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Una patada en las partes

La pesadilla de la ocupación israelí

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por LB

Incluso ahora, seis semanas después, su modo de hablar y sus movimientos impresionan. Él dice que está emocionalmente destrozado. Para él el momento crítico fue cuando se despertó de la operación y vió un frasco de plástico sobre la mesilla. La enfermera no quería decirle lo que contenía, pero no tardó en adivinarlo: le habían extirpado un testículo. La vida nunca será igual para Fadi Darabiya.

Darabiya es un obrero de la construcción de 24 años de edad que mantenía con su trabajo a sus padres y hermanos. Desde hace dos años se ha estado introduciendo clandestinamente en Israel para trabajar en diversos tajos en el sur durante períodos que oscilaban entre los 10 días y las dos semanas para luego regresar a casa por unos pocos días y volver a iniciar el ciclo. A cambio de un salario de unos 19 euros casi todos los jóvenes palestinos están dispuestos a correr el riesgo de infiltrarse en Israel. Darabiya dice ahora que jamás volverá a trabajar en Israel. Nunca olvidará el día en que agentes de policía israelí lo capturaron y lo patearon dejándolo tumbado durante horas retorciéndose de dolor mientras le negaban toda asistencia médica hasta que fue finalmente puesto en libertad y un familiar lo llevó en volandas a un hospital.

«Hay policías que odian tanto a los árabes y que constantemente quieren demostrar hasta qué punto son leales al Estado que harían cualquier cosa«, dice Darabiya pensando en el oficial israelí que le pateó en la entrepierna: una recia patada que le provocó una hemorragia interna y posterior necrosis, por lo que los médicos no tuvieron más remedio que extirparle un testículo. Cuando trató de presentar una denuncia ante la policía un par de semanas más tarde, le amenazaron con arrestarlo por entrada ilegal en el país. «O bien te arrestamos y te pasas dos meses en la cárcel y luego presentas tu denuncia, o desistes de presentarla«, le dijo una detective llamada Miriam en el cuartel de policía de Kiryat Arba. Fadi se dio la vuelta y se marchó, abandonando la idea de denunciar los hechos. La Policía de Israel no está investigando el caso.

Nos reunimos con Darabiya esta semana en una tienda de muebles en la ciudad de Dura, al sur de Hebrón, donde desde entonces ha encontrado trabajo como conductor. Luce una barba impecable y tiene brillantina en el cabello, pero su rostro pálido y su hablar apagado dan fe del trauma padecido. En Israel trabajó en la construcción en Gan Yavne, Segev Shalom y Be’er Sheva. Dormía en los esqueletos de las casas que construía. Igual que los demás, regresaba a su hogar a través de los últimos resquicios aún abiertos en el muro de separación en el sur. Los domingos, cuando él y sus amigos volvían al tajo, tenían que estar alerta para no ser detectados por los agentes de la Policía de Fronteras que les tienden emboscadas en todas partes, a la caza de los obreros que vienen a Israel a construir los hogares de los israelíes.

El domingo 13 de abril Fadi comenzó a trabajar a eso de las 7 de la mañana. Ese fin de semana él y tres amigos de Dura, con la autorización del dueño, habían dormido en una casa cercana que estaba acabada paro todavía sin ocupar. «Ten cuidado«, les dijo el propietario.

Fadi trabajaba en el tejado y los demás en el primer piso. Al cabo de aproximadamente una hora vio acercarse a dos agentes de la policía montada. Desmontaron, entraron en la obra y detuvieron a dos de los amigos de Fadi. El tercero logró huir. A continuación, los agentes -según Fadi, uno era un inmigrante ruso y el otro era etíope- subieron al tejado y lo detuvieron. El ruso agarró a Fadi por el cuello y lo condujo al primer piso. Cogió la tarjeta de identificación de Fadi. El etíope le agarró los brazos y se los mantuvo apretados detrás de la espalda. Fadi dice que no opuso resistencia. «¿Quién es tu jefe?«, le preguntó el agente etíope, y Fadi respondió que era un judío que estaba a punto de llegar. El segundo agente estaba de pie delante de Fadi, cuyas manos permanecían apresadas por detrás, y sin mediar palabra le descargó una terrible patada en la entrepierna. Fadi sintió como si el mundo girara a su alrededor. Los agentes lo arrastraron fuera hasta el lugar donde se encontraban dos coches de policía. Sus dos amigos ya estaban sentados dentro de uno de ellos. En el segundo auto había otros cinco trabajadores palestinos sin licencia para trabajar en Israel que habían sido detenidos con anterioridad.

Fadi dice que gritó de dolor. Lo metieron en el carro y lo llevaron hasta el cuartel de policía de Gan Yavne, donde lo colocaron en un autobús junto con otros obreros palestinos. El dolor era insoportable, a pesar de lo cual «traté de bajar del autobús, pero los policías no me dejaban. Lo intenté una y otra vez, pero ellos me lo impedían«. Finalmente, los agentes cedieron y el autobús se detuvo para dejar salir a Fadi. Se quedó tendido en la carretera, medio inconsciente y aullando de dolor. La policía rechazó los ruegos de sus amigos para que pidieran asistencia médica.

Un agente le dio una botella de agua y aproximadamente una hora más tarde lo volvieron a meter en el autobús, en el que viajaban 17 trabajadores palestinos. Para cuando llegaron a Kiryat Malakhi Fadi notó que la zona lesionada estaba muy hinchada y dice que sabía que tenía una hemorragia. En el cuartel de la policía de la ciudad volvió a tenderse en el suelo, retorciéndose de dolor. Dice que cuando rogó que trajeran a un médico o a una ambulancia uno de los agentes israelíes le dijo: «Estás mintiendo. Quieres escaparte. Ya te las arreglarás solo. No necesitas a ningún médico«.

Desde la una del mediodía hasta las cuatro de la tarde Darabiya permaneció tendido en la carretera junto al cuartel de la policía israelí. Nadie trató de ayudarlo. A eso de las 4 de la tarde le pidieron que firmara una declaración afirmando que no había sido objeto de malos tratos, como condición para su liberación. «Debido al estado en que me encontraba tuve que firmar. Sabía que tenía que llegar a un hospital«. Se los llevaron al puesto de control de Tarqumiya y los mandaron de regreso entre las 4:30 p.m. y las 5 p.m.

Desde el puesto de control Fadi llamó a un primo, que llegó en su coche y transportó a toda velocidad a Fadi al hospital gubernalmental Alia de Hebrón. Una tomografía computerizada indicó que precisaba de una intervención quirúrgica urgente. Los médicos dijeron que tenía una hemorragia interna.

Cuando se despertó a la mañana siguiente, después de la operación, vio al lado de su cama un frasco de plástico que contenía el testículo que le habían extirpado. Le resulta embarazoso hablar de ello. «Cuando lo ví me quedé destrozado«. Al cabo de tres días le dieron de alta y lo enviaron a casa a descansar durante 10 días más. Luego se fue donde sus familiares en Jordania a recuperarse emocionalmente de la ordalía sufrida.

Pero antes de hacerlo Fadi se puso en contacto con Fadi Abu Musa Hashhash, el investigador de la organización de derechos humanos B’Tselem para el distrito de Hebrón, y le preguntó cómo podía conseguir que el agente que lo pateó recibiera el castigo que merecía. Abu Hashhash le aconsejó que presentara una denuncia ante la policía.

El 29 de abril, después de que Abu Hashhash preparara su visita a la comisaría de policía de Kiryat Arba -algo nada sencillo-, a Fadi lo derivaron a una detective llamada Miriam. Fadi le dijo que deseaba presentar una denuncia contra el agente que lo había asaltado. Cuando Fadi admitió haber estado en Israel sin permiso, Miriam le dijo: «Primero te vamos a detener por estancia ilegal y pagarás una multa de 380 euros, te pasarás dos meses en la cárcel, te llevarán a juicio y después podrás presentar tu denuncia«.

Un traductor de la policía le sugirió a Fadi que se sentase, fumara un cigarrillo y considerara sus opciones: una multa, dos meses de cárcel y sólo entonces el derecho a presentar una denuncia, o bien olvidar todo el asunto y marcharse a casa. Fadi, por supuesto, optó por marcharse a casa, frustrado, mutilado y amargado.

«Soy una ruina emocional«, murmura suavemente Fadi. «Ahora ya no puedo realizar trabajos físicos, y nunca volveré a trabajar en Israel«.

La Oficina del Portavoz del Distrito Policial Sur emitió la siguiente respuesta: «Un examen del material probatorio que obra en nuestro poder no reveló ninguna reclamación por violencia en su contra por parte del denunciante, ni siquiera una solicitud de atención médica.

Una vez que los sospechosos fueron interrogados se los trasladó al puesto de control de Tarqumiya. Toda denuncia por violencia infligida por los agentes de policía debe ser remitida a la Policía de Investigaciones del Departamento para que se pueda iniciar la correspondiente investigación».

Fuente: http://www.haaretz.com/hasen/objects/pages/PrintArticleEn.jhtml?itemNo=990553