocre transición de Yemen

Fuentes: www.ramzybaroud.net

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Teniendo en cuenta la desalentadora realidad, no se puede imaginar un escenario futuro en el que Yemen pueda evitar un auténtico conflicto o una guerra civil. Es cierto que se podría hacer mucho para evitar este funesto escenario, como un trabajo sincero de reconciliación y pasos audaces para lograr una democracia transparente. Esto sería un firme desafío a la actual guerra no declarada de Estados Unidos en esta empobrecida nación.

Por desgracia, ninguna de las partes del orden político que prevalece en Yemen tiene la influencia, el deseo o la autoridad moral para dirigir la vital y necesaria transición. Con toda seguridad no es la propuesta por el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por sus siglas en inglés), sino una evolución política nacional que responda a las propias prioridades políticas, de seguridad y económicas de Yemen, en vez de a los intereses de los «Amigos de Yemen» encabezados por Estados Unidos.

Aunque se discute mucho menos acerca de la delicada situación de Yemen en comparación con la agitación política de consecuencias desastrosas de Egipto o incluso con la crisis de Túnez, de hecho es mucho más compleja. Implica directamente a muchos actores, a pesar de al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés) y la sangrienta guerra de drones estadounidenses emprendida desde Djibouti a otros lugares.

En el periodo comprendido entre el 27 de julio y el 9 de agosto los ataques con drones estadounidenses asesinaron a 34 personas. De manera mecánica el gobierno estadounidense considera a las personas asesinadas terroristas de al-Qaeda, aunque se haya confirmado que entre las personas asesinadas y heridas había civiles. La mayoría de los medios de comunicación confirman estas afirmaciones al calificar a las víctimas de «militantes sospechosos». Grupos internacionales de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil de Yemen (por no hablar de la enfurecida población de Yemen) insisten en aclarar la cantidad de víctimas civiles. Comunidades yemeníes enteras están en constante estado de pánico causado por los retumbantes monstruos de metal que operan con absoluto desprecio del derecho internacional y de la propia soberanía del país.

Francamente, resulta difícil en este momento pensar en Yemen como una nación soberana y unida territorialmente. Mientras que el 40% de la población del país carece de seguridad alimentaria y bastantes personas más están a punto de incluirse a estas terribles estadísticas, la política exterior del país ha sido rehén durante mucho tiempo de los caprichos de extranjeros. Hay una falta de confianza en el gobierno central que durante mucho tiempo ha sido tan corrupto como inepto al permitir intervenir a actores no estatales y llenar el vacío de seguridad y económico.

Antes de la revolución yemení de enero de 2011, Estados Unidos era la potencia exterior más influyente a la hora de modelar y manipular al gobierno central yemení. Su objetivo era claro, llevar a cabo su llamada guerra contra el terrorismo en Yemen sin obstáculos tan engorrosos como el derecho internacional o siquiera la objeción verbal de Sana’a. El ahora depuesto presidente Ali Abdullah Saleh, cuya dictadura de treinta años controlada por su familia era legendaria debido a su corrupción y egocentrismo, le complació. Él también tenía sus guerras personales y necesitaba el consentimiento de Estados Unidos para mantener su aparato de poder controlado por su familia. Solo unas semanas antes de la revolución la entonces secretaria de Estado Hilary Clinton visitó Sana’a. Presionó delicadamente a Saleh para disuadirle de que presionara al parlamento para que suprimiera la limitación temporal a su presidencia, como si tres décadas en el poder no fueran suficientes. La parte principal de su misión era expandir a Yemen su campaña en contra del terrorismo. No se ha informado de la sangrienta campaña estadounidense en la que estaban implicados tanto el Pentágono como la CIA. Una de las razones por las que la guerra nunca se clasificó como «guerra» es porque se llevó a cabo bajo la cobertura política de la propia Sana’a y se vendió como si fuera cooperación militar entre dos gobiernos soberanos en contra de un enemigo común: Al Qaeda.

Pero, por supuesto, la realidad era completamente diferente. Gran parte de la supuesta campaña de Saleh contra AQAP en realidad se canalizó en contra de las fuerzas revolucionarias y de la oposición política que habían reunido a millones de personas que pedían libertad y el fin de la dictadura. ¿Qué posibilidad hay de que Estados Unidos no supiera este hecho bien documentado?

De hecho, la expansión de AQAP durante la revolución no tuvo precedentes, pero no debido a la propia revolución. Parecía que Saleh había tomado la decisión estratégica de dejar indefensas grandes partes del país para permitir una repentina expansión de AQAP. En pocos meses al-Qaeda se había movilizado para ocupar amplias zonas de los gobernados del sur del país. Esto se hizo para fortalecer el discurso oficial de Sana’a de que la revolución era, de hecho, un acto de terrorismo, de modo que aplastar la revolución era más o menos parte de la «guerra contra el terrorismo» de Yemen y Estados Unidos. La revolución persistió a pesar de las muchas masacres, pero la estrategia de Saleh permitió una mayor implicación militar de Estados Unidos.

A diferencia de Egipto, los intereses militares estadounidenses en Yemen no se consiguen simplemente comprando lealtad por medio de una cantidad fija de dinero y manteniendo una relación cordial con el ejército. Se trata más bien del control y de la habilidad para dirigir cualquier estrategia militar que Washington considera necesaria. Y a diferencia de Afganistán, Yemen no es un país ocupado, al menos técnicamente. Por lo tanto, la estrategia estadounidense en Yemen tiene que encontrar un equilibrio sostenible entre firmeza militar y cautela política. Esto explica el papel fundamental desempeñado por Estados Unidos a la hora de negociar una vía segura para que el gobierno central, el ejército y el partido en el poder (excluyendo al propio Saleh) eludieran las inflexibles reivindicaciones de las fuerzas revolucionarias del país. En cierto modo, Estados Unidos lo ha logrado.

Parte de este éxito se debió las fragmentaciones políticas y territoriales existentes de Yemen. Con los houthis controlando grandes extensiones del norte de Yemen, el movimiento secesionista del sur Haraki al sur del país, militantes infiltrados por todo el país y una oposición política que siempre se ha quedado por detrás de una mucho más organizada y progresista calle yemení, la sociedad yemení es demasiado susceptible a las presiones y la manipulación exteriores. La revolución yemení nunca fue tratada verdaderamente como tal, sino como una crisis que había que controlar. La iniciativa de transferencia de poder respaldada por el GCC tenía la finalidad de ser una hoja de ruta para salir de la crisis. Sin embrago, se limitó a sustituir a Saleh por Abd-Rabbo Mansour Hadi y a crear el marco para la Conferencia Nacional de Diálogo, en marcha desde el 18 de marzo. Hasta el momento la transición se ha reforzado con el apoyo de los «Amigos de Yemen», para garantizar que el proceso que lleve a las elecciones previstas para 2014 se hace bajo los auspicios y bendiciones de todos aquellos que tienen un inequívoco interés en el presente y futuro de Yemen.

No ayuda mucho que la supuestamente unida oposición de Yemen apenas lo sea y que estén aumentando las diferencias entre la coalición de los grupos de la oposición llamada Joint Meeting Parties (JMPs). Un ejemplo de ello se vio públicamente tras el golpe militar en Egipto del 3 de julio. Mientras que los partidarios del Partido Islah (que se considera un aliado de los Hermanos Musulmanes) protestaron en contra del golpe, otros miembros de la coalición y los houthis celebraron las noticias del golpe con tiros y celebraciones públicas. Para empeorar las cosas, el presidente interino Hadi felicitó al gobierno de transición de Egipto por su papel después del golpe.

Aunque la revolución todavía tiene que cosechar resultados tangibles en su búsqueda de un cambio fundamental hacia la democracia, no es probable que la atmósfera nacional, diferente de Hadi y la oposición, acepte ideas mal concebidas. Mientras tanto, los militantes están recuperando fuerza, lo mismo que la intervención estadounidense y la guerra de drones. Todo ello a su vez está contribuyendo a un descontento y a un sentimiento antiestadounidense cada vez mayores.

Entre expectativas revolucionarias y unas reformas más que mediocres, es probable que Yemen se embarque en una nueva lucha cuyas consecuencias serán demasiado graves para que las controle cualquier falsa transición política.

Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es editor de PalestineChronicle.com y autor de los libros «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle» y «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, Londres).

Fuente original: http://www.ramzybaroud.net/articles.php?id=8269a22f9cd0531e49462c0c6d4bcd23&mode=details&offset=0&browse_category=4772302