Traducido para Rebelión por LB
Como es natural, he sentido indignación al ver a hombres armados asaltando barcos que navegaban en aguas internacionales, matando a los pasajeros que intentaban resistirse y conduciendo luego por la fuerza a las naves asaltadas hasta el puerto de origen de los secuestradores. Estoy hablando, naturalmente, de los piratas somalíes que están atacando barcos occidentales en el Océano Índico. ¿Cómo se atreven esos terroristas a tocar nuestros buques desarmados en alta mar? Y cuán justo que tengamos nuestros buques de guerra desplegados allí para evitar semejantes actos de terrorismo.
Pero, ¡diablos!, al menos los israelíes no han pedido rescate. Sólo quieren que los periodistas ganen para ellos su guerra de propaganda. Apenas había comenzado la semana cuando «comandos» de guerra israelíes asaltaron un barco turco que transportaba ayuda a Gaza y mataron a tiros a nueve pasajeros. Sin embargo, antes de finalizar la semana los manifestantes ya se habían convertido en «activistas por la paz que empuñan armas » y furibundos antisemitas que «hacen profesión de pacifismo, rezuman odio y machacan a un ser humano con barras metálicas». Me gustó la última parte de la frase. El hecho de que la persona que estaba siendo golpeada estuviera al parecer disparando con un rifle a otro ser humano no terminaba de encontrar un hueco en esta extraña versión de los hechos.
Las proclamas de las familias turcas en el sentido de que sus hijos deseaban ser mártires -algo que la mayoría de los miembros de cualquier familia turca dirían si sus parientes hubieran sido asesinados por los israelíes- fue interpretada como corroboración de que eran yihadistas. «En ese barco de ayuda«, me ha escrito esta semana un ciudadano de Sri Lanka, «viajaban mi sobrina, mi sobrino y su esposa. Desgraciadamente, Ahmed (sobrino de 20 años de edad) recibió un disparo en la pierna y ahora está siendo tratado bajo custodia militar. Le mantendré informado«. Lo hizo, en efecto. En cuestión de horas la prensa estaba en la casa de su familia en Australia, exigiendo saber si Ahmed era un yihadista, o incluso un potencial terrorista suicida. La propaganda funciona, ya ve usted. No hemos visto un solo fotograma de película grabada por los manifestantes porque los israelíes han robado todo el material. Nadie nos ha dicho -en el supuesto de que el buque turco transportara realmente a personas tan despiadadas- cómo es que sus pavorosas maquinaciones para ayudar a los «terroristas» de Gaza no fueron descubiertas en el largo viaje desde Turquía, a pesar de haber atracado en otros puertos. Pero el profesor Gil Troy, de la McGill University de Montreal -en el rábido diario Canadian National Post, por supuesto-, no tuvo reparo en vomitar el jueves pasado toda esa mugre sobre los «activistas por la paz que empuñan armas».
Personalmente, no me sorprendieron en absoluto los asesinatos de la nave turca. En el Líbano he visto a la chusma indisciplinada del ejército israelí -tan de «élite» como la chusma promedio de los ejércitos árabes- tirotear a civiles. Los vi contemplando la masacre de palestinos de Sabra y Chatila en la mañana del 18 de septiembre (el último día de la masacre), matanza cometida por sus viciosos aliados de la milicia libanesa. Estuve presente en la masacre de Qana, provocada por artilleros israelíes en 1996 -«Arabushim» (el equivalente del término abusivo «moraco» en castellano) fue al forma en la que uno de los artilleros israelíes llamó en la prensa israelí a los 106 civiles muertos, más de la mitad de los cuales eran niños-. En aquella ocasión el gobierno israelí del Premio Nobel Shimon Peres dijo que entre los civiles muertos había terroristas -algo totalmente falso, pero, ¿a quién le importa? Y entonces vino la segunda masacre de Qana en 2006, y luego, en 2008-09, la masacre en Gaza de 1.300 palestinos, en su mayoría niños, y luego… Bueno, luego vino el informe Goldstone, que concluyó que las tropas israelíes (así como Hamas) habían cometido crímenes de guerra en Gaza, pero esta conclusión fue condenada como antisemita -pobre honorable Goldstone, él mismo un prominente jurista judío de Sudáfrica, calumniado como «hombre malo» por el desquiciado Al Dershowitz de Harvard-. y fue tildado de «controvertido» por la valiente administración de Obama.
«Controvertido», por cierto, significa básicamente: «¡Que te den!».
Hay dudas, ¿no es cierto? Pues entonces es material dudoso.
Pero volvamos a nuestra cronología. Luego vino el asesinato de un funcionario de Hamas perpetrado por el Mossad en Dubai, crimen para el que los israelíes utilizaron al menos 19 pasaportes falsificados de Gran Bretaña y otros países. ¿Y la patética respuesta de nuestro secretario de Relaciones Exteriores de entonces, David Miliband? Lo llamó «un incidente» -no el asesinato del hombre de Dubai, cómo se le ocurre, sino la falsificación de pasaportes del Reino Unido, un asunto altamente «controvertido»-, y luego vino… Bueno, ahora hemos tenido el asesinato en el mar de nueve pasajeros ejecutado por más héroes de Israel.
Lo más sorprendente de todo esto es que tantos periodistas occidentales -y estoy incluyendo aquí la pusilánime cobertura que ha hecho la BBC sobre los barcos de ayuda humanitaria a Gaza- estén escribiendo como los periodistas israelíes, mientras que muchos periodistas israelíes están escribiendo sobre los asesinatos con la valentía que los periodistas occidentales deberían demostrar. Y también escriben con valentía sobre el propio ejército israelí. Considérese el devastador informe publicado en Haaretz por Amos Harel en el que se analiza la composición del cuerpo de oficiales del ejército israelí. En el pasado muchos de ellos procedían de la tradición izquierdista de los kibutzim y eran oriundos del gran Tel Aviv o de la llanura costera de Sharon. En 1990 sólo el 2% de los cadetes del ejército eran religiosos judíos ortodoxos. Hoy la cifra es del 30%. Seis de los siete tenientes coroneles de la Brigada Golani son religiosos. Más del 50% ciento de los comandantes locales son «nacional» religiosos en alguna brigada de infantería.
Ser religioso no tiene nada de malo. Pero -aunque Harel no incide con tanta fuerza en este punto-muchos de los ortodoxos son partidarios de la colonización de Cisjordania y, por lo tanto, se oponen a la creación de un Estado palestino.
Y los colonos ortodoxos son los israelíes que más odian a los palestinos, que quieren ahogar cualquier posibilidad de gestación de un Estado palestino con tanta seguridad como algunos funcionarios de Hamas desearían borrar a Israel. Irónicamente, fueron los oficiales de alto rango del «antiguo» ejército israelí los que primero incitaron a los «terroristas» de Hamas a construir mezquitas en Gaza -como un contrapeso al «terrorista» Yasser Arafat en Beirut-, y yo fui testigo de una de sus reuniones. Sin embargo, se repetirá la misma historia de siempre hasta que el mundo se despierte. «Nunca he conocido a un ejército tan democrático como el de Israel«, dijo el infausto filósofo francés Bernard-Henri Lévy unas horas antes de la masacre.
Sí, el ejército israelí no tiene rival, es un ejército de élite, humanitario y heroico. Pero mejor que no se lo digan a los piratas somalíes.