Este 19 de julio se cumplen ocho años del inicio de la revolución del pueblo kurdo en el noreste de Siria, aunque la semilla de resistencia tiene sus raíces muchos años atrás. A finales de la década de 1970 se fundó el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización de lucha de liberación del pueblo kurdo que tuvo presencia en mayor o menor medida en Irán, Irak, Siria y Turquía, los cuatro Estados-nación que se impusieron a inicios del siglo XX sobre el territorio, la historia y la memoria del Kurdistán. Desde ese tiempo, las y los kurdos comenzaron una intensa experiencia colectiva de organización y resistencia frente a la ocupación colonial y la dominación de dichos organismos estatales, en ocasiones combatiendo contra sus ejércitos. A pesar de la represión sistemática y la guerra integral sobre la población kurda, no cesó el deseo por una sociedad liberada, por lo que formaron diversas organizaciones y partidos con distintos niveles de incidencia política en cada contexto nacional.
Sin embargo, el año 2012 marcó el inicio de la revuelta social, política y militar protagonizada por las y los kurdos organizados en el Partido de la Unión Democrática (PYD), así como en diversos colectivos de base y en unidades de protección de hombres y mujeres, quienes derrocaron las estructuras políticas y militares del régimen autoritario sirio al mando del dictador Bashar al-Ássad, en la región de Rojava. Este acontecimiento dio inicio a una profunda transformación de las condiciones de opresión y genocidio que marcaron la historia contemporánea de los pueblos kurdos, pues establecieron un nuevo Contrato Social e instauraron un proyecto de autogobierno denominado “confederalismo democrático”, inspirados en los planteamientos teórico-políticos del líder kurdo Abdullah Öcalan, preso en Turquía desde 1999.
Ocho años después, la región de Rojava agrupa siete cantones donde habitan más de cuatro millones de personas de distintos pueblos (la mayoría kurdos pero también habitan árabes, yazidíes y siriacos) del Kurdistán, los cuales organizan sus vidas con base en sus estructuras autónomas. Sin duda, la revolución kurda constituye uno de los referentes de lucha anticapitalista más relevantes del mundo, pues representa un ejemplo de organización no estatal, el cual privilegia la autogestión y la auto-administración de la vida social a través de la participación rotativa y equitativa de hombres y mujeres en asambleas, concejos civiles y cargos comunales en diferentes niveles y áreas de la organización democrática, femenina y ecológica.
Como apunta un documento sobre el movimiento kurdo y la confederación democrática: “cada uno de los cantones tiene consejos legislativos, judiciales y ejecutivos, con una estructura ministerial de 22 órganos que abarca todas las áreas: Relaciones Exteriores; Defensa; Interior; Justicia; Regional/Cantonal (Municipalidad, Censos y Planificación); Finanzas; Asuntos Sociales; Educación; Agricultura; Energía y Recursos; Salud; Comercio y Economía; Mártires y Veteranos; Cultura; Transporte; Juventud y Deporte; Medio Ambiente; Turismo; Asuntos Religiosos; Familia y Asuntos de Género; Derechos Humanos; Comunicación; y Seguridad Alimentaria. La toma de decisiones se guía por la democracia directa y el consenso, teniendo su unidad mínima en las Comunas (pueden comprender una calle, un vecindario o una villa), organizadas en barrios o distritos, y por último las ciudades, agrupadas en cantones. Cada Consejo Popular está obligado a ser compuesto por un mínimo de un 45% de cualquiera de los dos géneros, obligando a la paridad, a lo que se añade un 10% reservado para minorías étnicas. De la misma forma la elección de portavoces no se hace de forma unipersonal sino dual, con paridad de género y la más amplia variedad étnica que permita la realidad. El objetivo de la creación de tantos consejos y comités es la descentralización del poder político para evitar la estatalidad, de manera que la autogestión guíe la vida en Rojava”.[1]
En la revolución kurda, el papel de las mujeres es central, pues la liberación de las mujeres del yugo patriarcal es imprescindible para la democratización de la vida. Es este elemento el principio fundamental de la civilización democrática que propone el líder Apo. Al poner la cuestión de las mujeres en el centro, el movimiento kurdo enfatiza la lucha contra el patriarcado en todos sus niveles, tanto en el combate a las propias estructuras que producen la desigualdad y la violencia contra las mujeres, como a nivel interpersonal, atacando la propia mentalidad que orienta las prácticas de los hombres y termina por reproducir la ideología de dominación masculina. De allí el lema: la liberación de la sociedad es la liberación de las mujeres.
En la actualidad, la lucha del pueblo kurdo atraviesa las fronteras delineadas por el imaginario colonial y busca socializar su experiencia de autonomía con otros pueblos originarios, en particular de Abya Yala. Por esta razón, se han impulsado distintos tipos de encuentros, diálogos, alianzas que producen conexiones intersubjetivas con actores políticos de pueblos indígenas y tribales en México, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Venezuela y otros que apelan al impulso de la autonomía, sin la necesidad de estructuras estatales. Algo similar sucede con la inspiración que genera la revolución de las mujeres kurdas en los movimientos de mujeres en otras geografías, por ejemplo la empatía mostrada con el movimiento de dimensiones globales por la despenalización del aborto. Así mismo, se han conformado distintos comités de apoyo a la lucha kurda como principios de una lucha internacionalista, donde confluyen distintos activismos. Es desde estos espacios que este octavo aniversario será particularmente significativo, pues marca un nuevo punto en el calendario de luchas desde abajo.
Walter Benjamin se
refería como tiempo-ahora a la
irrupción de acontecimientos sociopolíticos que rompen el tiempo continuo de la
historia de dominación y opresión para generar algo nuevo, una praxis
liberadora que conmemora otros tiempos mesiánicos. Sin duda, el proceso
revolucionario en Rojava, con la lucha ejemplar de las mujeres, es la síntesis
de cómo el tiempo-ahora configura el
nacimiento de otros mundos.
[1] Véase el documento “transformación ideológica de Abdullah Öcalan. El movimiento kurdo y la confederación democrática”. Disponible en: https://rojavaazadimadrid.files.wordpress.com/2018/07/transformacic3b3n-ideolc3b3gica-de-abdullah-ocalan-el-movimiento-kurdo-y-la-confederacic3b3n-democrc3a1tica-difusion.pdf