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La realidad que simboliza el Parlamento vasco no se compadece con la que conforma la sociedad

La pétrea realidad

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull

A pesar de que Patxi López haya proclamado que el Parlamento vasco es un «correcto reflejo de la sociedad vasca» y que se encuentran en él «todos los que deben estar», es notorio que esta imagen es cada vez más roma, desde el punto de vista territorial lo mismo que desde la perspectiva de la voluntad popular expresada en votos. Se diga lo que se diga, la sesión de investidura refuerza esta sospecha: la realidad que simboliza el Parlamento no se compadece con la que conforma la sociedad. 

El resultado final era sabido: Patxi López ha llegado a lehendakari por el acuerdo suscrito con el PP, y eso abrirá necesariamente una nueva etapa en el País Vasco, poniendo en duda también la legitimidad de sus bases.

Confrontar el discurso y los planteamientos de los dos candidatos puede resultar iluminador para entender el meollo de esa nueva etapa. Ha habido una diferencia notoria entre Ibarretxe y López: la perspectiva sobre el conflicto político. Para el López que defiende el punto de vista del Estado no existe problema político alguno. El único conflicto es el vinculado a la violencia de ETA: «un problema de libertad» causado por ETA, nada más. Pondrá «todas las fuerzas» del nuevo gobierno en hacer frente a ETA. Para esa tarea utilizará a la Ertzaintza y la colaboración entre los gobiernos de España y Francia. De consuno con esos instrumentos, el principal eje del nuevo gobierno será la «deslegitimación política» de la violencia. Quiere influir en el corazón de la ciudadanía, con la intención de quebrar el «pétreo silencio» que dice que está enraizado en una «sociedad desalmada».

El candidato Ibarretxe ha puesto el contrapunto a esa visión. Ha puesto sobre la mesa el problema político silenciado por el candidato López: «el problema, el problema que tenemos política y democráticamente, reside en no reconocer al País Vasco como sujeto político que tiene identidad propia, en no reconocer, al cabo, que es un pueblo con capacidad de decidir su futuro en libertad y democráticamente».

Al realizar este contraste, se percibe claramente el esfuerzo del nuevo lehendakari de vestir la realidad a su antojo, soslayando el meollo del problema. Pero si en las conversaciones de Loyola y Suiza se habló de ese conflicto político, no es posible que ahora desaparezca porque el PSE-EE haya llegado a Ajuria Enea. La combinación matemática de las elecciones del 1 de marzo no puede, por sí misma, eliminar un conflicto que tiene raíces históricas.

Una de las principales características de la nueva época será un esfuerzo renovado por ocultar las dimensiones políticas del conflicto, como ha quedado patente en el discurso de investidura de Patxi López. A diferencia de lo ocurrido hasta ahora, el Estado tendrá entre manos un nuevo instrumento para imponer su visión de la realidad, esto es, el aparato institucional del Gobierno vasco.

En efecto, con la neutralización de Ibarretxe y el gobierno tripartito, el Estado ha dado un gran paso en la estrategia de desfigurar el fondo del conflicto. Como ha admitido recientemente Zapatero, la obtención por los socialistas del Gobierno vasco ha implicado «estabilidad» y «tranquilidad» para España. Y es que, al cabo, han logrado acallar la reivindicación institucional por el derecho a decidir, que no superaba el muro de la legalidad, pero que mantenía encendido el fuego del conflicto.

La principal pregunta a partir de ahora es la siguiente: ¿cómo se encauzará la voluntad de soberanía de todo un pueblo? Hay que esclarecer cómo mantendrá cada agente este objetivo. Por un lado, qué continuidad habrá en el PNV que ha pasado a la oposición en la etapa posterior al adiós de Ibarretxe. Si cogerá la mano tendida por Patxi López (de momento no: Egibar le ha contestado que ya conocen esa mano, es la que se lanza al cuello) o si emprenderá la formación de una alternativa basada en los cimientos de hasta ahora. Por otro lado, hay que ver cómo enfocarán esa reivindicación el resto de agentes ─los que están en el Parlamento vasco y los ilegalizados. Si hay posibilidad de organizar un bloque efectivo en torno a ella.

Quienes acusan a Patxi López de haber formado un gobierno que no representa a la mayoría social y que actuará en contra de la mayoría política tendrán que demostrar que son capaces de estructurar esa mayoría y de hacerla efectiva.

Las leyes y las instituciones surgidas de éstas no eliminan la pétrea realidad que ha permanecido durante siglos. Lo mismo que la Ley de símbolos navarra no ha logrado hacer desaparecer el apego a la ikurriña. La clave radica en si la mera permanencia es suficiente y si es posible vencerla.

Una vez logrado el poder, está por ver qué hará la alianza entre el PSE y el PP. Es claro que no le pondrá la tarea fácil a la oposición. Ibarretxe ha advertido a Patxi López que «quien quiera destruir el camino realizado» tendrá frente a sí al PNV. Pero es posible que el nuevo gobierno no tenga grandes deseos de desandar o destruir lo andado. Porque dejar de caminar en esa dirección o empezar a construir otra puede ser suficiente. Ha empezado el laberinto de espejos.

Berria, 6 de mayo de 2009