Recomiendo:
0

Cuba. En el Día Internacional para la Eliminación de Violencia contra las Mujeres

La violencia oculta y ocultada

Fuentes: SEMlac

La muerte de una colega me entristece y, a la vez, provoca interrogaciones. Murió esta joven periodista cubana a manos de su ex pareja. En la emisora de radio donde laboró, sus oyentes escucharon una sentida crónica que, con razón, ponderaba su labor profesional y su actitud ante la vida. Sobre el porqué y el […]

La muerte de una colega me entristece y, a la vez, provoca interrogaciones. Murió esta joven periodista cubana a manos de su ex pareja. En la emisora de radio donde laboró, sus oyentes escucharon una sentida crónica que, con razón, ponderaba su labor profesional y su actitud ante la vida. Sobre el porqué y el cómo de su fallecimiento, ni una palabra.

Es lo normal en nuestros medios de comunicación. Respetamos la legítima intimidad de la familia. Huimos de la propagación de lo morboso.

En los años sesenta, se borró de la prensa en papel y sonora estas manifestaciones de mal gusto, solazadas en las llamadas en aquel tiempo «bajas pasiones». La mayoría de los ciudadanos comprendió ese paso.

Hasta «La Guantanamera» –esa pieza que, con los versos del Héroe Nacional José Martí, ha recorrido el mundo durante años en la voz de su autor originario, Joseíto Fernández– sirvió para narrar hechos de sangre, dramatizados convenientemente e interpretados por artistas reconocidos. Ese espacio radial gozó de gran popularidad.

La afamada revista Bohemia, aplaudida en esos años por su atrevido e inteligente pulsar de la realidad nacional, también se valía de estos recursos malsanos. En dos caras principales de la publicación, con fotos preparadas y escritos enaltecedores de los dramas personales, morían mujeres apuñaladas por supuestos o reales «engaños» a sus maridos.

Numerosos periódicos contaban con la llamada página roja, color de la sangre, tema de las líneas apresuradas inspiradas en las escenas recogidas en las Casas de Socorro y las estaciones de policía.

Muchos pensaban que la distribución material de la educación y la cultura en aulas y profesores en todo el país, la apertura a las mujeres de un abanico de posibilidades para su realización personal fuera del cerco hogareño, unido a una serie de medidas a favor de la equidad social entre los sexos, dejaría atrás esas manchas rojas que podían teñir el día a día en hogares urbanos o campesinos.

En el paquete de sueños rosa, donde la actitud humana podría variarse de una generación a otra, entró la posibilidad de eliminar estos actos de la ira, del sentimiento de posesión sobre la hembra, de respuesta a la estúpida vanidad herida de una falsa masculinidad ante una mujer que se le iba de las manos autoritarias, cada día más.

Entonces, estos dislates de la personalidad humana, estos recovecos de las relaciones interpersonales, quedaron escondidos entre paredes, sin la fuerza del galletazo que da el conocimiento público a sus propias lacras sociales, cuando es tratado con la profesionalidad debida y sin intención morbosa.

Voces sensibles e inteligentes alertaron

Poco a poco, se abrió una rendija en las puertas de las casas. La mirada científica penetró y los gritos, las golpizas, la sangre salieron a flote con los nombres verdaderos de la violencia en todos sus matices.

No son iletrados los protagonistas actuales. Como mínimo, poseen estudios secundarios terminados. Ellas están asistidas por leyes protectoras y las distintas vías organizadas por la Federación de Mujeres Cubanas.

Sin embargo, los casos existen. En los edificios, se conoce de qué apartamento sale el vocerío. Si la agredida no acusa al agresor, las escenas continuarán repitiéndose en una telenovela con posible trágico final.

La escasez de vivienda en el país sostiene parejas entre émulos de perros y gatos. Los vecinos intervendrán en algunos casos, pero se detendrán en la mayoría. «Entre marido y mujer, nadie se debe meter» y cumplen esta sentencia popular porque fueron criados en esas costumbres y, además, evitan distanciarse de estos prójimos obligados, dada la ya anunciada falta de moradas habitables.

Circunscrita a los comentarios en voz baja entre las familias de una cuadra, la violencia física es atendida y conocida en consultorios de psicólogos y psiquiatras, curada en policlínicas, recibida en demarcaciones policiales y juzgada en tribunales.

Los periodistas andamos en la boca del pueblo. La crónica radial sobre la muerte de la joven colega suscitó preguntas en los escuchas. Las leyes de la comunicación se cumplen siempre. Los vacíos en la información se rellenan con los rumores. El hecho en sí de la muerte violenta se conoció y ha provocado opiniones de repudio, igual que ocurre cuando la víctima es una ama de casa cualquiera y el ámbito de resonancia se circunscribe al barrio.

Ya en los medios de comunicación se habla de la violencia doméstica. El término es reconocido por una parte de la ciudadanía. Todavía no se maneja el vocablo feminicidio.