Palabras en el homenaje a Miguel Riera y Elisa Cabot del pasado martes, 22 de noviembre, en el centro cívico de La Sedeta de Barcelona. *** Buenas tardes. Es un honor hablar aquí, brevemente (esta vez sí), delante de tantos amigos y compañeras. También un placer. En el 40 aniversario de la revista… ¡Y que […]
Palabras en el homenaje a Miguel Riera y Elisa Cabot del pasado martes, 22 de noviembre, en el centro cívico de La Sedeta de Barcelona.
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Buenas tardes. Es un honor hablar aquí, brevemente (esta vez sí), delante de tantos amigos y compañeras. También un placer. En el 40 aniversario de la revista… ¡Y que cumpla muchos más y que siga hozando como lo viene haciendo desde el primer día!
Ni que decir tiene que este homenaje a Elisa y a Miguel es más que merecido. Sin ellos, sin la revista, sin nuestra revista, sin otras revistas afines, sin los libros del Topo y de editoriales amigas, muchos de nosotros no seríamos lo que somos. Seríamos mucho peores y mucho menos leídos.
Con toda la brevedad del mundo, en este centro cívico tan importante para nosotros como lugar de encuentro en tantas ocasiones, me gustaría hablar de cinco asuntos (no os asustéis: son microrrelatos): de costumbres, de la felicidad, de gentes que no merecen ser olvidadas, de propuestas y de Brecht… Siempre hay que hablar de Brecht y más cuando está ausente un amigo y maestro siempre presente, otro gran viejo-topista, muy lector y admirador de la obra del autor alemán. Hablo, por supuesto, del brechtiano Paco Fernández Buey.
Los cinco asuntos, versión «cuento brevísimo»:
De costumbres: desde mis 22 años recién cumplidos, durante cuatro o cinco años de mi vida, me alimenté del Topo (y de otras revistas próximas: Materiales, En teoría, Zona Abierta, El cárabo, mientras tanto, Taula de canvi, Saida, Nous Horitzons, Transición, etc, etc). No leía libros, leía revistas, algún diario y octavillas. Un profesor amigo de la UB me dijo una vez muy serio y muy en serio: «Salva, no te enfades, pero…. ¡menos artículos de revista y más lecturas de El Capital, de la Etica spinozista y de la Metafísica». No le hice ni caso y eso que era José Manuel Bermudo quien me aconsejó.
Hasta tal punto era así que yo solía disertar y opinar sobre lo humano e incluso lo divino inspirándome en la mayor parte de las ocasiones en artículos de la revista. Un ejemplo: lo que dije durante años, muy seguro de mí mismo, del estalinismo tenía como apoyo, y en biyección con un conjunto unitario, lo leído en un especial del Topo sobre este peliagudo asunto sin fin y sin final feliz.
De la felicidad. No exagero si les digo que, sin que olvide otros momentos y circunstancias que merecen ser recordados, uno de los momentos de felicidad más intensa que recuerdo de aquel tiempo tan interesante, como dirían Eric Hobsbawm y el autor de Marx (sin ismos), fueron las jornadas del Topo de finales de los setenta, aquellos tres días de encuentros y discusiones en el pueblo español, ese lugar cuyo nombre quieren cambiar ahora (Como sabemos, lo español para algunos, sin más matices, es sinónimo de fascista y uniformista. Como lo fueron Lorca, Machado, Ruano, Cernuda o Carlos París por ejemplo. ¿A qué sí?).
Nunca he aprendido tanto o cuanto menos nunca me he entusiasmado tanto en tan poco tiempo. Economía, filosofía, política, vida cotidiana sociología, historia, arte, música, incluso algo de ciencia,… De casi todo había en aquella viña enrojecida a del Señor.
Incluso también alguna paradoja para el futuro. La plaza central del «Pueblo español» se llenó hasta los topes el último día, domingo. La la mesa redonda de despedida prometía. Estaban Alfonso Guerra, Ludolfo Paramio, Lucio Colletti y tal vez alguien más. No les relato la evolución política de los participantes porque hoy no es día de llanto pero, si lo hiciera, habría motivos para la tristeza (No sé si también andaba por allí Andreu Mas-Colell; si fue el caso, que no lo creo, otro motivo más para la desolación).
Del recuerdo y para que no habite el olvido: Miguel y Elisa, Elisa y Miguel -iba a hacer una referencia real-católica poco afortunada, pero he reparado a tiempo-, Miguel y Elisa cuentan y han contado lo suyo pero también cuentan y han contado los colaboradores y los trabajadores y trabajadoras de la editorial. He conocido a muchos y a muchas de ellas, compañeras que han colaborado a lo largo de los años con su esfuerzo y trabajo en una aventura -esta que hoy celebramos- que, mirada desde fuera, parece una tarea sobrehumana, casi imposible. Una utopía en el mejor sentido de la palabra que también lo tiene.
No quiero olvidarme de ningún nombre, así que no citaré (casi) ninguno. Uno sí, por la devoción a él debida: Iñaki Vázquez.
Para todos ellos, para todas ellas, algunas están aquí con y entre nosotros, gracias, muchas gracias. Nada hubiera sido posible sin su esfuerzo.
El cuarto asunto -¡faltan dos tan sólo!- el de las propuestas: sería una contradicción con el espíritu topista que no hiciera esta tarde alguna sugerencia para la revista. Ahí van:
Desde el punto de vista de su difusión, debemos salir de nuevo a la calle. Seguro que suena la consigna pero no es de quien se imaginan. La que tengo en mente se la he escuchado muchas veces a otro gran topista, a Víctor Ríos Valle-Inclán, el autor de algunos editoriales-sermones (los otros son de Miguel) que parecen ser exactas predicciones político-astronómicos. ¡A la calle pues, salgamos unidos, a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo! Anunciamos algo nuevo que es también muy viejo.
De los contenidos: una página mensual dedicada a una industria criminal, la del amianto, una de las más peligrosas que han existido y existen (Paco Puche y Paco Báez colaborarían encantados); una página de divulgación científica (Alfredo Caro Maldonado sería un excelente candidato para ella) y otra página más sobre escritoras, pensadoras, científicas, artistas y activistas. No hace falta que indique quien podría dirigirla, la compañera Lidia.
Falta el «espacio Brecht», lo último. Por mi camiseta tal vez piensen que les voy a recitar los versos que todos tenemos en mente (dichos por Silvio Rodríguez en alguna de sus canciones). Los recuerdo:
Hay quienes luchan un día y son buenos
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
Que ni pintado: cuadra sin inconsistencias. Para Miguel y para Elisa.
Pero no, no les voy a decir esos versos que ya he dicho. Les voy a decir otros. De «Satisfacciones», un poema für ewig, para la eternidad, escrito en 1956, el año de la muerte del gran autor teatral marxista. Va para ambos y para todos. La traducción, creo no errar, es de otro gran amigo topista, de otro gran maestro de todos nosotros: Vicente Romano, compañero de Ulrike, Casari y Manuel Sacristán en la Universidad de Münster a mediados de los años cincuenta del siglo pasado:
La primera mirada por la ventana al despertarse
el viejo libro vuelto a encontrar
rostros entusiasmados
nieve, el cambio de las estaciones
el periódico, el perro, la dialéctica
bañarse, nadar, música antigua,
zapatos cómodos, comprender, música nueva
Escribir, plantar, viajar, cantar
y ser amable.
Pues eso, comprender, escribir, la dialéctica, cantar la Marsellesa, el «Pequeño vals vienés» o la Internacional.
Y ser amables. Como Miguel, como Elisa, como todos vosotros, como todas vosotras. Abrazos rojos y fraternales. Y hasta… la resistencia honesta siempre.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.