Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
Europa es diferente, como se nos recuerda frecuentemente. La opinión general es contraria al apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel. Los países europeos tienden a ser más equilibrados en su perspectiva del conflicto palestino-israelí. Sus políticos están menos dispuestos a venderse o dejarse comprar por los grupos de presión pro-israelíes. Sus medios de comunicación son mucho más inclusivos en su cobertura -a diferencia de los principales medios estadounidenses, incondicionalmente tendenciosos, a veces, mucho más pro-Israel que los propios medios israelíes. Aunque hay que reconocer que las políticas exteriores [de los países europeos] no son un calco, hay pocas pruebas que diferencien a la Unión Europea (UE) como plataforma de imparcialidad y sensibilidad política. A diferencia de Estados Unidos, sin embargo, el sesgo europeo pasa más desapercibido, y es así a propósito.
Ningún otro asunto pone de manifiesto la inconsistencia, la hipocresía, e incluso la política autodestructiva europea como el de la posición de la UE respecto a los asentamientos judíos ilegales en las ocupadas Jerusalén Oriental y Cisjordania. Todas las firmes declaraciones sobre el compromiso de la UE con el Derecho Internacional relativo a la ilegalidad de los asentamientos, todas las advertencias de que las estructuras coloniales siempre usurpadas impiden cualquier posibilidad de una solución de dos Estados -si es que existe alguna-, y todo lo demás, no son más que políticas declaradas que se contradicen casi completamente con la realidad sobre el terreno.
La UE no sólo hace poco para mostrar voluntad real de desalentar el crecimiento de los asentamientos -que ahora ocupan casi el 42% del tamaño total de Cisjordania y de Jerusalén Oriental, y la mayor parte de sus recursos naturales- sino que mediante vías descaradamente directas financia en realidad el crecimiento de esos mismos asentamientos. Lo raro es que la UE lo hace al mismo tiempo que sigue siendo un importante proveedor de fondos para la Autoridad Palestina (AP) y defensor incansable de la solución de dos Estados.
Pero, ¿cómo puede la UE abogar por la misma «solución» con la que está comprometida a acabar realmente? ¿Mera hipocresía-discrepancia entre la retórica y la acción?, o ¿es que la actitud de la UE forma parte de un decidido programa de política exterior mucho mayor que la voluntad política de cada país?
Los hechos y las cifras demuestran sin lugar a dudas la complicidad, la complacencia y la inversión comunitaria directa en el proyecto colonial israelí. En un nuevo informe titulado «Comerciar con la paz: Cómo Europa ayuda a sostener los asentamientos ilegales israelíes», veintidós ONG exponen la reveladora duplicidad europea. Entre estas organizaciones no gubernamentales se incluyen organizaciones muy significativas como Christian Aid y la Federación Internacional de Derechos Humanos.
El informe revela que «[…] La estimación más reciente del valor de las importaciones de la UE procedentes de los asentamientos proporcionada por el gobierno israelí al Banco Mundial es de 300 millones de dólares (230 millones de euros) al año, lo que supone aproximadamente unas quince veces el valor anual de las importaciones de la UE procedentes de los palestinos. Con más de cuatro millones de palestinos y más de 500.000 colonos israelíes viviendo en territorio ocupado, ello significa que la UE importa unas cien veces más cada colono que por cada palestino».
Europa es el mayor socio comercial de Israel seguido de Estados Unidos. Sin estas grandes rutas comerciales, la economía israelí probablemente sufriría las consecuencias de las políticas del gobierno israelí. Además, las cantidades antes citadas son probablemente mucho mayores ya que gran parte de los productos israelíes originarios de los territorios ocupados se comercializan bajo la etiqueta de ‘made in Israel’, simplemente porque muchas empresas ubicadas en asentamientos tienen sucursales en Israel. Un ejemplo de ello es SodaStream, que produce un dispositivo de carbonatación doméstico. La gran mayoría (más del 70%) de sus productos se venden en países europeos a pesar de que el producto se fabrica en Maale Adumim, un asentamiento judío construido ilegalmente en tierras palestinas de Jerusalén Oriental y en estado de expansión constante. Las empresas que tienen su sede en asentamientos ilegales reciben generosas exenciones fiscales y otros incentivos, como en el uso de las carreteras «sólo para judíos» que los palestinos no están autorizados a utilizar aunque estén construidas en sus tierras. «Debido a que la empresa tiene también una fábrica en Israel», escribía Eline Gordts en el Huffington Post, puede vender sus productos bajo la etiqueta ‘made in Israel’«. Esta estrategia puede conseguir evitar la formalidad aplicada por dos países europeos de marcar los productos fabricados en los asentamientos judíos como tal.
A la UE le tiene sin cuidado ser un gran mercado que mantiene a los asentamientos prósperos y económicamente competitivos. De hecho, hace todo lo posible por integrar la economía israelí en el conjunto del mercado europeo. La última de estas iniciativas tuvo lugar el 23 de octubre, cuando el Parlamento Europeo ratificó el acuerdo UE-Israel sobre Evaluación de la Conformidad y Aceptación (ACAA, en sus siglas en inglés). La ratificación no es más que un gesto aislado porque forma parte de los esfuerzos incesantes que se remontan al Acuerdo de Asociación de 1995, que supuestamente iban dirigidos a recompensar a Israel por sus esfuerzos en el establecimiento de la paz y contribuir a quebrar su aislamiento regional. A pesar de los esfuerzos incesantes de Israel por colonizar buena parte de Cisjordania, del mantenido aislamiento «legal» y físico de Jerusalén Oriental ocupada y del prolongado asedio a Gaza, la UE ha hecho bien poco para enfatizar cualquier objeción a la violación de Israel del Derecho Internacional. «Vale la pena recordar», escribía Manuel Scimia en Asian Times, «que el 24 de julio el Consejo Europeo, organismo de toma de decisiones de la UE, ya acordó elevar las relaciones comerciales y diplomáticas con Israel en más de 60 sectores».
Llenos de contradicciones, los países europeos mantienen la misma lógica extraña de apoyar los asentamientos y criticarlos al mismo tiempo. Tres potencias europeas -Alemania, Gran Bretaña y Francia- unieron fuerzas desde Berlín el 6 de noviembre para criticar a Israel por su reciente decisión de permitir la construcción de más de 1.200 unidades [de viviendas] en Cisjordania y Jerusalén Oriental.
«Nuestras expectativas claras por parte de todas las partes en Oriente Próximo es que se abstengan de cualquier cosa que haga más difícil la reanudación de las negociaciones», declaró el ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle. Llamó a la política de asentamientos de Israel «un obstáculo al proceso de paz». De hecho, esta es la punta del iceberg, ya que según el informe de las ONG «en los últimos dos años, la expansión de los asentamientos se ha acelerado con más de 16.000 nuevas viviendas anunciadas o aprobadas». Esa política probablemente continuará con una ferocidad sin precedentes pues el gobierno derechista de Benjamin Netanyahu ya ha dejado claro que la construcción de asentamientos es la piedra angular de su política, especialmente una vez que reciba un nuevo mandato tras las próximas elecciones.
El crecimiento de los asentamientos va acompañado de una destrucción paralela de «estructuras palestinas -incluyendo las financiadas por el apoyo de los donantes europeos». La UE tampoco defiende activamente su declarada política respecto a los asentamientos, ni toma ninguna acción legal significativa en contra de la destrucción sistemática por parte de Israel de los proyectos financiados por la UE en los territorios ocupados. Peor aún, según el informe «algunas empresas de propiedad europea han invertido en los asentamientos y en la infraestructura conexa o prestan servicios a los mismos. Los casos que se han notificado son G4S (Reino Unido / Dinamarca), Alstom (Francia), Veolia (Francia), y Heidelberg Cement (Alemania)».
Las políticas europeas pueden parecer irracionales en la superficie -como, por ejemplo, la crítica de Alemania a los asentamientos israelíes cuando permite que Cement Heidelberg se beneficie de la ocupación. Pero el absurdo político no es precisamente un rasgo de la política europea, ni tampoco esas contradicciones pueden durar tanto tiempo a no ser que la incongruencia política en sí misma sea la propia política que la UE desea llevar a cabo.
En efecto, la política exterior de la UE con respecto a Palestina/Israel es diferente de la de Estados Unidos; mientras que la segunda es abierta e ‘incondicionalmente’ partidista, la primera es ladinamente cómplice de asegurar la misma ocupación con la que supuestamente se intenta acabar.
Fuente original: http://english.pravda.ru/opinion/columnists/16-11-2012/122819-eu_netanyahu_colonial_policies-0/