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Las venas abiertas de América Latina

La nueva cruzada posible

Fuentes: Rebelión

Sé que la cumbre Iberoamericana como cualquier otro acontecimiento puede despertar tantas interpretaciones como criaturas existen, sé que la mía es sólo una más. Soy conciente que lo que voy a decir resultará extraño para la mentalidad de nuestra época, sin embargo me resulta una mirada esperanzadora y creativa y por eso deseo compartirla. En […]

Sé que la cumbre Iberoamericana como cualquier otro acontecimiento puede despertar tantas interpretaciones como criaturas existen, sé que la mía es sólo una más. Soy conciente que lo que voy a decir resultará extraño para la mentalidad de nuestra época, sin embargo me resulta una mirada esperanzadora y creativa y por eso deseo compartirla. En el mismo sentido nos hablan o leemos sobre nuestra historia como si fuera un cuento, una variada interpretación de los acontecimientos según el interés que quisiera reivindicarse y justificarse al relatarlos.

Pero para mi, si queremos leer y aprender historia, tendremos que auto experimentarnos y conocernos, porque tu, yo, nosotros somos historia viviente. ¿Qué es sino la herencia genética de nuestros cuerpos? ¿Qué es nuestra economía, cultura, lenguaje, la ciencia y la tecnología que utilizamos cada día? ¿Qué es el paisaje en que habitamos a diferencia de la naturaleza y sus reinos? ¿Qué es nuestra forma de estar en el mundo, como lo sentimos y pensamos y hacia dónde creemos ir?

Todo lo que somos y es nuestro entorno, es historia viviente que nos relata y testimonia los afanes y desvelos de nuestros antecesores. No nacemos en un mundo natural sino en uno histórico que es resultante de la acumulación de hechos en una dirección, de un intento.

Y como bien decimos, pese a que hoy se habla de que la historia se terminó, toda herencia es involuntaria y ejerce fuerte condición. Y si tienes alguna duda explícame por favor respecto a qué intentas esforzadamente cambiar o mejorar voluntariamente. Dime por qué los ideales de igualdad y justicia siguen siendo aún sólo ideales.

Yo creo que la historia es un largo camino que refluye sobre su punto de partida para recomenzar en un punto más elevado. Como canta Joan Manuel, se hace camino al andar. Vas pisando la vegetación hasta que se hace reconocible un surco, una huella que el caminar dejó de su paso.

Y es así como interpreto hoy el que España esté siendo invadida por el reflujo de una enriquecida gama de genes, culturas, lenguas, que sembró por los continentes. No voy a interpretar su gesta, eso se lo dejo a cada cual. Mi visión apunta a reconocer lo hecho, la historia viviente que somos y testimoniamos.

Y es desde aquí que digo que esas venas abiertas de Latinoamérica como escribiera Galeano, es la sangre común que fluye entre ambos continentes, es el alma común de lo Iberoamericano que retorna sobre su punto de partida. Ahora bien, ¿importan las venas o la sangre? Porque las venas como las palabras son vehículos, canales de flujo, son caminos. Pero lo importante es lo que fluye y se expresa a su través. Y una vez más sin hacer evaluaciones de la gesta, y tras leer las propuestas de la reciente cumbre pregunto: ¿no es esta una magnífica oportunidad para regenerar el alma hispanoamericana?

¿No sería este el punto de partida perfecto para que por esas venas abiertas circulara solidaridad, salud, alimento, educación? ¿No sería este el momento oportuno para demostrar que hemos aprendido algo de nuestra historia, y abriendo surcos de esperanza y vida dejar de una vez por todas atrás un pasado de ignorancia, errores y sufrimiento? Nuestra historia es también y sobre todo, la oportunidad de hacer las cosas de un modo mejor aquí y ahora. Ayer elegimos creer que el ser humano nació en pecado y es naturalmente egoísta, y como resultante nos convertimos en seres enajenados en un hedonismo personal sin sentido.

Hoy podemos elegir creer que somos seres sensibles y solidarios y pasar a implementarlo simple y directamente, para trascender ese abismo que hasta ahora hemos mantenido entre los dichos y los hechos y que nos ha convertido en hipócritas.

Soy conciente que fuimos educados en una cultura de «arréglesela cada cual como pueda», a la que no le quedaba más que soñar la felicidad cual compensación al abandono y la soledad, en fin, a la carencia afectiva.

No nos resultará probablemente fácil en consecuencia concebir un futuro de solidaridad en que la felicidad sea un ocuparnos todos de todos, un permitir que la calidez de nuestros corazones se expanda convirtiéndose en el aire que respiremos, en la brisa que nos acaricie.

Sin embargo no puedo imaginar un modo mejor de transitar los difíciles tiempos de cambios que avizoramos, y que también han de ser necesariamente resultante acumulada de nuestras elecciones, que construyendo ese futuro común que elijamos hombro con hombro, corazón con corazón.