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La «Segunda Transición»

Fuentes: Gara

Nos encontramos tal vez ante lo que se podría llamar una «Segunda Transición». Es lo que se nos insinúa en sordina, porque decirlo, lo que se dice decirlo, no se puede propiamente, pues la «Primera Transición» ya fue desde siempre «ejemplar». Y esta «Segunda Transición» la harán, naturalmente, los mismos que hicieron la Primera. ¿O […]

Nos encontramos tal vez ante lo que se podría llamar una «Segunda Transición». Es lo que se nos insinúa en sordina, porque decirlo, lo que se dice decirlo, no se puede propiamente, pues la «Primera Transición» ya fue desde siempre «ejemplar».

Y esta «Segunda Transición» la harán, naturalmente, los mismos que hicieron la Primera. ¿O no? Por lo menos los catalanes, tan positivos entonces, ahora no está claro que estén; el PNV desde luego no está, de los comunistas se prescinde, algún «padre de la Constitución» falta clamorosamente, además de algún que otro partido roto o comprado y desaparecido. Sin el PP no se puede hacer nada; pero sí sin los otros, porque el cortijo es cosa de dos y por tanto ya hay democracia; como dijo Hegel ­¡qué listo era!­ , donde hay dos ya hay pluralidad.

Sí, nos prometen sotto voce la «Segunda Transición» que ellos harán, y todos los demás de rodillas y con esparadrapo en la boca. En realidad ni siquiera está claro por qué este cambio, pues problema político, haberlo, al parecer, nunca lo ha habido, sólo una banda de terroristas, que está ya al caer y desaparecer definitivamente. La ingeniería jurídica y judicial ha llegado hace tiempo a su velocidad de crucero. Y los media han alcanzado un nivel de desfachatez sólo explicable por la potencia de sus altavoces, que tampoco permite entender bien lo que dicen. Un reducido ejército fantasma, paseado una y otra vez por todos los escenarios mediáticos como si fuera multitud, se encarga de «representarnos» a los demás, atizando el miedo ­elemento clave de la «opinión pública» española-­ , el odio, el desprecio. Se olvidan y se ocultan verdades de a puño ­bien conocidas entre los constitucionalistas­ , mientras se inventan fantasmas como la persecución y expulsión de Euskadi de los «españolistas». Con semejantes puntilleros, Zapatero puede bien hacer faena limpia.

La retórica política española conoce dos tipos dominantes: el primero ­característicamente de derechas­ es el propiamente retórico, que disfruta del placer del texto como creación de ironías, insultos inéditos, expresiones de dignidad ofendida y gallardía y de un sentido común que es propiedad privada. El segundo tipo corresponde a la progresía y se caracteriza por un nivel de razonamiento abstracto, de principios y grandes palabras ­¿para qué hablaría Lyotard del fin de «los grandes relatos»?­ , con una retórica moderada y subsidiaria. Lo muy general tiene la ventaja de que se puede reconvertir muy fácilmente en muy concreto (esto también lo sabía Hegel); en todo caso es menos castizo y más moderno. Pues bien, Zapatero ha deslizado la retórica dominante hacia el tipo progre. El, que representa el Estado, está dejando en buen lugar la dignidad de éste, para alivio de sustos como el que ha dado Ibarretxe en Madrid y que, todavía hace poco, habría levantado ya al Guerrero del Antifaz de su tumba. Pero es evidente que no basta. Y muchas cacerolas, progres y carcas, hacen ahora un ruido parecido.

Como en la «Tregua», el terrorismo es más bien un telón de fondo para situar lo realmente importante, la unidad de España en la sumisión (de todos, manchegos, leoneses y desde luego andaluces). Los vascos tienen que ser un ejemplo para todos. Ahora se dan cuenta algunos de que la opinión pública ­nacionalista o no­ es distinta en el País Vasco y en España; ellos la han creado. Y Esperanza Aguirre levanta una puntita del telón sagrado de la solidaridad entre todos los pueblos de España, cuando declara una y otra vez que Madrid tiene que ser el motor económico de España. Con Madrid, no con Extremadura, es con quien ante todo hay que ser solidario; por algo está en el mismo comienzo de la Constitución. ¿Por qué no se nos habla del entramado económico y social que se juega aquí? (¿O por qué el PNV hace propaganda electoral con caseríos y ovejitas? Que se lo pregunten a un baserritarra para oírle blasfemar).

Es cierto que los jefes de cuadrilla españoles tienen que preparar a sus masas para el cambio diciendo que no habrá cambio alguno y presentando su propia trayectoria de triunfo en triunfo. (¿De verdad tienen que hacerlo así?) Algo de eso debió de haber también en Anoeta. Pero la diferencia está en que desde Madrid con esa retórica, y sobre todo con la retórica de los hechos, están diciendo: todos al suelo y ya haremos nosotros algún cambio; pero el que nosotros digamos. El principio de autoridad es sagrado, como lo ha sido siempre en un país que pasó de Imperio a Estado, porque sus colonias hicieron la revolución de que él fue incapaz. Ahora están un poco asustados, es verdad; pero saben que pueden controlar la situación, piensan que pueden hacerlo. Serían más listos, si dijeran «después de mí el diluvio»; pero eso sería un acto de cinismo intolerable en quienes se proclaman el más vivo ejemplo de ética y dignidad. Pues dime de qué presumes y te diré qué te falta.