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El discurso conciliador de la nueva dirigencia iraní desata el pánico en Israel

La verdadera bomba

Fuentes: zope.gush-shalom.org

Traducido para rebelión por LB

Hace años descubrí uno de los mayores secretos de Irán: Mahmoud Ahmadinejad era un agente del Mossad.

Súbitamente, todos los curiosos detalles de su comportamiento cobraban sentido. Sus fantasías públicas sobre la desaparición de Israel. Su negación del Holocausto, que hasta entonces había sido algo exclusivo de lunáticos. Sus fanfarronadas sobre la capacidad nuclear de Irán.

¿Cui bono? ¿A quién le interesaban todas esas tonterías?

Sólo hay una respuesta sensata: a Israel.

La postura de Ahmadinejad trasladaba una imagen del Estado iraní a la vez ridícula y siniestra. Justificaba la negativa israelí a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear o a ratificar la Convención sobre Armas Químicas. Desviaba la atención del rechazo israelí a discutir la ocupación de los territorios palestinos o a mantener negociaciones de paz significativas.

Cualquier duda que hubiera podido albergar acerca de esta primicia internacional se ha esfumado ahora.

Nuestros líderes políticos y militares deploran casi públicamente la desaparición de Ahmadinejad.

Obviamente, el Guía Supremo, Ali Jamenei, decidió que yo tenía razón y silenciosamente ha sacado del escenario a ese bufón.

Peor aún, ha reafirmado su mortal enemistad contra la Entidad Sionista sacando a la palestra a una persona como Hassan Rouhani.

Rouhani es todo lo contrario de su predecesor. Si le hubieran pedido al Mossad que describiera al peor líder iraní que Israel pudiera imaginar habrían propuesto alguien como Hassan Rouhani.

¡Un iraní que reconoce y condena el Holocausto! ¡Un iraní que brinda dulzura y luz! ¡Un iraní que desea paz y amistad a todas las naciones y que da a entender que incluso Israel podría incluirse en esa oferta si saliéramos de los territorios palestinos ocupados!

¿Cabe imaginarse algo peor?

No estoy bromeando. ¡Esto es mortalmente serio!

Incluso antes de que Rouhani pudiera abrir la boca después de haber sido elegido ya fue rotundamente condenado por Benjamín Netanyahu.

¡Un lobo con piel de oveja! ¡Un auténtico antisemita! Un falsario decidido a engañar a todo el mundo! Un político taimado cuyo diabólico objetivo es abrir una brecha entre Israel y los ingenuos estadounidenses!

Ésta es la auténtica bomba iraní, mucho más amenazadora que la nuclear que será construida tras la cortina de humo de la suave parla de Rouhani!

Es posible disuadir una bomba nuclear con otra bomba nuclear. Pero, ¿cómo disuadir a un Rouhani?

Yuval Steinitz, nuestro antiguo y fallido ministro de Hacienda que en la actualidad es responsable de nuestro «pensamiento estratégico» (¡sí, en serio!) exclamó desesperado que el mundo desea ser engañado por Irán. Benjamín Netanyahu lo denominó «trampa de miel». Los comentaristas que se alimentan directamente de la mano de los «círculos oficiales» (es decir, de la Oficina del Primer Ministro) proclaman que Rouhani constituye una amenaza existencial.

Todo eso antes de que Rouhani hubiera pronunciado una sola palabra.

Cuando Rouhani por fin pronunció su gran discurso ante la Asamblea General de la ONU se confirmaron los terribles presagios.

Allí donde Ahmadinejad había provocado una estampida de los delegados de la sala, Rouhani hizo que acudieran en masa a escucharlo. Diplomáticos de todo el mundo sentían curiosidad por el hombre. Habrían podido leer el discurso unos pocos minutos más tarde, pero querían ver y escuchar por sí mismos. Incluso EEUU envió a sus funcionarios para que estuvieran presentes. Nadie abandonó la sala.

Bueno, nadie excepto los israelíes.

Los diplomáticos israelíes recibieron de Netanyahu la orden de abandonar aparatosamente la sala cuando el mandatario iraní comenzara a hablar.

Fue un gesto estúpido. Tan racional y eficaz como la rabieta de un niño pequeño cuando le quitan su juguete favorito.

Estúpido, porque hace aparecer a Israel como un aguafiestas en un momento en el que al mundo entero es presa de un arrebato de optimismo ante los últimos acontecimientos en Damasco y Teherán.

Estúpido, porque constituye una proclamación de que Israel está actualmente completamente aislado.

Por cierto, ¿notó alguien que durante la media hora que duró su discurso Rouhani no paró de secarse la frente? Obviamente, el hombre estaba pasándolo mal. ¿Algún agente del Mossad se infiltró hasta el cuarto de mantenimiento de las Naciones Unidas y apagó el aire acondicionado? ¿O fue sólo a causa de las pesadas vestimentas?

Nunca he sido sacerdote, y no sólo porque soy ateo (igual que muchos sacerdotes, sospecho), sino también por esa obligación de llevar pesados ropajes que imponen todas las confesiones. Lo mismo me ocurre con la carrera diplomática.

Al fin y al cabo, los sacerdotes y los diplomáticos también son seres humanos (muchos de ellos, al menos).

Solo un miembro del gabinete israelí se atrevió a criticar abiertamente el desplante israelí. Yair Lapid. ¿Qué viento le dio? Bueno, el caso es que las encuestas muestran que la fulgurante estrella ascendente ya no sube más. Como ministro de Hacienda se ha visto obligado a tomar medidas muy impopulares. Dado que no habla de cosas como la ocupación y la paz está considerado como una persona superficial. Casi lo han arrumbado. Su contundente crítica a Netanyahu puede traerlo de vuelta al centro.

Sin embargo, ha puesto el dedo en una cuestión clave: que Netanyahu y su equipo se están comportando exactamente como solían comportarse los diplomáticos árabes hace una generación. Es decir, que están atrapados en el pasado. No viven en el presente.

Para vivir en el presente se necesita hacer algo que los políticos detestan: repensar las cosas.

Las cosas están cambiando. Lentamente, muy lentamente, pero de forma perceptible.

Es demasiado pronto para decir algo con fundamento sobre el declive del imperio estadounidense, pero no se necesita un sismógrafo para percibir que hay movimientos en esa dirección.

La cuestión siria es un buen ejemplo. A Vladimir Putin le gusta ser fotografiado en poses de judoka. En el judo uno explota el impulso del oponente para derribarlo. Eso es exactamente lo que hizo Putin.

El presidente Obama se había acorralado a sí mismo en un rincón. Había proferido belicosas amenazas y no podía dar marcha atrás, aunque el público estadounidense no está de humor para guerras. Putin lo liberó del dilema. A cambio de un precio.

No sé si Putin es un jugador tan ágil que se abalanzó sobre un comentario marginal de John Kerry sobre la posibilidad de que Bashar Assad renunciara a sus armas químicas. Más bien sospecho que todo estaba arreglado de antemano. De cualquier manera, Obama salió del atolladero y Putin volvió a entrar en el juego.

Tengo sentimientos muy encontrados sobre Putin. A sus ciudadanos chechenos les ha hecho prácticamente lo mismo que Assad está haciendo a sus ciudadanos suníes. El tratamiento que dispensa a sus disidentes, como la banda Pussy Riot, es abominable.

Sin embargo, en la escena internacional Putin es ahora el pacificador. Ha resuelto la crisis de las armas químicas y es muy posible que tome la iniciativa para alcanzar un acuerdo que ponga fin a la terrible guerra civil.

El siguiente paso podría ser jugar un papel similar en la crisis iraní. Si Jamenei ha llegado a la conclusión de que tal vez su programa nuclear no compensa la miseria económica que provocan las sanciones, es perfectamente posible que se lo venda a EEUU. En ese caso Putin puede jugar un papel vital actuando como intermediario entre dos mercaderes correosos que tienen mucho género que comerciar.

(A menos, por supuesto, que Obama se comporte como el estadounidense que compró una alfombra en un bazar persa. El vendedor le pidió 1.000 dólares y el estadounidense los desembolsó sin regatear. Cuando le dijeron que la alfombra no valía más de cien dólares, respondió: «Ya lo sé, pero quería castigarlo. Ahora no va a poder dormir, maldiciéndose por no haber pedido 5.000 dólares».)

¿Cómo encajamos nosotros [los israelíes] dentro de este escenario cambiante?

En primer lugar, debemos comenzar a pensar, por mucho que prefiramos evitar hacerlo. Nuevas circunstancias exigen nuevas ideas.

En su discurso de EEUU Obama estableció una clara conexión entre la bomba iraní y la ocupación israelí. Ese vínculo no puede ser deshecho. Seamos conscientes de ello.

EEUU es hoy un poco menos importante de lo que era ayer. Rusia es un poco más importante de lo que era. Y como demostró su inútil ataque en el Capitolio durante la crisis siria, también el AIPAC es menos poderoso.

Pensemos otra vez en Irán. Es demasiado pronto para determinar hasta qué punto Teherán se está moviendo, o si lo está haciendo en absoluto. Pero tenemos que intentarlo. Abandonar las salas no es una política. Entrar en ellas sí.

Si pudiéramos recuperar algo de nuestra antigua relación con Teherán, o simplemente quitarle un poco de hierro a la actual, sería tremendamente beneficioso para Israel. Combinar eso con una verdadera iniciativa de paz con los palestinos sería aún mejor.

La ruta que seguimos actualmente nos va a conducir al desastre. Los actuales cambios en la escena internacional y regional pueden hacer que el cambio de rumbo sea posible.

Ayudemos al presidente Obama a cambiar la política estadounidense en lugar de utilizar al AIPAC para aterrorizar al Congreso y forzarlo a apoyar ciegamente una política obsoleta con respecto a Irán y Palestina. Extendamos cautelosas antenas en dirección a Rusia. Modifiquemos nuestra posición pública como lo están haciendo con tanto éxito los líderes de Irán.

¿Son más inteligentes que nosotros?

Fuente original: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1380282300/