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A propósito de lo que sucede en Siria

La metodología para producir cambios de régimen, vieja práctica de la Agencia Central de Inteligencia

Fuentes: Rebelión

¡Avión! ¡Avión!… gritó el miliciano de guardia y de un salto me levanté del lecho que había preparado con hojas de plátano secas buscando mi fusil FAL 7.62 mm, de fabricación belga. Formaba parte de una escuadra de siete hombres que, junto a miles de milicianos, obreros, campesinos y estudiantes, nos encontrábamos desde hacía semanas […]

¡Avión! ¡Avión!… gritó el miliciano de guardia y de un salto me levanté del lecho que había preparado con hojas de plátano secas buscando mi fusil FAL 7.62 mm, de fabricación belga. Formaba parte de una escuadra de siete hombres que, junto a miles de milicianos, obreros, campesinos y estudiantes, nos encontrábamos desde hacía semanas en las montañas del Escambray, al centro de Cuba, tratando de poner fin a las bandas contrarevolucionarias, que intentaban desestabilizar el país como parte del plan dirigido por la CIA estadounidense para imponer un «cambio de régimen».

Desde donde nos encontrábamos, casi en la cima de una altura cubierta de bosques, que tenía a sus pies el valle de Cimarrones, vi venir hacia nosotros, volando a baja altura, la silueta del avión, posiblemente un carguero C-47 que, a pesar de ser tarde en la noche y tener las luces apagadas, se apreciaba con bastante nitidez mientras lanzaba en paracaídas su carga de armamentos y otros suministros para los bandidos contrarrevolucionarios. Solo me dio tiempo, al igual que otros de mis compañeros, a quitar el seguro del fusil, ponerlo en disposición de «ráfaga» y dispararle los veinte cartuchos del cargador. Eso sucedió el 4 de marzo de 1961, pero había ocurrido ya en otras ocasiones y en diferentes lugares. En este caso, el avión, averiado, debió hacer un aterrizaje de emergencia en una de las islas Caimán, territorio británico al sur de Cuba y nosotros ocupamos todo la carga por él lanzada.

Según las propias fuentes estadounidenses, entre los últimos tres meses de 1960 y el desembarco de su ejército mercenario de Bahía de Cochinos en abril de 1961, la CIA hizo sesenta y ocho lanzamientos similares, de los cuales, según los órganos de seguridad cubanos, solo siete llegaron a manos de las bandas contrarrevolucionarias.

El plan que, desde los primeros meses del triunfo de la Revolución, fue estructurando la CIA para producir un «cambio de régimen» en Cuba y que aprobado por el presidente Eisenhower en su último año de mandato sería confirmado después por John F. Kennedy, tuvo en cuenta las experiencias obtenidas en el derrocamiento del gobierno democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954. De hecho, varios de los principales oficiales que trabajaron en este último, fueron factores decisivos en la planificación del intento de invasión por Bahía de Cochinos, entre ellos, David Atlee Phillips y Howard Hunt.

A pesar de las grandes diferencias entre situaciones políticas, económicas y sociales en uno u otro país, el esquema que aplicaron, mantenía las mismas directivas de trabajo que aun utilizan hoy día:

– Llevar a cabo una intensa campaña de prensa tratando de difamar al gobierno y a sus dirigentes, tanto internamente como en el exterior. Crear confusión, desconfianza, malestar. No importan los medios, si pueden contar con prensa nacional, mejor. Pagarla si es necesario. Los temas más utilizados pueden ser: violación de los derechos humanos; falta de democracia; represión; falta de libertad de prensa; acusaciones de corrupción, nepotismo, autocracia…

– Imponer un bloqueo económico y sanciones que puedan repercutir negativamente en la vida del país, que afecte a la población y que impida al gobierno tomar medidas de beneficio popular.

– Realizar provocaciones que puedan desestabilizar al gobierno. En lo externo, crearle conflictos con países vecinos. Internamente, con ONG, sindicatos, asociaciones de profesionales, religiosas u otras.

-Promover la condena y sanciones de Organismos Internacionales y/o regionales.

-Organizar y pagar la oposición. Crearla si no existe.

-Crear grupos armados, entrenarlos y facilitarles medios para realizar sabotajes, atentados y promover la inseguridad.

En Guatemala, el gobierno de Jacobo Arbenz, había aprobado solamente una ley de Reforma Agraria que perjudicaba los intereses de la United Fruit Co. Estaba proponiendo algunas medidas para modernizar el país, reducir los altos índices de miseria y analfabetismo. Eran solo reformas de corte nacionalistas. Fue acusado, mediante intensa campaña de prensa, de abrir las puertas al comunismo e importar armamento ruso y checoslovaco. Para tratar de darle credibilidad a esto último, hicieron embarques falsos de algunas armas ocupadas en Alemania en la II Guerra Mundial.

Desde países vecinos de Centroamérica, organizaron un pequeño ejército mercenario que, apoyados por algunos aviones de guerra estadounidenses, crearon una situación de inseguridad y caos, que el gobierno de Arbenz, sorprendido y sin preparar condiciones para una resistencia popular, no pudo enfrentar. Un militar traidor, Carlos Castillo Armas, fue impuesto por los EEUU como nuevo gobernante.

Al tratar de aplicar un plan similar en Cuba, se equivocaron y ello le costó caro a la CIA, contra cuya dirección arremetería Kennedy después. La invasión mercenaria por Bahía de Cochinos, que debía ser la culminación exitosa del plan de «cambio de régimen» , resultó un absoluto fracaso. El poder revolucionario, dirigido por Fidel Castro, había actuado con sabia previsión y siempre estuvo dos pasos delante del enemigo: las fuerzas armadas clásicas, formadas por asesores estadounidenses y con oficiales graduados en sus academias, habían desaparecido y en su lugar existía un ejército rebelde y cientos de miles de milicianos, que voluntariamente habían pasado entrenamiento para defender la independencia de la patria. La prensa tradicional, contraria a los intereses populares se autoliquidó al lanzarse de frente contra la Revolución; los burgueses, politiqueros corruptos, los mafiosos y los vendepatria, habían buscado refugio en Miami confiados en que EEUU derrocaría al gobierno revolucionario y podrían regresar a sus privilegios e instaurar de nuevo su caricatura de república.

Cuando desembarcaron en Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961, ya no tenían casi base de sustentación en Cuba y Fidel había proclamado, el día antes, el socialismo.

Pero si aquella histórica derrota significó un tremendo golpe para los objetivos imperialistas, los gobiernos de Washington no renunciaron por ello a sus planes de «cambio de régimen» en Cuba. Sus principales directivas, incluso recrudecidas o intensificadas, las mantienen hasta hoy y no hay señales de que renuncien a ellas. Después de Playa Girón organizaron la Operación Mangosta y desde un gran centro de la CIA en Miami, con el nombre clave de JM Wave, lanzaron innumerables acciones terroristas. Costó casi cinco años de lucha para terminar con las bandas contrarevolucionarias que llegaron a operar en todas las provincias del país. No cejan tampoco en su empeño propagandístico contra la Revolución, al cual dedican cada año decenas de millones de dólares. Por esta vía convierten en disidentes políticos a delincuentes comunes; tratan de crear partidos y organizaciones que en Cuba nadie conoce; «damas» que, buscando el verde de los billetes estadounidenses, se visten de blanco, etc. .

La primera experiencia en un plan de «cambio de régimen» llevada a cabo por la CIA, después de su creación al finalizar la II Guerra Mundial y comenzar la Guerra Fría, fue la Operación AJAX, que culminó con la liquidación del gobierno nacionalista de Mohammed Mossadegh en Irán, en 1953. El dirigente persa cometió el pecado de recuperar los recursos petroleros hasta ese momento en manos de la empresa británica Anglo Iranian Oil Co.

Teodore «Teddy» Roosevelt , presidente de los EEUU entre 1901 y 1909, fue quien proclamó la doctrina del «Gran Garrote» como política exterior del imperio para América Latina, precursora brutal de la técnica moderna de «cambio de régimen». En las primeras décadas del siglo XX, la pondría en práctica con numerosas intervenciones armadas en el continente. A principios de los años cincuenta, Kermit Roosevelt, su nieto, era Jefe de Operaciones de la CIA para el Medio Oriente y fue quien, infiltrado en Irán, dirigió personalmente el golpe que derrocó a Mossadegh e impuso al Sha Reza Palehvi. La campaña de prensa e intimidación que lanzaron estuvo basada en que Irán caería bajo la influencia soviética y que el Partido Comunista (Tudeh), tomaría el poder.

Más recientemente, han llevado a cabo operaciones de «cambio de régimen» en varios países latinoamericanos aplicando similares esquemas de trabajo. Así derrocaron al gobierno de Salvador Allende en Chile; organizaron la guerra sucia para cambiar el gobierno sandinista en Nicaragua; han intentado hacerlo por varios medios contra el gobierno bolivariano de Venezuela y posiblemente existan planes para derrocar otros gobiernos como los de Bolivia, Ecuador…

Lo que está sucediendo actualmente en Siria, salvando diferencias históricas y de contexto, clasifica también como una operación clásica de «cambio de régimen», donde se cumple casi al pie de la letra, la metodología explicada anteriormente. El pecado del gobierno del partido Baas ha sido oponerse a los planes e intereses de Estados Unidos, la OTAN e Israel; apoyar a Hizbulá y otras fuerzas patrióticas en Líbano, y ser aliado de Irán. Es muy ingenuo aceptar que Occidente y las petro monarquías del Golfo estén preocupadas por la violación de los derechos humanos, la libertad y democracia en Siria. También es ingenuo pensar que si logran imponer un «cambio de régimen» en Damasco, las nuevas autoridades no sean subordinadas e incondicionales a los intereses de Washington.

Aprovechando errores del gobierno de Bachar al Assad, reconocidos por este y tratados de subsanar mediante un plan de reformas políticas en ejecución, se implementó una intensa campaña de desinformación y difamación en la prensa; le aplicaron sanciones en la Liga Árabe; impusieron medidas de bloqueo económico; se ha estructurado y apoyado una oposición política desde el exterior; y se ha organizado un ejército de bandas terroristas y mercenarios, muchos de cuyos integrantes han sido entrenados e infiltrados desde países vecinos. Ni Estados Unidos, ni sus aliados occidentales y árabes, han ocultado que los están apoyando con dinero, armamento moderno e información de inteligencia.

Dada la situación geográfica de Siria, no será nada fácil poner fin a esta guerra sucia. Tiene largas fronteras con países donde también tiene enemigos. El gobierno de Turquía, país miembro de la OTAN que hasta hace dos años proclamaba casi una luna de miel con los dirigentes de Damasco, cambió de posición y ahora le hace la guerra facilitando la infiltración de hombres y armas a través de su larga y escabrosa frontera.

En el trasfondo de las contradicciones en la región, se aprecia cada vez más, la confrontación confesional, aunque la publicidad de este aspecto, por su complejidad, tratan de evitarla. En el alto mando del gobierno sirio ha predominado la presencia ala uita, que pertenece a la rama chiita del Islam. A nivel del país son minoría, aunque la política oficial ha evitado prácticas sectarias dando participación a la mayoría sunita al igual que a la importante minoría cristiana. No obstante, organizaciones como los Hermanos Musulmanes, históricamente han tratado de levantar una oposición sunita violenta contra el gobierno y han sido duramente reprimidos.

Una parte de los sunitas libaneses, integrados en el Movimiento 14 de Marzo, que dirige Hariri, son enemigos de Siria, de Hizbulá y de Irán. Los chiitas constituyen la comunidad más grande del Líbano y actualmente tienen influencia mayoritaria en el gobierno. Ha existido y se mantiene una pugna muy fuerte entre Hizbulá y otros sectores patrióticos, apoyados por Siria e Irán, y el Movimiento 14 de Marzo, vinculado a las posiciones de Occidente y de Arabia Saudita, de donde recibe apoyo político y material. Desde territorio libanés controlado por estos últimos, se facilita la infiltración de combatientes y material de guerra, especialmente hacia la cercana zona de Homs y Hama, donde se han producido los más violentos enfrentamientos en territorio sirio.

Al sur, está la frontera con el Reino Hachemita de Jordania, creado en su momento por Gran Bretaña y que nunca se ha caracterizado por su amistad hacia Damasco. Su población es sunita y la monarquía siempre ha estado subordinada a los intereses de Occidente. Deraa, ciudad donde comenzaron hace más de un año las manifestaciones de protesta en Siria, es la puerta de entrada o salida de Jordania hacia Siria.

Aunque en el gobierno iraquí predominan los chiitas, que ahora apoyan al gobierno de Damasco y están bajo fuerte influencia de Irán, dentro de la importante comunidad sunita iraquí, que habita fundamentalmente la parte fronteriza con Siria, han estado trabajando sauditas, turcos y otros, incluidos grupos extremistas y con vínculos con Al Qaeda. La frontera iraquí constituye por lo tanto otra zona de peligro para Siria.

Si los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, junto con la reacción árabe, persisten en producir un «cambio de régimen» en Siria, tal como en estos momentos podría pronosticarse, la guerra sucia en el país podría prolongarse por largo tiempo, aun cuando el gobierno pueda ir instrumentando su plan de reformas y cuente con mayoritario apoyo de la población. Costaría mucho sufrimiento y mucha sangre poder estabilizar el país de nuevo y se corre el riesgo de que la guerra traspase las fronteras y se extienda peligrosamente.

La demanda del cese de la intervención extranjera y dejar a los sirios resolver sus propios problemas, debe ser la exigencia de todas las fuerzas progresistas y amantes de la justicia y la paz. La política imperial de «cambio de régimen», es absolutamente ilegal y debe ser rechazada firmemente.

 

Ernesto Gómez Abascal es ex embajador en varios países del Cercano Oriente, periodista y escritor cubano.