Recomiendo:
0

Las argucias del colonialismo español en el Sahara Occidental

Fuentes: Rebelión

Sabemos que para defender determinados intereses se hace necesario repetir con insistencia algunas ideas clave para sostenerlos -los intereses- hasta convertirlas en verdad aparentemente objetiva, aun a sabiendas de que pueda darse la posibilidad de demostrar que son una falacia -las ideas-, así como los argumentos que las sustentan. Para materializar una verdad se necesitan […]

Sabemos que para defender determinados intereses se hace necesario repetir con insistencia algunas ideas clave para sostenerlos -los intereses- hasta convertirlas en verdad aparentemente objetiva, aun a sabiendas de que pueda darse la posibilidad de demostrar que son una falacia -las ideas-, así como los argumentos que las sustentan.

Para materializar una verdad se necesitan sujetos que la difundan y una cobertura de medios y foros a través de los cuales hacerla circular, con la intención evidente de convencer al mayor número posible de personas de lo legítimo y correcto de ciertas afirmaciones que por provenir de ‘expertos’ en la materia damos por supuesto que no han sido objeto de tergiversación: son La Verdad.

Esta argucia utilizada a la hora de elaborar ciertas tesis políticas, con las cuales se argumenta pero sobre las cuales no se argumenta, posee tal poder de convicción que como mancha de aceite se extiende por todo tipo de círculos, eventos universitarios, libros de éxito, publicaciones en revistas especializadas, artículos de prensa, páginas electrónicas… en suma, informes de los ‘expertos’ que auto-investidos de una autoridad supuestamente neutra, científica, tienen la eficiente virtud de neutralizar el proceso social del que se habla y la eficaz prontitud de hacernos olvidar las condiciones históricas de origen que de una u otra manera conforman la realidad de personas concretas a las cuales no se tiene en cuenta, pero sobre las cuales se impone una verdad contraria a sus intereses.

Como por arte de magia quien ose no compartir esas tesis políticas pasa a formar parte de la masa de ignorantes -sus autores ya han sido convenientemente situados por encima del bien, y sobre todo de las consecuencias del mal- que por su ‘ignorancia’ se convierten en los responsables del conflicto social, las guerras, la violencia, el desorden, la injusticia, la falta de libertades y son los que entorpecen la posibilidad de vivir en paz y armonía los unos con los otros.

Un ejemplo muy cercano es la cada vez más extendida idea de que una ‘tercera vía’ es la única posible solución a la cuestión saharaui, aunque los datos de que se disponen, la legalidad internacional y la acción pacífica y resistente de los saharauis durante estos treinta años de descolonización inconclusa en África pongan de manifiesto, clara y contundentemente, que no sólo es que exista la República Árabe Saharaui Democrática, sino de que es posible que un pueblo africano pueda seguir defendiendo el inalienable derecho a su soberanía nacional en este mundo en el que vivimos [1]. Esta ‘tercera vía’ sitúa la cuestión en el lado saharaui: mejor que ser nada es aceptar ser una provincia autónoma de Marruecos. Porque si se hablara de soluciones para la cuestión marroquí respecto al Sahara occidental implicaría por un lado reconocer la existencia de la identidad saharaui, y por otro supondría hablar también de los intereses comerciales, políticos y neo-coloniales que la Europa del capital tiene invertidos en Marruecos.

Observamos que resulta inquietante para algunos escuchar los gritos que llegan de la Saguia el Hamra, Río de Oro, de los campamentos de refugiados en Tinduof en Argelia, y de diversas ciudades del territorio soberano de Marruecos donde mal-sobreviven saharauis que denuncian el incumplimiento de los Derechos Humanos en el reino alauí, reclamando al tiempo su derecho a la autodeterminación en el territorio que legítimamente es suyo y les ha sido usurpado. ¿Es que son acaso manifestaciones espontáneas de descontento o la palpable existencia de un pueblo organizado política, ideológica y culturalmente?

El interlocutor legítimo para la defensa de los intereses saharauis con el resto de la comunidad internacional es el Frente POLISARIO pese a quien le pese. Y el pueblo saharaui es soberano para decidir quiénes son sus representantes e interlocutores, guste o no guste a la comunidad política e intelectual.

La verdad es que no hay razones objetivas para que no sea así. La desestabilización en el denominado Magreb, que sepamos, no se debe a que el Frente POLISARIO haya invadido Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez o Libia. Pero sabemos, eso sí, que Marruecos tiene invadido el territorio del Sáhara Occidental; realidad que se remonta a la firma de los ilegales acuerdos tripartitos de Madrid y que ningún gobierno español se ha atrevido todavía a invalidar. Desde la dictadura franquista hasta el actual gobierno presidido por D. José Luís Rodríguez Zapatero ha habido tiempo suficiente para poner las cosas en su sitio. Sin embargo la pasividad consciente de las fuerzas políticas españolas viene siendo directamente proporcional a la paciencia demostrada por el pueblo saharaui. ¿Hasta cuando? He ahí la cuestión.

Hay que añadir, no obstante, que lo que acontece al pueblo saharaui lo es precisamente en un momento en el que asistimos a una guerra de rapiña, imperialista, por el adueñamiento absoluto de los recursos energéticos del planeta que se ceba con la sangre de tantos otros pueblos inscritos en el catálogo de la cultura occidental como de ‘ignorantes políticos’ y por tanto de potenciales terroristas (sobre todo si son de confesión islámica); o de aquellos otros que no han querido entrar de forma pacífica en este mundo globalizado; porque -para algunos analistas de turno claro está- es mejor convencerles a través de la idea de una ‘tercera vía’ que tener que recurrir al convencimiento por la vía de las armas -como hace Marruecos- porque tiene peor prensa y sobre todo una solución más incierta, no sea que por un ‘quíteseme allá esas antiguas pajas coloniales’ un conflicto de poca monta se lleve a toda la población mundial por delante, incluidos a los que pagan, que ya sabemos son los que mandan; porque en este punto sí que estaremos todos de acuerdo con la idea de que a nadie le gusta que jueguen alegremente con sus lentejas.

Tenemos entonces que preguntarnos, ¿Cuáles son los intereses puestos en este tablero de juego? ¿Qué se pretende ganar al final de la partida? ¿Quiénes son realmente los que juegan? ¿Las reglas del juego son limpias y democráticas? ¿Hacen trampas los que juegan o es que este juego es en sí mismo una trampa plagada de minas? Como no pretendemos con estas preguntas dar motivo para escribir un relato de política-ficción, trataremos de hablar sencillamente de política. En concreto de la política colonial española respecto al Sahara Occidental.

Estamos viviendo una transformación cualitativa de las relaciones sociales y de las prácticas culturales. Esto no es ajeno al proceso de concentración de la riqueza en cada vez menos manos cuya consecuencia inmediata, demostrada, cuantificada y real es un aumento vertiginoso de la exclusión social que atraviesa al norte, al sur, al oriente y al occidente. Un sólo dato para una reflexión urgente y serena de lo que nos pasa: 2000 millones de personas no saldrán jamás de si situación de hambre y atraso [2]. En paralelo nuestra capacidad de empoderamiento disminuye, se pauperizan los pueblos y los Estados-nación son el ariete para la mercantilización de derechos: los sociales porque si queremos disfrutarlos nos obligan a pagarlos a precio de mercado, y los políticos sólo nos es posible ejercerlos siempre y cuando no perjudiquen la obtención de los beneficios mercantiles previstos ni cuestionen la propiedad privada de los medios de producción y reproducción de personas y capitales.

Paradójicamente aceptamos con resignación sumisa el programado desenlace de una aparente evolución desintegradora de los estados-nación. Nos amparamos temporalmente en los programas de cooperación al desarrollo de los gobiernos, en la acción de las Organizaciones no y sí Gubernamentales, -no está nada claro-, confiamos en el alza o la baja de los mercados de valores para reivindicar o no la paz o la subida de los salarios… Resumiendo, asistimos a un momento de extrema debilidad organizativa que nos lleva de hecho a aceptar con aborregado entusiasmo cualquier universal Plan Marshall que nos propongan para salir o no caer en la miseria, y a adoptar las ‘terceras vías’ como el camino político pacífico y negociado de los conflictos.

Por eso se crean determinados términos que ocultan y desvirtúan las particularidades y particularismos de los pueblos cuyas tradiciones filosóficas y de organización socio-política se articulan en torno al desarrollo de la democracia participada por todo un pueblo. La nueva escuela para-filosófica neoconservadora católica y protestante que extiende sus dominios por doquier desplegando un deslumbrante poder simbólico y mediático, nos conduce a reducir la política, con el uso machacón de esos términos, a una cuestión moral entre ‘buenos’ y ‘malos’ y así vaciar de contenido cualquier orden jurídico basado en el respeto hacia uno de los pilares básicos por el cual somos algo: nuestra identidad que es fruto de un proceso histórico común compartido.

Pretender asimilar y reducir la identidad saharaui a la identidad marroquí es un acto irreflexivo de violencia intelectual, simbólica, colonial y lingüística, injustificable sobre todo en ‘expertos’ que sepan algo sobre la cultura Bidán salvo claro está, que aun sabiéndolo se atrevan a formular públicamente soluciones políticas conducentes a la renuncia y asimilación de una identidad cultural por otra con propuestas que vulneran el obligado respeto que hay que tener a los derechos políticos de los pueblos y sus culturas, rebasar ese límite supone legitimar, una vez más, el abuso del conocimiento para un uso arbitrario e interesado del poder.

La autoridad ‘moral’ de los expertos que opinan sobre la política saharaui, pero argumentan con los intereses marroquíes en terreno español es un remedo modernizado de cómo las autoridades de la dictadura franquista entendían la identidad ‘española’ indisolublemente unida al colonialismo en África. Por eso se ocultan las condiciones históricas de origen del pueblo saharaui, no se tiene en cuenta el proceso de transformación social en estos treinta largos años de ocupación, refugio y exilio, ni por supuesto se hace el esfuerzo por entender la realidad política, económica, ideológica y cultural de un grupo étnico que mire usted por donde siente y piensa en hassanía, valora la cultura y la lengua del estado que los colonizó, es árabe, islámico y tuvo la valentía de iniciar un proceso de transformación revolucionaria en África que mal que pese a muchos hoy, no ha sido posible todavía ponerle una fecha de caducidad porque sigue gritando lo que siente: su deseo de libertad y autodeterminación.

Pero al final todo se explica, todo encaja. Porque tus manos saben ser bastón para las manos ciegas, saben ser la cuerda que tira de otras manos [3]. Porque las manos saharauis que hoy gritan en el Aaiún hacen recordar un negro pasado que ni izquierdas ni derechas desean que aflore aquí, en el estado español. La desestabilización que generaría hoy un debate público sobre la autodeterminación podría resquebrajar el forzado consenso al cual se llegó en nuestro país tras la muerte del dictador, que no de un cambio radical de las estructuras políticas, económicas e ideológicas de la dictadura.

Así pues nos centraremos en intentar comprender porqué nuestro Estado de derecho no cumple con su obligación de abandonar definitivamente su papel de potencia administradora de iure sobre el Sahara occidental y sin querer reconocer a Marruecos como potencia ocupante de facto.

Veamos nuestra historia más reciente. El Estado español actual es el resultado de la transformación de un derecho de facto en un derecho de iure. Para ser más claros, el derecho y la legalidad de iure de la II República española, gracias al aprendizaje des-socializador dado en la dictadura con su consiguiente represión generalizada y el vaciamiento cultural producido, gracias a las enseñanzas de deshistorización y falsa universalización de la cultura ‘española’ con la ayuda de nuestros ‘aliados’ norteamericanos… devino en derecho de facto de la dictadura franquista que sometió a sangre y fuego durante cuarenta años a gallegos, andaluces, castellanos, catalanes, extremeños, vascos… y saharauis.

A los pueblos de por aquí no nos preguntaron sobre qué modelo de estado es el que queríamos tras la dictadura. De facto se nos impuso la monarquía parlamentaria y un marco estructurado ad hoc de autonomías. Entonces, ¿Qué razón obligaría a facilitar que sí lo haga el pueblo saharaui? El derecho de autodeterminación saharaui no entra en la lógica de la política exterior española porque agudizaría las contradicciones de nuestra política interna.

Los intereses del Estado español confluyen con los intereses políticos, económicos e ideológicos de Marruecos para que siga ocupando el Sahara occidental. Si la solución que se arbitró en el Estado español fue una transición como ‘tercera vía’ para evitar males mayores y parece estar dando buenos resultados, que de entre otros resaltamos la imposibilidad de confluencia de las luchas de los trabajadores por la consecución de mejores condiciones de vida con la lucha contra la neo-colonización imperialista de los pueblos a escala mundial, por qué razón Marruecos no puede usar su ‘tercera vía’ para con los saharauis.

Y no nos olvidamos que África se desangra. Este continente sufre las consecuencias genocidas de la actuación colonialista europea sobre su territorio y sus pueblos están pagando injustamente las causas. Porque el colonialismo europeo impuso e impone un modelo de desarrollo social, político y económico que impide el derecho a la vida, tanto aquí como allí con sus leyes de inmigración, sus planes de ajuste, su convergencia económica y su violenta política de seguridad militar y policial.

Los países de Europa son los directos responsables del desastre descolonizador en este continente. Perdimos la batalla en Marruecos, perdimos la batalla de Ifni, perdimos la batalla de Argel… perdimos poder y queremos recuperarlo a costa de un pasado que nos muestra su rostro en los rostros de miles de ahogados, de miles de seres humanos hacinados en campos de refugiados ‘sin papeles’ que no paran ni pararán de llegar mientras sigamos manteniendo nuestra actual espiral de desarrollo que está demostrando sobradamente ser una espiral cuyo giro nos está llevando hacia unas condiciones de vida peores que las del pasado.

Pero resulta que a pesar de todo hay pueblos que resisten. Resulta que la existencia del frente POLISARIO es una buena muestra de la incompetencia colonial española. Resulta que la RASD es un buen ejemplo de que en África no es necesaria ninguna ‘tercera vía’ para salir adelante. Es esto lo que muestran los hechos, eso dice el más elemental sentido común y porque se demuestra con la historia en la mano, sin necesidad de utilizar torticeras argucias y sin que se nos caiga la cara de vergüenza, que tampoco la quieren los saharauis, vivan donde vivan y estén donde estén.

Notas:

[1]. «El Pueblo Árabe Saharaui, recordando a los pueblos del mundo que han proclamado la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos Humanos y la Resolución 1514 de las Naciones Unidas; (…) convencidos de que todos los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional; proclamando la necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas para el logro del desarrollo económico, social y cultural de los pueblos (…) proclama ante el mundo entero, en base a la libre voluntad popular basada sobre los principios democráticos la constitución de un estado libre, independiente y soberano (…) que adquiere como forma de régimen el de la REPÚBLICA ÁRABE SAHARAUI DEMOCRÁTICA. El pueblo árabe de la RASD habiendo decidido defender su independencia y su integridad territorial (…) afirma su apoyo a todos los Movimientos de Liberación de los pueblos de la dominación colonialista». (De la Carta de Proclamación de la Independencia de la RASD, Bir Lehlu, 27 de febrero de 1976)

[2].Del Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD 1999

[3].Versos del poema Tus manos, de Luali Lehsan, miembro del grupo de poetas «Generación de la Amistad». Ed. Revista Exilios, UAM, Madrid 2006