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La red exterior de la Generalitat catalana, la apuesta «soberanista» y la riqueza cultural de las comunidades

Fuentes: Rebelión

Ha sido la crónica de un movimiento anunciado: el gobierno de la Generalitat usa su red exterior para impulsar su proyecto político «soberanista». ¿Y el entrecomillado? El «dret a decidir» que se reclama -cuando se reclama, que no es siempre ni por todos- parece afectar sólo a las relaciones de Catalunya con el resto de […]

Ha sido la crónica de un movimiento anunciado: el gobierno de la Generalitat usa su red exterior para impulsar su proyecto político «soberanista».

¿Y el entrecomillado? El «dret a decidir» que se reclama -cuando se reclama, que no es siempre ni por todos- parece afectar sólo a las relaciones de Catalunya con el resto de España (al vínculo Catalunya-España en el lenguaje y decir nacionalistas). Ni una coma, ni un compás, ni siquiera una nota de reclamación, ni intento alguno de defensa de la muy maltrecha soberanía del país respecto a los sesgados intereses y decisiones unilaterales de las grandes corporaciones (basta con pensar en Eurovegas y en la estrategia política seguida por el gobierno de los mejores privatizadores [1]) e, igualmente, en la servil subordinación a los núcleos centrales del poder europeo y a las políticas antiobreras abonadas por la troika dirigente y autoritariamente dominante.

No tengo acceso al documento de la oficina de «voluntarios» Dicoplat donde se dan directrices sobre estas cuestiones pero, según informaciones periodísticas [2], de nuevo se confunden puntos esenciales en la redacción de las consideraciones y reflexiones generales. Por ejemplo, España y el gobierno español son uno y lo mismo. España se identifica en ocasiones con algunos de los partidos políticos de ámbito estatal actualmente existentes. España, igualmente, parece quedar reducida a algunos de sus grupos sociales dominantes que la están conduciendo a pasos acelerados hacia desastre social de dimensiones históricas.

Nada de ello es casual por supuesto. No son errores de redacción o de enfoque. No fue fruto de un mal día de los redactores tras la derrota del Barça. La ideología nacionalista conservadora, que parecen compartir en los últimos tiempos en fuerte y enérgica coincidencia CiU y ERC (el caso de los hermanos Badia es un ejemplo reciente), abona ese tipo de confusiones-mucho-más-que-confusiones. Según esta narrativa publicitada, España -sin más matices- es un país de intolerantes, de bárbaros, de uniformistas centralizadores, de incultos. No hay nada más que hacer. «Adiós España», ésta es su consigna (provisional) de la hora. ¿Con qué trasfondo real, con qué alcance pragmático? Por el momento, se me escapan algunos vértices del polígono deseado.

Pero supongamos, aunque no aceptemos, los nudos básicos de esa cosmovisión poco documentada y con muy escasos matices. Hay algo en lo que vale la pena insistir.

En el documento indicado se afirma lo siguiente: «Muchos políticos españoles, tanto de izquierdas como de derechas, consideran las diferencias entre Cataluña y el resto de España no como una riqueza cultural, sino como una amenaza a la unidad nacional». Lo de diferencias entre Cataluña y el resto de España es un decir infrecuente, muy infrecuente. Bienvenido sea. Normalmente el lenguaje nacionalista habla de Cataluña y España, no del resto de España. De hecho, la expresión «muchos políticos españoles» refiere a políticos institucionales no catalanes y no sé exactamente qué opina Sabino Cuadra, por ejemplo, de esa taxonomía pero lo puedo imaginar perfectamente.

Lo de «muchos» en «muchos políticos» apenas compromete. Vale para casi todo. Sea como fuere, no son todos. Se está reconociendo, pues, que algunos políticos españoles no van de ese palo. ¡Bienvenida sea también esta aceptación!

Las diferencias, la riqueza cultural y las amenazas a la unidad nacional es el punto a comentar. Y el caso es que, aplicada ahora la consideración a la propia Cataluña, sin negar desde luego que la crítica pueda valer para ciertas formaciones políticas españolas (PP, sectores del PSOE, UPN, UPD, etc) y ciertas tradiciones culturales hispánicas (el rancio-conservadurismo neofranquista en lugar destacado), la perspectiva crítica de ajusta como un guante adecuado al caso de la Cataluña conservadora (no a toda Cataluña por supuesto), a las 400 familias que ejercen mando en plaza rodeadas de escándalos y corrucpiones. También para muchas fuerzas conservadoras del país de Mas, Fainé y Millet, que trabajan incansablemente en medios y fuera de los medios para generar consenso, las diferencias culturales en el interior del país no son vistas como riqueza cultural, como enriquecimiento de todas y para todos, sino como una amenaza latente a la sagrada y homogénea unidad nacional acompañada en ocasiones de menosprecio y descalificaciones.

¿Pruebas? Las que se deseen. ¿Cómo es posible que en algunas instancias culturales se siga considerando el flamenco como algo externo a la cultura catalana? ¿Cómo es posible que Francisco Fernández Buey o Manuel Sacristán, por poner dos ejemplos entre muchos otros, sean consideradas pensadores no catalanes? ¿Jaime Gil de Biedma no es un poeta que, sin escribir en catalán, forma parte de la cultura catalana? ¿Juan Marsé, Juan, José Agustín Goytisolo, tampoco son parte de la cultura catalana? ¿No son todos ellos parte de la riqueza cultural del país? A muchos nos parece más que razonable que Sefarad tuviera cuatro lenguas oficiales. Ni que decir tiene que nos parece un acto de represión o inadmisible autoritarismo lingüístico que Cuadra, Tardà o Beiras, si fuera el caso, no puedan usar su propio idioma para intervenir en el Congreso de Diputados. De la misma forma, apelando a la diversidad cultural, a la realidad lingüística de las comunidades, no parece justo ni razonable que en la política lingüística que se defiende para Catalunya como nuevo Estado (o en algún caso para el conjunto de los Países Catalanes) el catalán sea la única lengua oficial de ese nuevo Estado deseado (admitiendo alguna cooficialidad territorial para el caso del aranés). ¿No es la misma o muy similar coacción pero a la inversa?

El asunto, por lo demás, tiene efectos devastadores política, histórica y culturalmente. Ciertas formas de considerar la cultura, la historia del país y la «unidad nacional», aquí, en Catalunya, no hablo ahora del resto de España, son causa de que Francesc Cambó o Joan Antoni-Juan Antonio Samaranch [3] tengan, en Barcelona, avenidas o museos a su memoria dedicados. Julián Grimau, por el contrario, un «español antifranquista torturado y asesinado» que vivió en nuestra ciudad en tiempos republicanos, hay muchos más ejemplos, no tiene ni una pequeña calle que lo recuerde en la ciudad de López Raimundo y Teresa Pàmies.

Notas:

[1] Todos ellos, curiosa e inconsistentemente, se declaran amantes del país y de su territorio.

[2] El País, 30 de abril de 2013.

[3] El papel de Pasqual Maragall fue decisivo en la reconsideración de estas dos figuras históricas en ambos casos. También en el resurgimiento del alcalde franquista Porcioles. 

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.