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La paranoica comparación de Fidel con Pinochet

Fuentes: Rebelión

La paranoica comparación de Fidel Castro con Augusto Pinochet, además de ser un insulto a las chilenas y chilenos represaliados que obtuvieron refugio en Cuba durante décadas, es uno de los últimos cartuchos de quienes hoy no encuentran claves de explicación histórica al giro político actual de América Latina. Pinochet no fue un simple asesino […]

La paranoica comparación de Fidel Castro con Augusto Pinochet, además de ser un insulto a las chilenas y chilenos represaliados que obtuvieron refugio en Cuba durante décadas, es uno de los últimos cartuchos de quienes hoy no encuentran claves de explicación histórica al giro político actual de América Latina. Pinochet no fue un simple asesino fascista. Pinochet fue una de las fichas imprecindibles en el tablero del neoliberalismo mundial, que tomó impulso definitivo con el apoyo de las administraciones Tatcher y Reagan, del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Sus asesinatos y torturas no fueron meros ejercicios de exceso de un régimen militar despótico, sino el instrumento «de urgencia» para salvaguardar los intereses de las multinacionales norteamericanas y europeas, del empresariado chileno y de una exigua clase media que después recibió el «derrame» económico de sus políticas de privatización y adelgazamiento del estado. Aunque los grandes medios lo traten de ocultar, la experiencia brutal del Chile de Pinochet fue, ante todo, una lección para quienes intentaron el sueño del socialismo por vías electorales pacíficas. Una sencilla lección en sangre: si un pueblo es obediente y declara intocable la gran propiedad privada, recibirá créditos millonarios y gigantescas inversiones foráneas. Si por el contario, antepone al crecimiento macroeconómico el pago de la deuda social mediante el gasto masivo en educación, salud o cultura, se le negará hasta el aire, será bloquedo económicamente y sufrirá una guerra despiadada de mentiras en los medios de comunicación. El crack económico de Argentina en 2001 fue el comienzo del fin del neoliberalismo latinoamericano. La muerte de Pinochet, símbolo de su definitiva caída. Hoy, el sueño de Salvador Allende, está presente en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… y por supuesto en Cuba, donde a falta de explicación sobre la salud y fortaleza de la Revolución, algunos tratan de aferrarse a inverosímiles «transiciones» al capitalismo y a comparaciones desesperadas entre revolucionarios y dictadores. No estoy de acuerdo con quienes afirman que Pinochet murió sin pago. Pinochet recibió el peor de sus castigos: la reconstrucción de un sueño que hoy, en América Latina, se llama «socialismo del siglo XXI».

José Manzaneda es realizador, miembro de Euskadi-Cuba