La evidencia empírica histórica, combinada con un poco de sentido común, es suficiente para decirnos qué clase de opiniones de futuro tiene Israel respecto al pueblo palestino: un apartheid perpetuo o una limpieza étnica, o una combinación de ambas. La aprobación el 6 de febrero de la «Ley de regularización» es todo lo que necesitamos […]
La evidencia empírica histórica, combinada con un poco de sentido común, es suficiente para decirnos qué clase de opiniones de futuro tiene Israel respecto al pueblo palestino: un apartheid perpetuo o una limpieza étnica, o una combinación de ambas.
La aprobación el 6 de febrero de la «Ley de regularización» es todo lo que necesitamos para imaginarnos la visión israelí del futuro. La nueva ley permite al gobierno israelí a reconocer retroactivamente los puestos avanzados israelíes construidos sin permiso oficial en tierras palestinas privadas.
Todos los asentamientos – los reconocidos oficialmente y los puestos no autorizados – son ilegales bajo la ley internacional. El veredicto ha sido aprobado varias veces por las Naciones Unidas, y, hace poco, ha sido pronunciado con una claridad inequívoca en la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Israel respondía anunciando la construcción de más de 6.000 nuevas unidades en los territorios palestinos ocupados, la construcción de un nuevo asentamiento (el primero en 20 años), y la promulgación de una nueva ley que allana el camino para la anexión de grandes facciones de Cisjordania.
Sin duda, esta ley es «el último clavo del ataúd de la solución de dos Estados», pero eso no es importante. Nunca le importó a Israel. El tanteo de una solución era puro paripé, por lo menos para Israel. Todas las «conversaciones de paz» y el «proceso de paz» en general, incluso cuando estaba en su cénit, rara vez ralentizaban a las excavadoras israelíes, o la construcción de «hogares judíos», o la limpieza étnica contra los palestinos.
Diana Buttu describió en Newsweek cómo el proceso de construcción de asentamientos siempre va acompañado de la demolición de hogares palestinos. 140 estructuras palestinas han sido demolidas desde que comenzó 2017, según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los Territorios Ocupados.
Desde que Donald Trump fue nombrado presidente de Estados Unidos, Israel se ha visto liberado de su obligación de expresar dos actitudes. Durante décadas, muchos oficiales israelíes han hablado apasionadamente de la paz, e hicieron todo lo que estuvo en su mano para impedir su consecución. Ahora, ya no les importa. Y punto.
Han perfeccionado su doble actitud simplemente porque tenían que hacerlo, porque era lo que Washington esperaba y pedía. Pero Trump les ha dado un cheque en blanco: haced lo que queráis; los asentamientos no son un obstáculo para la paz; Israel ha sido tratado «muy, muy injustamente» y corregiré esta injusticia histórica, etcétera.
Casi inmediatamente después de la inauguración de Donald Trump como presidente el 20 de enero, todos se quitaron las máscaras.
El 25 de enero, el verdadero Benjamin Netanyahu resurgió, dejando de actuar, y declarando descaradamente: «Construimos, y seguiremos construyendo» asentamientos ilegales.
¿Qué más se puede hablar con Israel llegados a este punto? Nada. La única solución que le importaba a Israel era su propia «solución», siempre impulsada por el apoyo ciego americano, la inutilidad europea, y siempre impuesta a los palestinos y a otros países árabes, si era necesario, por la fuerza.
Los representantes de la gran farsa de la solución de dos Estados, que elaboraron ingeniosamente el «proceso de paz» y bailaron al ritmo de Israel están ahora desconcertados. Han sido expulsados por los terribles planes de Israel, que han disparado a la cabeza de su «solución», dejando a los palestinos a elegir entre la subyugación, la humillación o el encarcelamiento.
Jonathan Cook tiene razón. La nueva ley es el primer paso hacia la anexión de la mayor parte de Cisjordania. Una vez que se legalicen los puestos más pequeños, tendrán que fortificarlos, expandirlos y protegerlos («obviamente»). La ocupación militar, que lleva en pie 50 años, ya no será temporal y reversible. La ley civil continuará aplicándose a los judíos de los Territorios Palestinos Ocupados, y la ley militar, a los palestinos.
En caso de que aún no lo tengan claro: es la mera definición de un apartheid.
Para cumplir con las «necesidades de seguridad» de los colonos, se construirán más carreteras de circunvalación «exclusivas para judíos», más muros, y más puertas que mantendrán a los palestinos lejos de su tierra, lejos de sus escuelas y sus vidas; y más puestos de control causarán más sufrimiento, más dolor, más ira y más violencia.
Esa es la visión de Israel. Incluso Trump se frustra frente al descaro de Israel. En una entrevista con Israel Hayom, pidió a Israel que fuese «razonable y respetuoso respecto a la paz».
«Aún queda mucho terreno. Y cada vez que construyes asentamientos en él, queda menos terreno», dijo Trump. Se está echando atrás respecto a su promesa de desplazar la embajada estadounidense y de permitir la expansión de los asentamientos, ya que se está dando cuenta de que Netanyahu y sus partidarios en la ONU le han llevado al borde de un precipicio y ahora le están pidiendo que salte.
Pero la verdad es que importa poco. Si Trump mantiene su posición pro-Israel extrema o si la revierte a una postura despreocupada similar a la de Barack Obama, no cambiará nada – ya que sólo Israel puede influir en los resultados.
La aprobación de la ley por parte de Israel es el fin de una era. Hemos llegado al punto en el que podemos declarar abiertamente que el llamado «proceso de paz» siempre fue una ilusión, ya que Israel nunca tuvo la intención de conceder Cisjordania y Jerusalén oriental a los palestinos.
El liderazgo palestino también carga con parte de la culpa.
El mayor error que cometió el liderazgo palestino (además de una vergonzosa falta de unidad) fue confiar a los Estados Unidos, principal aliado de Israel, la gestión del «proceso de paz», lo que ha otorgado a Israel tiempo y recursos para finalizar sus proyectos coloniales, a la vez que ha destrozado los derechos y las aspiraciones políticas de Palestina.
Volver a los mismos viejos canales, usar el mismo lenguaje y buscar la salvación en el altar de la antigua «solución de dos Estados» no servirá para nada más que para malgastar tiempo y energía.
Pero las humillantes opciones de Israel para Palestina se pueden interpretar de una manera diferente. De hecho, es la obstinación israelí la que ahora deja a los palestinos (e israelíes) con otra y única opción: la igualdad de ciudadanía en un Estado único, o un terrible apartheid.
Según dijo el ex presidente Jimmy Carter: «Israel nunca encontrará la paz hasta que no permita a los palestinos poseer sus derechos humanos y políticos básicos».
Esta «permisión» israelí aún está por llegar, lo que deja a la comunidad internacional con la responsabilidad moral de exigirla.
Fuente original: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2197