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La potencias internacionales ante la crisis siria

Fuentes: Al Hayat

Tras el objetivo de la Liga Árabe, retomado después por Kofi Annan, de alcanzar un alto el fuego para poder emprender el diálogo y avanzar hacia un período de transición, la Misión de Lakhdar Brahimi, se ha fijado como objetivo la realización de una «tregua de Aid el-Adha». Sin duda, este panorama resume desde el […]

Tras el objetivo de la Liga Árabe, retomado después por Kofi Annan, de alcanzar un alto el fuego para poder emprender el diálogo y avanzar hacia un período de transición, la Misión de Lakhdar Brahimi, se ha fijado como objetivo la realización de una «tregua de Aid el-Adha». Sin duda, este panorama resume desde el punto de vista «internacional», es decir, de los estados capitalistas que se «entrometen» en la «crisis siria» la situación en ese país.

En pocas palabras, esta situación es un reflejo de la evolución de las potencias occidentales y las tomas de posición de todos los estados imperialistas y regionales. Ya sea la posición ruso-china ejerciendo su derecho a su veto en el Consejo de Seguridad a la vez que apoyan encarnizadamente al poder sirio (Rusia, en particular, cree que así defiende sus intereses e imagina que la permanencia del poder actual le asegurará jugosos contratos económicos y la dominación de Siria), o la posición de Irán que, según las repetidas declaraciones de sus altos responsables, además de tener un discurso intransigente en defensa del poder sirio, le ofrece su apoyo militar. Irán trata de salvar su «alianza de la resistencia» que se despliega de Teherán a Beirut [Hezbolá] pasando por Bagdad y Damasco. Es por eso que desarrolla una defensa indefectible al poder sirio a pesar de los crímenes sanguinarios de éste, cuyas consecuencias alcanzarán a sus famosos «aliados».

Puede que los rusos vean esta batalla como una lucha «a vida o muerte», pero en realidad es una batalla «a muerte» porque, seguramente, pondrá fin a la presencia rusa en Siria, a pesar de que Barack Obama declarara a principios de año que «Rusia debe apadrinar la transición en Siria» y reconociera que en el actual reparto mundial de influencias Siria está bajo la órbita de Rusia.

Aunque la situación mundial le otorga una oportunidad de ensueño para reforzar su presencia internacional y para mantenerse en una región que, en tiempos de la Unión Soviética, era su patio trasero, constatamos que Rusia es la más estúpida de las potencias imperialistas debido a que ni siquiera ha contemplado «encarrilar la crisis» a través de un cambio que habría garantizado e incluso habría reforzado su papel una vez que el grupo mafioso en el poder en Siria se hubiera girado hacia «Occidente», en busca de contrapesos para establecer nuevas relaciones con él.

Pero, probablemente, sea la naturaleza de las posiciones internacionales, y en especial las occidentales, lo que lleva a los rusos a esta posición tan estúpida. Más en concreto, el que los Estados Unidos hayan aparecido como mirando de reojo, a distancia, lo que está ocurriendo en Siria, con una posición ambigua y poco firme, sin que apareciera ninguna posición clara y contundente como ocurrió en el caso de Túnez o Egipto. Los Estados Unidos han dejado clara su posición contraria a una intervención militar e incluso a tomar parte en el armamento del Ejército Libre y siquiera han tenido el coraje de inmiscuirse directamente en la «crisis siria». Se «retiran» del Próximo Oriente para proteger América del «peligro chino». Sus prioridades se han desplazado hacia la región del Pacífico y el declive de su economía impide que su fuerza militar pueda imponerse al mundo tal y como lo intentaron tras la caída de la Unión Soviética. Los Estados Unidos ya no se consideran capaces de ser determinantes en el Próximo Oriente y su prioridad para el futuro se sitúa en la defensa de sus intereses petroleros en el Golfo. No han encontrado necesario intervenir directa ni indirectamente en la caída del régimen sirio. Más aún cuando lo que quieren hacer en Siria, repitiendo la «experiencia» de lo hecho en Irak pero sin intervención miitar directa y que consiste en destruir Siria a través de alimentar los conflictos comunitarios, y desintegrar el ejército y el estado, lo está haciendo finalmente el propio régimen sirio. Así pues: ¡que Siria se autodestruya, que se desarrolle el conflicto comunitario y que Rusia herede un estado sin ningún interés! Esto significa que Estados Unidos no debe apoyar una intervención para derrocar el régimen, ni presionar a otros estados para que lo hagan, ni apoyar a la oposición armada para que lo haga ella, porque eso pondría fin al conflicto.

Europa está empantanada en una crisis económica que augura una gran depresión y quizá revoluciones en el sur de su periferia, lo que le imposibilita impulsar ninguna iniciativa importante en torno a Siria. Por su parte, Turquía está confusa porque no desea la caída del régimen, pero la crispación extrema del poder sirio le ha forzado a la ruptura. No estaba interesada ni en una intervención militar ni por una alianza internacional para intervenir porque contaba con hacer de Siria un aliado para su objetivo de convertirse en una potencia internacional que dominara en Oriente. Turquía está totalmente perdida: a veces cede a determinadas presiones pero luego se niega a ir más lejos, porque la anarquía en Siria le perjudicaría e iría contra sus intereses.

Así pues, no sólo no existe una posición internacional común para una salida a la crisis Siria, incluso que existen posiciones encontradas: la americano-europea y la ruso-chino-iraní. Turquía busca un acuerdo con Rusia e Irán más que la alianza con los Estados Unidos. Por el momento, sin ningún resultado. De ahí que la misión de Brahimi, al igual que la anterior de Annan, no tiene ningún futuro. Se trata más de una misión orientada a «gestionar la crisis» que a ofrecer una solución. Lo que le lleva a Brahimi a realizar propuestas tan ridículas es su deseo de ganar tiempo y poder decir que las cosas avanzan…

Por lo tanto, el contexto internacional no permite una intervención para resolver la crisis o llevar a la caída del poder. Los países capitalistas están más por la continuidad del conflicto, por la extensión de la destrucción y de las matanzas e incluso por el conflicto comunitario. Los rusos y los iraníes tienen interés, por su parte, en la perennidad del poder sirio, incluso si ello implica todas esas destrucciones y matanzas, incluyendo un conflicto comunitario. Por supuesto, esta es una visión trágica. Pero al principio nadie se planteaba el papel de la comunidad internacional para «encarrilar» la crisis o para derrocar al poder. Se trataba sobre todo de la voluntad popular por derrocar el poder. Cuando este pueblo se lanzó a la calle el 15 de marzo de 2011 enarboló la consigna «El pueblo quiere la caída del régimen»; no se rebeló contra el poder para exigir a los demás que lo tumbaran.

A pesar de toda la violencia, la destrucción y la fuerza que utiliza el régimen, a fecha de hoy está claro que se debilita cada vez más rápidamente y que ya no es capaz de imponer su ley en numerosas regiones sirias; que la revolución avanza a pesar de todo lo que le rodea.

Salameh Kayleh fue detenido el 24 de abril de 2012 por agentes del régimen de Assad en Barzeh, un barrio de Damasco. Fue liberado después de tres semanas de detención y expulsado a Jordania. Dio entonces entrevistas sobre las torturas que sufrió en los servicios de información del ejército del aire, en el distrito de Al Umawiyin, e incluso en el hospital militar. Salameh Kayleh nació en la ciudad palestina de Bir Zeit, cerca de Ramalá. Tras sus estudios en Bagdad, se instaló en Damasco. Es autor de numerosos escritos sobre el nacionalismo árabe, el imperialismo y la actitud inaceptable de una gran parte de la izquierda árabe frente a los regímenes dictatoriales. Salameh Kayleh había sido encarcelado ya en 1992. Pasó cuatro años en prisión. Fue torturado y sometido a aislamiento. Su proceso tuvo lugar en 1996 y fue condenado a ocho años de prisión. Fue liberado en marzo de 2000 tras haber pasado los dos últimos años de cárcel en la prisión de Tadmor, descrita por él como un campo de concentración. Sufre un cáncer. Desde su salida, prosigue su combate por la justicia social y las libertades políticas en Palestina, en los países árabes y en Siria. Declaraba en mayo de 2012: «Si pudierais ver la fuerza moral de los jóvenes detenidos, incluso tras haber sufrido horribles torturas, comprenderíais que ese régimen no puede sobrevivir».

Fuente original: http://alencontre.org/moyenorient/syrie/la-treve-de-laid-et-la-gestion-de-la-crise-syrienne.html

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Publicado en el diario Al Hayat y traducido del árabe para A l´encontre por Jihane Al Ali.