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La vida privada de la ciudadana Letizia Ortiz

Fuentes: Rebelión

El discurso de la derecha rancio-conservadora sobre el aborto, no de toda la derecha, es muy simple y en general bastante o muy infame: el aborto siempre y casi -o sin el «casi»- en toda ocasión es un asesinato; las mujeres que lo practican son seres diabólicos despreciables y los colectivos que las apoyan son […]

El discurso de la derecha rancio-conservadora sobre el aborto, no de toda la derecha, es muy simple y en general bastante o muy infame: el aborto siempre y casi -o sin el «casi»- en toda ocasión es un asesinato; las mujeres que lo practican son seres diabólicos despreciables y los colectivos que las apoyan son grupos infames que no sólo merecen la excomunión sino también el desprecio y la condena al ostracismo social. ¡A por ellas y a por ellos! (Y lo consiguen en ocasiones: impiden, por ejemplo, que en España pueda practicarse todo tipo de aborto en comunidades como Nafarroa. Obligan, coaccionan fuertemente a los doctores y doctoras para que objeten. «¡Qué se vayan a la Luna, a Londres… o a Zaragoza o Madrid o a la m.. pero aquí no aborta ni Dios ni ellas tampoco!». Hablan así en sus encuentros, no es ninguna aportación personal).

La derecha más civilizada, que no usa ese lenguaje ni mantiene esa cosmovisión antihumanista y fascistoide, introduce más matices pero puede y suele coincidir en algunas aristas en temas de prohibición. No entro ahora en este ámbito.

Los feminismos, las izquierdas, con algunos desacuerdos enriquecedores entre sus diversas corrientes, defienden -¿cómo si no?- el derecho al aborto, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Pero no ignoran en absoluto el drama que significa la práctica del aborto en ocasiones y el sufrimiento que subyace en algunas situaciones. Nunca han pensado en el aborto como una maravillosa excursión al nacimiento del Segre escuchando emocionados el segundo movimiento del primer concierto para chelo de Hadyn.

Muchas ciudadanas españolas han abortado. No lo han contado a nadie que no hayan querido. A los suyos tal vez y no a todos. La periodista, la ciudadana Letizia Ortiz abortó, según parece, en octubre de 2002. Estaba en todo su derecho de no decirlo y de que no se supiera. Es asunto de su vida privada.

La periodista se convirtió en princesa y en más de un acto acto público se ha arrodillado ante figuras que representan lo peor de la Iglesia católica conservadora española que es, como se sabe, profundamente antiabortista y ha incorporado numerosas falacias y mano de hierro nada compasiva en su discurso. Hay mucho sufrimiento humano, el de numerosas mujeres, tras sus proclamas inquisitoriales.

¿Cae la princesa Letizia en alguna contradicción?, ¿cae la ciudadana Leticia en alguna contradicción en este asunto? No en mi opinión. Caería en ella si dijera o hubiera dicho A y tres segundos más tarde, pongamos por caso, dijera o hubiera dicho no-A. Podría ser inconsistente praxeológicamente si hablara a favor de A y practicara -en sus nocturnidades y sin focos- no-A.

Pero no es el caso. La ciudadana Letizia Ortiz -todo apunta a ello- ha sido absorbida por la Casa Real Borbónica (que ha sacado o está sacando lo peor de ella), pero la esposa del supuesto heredero puede haber cambiado de opinión en este asunto y por lo tanto, con mayor o menor convicción, puede arrodillarse si así lo estima ante «autoridades» tan masculinas, ortodoxas y ultraconservadoras como suelen ser las de la Conferencia Episcopal española. Políticamente da vergüenza, pero ella puede dar de sí ese retraso tan nefasto.

¿Hay que airear y publicitar el aborto de la ciudadana Letizia? ¿Por qué habría que hacerlo? ¿Hay que señalar alguna inconsistencia entre lo que hizo y su acuerdo -o silencio servil- de ahora? No existe, en principio, y aunque existiera no cabe abonar esa vía.

Cabe, eso sí, señalar su posición conservadora actual o sus miedos serviles ante las autoridades eclesiásticas pero no forma parte de la tradición de la izquierda cotillear sobre sus decisiones anteriores y menos en asuntos tan controvertidos.

PS. Un punto de vista diferente, en este asunto controvertido, pude verse en el artículo referenciado de Aníbal Malvar.

El editor Akal, cuenta AM, «estaba muy ufano y me traía un libro, recién salido del horno, titulado Adiós, Princesa«. Su autor, David Rocasolano, es primo hermano de Letizia Ortiz. El libro en cuestión «son las memorias noveladas de Rocasolano, quien no solo da un repaso a la cotidianidad de palacio, que mucho compartió, sino que habla del aborto al que se sometió Letizia el 27 de octubre de 2002».

El artículo sigue así:

«- Coño, Ramón. Que lo del aborto es una cosa íntima de la mujer…

– Por eso publico esto. El derecho a abortar es un derecho de la mujer. Por lo tanto, Rouco Varela no tiene derecho a comparar el aborto con el genocidio nazi ni a convocar, a través de los ultras y del PP, manifestaciones contra las abortistas.

– No sé…

– Yo también tuve mis dudas. Pero ten en cuenta que Letizia, a través de la institución monárquica, es una defensora activa de los privilegios de la iglesia. Y de sus sinrazones. Como la iglesia es una defensora activa de los privilegios de la monarquía. ¿Qué hace Letizia, una agnóstica, besando con devoción el anillo papal? Publicidad a la iglesia para alimento de los botarates. Pues yo hago lo mismo. Publicidad de su aborto a ver si entran en razón los botarates y empiezan a considerar que el derecho al aborto es un derecho de la mujer, no un delito.

– Coño, visto así…

– Publicar este libro y esa noticia no es inmiscuirse en la privacidad de nadie. Es denunciar la hipocresía de quienes niegan el derecho de la mujer a decidir. Es romper el vínculo cómplice entre la iglesia y la monarquía. Yo soy editor, no publicador de libros. Tengo el deber ético de contar esto. Y la Constitución me ampara».

Nota:

[1] Aníbal Malvar, «Akal vs. Leticia», http://blogs.publico.es/rosa-espinas/2013/04/06/akal-vs-letizia/

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.