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La pelea del 29M

Fuentes: Rebelión

1. La Reforma y el ataque sobre el sistema de relaciones laborales en España La reforma laboral opera sobre un cuadro de situación al comienzo de 2012 en el que apenas se registra actividad negocial. De los 749 convenios registrados, más del 95% son revisiones, solo hay nuevos 39 que afectan a 29 mil trabajadores. […]


1. La Reforma y el ataque sobre el sistema de relaciones laborales en España

La reforma laboral opera sobre un cuadro de situación al comienzo de 2012 en el que apenas se registra actividad negocial. De los 749 convenios registrados, más del 95% son revisiones, solo hay nuevos 39 que afectan a 29 mil trabajadores. Parece claro que las patronales han mandado un mensaje a sus afiliados y a la patronal en general para suspender toda actividad en espera de que saliera la reforma, obviamente un regalo para ellos. En tal sentido, la promulgación del Real Decreto ley que aprueba la reforma laboralLha sido una decisión «orgánica» a los intereses y propósitos de toda la burguesía, desde los más conspicuos de sus intelectuales orgánicos al último de los pequeños empresarios, que acarician desde hace tiempo la idea de un «nuevo comienzo» de las relaciones laborales y de la negociación colectiva, desprendido de las molestias adherencias del «alma socializante/fordista» de la Constitución del 78.

Esa paralización de la actividad negocial hace que a los ojos de los trabajadores, la única imagen que se perciba de los sindicatos es la de Toxo y Méndez haciendo declaraciones, imágenes cupulares, espectaculares, sin conexión con su actividad y realidad cotidiana de las empresas y centros de trabajo. Es difícil exagerar la importancia de las imágenes en sociedades como la nuestra. Existe una diferencia abismal entre la capacidad de influir y formar opinión de la gente trabajadora entre los sindicatos y los medios de comunicación, la mayoría de ellos en manos de la derecha y la extrema derecha. La opinión de una buena parte de los trabajadores, carentes d esa identidad proletaria de antaño que hiciera de contrapeso, puede verse decisivamente influida por estos medios que machacan de forma insistentemente un mensaje de hostilidad antisindical que cala hasta en medios alternativos (ver las fotos de «los relojes de Cándido Méndez»). Las direcciones sindicales deberían iniciar una reflexión orientada a cambiar las bases de su implantación, en la dirección de una vuelta al taller. El modelo de implantación vigente, ha servido para una etapa de paz social y coincidencia en los aspectos básicos con la patronal y el Gobierno. Cuando como ahora, estos últimos no respetan los roles establecidos y se propone ganar la opinión de los trabajadores desatando esta hostilidad antisindical, una buena implantación al interior de las empresas sería una ayuda decisiva para contrarrestar tal ofensiva.

En cuanto al contenido de la reforma y sin abandonar la negociación colectiva, hay que decir que plantea a los sindicatos un reto para el que, hay que decirlo con claridad, no parece que estén preparados. La descentralización del ámbito de los convenios exige a las estructuras sindicales una vuelta al taller y centro de trabajo que no les será fácil improvisar, habida cuenta su estructura productiva de las empresas españolas, la de la implantación sindical en la misma y la cultura sindical dominante desde la legalización de los sindicatos, que ha tendido a primar la centralización de la acción sindical a través de los acuerdos sectoriales y nacionales (fruto, a su vez, en buena medida, de la asunción por las cúpulas sindicales, de su responsabilidad para con la estabilidad de la democracia, reclamada desde los inicios mismos de la transición.

La atribución de un máximo poder al empresario en el interior de la empresa es el rasgo más definitorio de esta (contra) reforma. Entre sus múltiples manifestaciones, quiero destacar aquí la absoluta y omnímodo poder de disposición en lo que concierne a los resultados de la empresa, especialmente con ocasión de la caída en las ventas (ni siquiera es necesario la existencia de resultados negativos) durante tres trimestres consecutivos y a los efectos de la puesta en marcha del proceso de extinción del contrato de trabajo, sin autorización administrativa previa, de la movilidad geográfica, etc. Se trata del dominio puro y simple del derecho mercantil, derecho burgués por excelencia, sobre los instrumentos de negociación del Derecho del trabajo, el derecho «socialdemócrata» por antonomasia. Representa la consagración del dominio absoluto de los derechos del empresario sobre los trabajadores que son así equiparados a la condición del resto de insumos cuya aplicación y ordenación a los objetivos de la producción son de la exclusiva competencia del empresario. Ningún derecho corresponde al trabajador distinto de la retribución pactada, siempre que la misma sea compatible con el mantenimiento de los resultados positivos en la cuenta de explotación de la empresa. Se terminaron las veleidades corporatistas y los discursos sobre la empresa como una familia ó una comunidad. El trabajo no capitaliza, es una simple variable, un coste de explotación a minimizar cuánto se pueda.

2. La convocatoria de Huelga General

Contra esta (contra)reforma laboral se ha convocado por las direcciones de CCOO y UGT una huelga general para el próximo 29 de marzo. A pesar de la advertencia de Toxo de que Rajoy no decidiría la fecha de la Huelga General, parece que la intención de influir en la tramitación del proyecto de ley en sede parlamentaria ha resultado determinante para convocarla con un escaso tiempo para su preparación. Si es así, el argumento es escasamente convincente. Precisamente a causa de la gravedad de las amenazas que enfrenta, hubiera sido necesaria una preparación muy cuidadosa en sectores diversos así como el aprovechamiento de las luchas ya lanzadas que han alcanzado un buen nivel y disfrutan de simpatías evidentes entre la población como la marea verde y la lucha contra la privatización del Canal de Isabel II en Madrid.

¿Existen, por el contrario, otras razones como la previsión de algún resquicio negociador, siquiera sea en temas adjetivos de la RL, para el que las direcciones sindicales hubieran valorado de utilidad hacer una medida fuerte de presión como la convocatoria de la Huelga General? Es posible pero entonces hay que decir que las direcciones sindicales cometen un error de apreciación. La envergadura y dimensión de la ofensiva reaccionaria pueden ayudar a comprender las limitaciones de una Huelga General de un día, convocada con el estilo y la liturgia de «tiempos de paz», estando cómo estamos en otros tiempos. Los dirigentes de CCOO han reiterado que esta puede ser la primera» por lo que hay que dejarles el beneficio de la duda que han pensado y programado todo un ciclo de luchas y movilizaciones en continuidad con el 29M. Parece evidente que las Huelgas Generales de un día convocadas a los gobiernos del PSOE con la convicción de que al día siguiente estarían sentados a la mesa de negociación han pasado a la historia. Para los gobernantes del PP la paz social no cotiza tanto como para los del PSOE y parecen dispuestos a enfrentar las movilizaciones exclusivamente como un problema de orden público, en el que el único interlocutor de los trabajadores será la policía, una policía que acaba de ver convalidada sus brutalidad por el Ministro del ramo al que deberá agradecer, además, que sea el único «servicio público» que no ve congelada su oferta pública de empleo. Las direcciones sindicales no parecen haber valorado bien a qué se enfrentan con esta reforma laboral y han activado su medida máxima del repertorio clásico de los tiempos del fordismo y la paz social. No son tiempos estos, sin embargo, de paz social.

Sin ánimo alguno de tremendismo, creo que la guerra de los de arriba contra los de bajo ha sido declarada y las llamadas a la concordia y la negociación hechas por las direcciones sindicales o hacen sino trasladar desconfianza y miedo entre los de abajo. En una lucha de esta envergadura, este tipo de llamadas harán pensar a muchos trabajadores que dudan en hacer la huelga que las direcciones sindicales no están dispuestas a poner toda la carne en el asador y que los pueden utilizar como simple instrumento de presión para conseguir ser llamados a la negociación.

Que esta huelga puede ser especialmente dura es algo que parece fuera de duda. Al argumento de la escasa cotización de la paz social para el gobierno del PP y la patronal, que confían en ganar la batalla mediática y presentar a los huelguistas cómo antipatriotas y alteradores del orden público, hay que sumarle el envalentonamiento de la patronal detectable por las amenazas abiertas e despido a quines hagan la huelga. Una huelga muy dura en la que no podrá participar la mayoría de la generación 20-30 años, la generación que tradicionalmente ha estado en la vanguardia de las luchas obreras. Esa generación o no se ha podido incorporar al mercado de trabajo, o su incorporación es precaria y dificulta su integración conos trabajadores fijos sin sentirse representados por los sindicatos de clase, que organizan otro trabajador y que no han sabido entrar en el trabajador social colectivo.

3. Una Huelga donde quepan muchas huelgas

Sea como fuere, esa generación era la que debiera estar preparando y dirigiendo la respuesta de los trabajadores a la reforma laboral. Que no lo haga, que una nueva generación altamente preparada y no determinada por los temores de las anteriores no pueda acudir a su cita con la historia y asumir sus responsabilidades, es la consecuencia, en primer lugar, del devenir del capitalismo en las tres últimas décadas. En efecto, la economía española ha ido reduciendo su capacidad de incorporación de fuerza de trabajo cualificada en favor de una creciente demanda de empleos poco y mal calificados como consecuencia de la asignación de funciones en el reparto internacional del trabajo. Así, la demanda de mano de obra cualificada y tecnificada del fordismo a la española de los sesenta ha sido sustituida por una demanda de empleos terciarios, especialmente colocados en el sector de la construcción, desde hace decenios operando como motor de la economía española.

Otro factor más subjetivo que explica esta no comparecencia de la generación de los 20 a los 30 es el alejamiento producido con el mundo sindical, percibido ya por varias generaciones como una parte de las instituciones y a los sindicalistas como una parte del personal del aparato del Estado. Por injustas que sean todas las generalizaciones y esta lo es, este prejuicio se basa en un hecho real que está asociado con el modelo sindical imperante en España desde la transición. Los sindicatos se han sentido durante estas décadas parte esencial del «régimen democrático» lo que ha llevado a sus cuadros dirigentes a alejarse de la evolución real del mundo del trabajo y de las subjetividades colectivas emergentes como consecuencia de esta evolución.

En este punto reproduzco íntegro el contenido de un pequeño artículo [1] que describe con precisión la naturaleza de la pelea que afrontamos el día 29.

«Esta Huelga General la vamos a tener que librar junt@s dos contingentes política y biológicamente muy diferentes, y hasta ahora con escasas experiencias de convergencia: Por una parte, un ejército envejecido y a la defensiva de trabajadores sindicalizados; por otra, uno en formación, recién nacido y aún poco articulado, generado fundamentalmente en la ola de movilización del 15M, y compuesto mayoritariamente por gentes que no hemos conocido el régimen laboral del pacto social fordista.  

La contienda se desarrolla además en el terreno sindical-laboral, allí donde este último no tiene apenas presencia, en contraste con el uso del espacio público y la defensa de contenidos democrático-radicales que le caracterizan. No obstante, los subalternos rara vez eligen el terreno y las condiciones del enfrentamiento. Parece claro que éste se libra cuando y cómo quería el Gobierno de la Patronal, que busca un golpe disciplinante de la mayoría empobrecida que va a soportar el programa de ajuste que impone la Troika.

Ese es el sentido del ataque a los sindicatos: no sólo la agresión a la posibilidad misma de agruparse en los lugares de trabajo, sino como una reestructuración hacia la derecha de los aparatos del Estado que elimine la mínima capacidad de contrapeso de las instituciones del trabajo dentro del Régimen. Una verdadera transformación oligárquica de la constitución material del Estado español, con la que los de arriba buscan un efecto ejemplarizante.

Seguramente los motivos de ambos contingentes para concurrir a la Huelga General tienen diferentes contenidos particulares (un@s la defensa de unas condiciones laborales que parecen en peligro de extinción, otr@s la revuelta contra un presente bloqueado por los recortes y la precariedad) pero hay que anudar un sentido general compartido: la construcción de un pueblo contra el chantaje de la deuda y las medidas de ajuste estructural.

Con lo que no termina de morir y lo que no termina de nacer, tenemos que comparecer en una batalla cuyos términos no hemos escogido, pero que no podemos esquivar, en la que hay que batirse. Como un hito fundamental en un enfrentamiento prolongado con la ofensiva que las élites han desatado contra los trabajadores y las capas subalternas, para modificar unilateralmente el pacto social fundante del Régimen, en beneficio de una redistribución aún más regresiva de la riqueza de abajo hacia arriba. Una ofensiva directa y esencialmente política, que como tal debe ser enfrentada »

Si se verdad quieren comprometer a la mayoría de la gente trabajadora en un ciclo sostenido de luchas contra esta y el resto de las agresiones contenidas en la «agenda oculta» del Gobierno, las direcciones sindicales deberán abandonar cualquier actitud desdeñosa en relación con la participación en las mismas del resto de los movimientos sociales y, en particular, del 15M. Toxo y Méndez tienen que reconocer que ellos no son los únicos representantes del mundo del trabajo, por mucho que el ordenamiento jurídico del régimen les conceda este trato. Incluso deberían ir pensando en una dimensión irrepresentable («que no nos representan») del mundo del trabajo con laque, si de verdad quieren enfrentar la actual ofensiva del capital, deberán convivir. En justa reciprocidad, estos movimientos están obligados a asumir que una parte de la sociedad trabajadora está representada por estos sindicatos y que en la lucha contra las políticas de los mercados financieros y sus vicarios es mejor unir todo lo que se les pueda oponer, aprovechando para hacer un camino común que ayude a disolver todos los prejuicios que han ido sembrando todos estos años de discurso único. L@s anticapitalistas estamos obligados a desempeñar la en ocasiones ingrata tarea de servir de nexo de unión entre ambas realidades, sin garantía alguna de éxito y menos aún de reconocimiento en la tarea.

Algunas declaraciones hechas desde el 15M, además de revelar un fondo ideológico ambiguo («hacia el cambio social» reza una proclama de una asamblea frente al «tacticismo» de la convocatoria sindical), son una pura insensatez que hace temer por la suerte de quienes sigan estas consignas. Hace tiempo señalé lo escasamente preparado que está el 15M para afrontar luchas duras cómo la presente. Un vago y confuso autonomismo parece haberse apoderado de las asambleas del 15M que parece abocado a lidiar una pelea con los sindicatos para escenificar las diferencias culturales que le separan. El empeño es, sencillamente, una insensatez de la que se deben estar alegrando todos los medios de la patronal y del Gobierno, y sus costes los pueden pagar todos los trabajadores.

Las luchas, todas las luchas, contienen componentes antiguas y nuevas en el accionar de las clases subalternas, no son la aplicación mecánica de formulaciones teóricas por acertadas y brillantes que sean. Oponer las luchas del precariado y el cognitariado a la de los asalariados fijos es sencillamente una estupidez si no algo peor. Entre otras cosas porque esta huelga es eminentemente defensiva, se convoca en respuesta a una agresión específica del Gobierno a las condiciones de trabajo y los medios de que disponen los trabajadores para defender sus derechos. Y no es, en absoluto, la lucha de los asalariados fijos, es la lucha de cuantos tenemos que vivir del trabajo asalariado contra los intentos oligárquicos de reenviarnos a un régimen de neoservidumbre laboral. El cognitariado y el precariado tienen intereses comunes (¿de clase?) con los asalariados fijos en hacer retroceder la Reforma Laboral y necesitan esta victoria para reagrupar sus respectivas fuerzas.

S i perdemos las condiciones de derechos e instituciones en que se ha materializado los avances de las luchas obreras y populares a lo largo del siglo XX, estaremos en mucho peores condiciones para afrontar una ofensiva del capital no causada solo por recuperar la tasa de ganancia sino por desplazar a su favor el equilibrio de fuerzas con los trabajadores y la población en general; y, desde luego, en muchas peores condiciones para afrontar el reto de configurar unas relaciones sociales libres de la dominación de la mercancía y el valor de cambio.

Nota:

[1] «29M: Dos contingentes para una batalla», de Íñigo Errejón. Disponible aquí: http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/11665-29m-dos-contingentes-para-una-batalla.html. He respetado íntegramente el contenido citado a pesar de mi desasosiego con el uso de determinadas categorías como «pueblo», por el acuerdo que considero más relevante con el fondo del análisis que contiene.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.