Al final se han cumplido lo que las encuestas anticipaban estas semanas, y el actual primer ministro turco, Recep Tayyip Ergogan se convertirá en el primer presiente elegido directamente por el electorado en Turquía. A la vista de los resultados, todo parece indicar que Erdogan ha sabido capitalizar los proyectos realizados hasta ahora, y combinar […]
Al final se han cumplido lo que las encuestas anticipaban estas semanas, y el actual primer ministro turco, Recep Tayyip Ergogan se convertirá en el primer presiente elegido directamente por el electorado en Turquía.
A la vista de los resultados, todo parece indicar que Erdogan ha sabido capitalizar los proyectos realizados hasta ahora, y combinar su imagen de estabilidad con su carisma para lograr el triunfo en la primera vuelta.
Por su parte, el principal candidato de la oposición, Ekmeleddin Ihsanoglu ha tenido que soportar el lastre de ser visto como una figura sin experiencia en la política turca, al tiempo que ha sido incapaz de superar los recelos de parte del CHP, dado su condición de «conservador sunita», y sobre todo no ha tejido los mimbres de una alianza opositora (CHP y MHP) que hacía aguas por todas partes.
En ese sentido hay que entender también los recelos de parte de las bases conservadoras del MHP hacia esa candidatura común y al apoyo de los alevíes a la misma, lo que finalmente se ha traducido en una fuga de votos hacia el propio Erdogan. Lo contrario que buscaba esta candidatura, ya que lejos de restar apoyos alas bases tradicionales del AKP parece que las ha aumentado
Una lectura diferente presenta el tercer candidato, el kurdo Selahattin Demirtas, que ha supuesto un salto cualitativo importante, pues a su base kurda ha intentado añadir otros sectores progresistas de Turquía. Con un discurso de clase («la población sufre las desigualdades creadas por el sistema capitalista del AKP») ha sido capaz de doblas el porcentaje de apoyos logrados en las recientes elecciones municipales. Si es capaz de superar las reticencias y obstáculos que surgirán en el futuro, puedo ser la esperanza para una nueva generación en Turquía y Kurdistán.
El triunfo de Erdogan le ha permitido superar con creces el «annus horribilis» que supuso el 2013 (enfrentamientos en torno al parque Gezi, las acusaciones de corrupción, la ruptura con el otrora aliado, Fethullah Gul). Con esos antecedentes afrontó las elecciones municipales de marzo (algunos las consideraron un «referéndum» sobre el propio Erdogan) y el AKP-Erdogan lograron un espectacular triunfo, manteniendo además ciudades como Estambul o Ankara.
Antes de las presidenciales otros dos sucesos parecían condicionar el futuro político de Erdogan: el accidente de la mina de carbón y la ocupación y secuestro de la delegación consular en Mosul por parte del ISIS.
Sin embargo, a pesar de esos condicionantes negativos, ha sido capaz de mantener la fidelidad de sus bases, combinando su popularidad y sus diferentes ventajas políticas. El éxito económico del pasado todavía le sirve para hacer frente a la actual recesión económica, y ha sabido compensar esto cono políticas sociales que han favorecido a su electorado. También ha aprovechado los lazos con sus bases, donde el llamado «culto a la personalidad» unido a su capacidad de comunicar o la implementación de políticas conservadoras en cultura o educación le ha ayudado para atraer a nuevos votantes.
Y tampoco hay que olvidar la extraordinaria maquinaria electoral que supone a día de hoy el AKP, así como las ayudas del aparato gubernamental o de importantes medios de comunicación.
El sistema presidencial turco está en la mira de todos. Para Erdogan es clave afrontar su reforma. A día de hoy el presidente es una figura «neutral» y con poco poder, si finalmente no logra cambiar la situación, se podría encontrar rehén del mismo.
En 2007, tanto militares como sectores de la judicatura se movilizaron contra el proyecto de reforma que impulsaba Erdogan. Ante esa situación, el dirigente turco convocó elecciones parlamentarias (las venció con facilidad) y elaboró una enmienda constitucional para permitir la elección del presidente vía el voto popular. Esta propuesta fue apoyada en un referéndum posterior.
Erdogan era consciente que con el sistema presidencial antiguo, la mayoría parlamentaria era suficiente para ser elegido, pero prefería buscar una «mayor legitimación» con el voto de la población.
Para llevar adelante su proyecto, Erdogan sabe que en los próximos meses tendrá que afrontar un complejo escenario, ya que si todo parece indicar que en principio podría controlar todo el engranaje «de facto», aspira a hacerlo «de jure».
En ese plan, es necesario que el AKP se mantenga unido, sin pugnas internas (por ejemplo en torno a la figura del próximo primer ministro), y de esa manera afrontar las próximas elecciones parlamentarias (probablemente en 2015), donde un triunfo del AKP podría abrir las puertas a los cambios del sistema político que Erdogan necesita.
Los paralelismos con la historia turca se han sucedido estos días. Desde quienes quieren presentarlo como el nuevo sultán hasta los que buscan comparaciones con Atatürk. Dejando de lado el primer aspecto, utilizado en clave sensacionalista, es interesante abordar el segundo.
Erdogan ha dado sus dos primeros mítines electorales en Samsun y Erzurum, las dos primeras etapas del general Mustafa Kemal (posteriormente Atatürk) en el comienzo de la guerra de independencia en 1919. Pero más allá de la simbología, es evidente que Erdogan no busca «copiar» a Atatür en la ideología de éste, basada en un autoritarismo secular y un nacionalismo étnico turco, sino más bien en sus métodos.
La acumulación y consolidación de poder es la clave. Y para ello utilizará las mismas técnicas que Atatürk en su día: la deslegitimación del enemigo (presentado como agentes de actores extranjeros) y el culto a la personalidad.
La materialización de esa acumulación de poder se materializa con la transformación del sistema presidencial, donde el primer ministro y ele ejecutivo estarán bajo el mando presidencial, donde le AKP controlará el parlamento, y ambos nombrarán los cargos de la judicatura y otros importantes puestos del estado. La diferencia con Atatürk es que Erdogan quiere lograr todo eso a través de las urnas.
El centenario de la república fundada en 1923, por Ataturk, está en el guión del nuevo presidente turco. Para entonces pretenderá llevar adelante su proyecto para una «nueva Turquía», y hacer frente a todo un abanico de obstáculos en diferentes ámbitos.
Desde la política exterior (relaciones con la UE o con los estados de la región), pasando por los retos domésticos (económicos, auge del salafismo local, articulación de una nueva oposición) o la búsqueda de una solución a las demandas del pueblo kurdo.
Txente Rekondo. Analista Internacional
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