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La traición de los comentaristas

Fuentes: Ynet

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

Aquí estaba yo, mirando la televisión y frotándome los ojos con asombro e incredulidad. Allí estaban ellos, mis compañeros comentaristas, corresponsales y entrevistadores: las mismas personas que apoyaban sinceramente la guerra, informaban con entusiasmo de los movimientos militares, se regocijaban con Olmert, Peretz y Halutz, eran comprensivos con las decisiones gubernamentales y se abstuvieron de apuntar cualquier crítica a la estúpida decisión de embarcarse en una guerra.

Allí estaban exactamente las mismas personas, sentadas en los mismos estudios, mirando seriamente el «Informe Winograd» (1), leyendo en voz alta los fallos destapados por la comisión y dando un portazo al gobierno.

¡Oh, qué terrible fracaso! El Primer Ministro falló, el Ministro de Defensa tropezó, el Jefe del Estado Mayor se derrumbó. ¿Y qué hay de vosotros, los periodistas? ¿No fracasasteis también? ¿No aceptasteis como cierto el engaño de la segunda guerra de Líbano? ¿No les permitisteis a nuestros fracasados líderes bombardearnos alocadamente con charlas militares sin hacerles preguntas comprometidas? ¿No traicionasteis vuestra misión?

Hay que decirlo clara y tajantemente: los medios de comunicación también fracasaron. Prefirieron ser populares, vender más periódicos y ganar puntos. El público quiso guerra, quiso atacar a Hezbolá, bombardear Líbano y demostrar al enemigo quién es el jefe. El gobierno, a su vez, escuchó el rumor que venía de la calle, cedió ante el sentimiento público y en una reunión ridículamente corta decidió embarcarse en una guerra.

¿Y los medios de comunicación? No podían quedarse atrás y decir «No». También quisieron unirse a la fiesta. También quisieron hacer uso de los verbos «eliminar» y «destruir» de todas las formas posibles. Hace falta mucho valor para hablar contra el gobierno y contra el público y nuestros valientes corresponsales no fueron capaces de hacerlo.

La prensa fracasó por no hacer preguntas difíciles

Me atrevo a declarar que la mayoría de las cosas que ahora se han publicado en el Informe Winograd ya se conocían entonces, en aquel negro julio del año pasado. ¿Necesitamos que Winograd nos explique que estábamos hablando sobre un engaño desde el mismo principio? ¿Necesitamos al distinguido profesor Gavizon para entender que el objetivo declarado por Olmert varias veces, esto es, asegurar la liberación de nuestros cautivos en Líbano, era una mentira completamente descarada y desconectada de la realidad? ¿Necesitamos al viejo profesor Dror, para comprender que el objetivo de eliminar a Hezbolá de un golpe mediante un espectacular despliegue militar era una aventura desesperada?

¿Necesitamos a los dos generales más importantes (en la reserva) para entender que todo se decidió precipitadamente en una reunión gubernamental urgente y descuidada sin racionalidad ni asesoramiento? ¿Dónde estabais entonces, mis compañeros periodistas? ¿Por qué no hablasteis, por qué no gritasteis en su momento tan fuerte como os fuera posible, durante ese verano aciago, cuando todavía era posible impedir la guerra y salvar vidas humanas? ¿Ahora sois más sabios mirando al pasado?

Exactamente como un rebaño que sigue a su pastor, la prensa siguió a nuestro ciego liderazgo. Podemos contar con los dedos de una mano los periodistas que se atrevieron a poner objeciones a la guerra. Una mayoría aplastante de los periodistas israelíes prefirió abandonar el papel de perro «guardián» y en lugar de ladrar, prefirieron lamer. En lugar de criticar, prefirieron aconsejar. Prefirieron olvidarse de que el patriotismo no sólo significa seguir adelante, sino que en algunas ocasiones requiere gritar fuerte: ¡Paren!

El deseo humano de quedarse al calor del consenso derrota cualquier otra consideración. El miedo a ir contracorriente fue paralizante. Cuando los tambores de guerra estaban sonando, también fueron pocos los que se atrevieron a no bailar a su son.

La prensa fracasó porque falló en ejecutar su función más básica: hacer preguntas difíciles. Si se hubiera entregado entonces a su misión esta guerra se podría haber visto de otra forma. Quizás ni siquiera hubiéramos necesitado a Winograd. También es posible que muchos jóvenes hoy estuvieran vivos.

(1) http://www.infomedio.org/2007/05/03/conclusiones-del-informe-winograd

Original en inglés: http://www.ynetnews.com/articles/0,7340,L-3394694,00.html

Amnon Levy es periodista y director del programa de televisión Shomer Masach (el guardián de la pantalla).

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.