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La pelota no se mancha (a los atletas celestes y albicelestes)

Fuentes: Rebelión

Uno debe suponer que los colonizadores de Palestina han desembolsado unos cuantos dólares para que las selecciones de Uruguay y Argentina promocionen la «Marca Israel», una marca que se impone desembolsando dólares a diestra y siniestra. ¿Qué es la «Marca Israel»? Es una respuesta a modo de antídoto a un movimiento mundial de boicot y […]

Uno debe suponer que los colonizadores de Palestina han desembolsado unos cuantos dólares para que las selecciones de Uruguay y Argentina promocionen la «Marca Israel», una marca que se impone desembolsando dólares a diestra y siniestra.

¿Qué es la «Marca Israel»? Es una respuesta a modo de antídoto a un movimiento mundial de boicot y denuncia de los crímenes de Israel, que sigue la experiencia exitosa del boicot al régimen racista sudafricano.

Entre aquel régimen racista y éste no hay mucha diferencia (1), salvo que la comunidad internacional se escandalizaba por el régimen racista sudafricano, y hasta quedaba bien escandalizarse. En cuanto al régimen racista israelí, la comunidad internacional en parte desconoce y en gran parte conoce pero guarda respetuoso silencio, pues aquel que ose decir la verdad será tachado de antisemita, judeófobo, nazi y racista. ¿Racista? Esa es la lógica de esta demencia, quien ose enfrentar al racismo que impera en Israel, será acusado de racista. Es macabro, pero así son los hechos.

Jugadores de la celeste y de la albiceleste: se los quiere usar para encubrir un crimen constante y perpetuo, se los quiere usar de payasos de una fiestita mientras un poco más allá del lugar donde ruede la pelota, se les sigue robando tierras a sus legítimos poseedores, se los persigue, se los detiene en retenes, se los tortura, aunque tengan doce años, se los mata de hambre, se les dosifica el ingreso de medicamentos, se les restringe el agua dulce, se los obliga a bañarse con agua salada pues la poca agua dulce de que disponen la tienen que usar para otra cosa, «disfrutan» cinco horas por día de energía eléctrica y cuando no disfrutan de energía eléctrica usan de la luz de un celular para hacer operaciones, los dejan pescar sólo en una limitada franja de mar y cada tanto les requisan los barcos, se los usa para jugar al tiro al blanco desde torretas cómodamente instaladas, se los bombardea, destruyendo de forma deliberada escuelas y hospitales y como elocuente resultado del asedio constante, la mitad de los niños de Gaza no manifiestan deseos de vivir, y en suma, tratan a los habitantes de Gaza y del resto de Palestina como hace todo abusador grandulón con un niño más pequeño.

Si visitaran, jugadores de la celeste, las cárceles de Uruguay, y si visitaran ustedes, jugadores albicelestes, las cárceles de Argentina, descubrirían que hay una inmensa mayoría de negros y descendientes de indígenas. Si visitaran las cárceles de Israel, descubrirían árabes, e israelíes que hacen de carceleros. Esa cárcel que hipotéticamente visitarían, sería un remedo de Gaza, una gran cárcel a cielo abierto que existe en nuestro mundo mientras miramos para otro lado, o miramos un partido de fútbol, total ¿qué podemos hacer?

Bueno, querido atleta que tuviste la fuerza de voluntad de entrenar duro y parejo para llegar a ser el crack que sos y que tuviste la suerte de nacer con tu talento: no todos nacen con esa suerte. Tuviste un origen bien humilde y saliste adelante a pura fe, pero otros, por más fe que le pongan a la cosa, no pueden. Claro, vos no podés hacer mucho (y yo tampoco) para alivianar la suerte de los que nacieron sin suerte, pero al menos puedo escribirte esta carta pidiéndote que no te prestes a ser cómplice de una infamia, y vos podés negarte a ser cómplice de una infamia.

Si viajás a Israel como sospecho que viajarás, te moverás o te moverán por determinado circuito. Te sugiero que hagas lo que hizo Caetano Veloso: pegate una escapada a una aldea palestina (a Gaza no te permitirán entrar) y después nos contás, como nos contó Caetano, arrepentido de haber participado en el tinglado. Igualmente no es imprescindible viajar para saber: con leer las leyes de esa etnocracia alcanza y sobra, y con leer un poco sobre la Nakba, que significa «catástrofe», recontrasobra.

La Nakba fue, precisamente, el nacimiento de «la única democracia en medio oriente»: expulsaron con dinamita, lanzallamas, violaciones y pozos de agua envenenados a setecientos mil palestinos y le pusieron a Palestina el nombre de Israel. Eran más fuertes, y les pasaron por arriba. La historia de siempre de los conquistadores, de los colonizadores, y la historia de siempre de los conquistados, de los colonizados. Ante esto, un sionista no tuvo idea más atinada que escribirle a Einstein, que era judío, para pedirle su apoyo, pero Einstein, que no se prestaba a hacer de pelele, le respondió: «No me gustaría ver a alguien asociado con esa gente criminal y engañadora».

Esos horrores que han sucedido en la Historia en variadas geografías, y ante los cuales no puede hacer nada pues sucedieron hace tiempo, resulta que no sólo sucedieron hace tiempo: están sucediendo ahora delante de nuestros ojos.

«La pelota no se mancha», dijo un gran jugador, valiente como él solo. La camiseta, tampoco. Somos la celeste, la selección que ganó cuatro mundiales de fútbol a pura magia, y somos la albiceleste igualmente gloriosa. Nuestras camisetas son emblemas y el mundo las sigue y conoce su historia. No tenemos por qué ir a arrodillarnos ante el gran Goliat y saludarlo mientras con su pie aplasta al pequeño David. Mil y una vez, como en la Inglaterra del 66, nos enfrentamos a situaciones bien adversas, con la cancha flechada por el Poder ¿Vamos a ir ahora a convalidarlo, mientras tiran al cielo fuegos de artificio para acallar los sufrimientos de los que padecen en las cárceles por defender la libertad?

Muy pocas veces uno tiene la oportunidad en esta vida de hacer algo simple y significativo. Negarse a participar de la infamia sería un gesto que el mundo reconocería, salvo, por supuesto, los escribas del Poder, pero lo que digan los escribas del Poder no tiene valor ninguno, ahora, el reconocimiento de los oprimidos de la tierra, que verían que ustedes se la juegan y actúan, vale mucho más que todas las riquezas del mundo, y dudo infinito que exista una gloria más grande que esa.

Nota

(1) Las diferencias son a favor del régimen sudafricano por unos cuantos cuerpos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.