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Respuesta a Pablo Iglesias

La semejanza lingüístico-narrativa y la inexistencia de los días 6 y 7 de septiembre y del 8 de octubre (y II)

Fuentes: Rebelión

«7 consideraciones sobre la crisis catalana» es el título de una carta abierta de Pablo Iglesias [PI] a las inscritas y los inscritos de Podemos. Como les decía, servidora no está inscrita, pero mi compañera sí lo está. Me ha pasado la carta y me ha sugerido comentarios. Me he puesto en ello, acepté su […]

«7 consideraciones sobre la crisis catalana» es el título de una carta abierta de Pablo Iglesias [PI] a las inscritas y los inscritos de Podemos. Como les decía, servidora no está inscrita, pero mi compañera sí lo está. Me ha pasado la carta y me ha sugerido comentarios. Me he puesto en ello, acepté su reto. Ella es muy suya si dices que no. Estoy en el siguiente punto de la carta, es el cuarto: «El proyecto del bloque monárquico: España antes rota que con Unidos Podemos en el Gobierno» (Para mis primeras observaciones, les dejo aquí el enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233159)

Desde el surgimiento de Podemos y su desarrollo junto a fuerzas políticas hermanas con las que confluyen y comparten proyecto, señala PI, «las élites han movilizado todo su arsenal para evitar que pudiéramos formar parte del Gobierno del Estado». No todas las élites. Concepto éste por otra parte bastante escurridizo, acaso un significante vacío a rellenar que, por tanto, convendría dotar de contenido: alta burguesía, oligarquía, bloque dominante, etc. No todas decía. Roures, por ejemplo, que es élite, no lo ha hecho, no ha ido a la yugular. Recibió en su casa a PI, a Junqueras y a otros comensales (¿todos ellos hombrecitos?), el día de la vampirización nacionalista de la manifestación de duelo tras los atentados de agosto. Sea como fuere, todas las élites son todas las élites y ese todo incluye y debe incluir las élites catalanas. Recordemos, por ejemplo, las declaraciones y sugerencias políticas del presidente o director del Banc de Sabadell: necesitamos un Podemos de derechas. Ya lo tienen: Ciudadanos.

Esas élites, comenta PI, trataron de forzar el entendimiento PP, PSOE y C’s presionando incluso a Rajoy «para que renunciara como candidato a la presidencia del Gobierno para facilitar así una gran coalición a tres». Rajoy resistió «y el intento ulterior fue favorecer un Gobierno con un programa neoliberal acordado entre PSOE y C’s, siempre y cuando Podemos no participara en dicho Gobierno». Las élites, de nuevo ese concepto un pelín borroso, «se opusieron con todas sus fuerzas a la posibilidad de entendimiento del PSOE con nosotros y las fuerzas políticas catalanas y vascas». «Con nosotros» debería incluir Izquierda Unida (seguramente ya está incluida en el decir de PI) y las fuerzas catalanas y vacas, especialmente las primeras, son fuerzas nacionalistas-secesionistas. No parece fácil llegar a algún acuerdo de gobierno con ellas. ¿Cómo, a costa de qué?

El propio Sánchez, recuerda PI, horas después de ser obligado a dimitir como secretario general (que él escribe con mayúsculas), reconoció en una entrevista con Évole para Salvados «que fue presionado, entre otros por César Alierta, así como por los jefes del diario El País y por la vieja guardia de su partido, para que no formase un Gobierno con nosotros». Sin duda fue así; una, en eso, está de acuerdo con Sánchez. No es un delirio. En todo caso, con lo indicado, salvo error por mi parte, PI intenta justificar (o acaso no lo hace porque lo da como evidente) su voto negativo a la investidura del candidato presidencial Sánchez en marzo de 2016. Una, sin negar nada de lo dicho, no está tan segura de la decisión tomada. Tal vez la abstención hubiera sido el sendero más adecuado, tal vez se hubieran creado condiciones más abiertas y mejores para la izquierda transformadora, feminista y federalista. No afirmo nada con seguridad.

Las élites saben, concluye PI este punto, que solo un Gobierno de coalición con Unidos Podemos hubiera podido «pactar una salida democrática al problema catalán, pero nuestra presencia en el Gobierno habría implicado también cambios en el Estado que hubieran amenazado sus privilegios y a un entramado corrupto que, sin controlar el Estado, habría quedado expuesto a una acción de la Justicia sin interferencias por parte del poder político». La acción de la justicia en este punto no es en absoluto despreciable a día de hoy pero, en todo caso, si hablamos de corrupción conviene hablar de la corrupción en .Cat que es ejemplo muy destacado sin que, en opinión de una, PI le dé suficiente importancia.

Lo de «salida democrática» suena muy bien, pero, como es evidente, conviene concretar: ¿a qué llamamos salida democrática al problema catalán? ¿Cuándo una propuesta es democrática y ayudar a resolver el interesadamente denominado «problema catalán»?

Añade aquí PI una extraña inferencia: «Antes que poner en riesgo sus privilegios y su impunidad, las élites decidieron arriesgar la integridad territorial de España». Por lo que aquí dice, estas élites a las que alude parecen excluir las importantes élites catalanas secesionistas (no digo que todas las élites .Cat lo sean) que también son parte de ese conjunto y una no está tan segura que la apuesta de ese élites fuera esa. Por lo demás, y el punto es importante, una puede estar por la integridad territorial de España (mi caso, por ejemplo, y el de millones de trabajadoras y jubiladas catalanas y españolas) y no tener nada que ver con las élites. De hecho, Podemos, por lo visto en la entrega anterior, también es ejemplo de ello.

Vayamos al punto 5º: «La dirección del PSOE ha renunciado a encabezar un Gobierno». Tras fracasar en el intento de forzar la implosión interna de Podemos, sostiene PI, «los poderes oligárquicos fracasaron también en su intento de devolver al PSOE a su normalidad histórica». La victoria de las bases del PSOE contra el aparato de su partido y contra los principales poderes mediáticos del país, asunto muy importante desde un punto de vista sociológico sobre las bases ciudadanas próximas al PSOE, se basó en tres pilares, señala PI: plurinacionalidad, mayor cercanía a Podemos y una oposición real al PP en la que no se descartaba la moción de censura. Lo de plurinacionalidad, como sabemos, ya está recogido, es el punto 2 de la Constitución que, desde luego, podemos modificar y precisar más.

Al arrojar por la borda las tres claves de su victoria, opina PI, «Sánchez, no solamente ha colocado al PSC en una posición imposible y ha debilitado a los sectores de su partido que le hicieron ganar, sino que ha vuelto a empoderar a sus adversarios internos, que nunca lo aceptarán como a uno de los suyos». No digo nada sobre esto último, que tal vez sea así, pero no veo tan clara la posición imposible del PSC. De hecho, el PSC sería mejor entendido, y más apoyado electoralmente, si fuera más claro en sus posiciones y algunos alcaldes y alcaldesas mostraran sus posiciones críticas donde conviene mostrarlas, en el seno de la organización, no en el ágora pública para lucirse o pensando en futuros posibles, jugando con todas las cartas. Entre las ambigüedades calculadas del PSC (todo se pega, Colau y sus comunes han hecho escuela en este punto) está su participación-no-participación en la manifestación del 😯 (Josep Borrell, eso sí, como recordamos, fue uno de los oradores. Me dice mi compañera que «estuvo estupendo» el lunes pasado en La Sexta. No lo vi, estaba preparando la cena).

La victoria de Sánchez, recuerda PI, «despertó una ola de ilusión en España, tanto en los votantes socialistas como en los nuestros, que veían en esa victoria de las bases un horizonte de Gobierno conjunto y la posibilidad de llevar a cabo avances sociales históricos y de resolver democráticamente el conflicto catalán». Apoyando al PP y apuntalando el bloque felipista, sostiene PI, «el PSOE ha renunciado a liderar un Gobierno de cambio en el Estado». Una no sabe. De hecho, para ser sincera, nunca ha creído realmente que un gobierno liderado por un dirigente del PSOE pudiera dirigir un cambio real en España y en sus instituciones. Tal vez esté equivocada; así lo espero. Los recuerdos de los gobiernos del OTANSI -más reconversión industrial salvaje, social-liberalismo como modernidad muy moderna, corrupciones mil, los GAL…- juegan malas pasadas en el análisis.

«España será plurinacional o no será» es el punto 6 de la carta. El problema histórico de los monárquicos, sostiene PI, «es que jamás entendieron España, a la que solo supieron dominar y someter. Nunca fueron capaces, salvo cuando la presión democrática les obligó, de utilizar el Estado para hacer de nuestra riqueza plurinacional un proyecto patriótico». Seguramente es así aunque una no sabe el concepto de España plurinacional que maneja PI. Las experiencias monárquicas de Estado durante los siglos XIX y XX, prosigue, «configuraron una visión estrecha, uninacional y autoritaria de la realidad española. Para los partidarios de la monarquía, asociar la palabra «nación» en el territorio del Estado a algo diferente a España era algo inaceptable». Por ello, añade, «siempre identifican el Estado con la monarquía. Y España es mucho más que la monarquía y, además, está llamada a sobrevivir a ella». Los secesionistas se pondrán de los nervios al leer esto porque para ellos de lo que se trata es de la destrucción de España, no de supervivencia, pero, en todo caso, y para ser justas, algunos monárquicos dieron un pequeño paso adelante cuando aceptaron en la Constitución del 78 que esa Constitución se fundamentaba «en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» pero también en que reconocía y garantizaba «el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». No está mal del todo lo segundo teniendo en cuenta la llamada «correlación de fuerzas». Lo primero suele sonar fatal, y permite mejores formulaciones, pero en Constituciones que solemos citar -europeas y no europeas- podemos encontrar afirmaciones afines.

Uno de los primeros elementos de ruptura con el franquismo durante la Transición, la Inmaculada Transición bromeaba Jorge Riechmann hace años, fue, nos recuerda PI, «la restauración de la Generalitat, con el retorno del president Tarradellas antes de que España se dotase de la actual Constitución». Con ello se reconocía, sostiene, «que Catalunya se organizaba según un orden político propio, que es lo que en estos días se está rompiendo». Lo de «orden político propio» es expresión poco definida pero, fuera como fuese, ¿quién está lo rompiendo lo que parece roto? ¿El gobierno Rajoy o ya antes los diputados de Junts pel sí y la CUP con lo votado en las sesiones del 6 y 7 (8 por la madrugada de hecho) en un Parlamento catalán vaciado de oposición, con la presencia incomprensible para muchas de los diputados de CSQES?

Eso también fue evidente en Euskadi, añade PI, «donde no se reconoció la Constitución hasta que se garantizó la actualización de sus fueros. Las nacionalidades históricas se reconocen, precisamente, en el hecho de poseer instituciones propias que no derivan de la Constitución de 1978». No creo que esta formulación sea la mejor de los posibles, especialmente en el caso de los fueros vascos, que son privilegios en última y en primera instancia, pero podemos dejarlo aquí a no ser que PI piense, sin decirlo, que de allí se infiere la soberanía propia y excluyente de la ciudadanía catalana (en términos secesionistas: del pueblo catalán… secesionista). Es una de las afirmaciones de estos días del mundo secesionista. NO habían insistido antes en ello.

A partir de 1982, «el modelo de Estado de las autonomías funcionó gracias a la estabilidad brindada por los grandes partidos nacionalistas catalán (CiU) y vasco (PNV)». Vale de acuerdo, tomemos nota: partidos nacionalistas. Sin embargo, en los últimos diez años, «al tiempo que la crisis económica debilitó el proyecto de la UE, la estabilidad del régimen del 78 se rompió por dos flancos: el que abrió el 15M y el que abrió el proceso soberanista en Catalunya tras la sentencia del TC sobre el Estatut». Por supuesto que cabe describirlo así, pero cabe añadir que los dos flancos son muy heterogéneos: el 15M y colectivos afines aspiraban a una España solidaria, justa, más democrática, menos desigual, etc; el proceso secesionista, en cambio, aspiraba a agitar la ruptura con el Estado para, como reconoció el propio Santi Vila, un conseller de varios gobiernos nacionalistas catalanes muy puesto en el tema, tapar con banderas la política neoliberal y destructora de derechos sociales que ellos protagonizaron como casi ningún gobierno en España, incluido el general del PP. Por lo demás, recuérdese que a veces se olvida, el primer gobierno Mas contó con el apoyo entusiasta de PP. Fueron, de nuevo, socios de gobierno. Conviene no olvidarlo. ¿Recordamos lo ocurrido en sanidad, enseñanza, orden público, derechos básicos? ¿República de los derechos y las sonrisas? ¡Venga ya!

España y Catalunya, señala PI escribiendo como suelen escribir los secesionistas, «afrontan hoy la realidad de su historia, de sus relaciones y de la carencia de una solución democrática pactada». La posición de PI: «para nosotros y nosotras, la solución es celebrar un referéndum legal y pactado que presente como opción una relación libre entre pueblos, para repartir de forma adecuada los beneficios y las cargas de pertenecer a un único Estado». Lo de forma adecuada parece querer decir que no ha sido adecuada hasta aquí (¿en perjuicio de quién realmente?) y lo de la unión libre de pueblos suena, de nuevo, a lenguaje secesionista en estado puro. Sea como fuere, la celebración de un referéndum no secesionista, en condiciones democráticas, puede ser una buena solución. La cuestión: ¿qué pregunta? ¿Al conjunto de la ciudadanía española? PI hablaba en términos del conjunto de España para aprobar la reforma constitucional si tuviese efecto.

«Tenemos un proyecto social y soberano para Catalunya y España» es el punto 7 de la carta. Vamos finalizando. La formulación, el enunciado de este punto 7, ya no es ejemplo de lenguaje secesionista sino de formulación pura y estrictamente secesionista. Ni ellos mismos lo hubieran dicho así.

No se puede entender España desde la homogeneidad, afirma PI, «sino desde la heterogeneidad y la fraternidad». Lo mismo que Cataluña debería haber añadido el secretario de Podemos, cosa que se suele olvidar. La diversidad para España, no para .Cat. Le enorgullece como demócrata que «Catalunya haya sido siempre una pieza crucial del cambio político en España y me indigna como español que la estrategia negacionista hacia el problema catalán por parte de las élites centrales pretenda impedir que Catalunya ayude a la formación de una nueva España». No digo nada sobre ese «siempre una pieza crucial» (porque no lo ha sido siempre, es otra de las mitificaciones nacionalistas) pero, ¿ese es realmente el objetivo secesionista?, ¿ayudar a la formación de una nueva España, una España mejor? Pues yo a mi edad, ya jubilada, viviendo en al ciudad de Joan Salvat-Papasseit y Montserrat Roig, no tenía ni idea de que esa fuera su finalidad.

No aceptamos el chantaje, prosigue PI; «que busca considerar a los progresistas catalanes como apestados, para impedir así que formen una alianza con las fuerzas progresistas españolas y, si nuestra opción triunfa en el referéndum, les seguiremos emplazando a construir España y Catalunya con nosotros». ¿»Progresistas catalanes» los secesionistas? ¿Sabe de quién habla PI? ¿Mas, Puigdemont, Junqueras incluso, Mas Colell, Santi Vila, Felip Puig, Irene Rigau y tantos otros, progresistas? ¿Es consciente PI que los están insultando? No tienen nada, nada de nada, de progresistas. Lo suyo es la cuenta de resultados, no el progreso social. Se lo va a tomar peor que mal. Ellos están por el progreso de sus cuentas y privilegios, no por otros tipo de progreso.

Hoy, va concluyendo PI, «la crisis en Catalunya requiere pensar fórmulas, federales o confederales, para afrontar la plurinacionalidad de España como vínculo emocional y afectivo basado en el reconocimiento de las plurales tradiciones de sus pueblos», y de sus «pueblos» en su interior debería haber añadido PI; no sólo España en su conjunto tiene tradiciones plurales. No puedo comentarlo aquí, es tarde, pero sería bueno que PI me señalara un país en el mundo con un sistema político confederal (Suiza, aunque se denomine así, no lo es). Para aprender, no discuto ni niego nada de entrada.

La aplicación del 155 no es una iniciativa aislada, señala PI. «Forma parte de una estrategia autoritaria de recentralización, que amenaza la viabilidad de los Estatutos de Autonomía y que impide que los pueblos se doten de las herramientas adecuadas para garantizar su existencia histórica, tanto en el campo económico, fiscal, hacendístico, cultural, lingüístico como en el de reconocimiento internacional». Es decir, exagerando todo lo posible, no al 155. ¿Qué entonces? ¿Que los secesionistas sigan haciendo lo que les da la gana?

Es necesario, opina PI, «defender España asumiendo el derecho del pueblo catalán a decidir su futuro en un referéndum y, a partir de ahí, discutir en Catalunya y en España un modelo de Estado plurinacional que no solo reconozca a Catalunya como nación, sino que apueste por una configuración estatal que acepte de una vez la realidad plurinacional de nuestra patria y construya un proyecto de país asociado a la justicia social y a la soberanía popular». ¿Significa eso que Podemos está por el derecho de autodeterminación de las nacionalidades españolas? ¿Son colonias, semicolonias, sociedades aplastadas? ¿Hay algo de eso realmente? ¿NO estamos frente a construcciones ficcionales? Por lo demás, ¡ya basta con lo del pueblo catalán que suena siempre a homogéneo y a unidireccional! ¡Somos diferentes, no somos clones de Puig-Mas! ¿Por qué no hablamos de ciudadanía, diversa, agrupada en clases sociales en lucha, con proyectos muy diferenciados, etc, etc?

Además, si soberanía popular refiere a soberanía del conjunto de la ciudadanía española, ¿no se nos está colando alguna contradicción en la formulación?

España cuenta con una reserva democrática de valor incalculable, en opinión de PI, «un espíritu republicano que debe dejar de ser una nostalgia asociada a símbolos del siglo XX para acompañar el impulso constituyente que inició el 15M». No entiendo bien «el debe dejar de ser nostalgia». Hay símbolos del XX que me parecen maravillosos: Rosa Chacel, por ejemplo. Ibárruri, como segundo ejemplo. Pero, por si acaso, me callo, no digo nada y no meto la pata. El espíritu constituyente del 15M, son las últimas palabras de PI, «debe impulsar la nueva España a la que aspiramos; social, republicana y plurinacional». Debería haber añadido: y federal.

Sea como fuere, insisto, esa no es la aspiración de las fuerzas secesionistas catalanas. De eso nada, dirían heridas en lo más profundo de su cosmovisión. Su proyecto, en algún caso, es romper España tres o cuatro veces, y construir los Países Catalanes, eso sí, según cuentan, muy cañeros y socialistas.

Dejémoslo aquí. Mi compañera me dice que ya está, que hay que hacer la cena y lavar los platos y que hoy me toca a mí. Menos teoría y más práctica doméstica, me suelta con un poco de retintín.

Por lo demás, insisto: los días 6 y 7 no existieron y tampoco el 8 de octubre. Y, sin pretender emular a Wittgenstein, el lenguaje de PI no es a veces un lenguaje propio y federalista. Y sabemos, lo sabemos todas, que cuando escribimos como los otros (que acostumbran a ser otros normalmente), podemos llegar a pensar como ellos.

Por si no nos volvemos a ver en unos días: ¡viva la revolución de Octubre, viva la camarada Kollontai!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.