Estos «Nuevos Cuadernos Anagrama» recuerdan, en alguna medida, los viejos y no olvidados «Cuadernos Anagrama», aquellos que nos descubrieron a autores (Rossana Rossanda, Lucio Magri, etc.) desconocidos para nosotros en aquellos momentos. De estos nuevos cuadernos se han publicado 14 hasta el momento en que escribo. El que comentamos es el último. Libros no muy […]
Estos «Nuevos Cuadernos Anagrama» recuerdan, en alguna medida, los viejos y no olvidados «Cuadernos Anagrama», aquellos que nos descubrieron a autores (Rossana Rossanda, Lucio Magri, etc.) desconocidos para nosotros en aquellos momentos.
De estos nuevos cuadernos se han publicado 14 hasta el momento en que escribo. El que comentamos es el último. Libros no muy extensos pero sustantivos, con pocas notas y precio bastante asequible. Algunos de los autores publicados: Claudio Magris, Rafael Chirbes, Marina Garcés, Jordi Amat, David Trueba, Marta Sanz, etc.
Silencio administrativo (muy bien escrito, da gusto -y rabia- leerlo) está estructurado en una nota inicial, tres breves capítulos y un epílogo. Algunos de los títulos: «Dickens en el siglo XXI», «El laberinto burocrático», «Mucho más que números». El tema de fondo: los limitados derechos sociales de las personas más desfavorecidas y las enormes dificultades (no casuales) que se les presentan para poder tramitar-alcanzar algunas de las ayudas a las que tienen derecho. La máquina burocrática no está pensada ni diseñada a su favor, lo contrario es más verdadero.
Con palabras de Sara Mesa: «Este libro surge de un encuentro. Del día en que mi amiga Nuria y yo nos paramos a hablar con una mujer que mendigaba en una calle de Sevilla, y de todo lo que vino después. Es, ante todo, una crónica personal que relata un viaje hacia un mundo que yo desconocía: el de la extrema pobreza y el endemoniado laberinto burocrático por el que se hace pasar a los más necesitados» (p. 9).
La autora del libro, Sara Mesa (Madrid, 1976), es escritora y periodista. En la misma editorial ha publicado las novelas Cuatro por cuatro, Cicatriz y Cara de pan. También el volumen de relatos Mala letra. Sólo he leído (con gusto) uno de los libros citados, una insuficiencia que intentaré corregir en breve.
Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático, está basado en una historia real, «la de una mujer sin hogar, discapacitada y enferma que trata de solicitar la renta mínima a la que tienen derecho según los optimistas mensajes de la administración y los medios». Pero, señala con razón la autora, «el laberinto burocrático que debe recorrer para ello, los escollos y trabas con que tropieza y la crueldad de un sistema que exige más a quien menos tiene desembocan en la desesperación«. De ahí la cita del proceso kafkiano con la que abre el libro:
-¿Tienes algún prejuicio contra mí?, preguntó K.
– No tengo ningún prejuicio contra ti, dijo el sacerdote.
-Te lo agradezco, dijo K. Todos los demás que participan en mi proceso tienen un prejuicio contra mí. Ellos se lo inspiran también a los que no participan en él. Mi posición es cada vez más difícil.
-Interpretas mal los hechos, dijo el sacerdote, la sentencia no se pronuncia de una vez, el procedimiento se va convirtiendo lentamente en sentencia.
La historia de Silencio administrativo se ubica en Andalucía, comunidad en la que, nos recuerda Mesa, el 35,4% de la población está en riesgo de pobreza y el 7,1% en riesgo de pobreza extrema (ambas cifras superan la media española, aunque en «las comunidades ricas» las cifras también son alarmantes). No obstante, añade, «es importante subrayar que los escollos burocráticos, la lentitud de los trámites y las deficiencias que aquí se describen no son problemas exclusivamente de ámbito andaluz, sino que se extienden al resto de España, afectando a comunidades gobernadas por todo tipo de formaciones políticas». Tiene razón.
Cuatro apuntes de la autora:
1. «Pero no es solo una cuestión de dinero. Solo en lugares tan marginales y precarios como ese es donde se permite la entrada a personas como Carmen [nombre no real por supuesto], que no tienen dinero ni trabajo, que mendigan, están sucias y no pueden ofrecer garantías de ningún tipo. En todos los sitios a los que llama, una vez explicadas las circunstancias, le dan largas.
Nadie va a alquilar una habitación digna a Carmen porque en su estado se considera que ni siquiera merece ya la dignidad» (p. 35).
2. «Carmen, una gran dignidad cuando relata su vida, no cae jamás en el victimismo, es capaz incluso de reírse con su oscuro y franco sentido del humor. Es agradecida, pero nunca carga las tintas. Frases como «qué buena eres» o «¿qué haría yo sin ti?» jamás salen de su boca. Da las gracias porque es educada, pero lo hace siempre con discreción, en términos de igualdad» (p. 41).
3. «Carmen es una buena representación de la feminización de la pobreza, agudizada tras los años de crisis económica. Los datos más recientes muestran que cada vez más mujeres viven en la calle o en infraviviendas, resquebrajándose así el prototipo del hombre mendigo con trastornos mentales o problemas de alcoholismo. La estructura socioeconómica que lleva a muchas mujeres a ocuparse en exclusiva de la familia y el hogar o a trabajar en puestos escasamente remunerados y/o sin contratos va de la mano de una dependencia económica extremadamente quebradiza. Una ruptura sentimental o la muerte de los padres, por ejemplo, pueden conducir a una mujer joven directamente a la pobreza más absoluta. Muchas se agarran a la supuesta protección que le ofrecen otros hombres, se prostituyen o son extorsionadas» (p. 46).
4. «No nos da por pensar la razón porque la que el «mendigo de toda la vida» no es universitario. Si ha sido o no tras una decisión voluntaria. Si la causa está en otro tipo de componentes sociales y económicos más complejos. Olvidamos que el origen de la pobreza es la desigualdad. Nos compadecemos al ver los síntomas de la enfermedad, pero preferimos ignorar el diagnóstico» (p. 91).
Son dos los personajes centrales de esta narración, Carmen y Beatriz. Mesa nos habla de ellas en el epílogo: «La historia de Carmen es una historia real, aunque he cambiado su nombre y algunas circunstancias de su vida aparecen ligeramente modificadas o emborronadas para preservar su anonimato». Pero en ningún caso «he exagerado ni cargado las tintas sobre estas circunstancias». Más bien lo contrario: «Por difícil que resulte creerlo, su realidad tiene elementos que la hacen aún más dura, pero que no he recogido aquí por no se pertinentes».
Beatriz, señala Mesa, no soy yo. «Beatriz es una mezcla de las personas que pusimos nuestro empeño desinteresado -e inútil en gran medida- en ayudar a Carmen. Bien pensado, el hecho de que el personaje de Beatriz represente a una colectividad resulta aún más impactante en el balance final: que entre varios no pudiéramos vencer la máquina burocrática de la administración pone de relieve qué poco puede hacer quien está solo e indefenso ante ella».
No se lo pierdan, no les dejará indiferentes. Directo al corazón y al cerebro, hablando, con conocimiento de causa, de uno de nuestros temas esenciales.
No es de extrañar, por otra parte, que yo mismo conociera la existencia de este libro por uno de nuestros activistas y humanistas más admirables, un verdadero renacentista por la diversidad de sus intereses y la amplitud de sus conocimientos, Francisco Báez.
Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2019.
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