Traducido por Caty R.
La interesante cuestión de la utilización de la palabra genocidio en el conflicto israelopalestino está sobre la mesa y provoca controversias. Pienso que quizá las vacilaciones en cuanto a la conveniencia de utilizar dicho término revelan, sobre todo, nuestra alineación (consciente o inconsciente) a lo «políticamente correcto» que marca la autorización -o prohibición- de utilizar unas palabras en vez de otras.
Inevitablemente, algunas palabras son connotativas y parece que estamos obligados a someterlas a una observación de lectura muy escrupulosa, especialmente cuando su uso recuerda, más o menos, el genocidio judío perpetrado por el régimen nazi, que algunos no dudan en elevar a la categoría de «único genocidio de la Historia». Todos los demás no pueden acceder a esa calificación… Esta situación, ¿no demuestra, aunque no nos demos cuenta, una cierta culpabilidad que incluso se palpa a la hora de utilizar una palabra, como si dicha palabra tuviera que «ser merecida» por la situación a la que se refiere? Parece que, para empezar, desconfiamos de nosotros mismos…
Descartar la definición de la ONU en favor de la que daría un orador u otro (¿con qué base?, ¿su dictamen o sus sentimientos personales son criterios más acertados?), no me parece un planteamiento adecuado, porque abre las puertas a cualquier interpretación en función del «bando» en el que se sitúa, del momento en que se emite el dictamen y de una multitud de criterios a cual más subjetivo.
Pienso que, por el contrario, en todos los casos convendría fijar el criterio que propone la ONU para evitar las interpretaciones (y por consiguiente las injusticias) del doble rasero. Quizá sea interesante la definición de Ilan Pappe de «genocidio lento», que nos remite a otra terminología de la ONU cuando se refiere a conflictos de «baja, media o alta intensidad». Este tipo de matices puede resulta útil siempre que no sirva para camuflar la realidad.
Considero, por lo tanto, que si examinamos los criterios básicos de la ONU (los puntos a, b, c y d)* que permiten, o no, la utilización de la palabra genocidio, varios de esos criterios, si no todos, se están produciendo en el conflicto de Palestina. Y si aún se sigue limitando el uso del término «genocidio», ¿no será porque nosotros mismos todavía no hemos solucionado nuestros problemas de conciencia frente al genocidio judío y que automáticamente nos planteamos una cuestión cuantitativa de las víctimas? Y si es así, ¿a partir de cuántas víctimas podemos hablar de genocidio? Todo esto denota claramente una forma de alineación…
Por otra parte, ¿no hay más que un único término realmente adecuado? ¿No es una nueva forma de alineación? Lo más objetivamente posible, y en el marco que define la ONU, ¿no hay en la situación de Palestina -todo a la vez- una política de apartheid que implica una transferencia y una limpieza étnica que, con el paso del tiempo y los acontecimientos consecuentes de esa lógica asesina, adquieren el aspecto de un genocidio… «lento»?
Por mi parte, en mi próximo libro, escribo con esos términos. No me autocensuro en cuanto a esta terminología porque creo que, efectivamente, la aplicación de las estrategias israelíes es una forma de genocidio y además «juega» con nuestras limitaciones para aprisionarnos en el corsé de nuestra propia lengua.
* En la Convención de las Naciones Unidas del 9 de diciembre de 1948 para la prevención y sanción del crimen de genocidio, éste se entiende cuando se comete alguno de los siguientes actos, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, tales como:
a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesiones graves de la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencionado del grupo a condiciones de existencia que puedan acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo; e) Transferencia forzada de niños del grupo a otro grupo.
Original en francés: http://www.france-palestine.org/article8161.html
Daniel Vanhove nació en 1952 y es titulado en Psicopedagogía. Excelente conferenciante y organizador de debates, es miembro de ABP (Asociación Bélgica-Palestina) en la que participa en la formación de candidatos y en la coordinación de las Misiones Civiles de Observadores en Palestina. La vida de Daniel Vanhove dio un vuelco el día que descubrió Palestina. Trastornado por los crímenes que presenció in situ, este hombre calmado y suave, adquirió una cólera que ya no le abandona. Dejó su oficio, ha consagrado su vida a la misión de observador en Palestina para multiplicar el número de testigos y poner de manifiesto las víctimas de Israel que el mundo abandona, y seguirá en la lucha para conseguir que se respete el Derecho Internacional. Es autor del libro: Si vous detruisez nos maisons, vous ne detruirez pas nos âmes (Podéis destruir nuestras casas, pero no destruiréis nuestras almas), prólogo de Ilan Halevi, ed. Oser Dire, 2005. Contacto: Asociación Bélgica-Palestina, [email protected] .
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.