La UE no ha impuesto sanciones ni cortado lazos con Israel: esta semana al menos 3 países europeos cedieron su espacio aéreo a Netanyahu en su viaje oficial a EEUU, mientras Washington imponía medidas coercitivas a la relatora de la ONU
Esta semana el primer ministro israelí, Benjamin Netayanhu, sobrevoló espacio aéreo de la UE para dirigirse a EEUU. Así lo denunció la relatora de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanese, quien ha pedido explicaciones a los Gobiernos de Italia, Grecia y Francia por proporcionar “espacio aéreo y paso seguro a Netanyahu”, pese a la orden de detención emitida contra él, en el marco de la investigación de los crímenes de guerra y de lesa humanidad israelíes. Albanese ha recordado que el primer ministro de Israel es requerido por la Corte Penal Internacional y que los Estados firmantes del Estatuto de Roma -todos los de la UE lo son- “están obligados a arrestarlo”:
“Los ciudadanos italianos, franceses y griegos merecen saber que toda acción política que viole el orden jurídico internacional los debilita y los pone en peligro a todos. Y a todos nosotros”, ha indicado la relatora de la ONU. La UE da espacio a Netanyahu, literalmente.
Este hecho es una pequeña muestra que define la posición de la UE. Israel no solo cuenta con EEUU para ampliar su impunidad. Los países de la Unión Europea contribuyen a ella, por acción o por omisión. Al hacerlo, los Veintisiete están tirando piedras contra los intereses de la mayoría de la población europea, permitiendo que la impunidad se extienda y normalice.
Un inmenso campo de concentración
La Franja es un campo de tiro con masacres de niños y niñas, gente hambrienta y destrucción masiva. A ello se suman los planes del Gobierno de Israel para enjaular a 600.000 personas – o más- en un gigantesco campo de concentración sobre las ruinas de la ciudad palestina de Rafah, fronteriza con Egipto. El proyecto tiene como objetivo encerrar a cientos de miles de civiles e incentivar la expulsión de grandes bolsas de población palestina.
En las colas del hambre de Gaza, en las últimas semanas, más de setecientas personas han sido asesinadas a tiros por soldados israelíes o por mercenarios contratados por las empresas estadounidenses que operan en la Franja. El mundo entero está viendo estos crímenes en tiempo real, desde cualquier rincón del planeta. Las imágenes que nos llegan no dejan lugar a dudas. Una y otra vez.
Sin embargo, ningún gobierno de la UE ha cumplido el dictamen de la Corte Internacional de Justicia, emitido hace ahora un año, que pide a los países de la ONU medidas para impedir relaciones comerciales que contribuyan a la ocupación ilegal israelí. Las naciones de la Unión Europea tampoco han apoyado la demanda por genocidio presentada en esa Corte de La Haya, no han adoptado sanciones, no han cancelado comercio con Israel o todas las relaciones armamentísticas con Tel Aviv.
El Acuerdo UE-Israel
Esta próxima semana la UE va a estudiar -otra vez- el Acuerdo de Asociación preferencial con Israel, suscrito en el año 2000. Por aquél entonces, como ha dicho la relatora de la ONU, Francesca Albanese, “el historial de violaciones de derechos humanos de Israel ya era bien conocido. Por lo tanto, [el acuerdo] ha sido una vergüenza desde el principio”. El artículo 2 de ese pacto pide a las partes compromiso con los derechos humanos, algo que nunca ha sido respetado.
Bruselas no es partidaria de adoptar las sanciones y las medidas que sí fueron aplicadas de inmediato contra Rusia en 2022, pese a que Israel lleva décadas ocupando ilegalmente territorio palestino y cometiendo crímenes contra la población nativa, sometida desde hace años a un sistema de apartheid en las áreas ocupadas.
Como ha indicado la relatora de la ONU, la única medida digna por parte de la UE, mientras Israel está cometiendo múltiples crímenes internacionales y acusado de ello, es suspender el Acuerdo de Asociación en su totalidad. De no ser así, los Estados miembros deberían hacer lo que no han hecho hasta ahora: adoptar medidas unilaterales “para no verse implicados en la ayuda y complicidad en la comisión de crímenes internacionales”, ha señalado Albanese. La UE es usada aún como excusa para que los países integrantes eludan sus responsabilidades.
Con Israel, la Unión Europea ha elegido echar la llave al derecho internacional y tratarlo como una reliquia que no debe ni tocarse ni aplicarse ante Tel Aviv. Las Cortes de La Haya han dado herramientas a los Estados europeos, con dictámenes inéditos, pero las naciones de la UE siguen despreciándolas. Por mucho que numerosos medios de comunicación, consultoras contratadas por políticos y líderes gubernamentales desvíen la atención de los hechos, lo cierto es que ninguna nación europea ha cortado lazos con Israel, mientras se desarrolla el mayor genocidio de este siglo.
Castigo a la relatora de la ONU
En este mundo al revés, esta semana EEUU imponía medidas de castigo a la relatora de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanese, por defender la aplicación del derecho internacional, por publicar investigaciones sobre los crímenes en Palestina y colaborar con la Corte de La Haya.
Estados Unidos, líder de la organización militar a la que pertecenen la mayoría de los países de la UE -la OTAN- financia y facilita el genocidio israelí, recibe con honores a Netanyahu y criminaliza a la relatora de Naciones Unidas. Los hechos y el derecho internacional son enterrados entre los escombros de Gaza, junto a los cadáveres de más de doscientos periodistas palestinos.
En un mundo idílico, en la Unión Europea que tantos medios de comunicación nos describen -y que, sin embargo, no aparece por ningún lado- se habrían adoptado hace muchos años medidas de presión para detener los crímenes israelíes que sufre la población palestina; las naciones europeas habrían cumplido los requerimientos de las Cortes de La Haya y de la relatora de la ONU. En el mundo real, sin embargo, eso no ha ocurrido.
En los relatos de la narrativa hegemónica occidental, racista y neocolonial, Europa y Washington representan la civilización, el bien contra el mal. La UE riega su jardín para evitar la barbarie de la jungla, compra armas para defender la paz y engrosa sus gastos militares por el bien de la mayoría social.
A lo largo de los siglos el belicismo y las grandes usurpaciones de riquezas y de territorios siempre han sido disimulados con las excusas más sublimes y peregrinas: evangelizar, civilizar, democratizar, prosperar, cohesionar…

Han pasado ochenta años del establecimiento del Tribunal de Núremberg, creado para juzgar los crímenes del Holocausto. Ocho décadas después, es legítimo preguntarse si las naciones europeas están cumpliendo la promesa que hicieron entonces, si trabajan para que la paz no sea violada con impunidad, si realmente están evitando traicionar los principios del derecho internacional. La respuesta es no.
Mientras, la nueva presidencia de la Asamblea de Naciones Unidas -el único organismo internacional global no controlado por facilitadores del genocidio israelí o sus aliados- acaba de ser asignada a la que fue ministra de Exteriores alemana hasta mayo de 2025, Annalena Baerbock, quien justificó ataques israelíes contra población civil de Gaza como “legítima defensa”, cuestionó las órdenes de arresto contra mandatarios israelíes y rechazó la demanda por genocidio, calificándola de “infundada”.
Baerbock es integrante de la agrupación política Alianza 90/Los Verdes. Ha sido parte importante de la Unión Europea, en la que hay otros gobiernos con posturas similares a la suya. En octubre de 2024, aún como ministra, volvió a defender los ataques contra áreas civiles de Gaza y el suministro de material militar a Israel.
La mesa del jardín europeo
Este viernes Israel asesinó a otros diez niños y niñas que aguardaban su turno en un centro médico. En las últimas horas ha matado a 129 personas más. Así, todos los días. Dos millones de personas padecen las consecuencias de los crímenes masivos israelíes en Gaza y más de tres millones sufren apartheid y ocupación ilegal en Cisjordania.
Mientras, esta Unión Europea-jardín-frente-a-la-jungla observa el mundo desde esa mirada del privilegio a la que la expresión del sufrimiento ajeno le parece exagerada. Su imagen podría ser la de una gran mesa repleta de suculentos manjares en torno a la cual se sientan dirigentes trajeados, con poder político, empresarial, financiero o mediático. Aún no se han dado cuenta de que sobre esa mesa van a desplomarse decenas de miles de cadáveres, uno tras otro, ensangrentando sus rostros y atragantándoles el almuerzo. Aún no han entendido que, sobre la conciencia colectiva del mundo ya han caído los millones de víctimas palestinas que sufren segregación, ocupación, hambre provocada, desplazamiento forzado, masacres y genocidio. Aún no han dimensionado las consecuencias de estar en el bloque que ha facilitado los crímenes; de no haber hecho lo que debían para impedir el genocidio.