El periódico israelí Haaretz publicó el 10 de diciembre un informe extenso y fascinante que ofrece una inquietante instantánea del clima político que está aflorando rápidamente en Europa respecto al tema del antisemitismo. El artículo documenta una especie de reinado del terror cultural, político e intelectual en Alemania desde que el Parlamento aprobó el año pasado una resolución que equipara el apoyo a los boicots no violentos a Israel, en solidaridad con los palestinos oprimidos por ese Estado, con el antisemitismo.
El artículo se refiere a Alemania, pero cualquiera que lo lea verá un fuerte paralelismo con lo que está sucediendo en otros países europeos, especialmente en el Reino Unido y Francia.
Los mismos líderes europeos que hace unos años marchaban en París al grito de “Je suis Charlie” -en defensa de los derechos inalienables de libertad de expresión de los europeos blancos para ofender a los musulmanes insultando y ridiculizando a su Profeta- hacen cola ahora para prohibir la libertad de expresión cuando se dirige contra Israel, un Estado que se niega a poner fin a su beligerante ocupación de las tierras palestinas. Los líderes europeos han demostrado en repetidas ocasiones que están demasiado dispuestos a aplastar la libertad de expresión de los palestinos y de quienes se solidarizan con ellos para evitar ofender a sectores de la comunidad judía.
La situación se reduce a esto: los musulmanes europeos no tienen derecho a ofenderse por los insultos a una religión con la que se identifican, pero los judíos europeos tienen todo el derecho a ofenderse por las críticas a un Estado agresivo de Oriente Medio con el que se identifican. Visto de otra manera, las prioridades seculares perversas de la cultura dominante europea colocan ahora la sacralidad de un Estado militarizado, Israel, por encima de la sacralidad de una religión con mil millones de seguidores.
Culpabilidad por asociación
Ni siquiera se trata de un doble rasero. No puedo encontrar una palabra en el diccionario que transmita la escala y el grado de hipocresía y mala fe involucradas.
Si el académico judío estadounidense Norman Finkelstein escribiera una continuación de su apasionado libro The Holocaust Industry -sobre el cínico uso del Holocausto para enriquecer y empoderar a un establishment organizativo judío a expensas de los supervivientes reales del Holocausto-, podría sentirse tentado a titularlo “La industria del antisemitismo”.
En el actual clima europeo, que rechaza cualquier pensamiento crítico en relación a amplias áreas de la vida pública, esa sola observación bastaría para que a uno le denunciaran como antisemita. Es por eso que el artículo de Haaretz -mucho más valiente que todo lo que puedan leer en un periódico del Reino Unido o de EE. UU.- no se burla de lo que está sucediendo en Alemania. Lo llama “caza de brujas”. Esa es la forma de Haaretz de decir que el antisemitismo se ha politizado y armado, una conclusión evidente que en estos momentos hará que te expulsen del Partido Laborista británico, aunque seas judío.
La historia de Haaretz destaca dos desarrollos importantes en la forma en que el antisemitismo ha sido, en palabras de intelectuales y líderes culturales citados por el periódico, “instrumentalizado” en Alemania.
Las organizaciones judías y sus aliados en Alemania, como informa Haaretz, están convirtiendo abiertamente en arma el antisemitismo no solo para dañar la reputación de los críticos más duros de Israel, sino también para forzar a salir del dominio público y cultural -a través de una especie de “culpa de antisemitismo por asociación”- a cualquiera que se atreva a criticar a Israel.
Las asociaciones culturales, festivales, universidades, centros de investigación judíos, think-tanks políticos, museos y bibliotecas están siendo obligados a escudriñar el pasado de aquellos a los que desean invitar no sea que las organizaciones judías locales puedan explotar alguna transgresión menor contra Israel. Eso ha creado una atmósfera tóxica y políticamente paranoica que inevitablemente mata la confianza y la creatividad.
Pero la psicosis es aún más profunda. Israel, y todo lo relacionado con él, se ha convertido en un tema tan explosivo -hasta el punto de que puede arruinar carreras en un instante- que la mayoría de las personalidades políticas, académicas y culturales en Alemania tratan ahora de evitarlo por completo. Israel, como pretendían sus partidarios, se está convirtiendo rápidamente en intocable.
Un caso de estudio señalado por Haaretz es el de Peter Schäfer, respetado profesor de estudios del judaísmo antiguo y el cristianismo, que se vio obligado a dimitir como director del Museo Judío de Berlín el año pasado. El crimen de Schäfer, a los ojos del establisment judío en Alemania, fue el haber realizado una exposición sobre Jerusalén que reconocía las tres tradiciones religiosas de la ciudad, incluida la musulmana.
Fue acusado de inmediato de promover “distorsiones históricas” y denunciado por “antiisraelí”. Un reportero del derechista Jerusalem Post de Israel, que ha estado en connivencia activa con el gobierno israelí para difamar a los críticos de Israel, se puso en contacto con Schäfer mediante una serie de correos electrónicos provocadores. Las preguntas incluían esto: “¿Aprendió una lección equivocada sobre el Holocausto?” y “Expertos israelíes me dijeron que usted difunde el antisemitismo, ¿es eso cierto?”.
Schäfer observa:
La acusación de antisemitismo es una especie de garrote que permite asestar un golpe mortal, y los elementos políticos que tienen interés en esta cuestión lo están utilizando sin duda alguna… El personal del museo ha entrado poco a poco en estado de pánico. Luego, por supuesto, también comenzamos a hacer verificaciones de antecedentes. Esto fue envenenando cada vez más la atmósfera y nuestro trabajo.
Otra víctima destacada de estas organizaciones judías le comenta a Haaretz:
A veces uno piensa: “¿Voy a esa conferencia?” “¿Invito a este colega?”. Significa que después tendré que lidiar durante unas tres semanas con una tormenta de mierda cuando necesito tiempo para preparar otras cosas por las que me pagan como profesor. Existe un tipo de “obediencia anticipada” o “autocensura previa”.
El teléfono no para de sonar
No hay nada inusual en lo que está sucediendo en Alemania. Las organizaciones judías están provocando estas “tormentas de mierda” -diseñadas para paralizar la vida política y cultural de cualquiera que se involucre en la más leve crítica de Israel- a los niveles más altos del gobierno. ¿No me creen? Ahí tenemos a Barack Obama explicando en su reciente autobiografía sus esfuerzos como presidente de Estados Unidos para frenar la expansión de Israel de sus ilegales asentamientos. Bien pronto se le advirtió que retrocediera o tendría que enfrentarse a la ira del lobby de Israel:
Los miembros de ambos partidos estaban preocupados de que el Comité de Asuntos Públicos de Israel-Estados Unidos (AIPAC, por sus siglas en inglés) pudiera enfadarse. Aquellos que criticaban la política israelí demasiado fuerte se arriesgaban a ser etiquetados como “antiisraelíes” (y posiblemente antisemitas) y a tener que enfrentarse a un oponente bien financiado en las próximas elecciones.
Parece que Corbyn ha encontrado un aliado inverosímil en el expresidente Obama. En su nueva autobiografía escribe sobre el poder del lobby israelí: “Quienes criticaron la política israelí demasiado fuerte se arriesgaron a que les etiqueten de ‘antiisraelíes’ (y posiblemente de antisemitas)».
Cuando Obama siguió adelante de todos modos en 2009 y propuso una modesta congelación de los asentamientos ilegales de Israel:
Los teléfonos de la Casa Blanca empezaron a sonar sin parar, mientras los miembros de mi equipo de seguridad nacional respondían a llamadas de reporteros, líderes de organizaciones judías estadounidenses, simpatizantes prominentes y miembros del Congreso, todos ellos preguntando por qué nos metíamos en Israel… Este tipo de presión continuó durante gran parte de 2009.
Observaba asimismo:
El ruido orquestado por Netanyahu tenía el deseado efecto de devorar nuestro tiempo, ponernos a la defensiva y recordarme que las diferencias políticas normales con un primer ministro israelí -incluso con uno que presidía un frágil gobierno de coalición- exigían un coste político que no existía cuando trataba con el Reino Unido, Alemania, Francia, Japón, Canadá o cualquiera del resto de nuestros aliados más cercanos.
Sin duda, Obama no se atreve a dejar por escrito todos sus pensamientos sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, o los cabilderos estadounidenses que trabajaron en su nombre. Pero sus comentarios sí muestran que incluso un presidente de Estados Unidos, supuestamente la persona más poderosa del planeta, terminó escaldado ante este tipo de asalto implacable. Para los mortales de menor graduación, es probable que el precio sea mucho mayor.
No hay libertad de expresión respecto a Israel
Fue esta misma movilización de la presión organizativa judía -orquestada, como señala Obama, por Israel y sus partidarios en EE. UU. y Europa- la que terminó por arrollar los cinco años de Jeremy Corbyn como líder del izquierdista Partido Laborista británico, reformulando como antisemita a un famoso activista antirracismo casi de la noche a la mañana.
Es la razón por la que su sucesor, Sir Keir Starmer, ha subcontratado parte de la supervisión organizativa laborista sobre asuntos judíos e israelíes a la muy conservadora Junta de Diputados de los Judíos Británicos, según se pone de manifiesto cuando Starmer firmó los “10 Compromisos” de la Junta.
Diez compromisos para poner fin a la crisis del antisemitismo
(Junta de Diputados de los Judíos Británicos)
1. Resolver los casos pendientes.
2. Hacer que el proceso disciplinario del Partido sea independiente.
3. Garantizar la transparencia.
4. Impedir la readmisión de infractores destacados.
5. No ofrecer una plataforma para la intolerancia.
6. Adoptar la definición internacional de antisemitismo sin reservas.
7. Implementar un programa de educación antirracista que cuente con el apoyo de la comunidad judía.
8. Comprometerse con la comunidad judía a través de sus principales grupos representativos.
9. Comunicarse con determinación.
10. Demostrar liderazgo y asumir responsabilidad.
Es parte de la razón por la que Starmer suspendió recientemente a Corbyn del partido y después desafió las demandas de sus miembros para que se le readmitiera adecuadamente una vez que Corbyn expresó su preocupación por la forma en que las acusaciones de antisemitismo habían sido “exageradas por razones políticas” para perjudicarle a él y al Partido Laborista. (Cabe señalar que el derechista Starmer también se sintió feliz de usar el antisemitismo como pretexto para erradicar la agenda socialista que Corbyn había tratado de recuperar en el Partido Laborista). Es por eso que Starmer ha impuesto una prohibición total sobre los sectores del electorado que discuten la suspensión de Corbyn. Y es por eso también que el secretario de educación en la sombra del Partido Laborista se ha unido al Partido Conservador gobernante al amenazar con privar a las universidades de sus fondos si permiten la libertad de expresión respecto a Israel en el campus.
Es inquietante saber por este artículo que los laboristas respaldan la amenaza de retirar la financiación a las universidades para intimidarlas a que adopten la redefinición de antisemitismo de la IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance), una definición que protege a Israel de las críticas y prohibiría la mayoría de las formas de solidaridad con los palestinos en el campus (Jonathan Cook, Twitter 8 diciembre 2020)
Dos tipos de judíos
Pero el artículo de Haaretz plantea otra cuestión fundamental para comprender cómo Israel y el establishment judío en Europa están politizando el antisemitismo para proteger a Israel de las críticas. El potencial talón de Aquiles de su campaña son los disidentes judíos, aquellos que rompen con la supuesta línea de la “comunidad judía” y crean un espacio para que otros -ya sean palestinos o no judíos- critiquen a Israel. Estos disidentes judíos corren el riesgo de servir como recordatorio de que las críticas incisivas a Israel no deberían acabar en que uno sea calificado de antisemita.
Los líderes palestinos advierten: “La lucha contra el antisemitismo ha sido cada vez más instrumentalizada por el gobierno israelí y sus partidarios en un esfuerzo por deslegitimar la causa palestina y silenciar a los defensores de los derechos palestinos” (Jonathan Cook, Twitter: 1 diciembre 2020)
Sin embargo, Israel y las organizaciones judías se han propuesto erosionar esa idea promoviendo una distinción -que además es antisemita- entre dos tipos de judíos: buenos judíos (leales a Israel) y malos judíos (desleales a Israel).
Haaretz informa que a determinados funcionarios en Alemania, como Felix Klein, el comisionado contra el antisemitismo del país, y Josef Schuster, presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, se les permite definir no solo quién es antisemita, por lo general usando el apoyo a Israel como criterio, sino que también están determinando quiénes son buenos judíos -aquellos que son políticamente como ellos- y quiénes son malos judíos, quienes no están de acuerdo con ellos.
A pesar de la horrible historia reciente de odio a los judíos en Alemania, figuras como Klein y Schuster han alentado al Gobierno alemán, a las autoridades locales, a los medios de comunicación, a las universidades y las instituciones culturales para que persigan a judíos alemanes, incluso a judíos israelíes que viven y trabajan en Alemania, desde el espacio público y cultural del país.
Cuando, por ejemplo, un grupo de académicos judíos israelíes en Berlín sostuvo el año pasado una serie de discusiones online sobre el sionismo en el sitio web de su escuela de arte, un periodista israelí reveló pronto la historia de un “escándalo” que involucraba a partidarios del boicot (BDS) que recibían fondos del gobierno alemán. Horas más tarde, la escuela de arte había cerrado la página, mientras que el Ministerio de Educación alemán emitía un comunicado aclarando que no había proporcionado dichos fondos. La embajada israelí declaró oficialmente que las discusiones sostenidas por esos israelíes eran “antisemitas”, y una fundación alemana que documenta el antisemitismo agregó el grupo a la lista de incidentes antisemitas que registra.
Descritos como “capos”
Tan represiva se ha vuelto la atmósfera cultural y política en Alemania que ha habido una pequeña reacción de firmeza entre los líderes culturales. Algunos se han atrevido a publicar una carta protestando contra el papel de Klein, el comisionado para el antisemitismo. Haaretz informa:
El zar del antisemitismo, acusaba la carta, está trabajando “en sinergia con el Gobierno israelí” en un esfuerzo “que trata de desacreditar y silenciar a los oponentes de las políticas de Israel” y está incitando una “instrumentalización” que socava la verdadera lucha contra el antisemitismo.
Figuras como Klein se han centrado tanto en abordar las críticas a Israel desde la izquierda, incluida la izquierda judía, que apenas han percibido el “grave peligro a que se enfrentan los judíos en Alemania debido al aumento del antisemitismo de extrema derecha”, argumenta la carta.
Una vez más, puede verse la misma imagen en toda Europa. En el Reino Unido, el opositor Partido Laborista, que debería ser un espacio seguro para quienes lideran la lucha contra el racismo, está depurando a los judíos que critican a Israel y utilizando difamaciones de antisemitismo contra prominentes antirracistas, especialmente de otras minorías oprimidas.
Resulta muy sorprendente que Naomi Wimborne-Idrissi, una de las fundadoras de Jewish Voice for Labor, que apoya a Corbyn, fuera recientemente suspendida por el laborismo de Starmer. Acababa de aparecer en un video emocionante en el que explicaba las formas en que las organizaciones judías estaban utilizando el antisemitismo para difamar a izquierdistas judíos como ella por “traidores” y “capos”; un insulto incendiario que, como señala Wimborne-Idrissi, hace referencia a “un judío preso de un campo de concentración que colaboró con las autoridades [nazis], a gente que colaboró en la aniquilación de su propio pueblo”.
Al suspenderla, Starmer apoyó eficazmente esta campaña del establishment judío del Reino Unido para provocar y vilipendiar a los judíos de izquierda.
La purga agresiva de judíos del Partido Laborista bajo el gobierno represivo de @Keir_Starmer sigue su curso. No he visto una campaña sostenida de antisemitismo manifiesto como el esfuerzo de los centristas laboristas en crear listas de judíos buenos y judíos malos y purgar a estos últimos. https://t.co/wVwnu47QJP (Glenn Greenwald, Twitter: 3 diciembre 2020)
Con anterioridad, Marc Wadsworth, un distinguido activista negro contra el racismo, se vio igualmente suspendido por los laboristas cuando expuso los esfuerzos de Ruth Smeeth, entonces parlamentaria laborista y exfuncionaria judía del grupo de presión israelí BICOM, para reclutar a los medios de comunicación para su campaña, una campaña que califica a los opositores políticos de la izquierda de antisemitas.
En consonancia con la rápida erosión del pensamiento crítico en las organizaciones de la sociedad civil diseñadas para defender las libertades básicas, Smeeth fue nombrada recientemente directora de la prestigiosa organización por la libertad de expresión Index on Censorship. Ahora puede trabajar allí en la represión de las críticas a Israel -y atacar a los “malos judíos”- con el pretexto de combatir la censura. En la nueva realidad invertida, la censura no tiene que ver con difamar y silenciar a un “mal judío” como Wimborne-Idrissi, sino con criticar a Israel por sus abusos de los derechos humanos, que supuestamente “censura” la identificación de los “buenos judíos” con Israel, considerada a menudo ahora como el delito de “ofender”.
Bien, ahora nos hemos mudado oficialmente de Alicia al otro lado del espejo a la dimensión desconocida. Ruth Smeeth, excabildera israelí de BICOM y actriz clave en la ilegalización de la solidaridad hacia los palestinos en el Partido Laborista, es la nueva directora ejecutiva del grupo de libertad de expresión Index on Censorship. https://t.co/UmHXbTQETS – Jonathan Cook (@Jonathan_K_Cook) 15 de junio de 2020
El niño que gritó que viene el lobo
El artículo de Haaretz ayuda a contextualizar la actual “caza de brujas” antisemitista de Europa, que ataca a cualquiera que critique a Israel, se solidarice con los palestinos oprimidos o se asocie con ellos. Es una expansión de la campaña anterior del establishment judío contra “el tipo de judío equivocado”, como lo identifica Finkelstein en The Holocaust Industry. Pero esta vez las organizaciones judías están jugando un juego político mucho más arriesgado y peligroso.
Haaretz teme, con razón, que el liderazgo judío en Europa no solo esté silenciando a los judíos comunes, sino que esté degradando el significado -el valor de choque- del antisemitismo a través del acto mismo de politizarlo. Las organizaciones judías corren el riesgo de alienarse a la izquierda europea, que históricamente las ha apoyado contra los judíos odiados por la derecha. De repente, los antirracistas europeos se encuentran identificados y difamados como neonazis en ciernes.
Si quienes apoyan los derechos humanos y exigen el fin de la opresión a los palestinos se ven etiquetados como antisemitas, cada vez será más difícil distinguir entre el falso “antisemitismo” (convertido en arma) de la izquierda y el verdadero odio a los judíos de la derecha. Es probable que los difamadores del antisemitismo, y compañeros de viaje como Keir Starmer, terminen sufriendo su propio síndrome del “niño que gritó que viene el lobo”.
O como señala Haaretz:
La cuestión que está molestando a los críticos de la resolución del Bundestag [Parlamento alemán] es si la extensión del concepto de antisemitismo que abarca la crítica a Israel no está afectando adversamente la batalla contra el antisemitismo. El argumento es que la facilidad con la que se formula la acusación podría tener el efecto de erosionar el concepto mismo.
La industria del antisemitismo
Merece la pena señalar las características compartidas de la nueva industria del antisemitismo y los debates anteriores de Finkelstein sobre la industria del Holocausto.
En su libro Finkelstein identifica a los “judíos equivocados” con personas como su madre, que sobrevivió a un campo de exterminio nazi mientras el resto de su familia perecía. Estos judíos supervivientes, argumenta Finkelstein, tuvieron valor para la industria del Holocausto solo en la medida en que sirvieron de herramienta de promoción para que el establishment judío acumulara más riqueza y estatus cultural y político. Pero las víctimas fueron ignoradas porque el mensaje del Holocausto real -en contraste con la representación del liderazgo judío- era universal: que debemos oponernos y luchar contra todas las formas de racismo porque conducen a la persecución y al genocidio.
En cambio, la industria del Holocausto promovió una lección particularista e interesada de que el Holocausto prueba que los judíos están oprimidos de forma única y que, por lo tanto, merecen una solución única: un Estado, Israel, al que los Estados occidentales deben dar un margen de maniobra único para cometer crímenes en violación del derecho internacional. La industria del Holocausto -que se distingue sobremanera de los eventos reales del Holocausto- está profundamente entrelazada y racionalizada por la perpetuación del proyecto colonial racista de Israel.
En el caso de la industria del antisemitismo, vuelve a aparecer el “judío equivocado”. Esta vez, la caza de brujas tiene como objetivo a los judíos izquierdistas, a los judíos críticos con Israel, a los judíos que se oponen a la ocupación y a los judíos que apoyan un boicot de los asentamientos ilegales o del propio Israel. Una vez más, el problema con estos “malos judíos” es que aluden a una lección universal que dice que los palestinos tienen al menos tanto derecho a la autodeterminación, a la dignidad y la seguridad en su patria histórica como los inmigrantes judíos que huyeron de la persecución europea.
Keir Starmer tiene que escuchar a los estadounidenses «orgullosamente proisraelíes» de Peace Now. Rechazan la definición de la IHRA de “convertir en arma” el antisemitismo y permitir “cazas de brujas macartistas” con los críticos de Israel. Solo aquellos que viven en un “agujero negro” podrían soportarlo. https://t.co/mNCj0LqCky – Jonathan Cook (@Jonathan_K_Cook) 6 de diciembre de 2020
A diferencia de los “malos judíos”, la industria del antisemitismo exige que se extraiga una conclusión particularista sobre Israel, al igual que la industria del Holocausto llegó también anteriormente a una conclusión particularista. Dice que negar a los judíos un Estado es dejarlos indefensos contra el eterno virus del antisemitismo. Según esta concepción, el Holocausto puede ser singularmente aborrecible, pero está lejos de ser único. Los no judíos, dadas las circunstancias adecuadas, son muy capaces de llevar a cabo otro Holocausto. Por lo tanto, los judíos deben estar siempre protegidos, siempre en guardia, siempre con sus armas (o en el caso de Israel, sus bombas nucleares) a mano.
Un «comodín»
Por supuesto, esta visión trata de ignorar o marginar a otras víctimas del Holocausto -romaníes, comunistas, homosexuales- y otros tipos de racismo. Necesita crear una jerarquía de racismos, una competencia entre ellos, en la que el odio a los judíos esté en la cima. Así es como hemos llegamos a un absurdo: que el antisionismo -tergiversado como el rechazo a un refugio para los judíos, en lugar de la realidad de que rechaza un Estado étnico colonial que oprime a los palestinos- es lo mismo que el antisemitismo.
Extrañamente, como aclara el artículo de Haaretz, las autoridades alemanas están oprimiendo a los “malos judíos” a instancias de organizaciones judías, para evitar, según ellos consideran, el resurgimiento de la extrema derecha y los neonazis. Por lo tanto, las críticas a Israel hechas por el “mal judío” no solo se descartan como ideológicamente erróneas o engañosas, sino que se convierten en una prueba de que estos judíos están en connivencia, o al menos alientan, a los que odian a los judíos.
De esta manera, Alemania, el Reino Unido y gran parte de Europa han llegado a justificar la exclusión del “judío equivocado” (aquel que defiende principios universales en beneficio de todos) del espacio público. Lo cual, por supuesto, es exactamente lo que Israel quiere, porque, arraigado como está en una ideología de exclusividad étnica como “Estado judío”, necesariamente rechaza la ética universal.
Lo que vemos aquí es una ilustración de un principio en el corazón de la ideología estatal del sionismo de Israel: Israel necesita el antisemitismo. Si no existiera, Israel tendría que inventar literalmente el antisemitismo.
Esto no es una hipérbole. La idea de que el “virus del antisemitismo” yace semidormido en cada no judío esperando una oportunidad para invadir a su portador es la razón fundamental de Israel. Si el Holocausto fue un hecho histórico excepcional, si el antisemitismo fue un racismo antiguo que en su encarnación moderna siguió los patrones de prejuicio y odio familiares a todos los racismos, desde el fanatismo contra los negros hasta la islamofobia, Israel no solo sería redundante sino una abominación, porque se ha creado para desposeer y abusar de otro grupo, los palestinos.
El antisemitismo es el «comodín» (1) de Israel. El antisemitismo sirve para absolver a Israel del racismo que encarna estructuralmente y que sería imposible pasar por alto si Israel se viera privado de la desorientación que proporciona el antisemitismo al ser utilizado como arma.
Un espacio vacío
El artículo de Haaretz ofrece un servicio genuino al recordarnos no solo que existen los “malos judíos”, sino al salir en su defensa, algo que los medios europeos ya no están dispuestos a hacer. Defender a “malos judíos” como Naomi Wimborne-Idrissi es contaminarse con la misma mancha de antisemitismo que justificó la expulsión de estos judíos del espacio público.
Haaretz registra el esfuerzo de unas cuantas instituciones culturales valientes en Alemania para protestar, para no ceder, contra este nuevo mccartismo. Su posición puede fracasar. Si así sucede, es posible que nunca se den cuenta de ello.
La fraudulenta controversia del “antisemitismo laborista” ha empoderado a los elementos más matones de la comunidad judía británica organizada. Un buen ejemplo: la campaña contra el antisemitismo exige efectivamente que el profesor David Feldman se mantenga callado o que se le despida. https://t.co/QWvNg84c2E – JamieSW (@jsternweiner) 4 de diciembre de 2020
Una vez silenciados los “malos judíos”, como ya se ha hecho con los palestinos y con quienes se solidarizan con ellos; cuando las redes sociales hayan eliminado a los críticos de Israel como odiadores de judíos; cuando los medios de comunicación y los partidos políticos impongan este silencio de manera tan absoluta que ya no necesiten tachar a nadie de antisemita porque se ha hecho desaparecer a estos “antisemitas”; cuando la “comunidad” judía hable con una sola voz porque sus otras voces han sido eliminadas; cuando la censura esté completa, no se darán cuenta de ello.
No quedará constancia alguna de todo lo que se perdió. Simplemente habrá un espacio vacío, una pizarra en blanco, donde alguna vez existieron debates sobre los crímenes de Israel contra los palestinos. En cambio, lo que van a escuchar es solo lo que Israel y sus partidarios quieren que escuchen. Su ignorancia será dichosamente completa.
(1) En el original de usa la expresión «‘Get out of jail’ card», que forma parte del juego del Monopoly y se ha convertido en una metáfora de algo que sirve para salir de una situación no deseada (N. de la T.)
N. de la T.: Véase aquí el manifiesto emitido sobre el antisemitismo por la Asociación Internacional por la Memoria del Holocausto.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Entre sus libros destacan “Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su página web es: www.jonathan-cook.net
Fuente: https://www.jonathan-cook.net/blog/2020-12-11/israel-antisemitism-claims-terror/
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