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La solución al conflicto originado por Israel es un Estado Palestino

Fuentes: Rebelión

1. El debate actual sobre si un Estado es mejor solución que dos estados. Durante el año 2008 se ha incrementado el número de artículos y declaraciones sobre la solución al conflicto palestino. Esto es lógico pues el Estado de Israel se estableció el 14 de mayo de 1948 y cumple ahora 60 años. Millones […]

1. El debate actual sobre si un Estado es mejor solución que dos estados.

Durante el año 2008 se ha incrementado el número de artículos y declaraciones sobre la solución al conflicto palestino. Esto es lógico pues el Estado de Israel se estableció el 14 de mayo de 1948 y cumple ahora 60 años. Millones de palestinos llevan el mismo tiempo sufriendo las consecuencias de este acto. Israel se ha levantado y se sostiene a costa de los palestinos.

Israel ha demostrado sobradamente en ese tiempo que su existencia es incompatible con los derechos humanos de los palestinos como personas y con sus derechos políticos como pueblo. Esto de manifiesta en la declaración de su establecimiento, sus leyes y los testimonios de sus líderes, que explícita e implícitamente excluyen a los palestinos.

Se confirma con la política discriminatoria contra los palestinos que viven en Israel y las constantes agresiones contra los que viven en los Territorios Ocupados e incluso en los países árabes vecinos. Es evidente que éstos han de pagar el precio que Israel estime oportuno -sin importar cuánto: muerte, exilio, ocupación- para que se mantenga y amplíe el proyecto sionista. Éste consiste en la apropiación de tierra árabe para beneficio exclusivo de los judíos de cualquier lugar del mundo.

Las numerosas resoluciones de Naciones Unidas contrarias a Israel, las repetidas críticas -aunque en muchas ocasiones débiles e hipócritas- que recibe de muchas instituciones y organizaciones políticas de todo el mundo, el rechazo de gran parte de la opinión pública internacional y la heroica pero débil resistencia de los palestinos, no han conseguido detener el proyecto sionista.

Este anómalo Estado desafía a la legalidad internacional y es una afrenta a los principios morales y a las convicciones políticas de millones de personas, cuya posición contraria a sus crímenes comparten incluso muchos judíos, especialmente los anti-sionistas. Además constituye una fuente inagotable de problemas políticos graves desde su establecimiento y es garantía de seguir siéndolo en el porvenir. Es también contrario al sentido común, que se niega a aceptar la injusticia de que tantos millones de personas sean sus víctimas, a pesar de que existe solución al conflicto que genera.

Actualmente el debate sobre la solución se centra en la disyuntiva entre el establecimiento de un Estado Palestino junto al de Israel y el de un único Estado para dos pueblos. En realidad es un debate tan antiguo como el problema, aunque ahora toma ímpetu por el sexagésimo aniversario de Israel y porque la propuesta favorable a dos estados, popular hasta hace poco, resulta de imposible realización hoy día debido al nuevo mapa impuesto por Israel.

2. Lo que ha producido hasta ahora la propuesta de dos estados.

La opción de dos estados que ha producido los resultados más espantosos es la que hizo pública George W. Bush en la Casa Blanca el 24 de junio de 2002 en relación con un nuevo Oriente Medio:

«Cuando los palestinos tengan nuevos líderes, nuevas instituciones y nuevos acuerdos de seguridad con sus vecinos, los Estados Unidos de América apoyarán la creación de un Estado palestino cuyas fronteras y ciertos aspectos de su soberanía serán provisionales hasta que sean resueltos en el marco de un acuerdo final en Oriente Medio.» (http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/06/20020624-3.html)

Seis años después no hay Estado palestino, no hay apenas uno iraquí ni Afgano donde antes había, el Libanés está acosado y fue duramente atacado por Israel en el verano de 2006, el iraní está amenazado, el sirio fue bombardeado por aviones israelíes en septiembre de 2007 y en el resto de la zona aumentan los problemas, en particular en Somalia, Sudán y Pakistán.

La solución de dos estados es también la de Uri Avneri, ex parlamentario israelí conocido por sus críticas a la política de ocupación por parte de Israel. Se ha mostrado desde antiguo a favor de dialogar con los palestinos acerca de un Estado palestino en las fronteras de 1967, de situar su capital en Jerusalén Este y de reconocer el derecho al retorno de los refugiados palestinos, aunque reduce la puesta en práctica de este derecho a una cuestión a discutir entre los dos estados. No resulta superfluo recordar que Avneri es uno de los judíos más pro palestinos que ha habido jamás.

Avneri mantuvo un notable debate con el profesor Ilan Pappé en Tel Aviv en mayo de 2007, organizado por Gush Shalom -Bloque de la Paz, organización política israelí. Pappé, que abandonó Israel en 2007 para ejercer la docencia en Inglaterra a causa de la presión que padecía en la universidad de Haifa y de las amenazas de muerte por parte de sionistas, es partidario de «una solución que permita sentir a todos los que viven aquí (refiriéndose a la Palestina histórica anterior a la partición) que sus derechos históricos son respetados, así como sus derechos humanos y sociales.» (http://www.ilanpappe.org/Interviews/Two%20States%20or%20One%20State.html) Conviene tener presente que Pappé supera a Avneri en su posición favorable hacia los palestinos.

Fuera de Israel se han publicado recientemente las aportaciones de Michael Newmann, Jonathan Cook y Kathy Christison. No son las únicas, pero el conjunto creciente de las que se decantan por un Estado se resume en la de Ali Abunimah, codirector de Electronic Intifada: «La única solución viable es una vuelta a la propuesta de un Estado, un país con derechos iguales para palestinos e israelíes». (http://electronicintifada.net/v2/article7080.shtml)

Se basan en que los acontecimientos de los últimos años han convertido la solución de dos estados en un castigo más para los palestinos, en una burla de la ley internacional e incluso de las interminables negociaciones de paz desde que se iniciaron con la Declaración de Oslo firmada en Washington el 13 de septiembre de 2003 entre Rabin y Arafat.

La propuesta del Estado palestino junto a Israel se ha materializado en una franja de 363 kilómetros cuadrados bloqueada y aislada del exterior, es decir, Gaza, más unas porciones de tierra en Cisjordania sin comunicación natural entre sí, rodeadas de asentamientos israelíes y cercadas por un muro de ocho metros de altura que tendrá 700 kilómetros de longitud cuando esté terminado. Jerusalén queda prohibida para los palestinos.

Los palestinos no quieren este Estado pero no tienen la capacidad de conseguir el que desean. A la vista de su situación, del poder militar israelí y del apoyo de sus aliados, principalmente Estados Unidos y la Unión Europea, entre algunos palestinos y sus partidarios cobra fuerza la propuesta de un Estado para todos los que ahora viven en Israel y los Territorios Ocupados.

Es una propuesta que surge de la debilidad, aunque se adorne con la floritura de «derechos para todos». Los pasados 60 años de guerra, exilio, ocupación y abandono tienen un coste enorme. Aquí no cabe crítica sino comprensión. Resulta injusto cualquier reproche al débil que intenta sobrevivir como puede.

La propuesta surge por la falta de esperanza de librarse de Israel y por temor a un porvenir peor que el presente. Esta posición recuerda a lo de «si no puedes con tu enemigo, únete a él». En realidad no buscan la unión, sino obligarle a que reconozca la existencia de los palestinos sin que peligre la vida de éstos, aunque ello signifique olvidar un pasado terrible y la perspectiva de convivir en el futuro con un sionismo más o menos aplacado.

Lo que se echa en falta es una contestación a la pregunta: ¿por qué los sionistas van a aceptar ésta u otra que no consista en un Estado de Israel para los judíos de todo el mundo y nadie más en la mayor cantidad de tierra posible arrebatada a los árabes? Ese Estado y no otro es el objetivo del sionismo desde su nacimiento y así lo han mantenido sus líderes hasta el día de hoy.

También Ehud Olmert, actual primer ministro. Al enterarse de la propuesta declaró sin nombrarla al diario israelí Haaretz a finales de 2007 que «si llega el día en que fracasa la solución de dos estados y nos tenemos que enfrentar a una lucha del tipo un hombre un voto como en Sudáfrica, entonces, en cuanto esto ocurra, el Estado de Israel está acabado.» (http://www.haaretz.com/hasen/spages/929439.html)

Hamas, ganador de las elecciones legislativas celebradas en enero de 2006, conoce bien la injusticia que padecen los palestinos. El 17 de abril de 2008, Mahmoud al-Zahar, uno de sus fundadores y actual Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Gaza, declaró al Washington Post que «nuestro movimiento mantiene su lucha porque no podemos permitir que el crimen inicial que está en el origen del Estado Judío -la expulsión violenta de nuestros pueblos y tierras que nos hizo refugiados- caiga en el olvido de la conciencia mundial o que se negocie con él.» (http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2008/04/16/AR2008041602899.html?hpid=opinionsbox1)

También conoce su debilidad y por ello ha de negociar: «Un ‘proceso de paz’ con los palestinos no puede dar siquiera un paso hasta que Israel se retire a las fronteras de 1967; desmantele todos sus asentamientos; retire a todos sus soldados de Gaza y Cisjordania; repudie su anexión ilegal de Jerusalén; libere a todos los prisioneros; y ponga fin a su bloqueo sobre nuestras fronteras internacionales, nuestra costa y nuestro espacio aéreo de forma permanente. Esto sería el primer paso para una negociación justa y pondría las bases para el retorno de los millones de refugiados.»

3. Propuesta de un Estado Palestino y nada más.

La posición de Hamas no parece muy lejana de la que tienen los defensores de un Estado, ya que el crimen inicial no desaparece con la aceptación de la lista de desagravios que presenta al-Zahar. Éste la presenta como un primer paso, aunque sabe, igual que los partidarios de un Estado, que los palestinos tienen la razón pero no la fuerza.

No puede contestar hoy a la pregunta: ¿por qué Israel va a aceptar las reivindicaciones de Hamas en las presentes circunstancias? Sin embargo, cree que podrá pasado un tiempo: «Nuestra lucha para conseguir justicia a los crímenes materiales de 1948 apenas ha empezado y la adversidad nos ha educado en la paciencia. En cuanto a Israel y su cultura espartana de guerra permanente, que sepa que es muy vulnerable al tiempo, la fatiga y la demografía.»

Nadie sabe qué propuesta terminará por prevalecer o si el sionismo vencerá sobre ambas, pero se puede afirmar que hoy existe una solución diferente de las anteriores. Parece más lejos de la realidad pero más cerca de la justicia que las otras dos.

Si el problema palestino es sustancialmente el robo de una tierra más la expulsión de sus dueños, la justicia no consiste en dejar que el ladrón se quede con la mitad (en el mejor de los casos, lo que ni siquiera se ha producido), que es lo que significa la solución de dos estados, pero tampoco en dejarle que la comparta con sus dueños, olvidar su pasado y aspirar a que se comporte en adelante como es debido. La justicia exige volver a la situación anterior al crimen, reparar el daño hecho e indemnizar a las víctimas:

Israel tendría que pedir perdón, terminar con el bloqueo y la ocupación y disolverse en el menor tiempo posible. Esto no tiene por qué causar pérdidas humanas ni tiene por qué ser un caos si se hace adecuadamente.

En paralelo e inmediatamente se establecería el Estado Palestino en la Palestina histórica mediante los pasos apropiados: el retorno de los refugiados, una constitución, unas fronteras, el ingreso en la ONU, elecciones democráticas, etc.

La ONU y los países que se han implicado en Palestina, principalmente el Reino Unido, deberían indemnizar a los palestinos para reparar el daño que les han ocasionado y cubrir los costes de poner en marcha un verdadero Estado hasta que sea autosuficiente.

¿Qué puede costar este esfuerzo? Nada que aquellos países no puedan asumir para lograr la justicia y evitar una nueva guerra en Oriente Medio e incluso mundial.

Los israelíes con pasaporte de otro Estado tendrían que irse a éste con sus familias. Permanecerían en Palestina por derecho -si quisieran- los descendientes de los judíos que vivían en Palestina con anterioridad a las emigraciones sionistas.

Estados Unidos, el país más extenso, poderoso y que más ha apoyado a Israel, podría fácilmente acoger al resto de israelíes judíos y darles la ciudadanía estadounidense.

¿Cuántos millones de dólares puede costar esta operación? No tantos como los gastados en la guerra de Iraq, ni tantos como los gastados en ayuda militar y de otro tipo para Israel en los últimos 60 años.

¿Cuánto tiempo puede llevar? Muchísimo menos que los 60 años que llevan los refugiados palestinos viviendo fuera de su tierra.

Pasado un tiempo razonable el Estado Palestino podría aceptar, como cualquier otro Estado, emigrantes -judíos entre ellos-, que podrían naturalizarse según las leyes del Estado.