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Las cenas y falacias de Manuel Saco

Fuentes: Rebelión

Les prometo ser breve. Seré breve. Cuando impartía clases de filosofía en secundaria y tenia que explicar lógica y teoría de la argumentación, solía usar caminos indirectos. La lógica era árida, el alumnado no siempre estaba predispuesto al uso de cachivaches simbólicos y la vía de aproximación negativa podía y solía dar resultados. Discutir falacias […]

Les prometo ser breve. Seré breve.

Cuando impartía clases de filosofía en secundaria y tenia que explicar lógica y teoría de la argumentación, solía usar caminos indirectos. La lógica era árida, el alumnado no siempre estaba predispuesto al uso de cachivaches simbólicos y la vía de aproximación negativa podía y solía dar resultados. Discutir falacias podía ayudar a saber, por contraposición, cuando se argumentaba correctamente. O cuando se intentaba hacerlo cuanto menos.

Lástima de no seguir ya con esa tarea. El artículo publicado por Manual Saco en Público de 24 de abril de 2008 titulado «¿Dónde y con quién habrá cenado Julio Anguita?» hubiera facilitado un ejercicio casi irrepetible. Más teniendo en cuenta de quien viene.

Manuel Saco empieza hablando del PP para meter en medio sin venir a cuento a IU y hacer pensar al lector que dado que también aquí, en IU, hay discusión y tendencias todo es uno y lo mismo. Tanto da Aguirre y Rajoy como Llamazares y Anguita, pongamos por caso.

Habla Saco a continuación de la IU de las últimas tres elecciones generales y de la sustitución de la disciplina ideológica, casi teológica, esta es la palabra usada, por «un noble y romántico sentido de la izquierda» cómoda con la socialdemocracia y con los movimientos ecologistas y alejada de disciplinas estalinistas. De este modo, entre A y Z no hay nada. O se es estalinista o se es socialdemócrata con arista ecologista. No es que, de entrada, esté mal ser socialdemócrata, y es incluso probable que IU sea desde hace años una organización que defiende prácticas que permiten esa calificación política, pero es inadmisible dar por válida, como postulado indiscutible, una disyuntiva reducida a escoger entre un estalinismo abyecto y trasnochado y una gestión, digamos bondadosa, del poder del capital. Otros mundos son posibles. ¿O no?

El artículo prosigue con una apología, nada inocente seguramente, de la figura de Rosa Aguilar, a la que presenta como una de las brillantes personalidades de IU. No es mi propósito discutir aquí el papel político de alguien que ha anunciado públicamente su voto, acaso para que los medios actúen de altavoz de sus deseos y posiciones, a una senadora del PSOE, pero ¿dónde esta la ejemplaridad política de su actuación en el asunto de abandonar la militancia del PCE dejando de pagar su cuota? ¿Este es modelo que debemos seguir los ciudadanos cuando abandonemos por discrepancia una organización, un partido, un sindicato? No pagamos y ya está; a otra cosa más productiva.

La guinda del artículo, en todo caso, viene al final y el nombre de la cosa lleva las letras, todas letras de «Julio Anguita». El es, claro está, según Saco, un salvador. Anguita cenó un día con Aznar y con Pedro J. Ramírez. Él actuó de pinza con el sindicato del crimen para derribar un gobierno -que Saco tilda, en un alarde de imaginación desbordante, de socialista- de Felipe González que, eso sí, no tuvo nada que ver con la corrupción, con los crímenes de Estado, con la reconversión industrial sin temblor, con el neoliberalismo de nuevo cuño, con la reforma (anti) laboral, con el enriqueceos sin tensión moral y demás lindeces postmodernas y neoliberales.

De la propuesta de Julio Anguita ni un comentario. ¿Es razonable, es sensata, tiene senderos transitables, apunta vértices de interés? ¿Algún argumento a favor, en contra, algún punto destacable? Nada de nada. Nada. La cuestión es así de simple según Saco: ¿con quien habrá cenado últimamente Julio Anguita para volver a la carga pesada del viejo comunista?

A eso, desde tiempos inmemoriales, casi desde el organon aristotélico, se le ha llamado como es sabido falacia ad hominem. No es ningún argumento. Nada de eso. Saco lo sabe bien, lo sabe mejor que nadie. No importa. Lo que importe es decir, denunciar, descalificar sin más. Algo queda. Lo demás, piensa Saco, se dará por añadidura.

Pero, acaso esta vez, lo que se dará por añadidura no es la descalificación de las propuestas de Julio Anguita, como mínimo no con esta ausencia de motivos y razonamientos, sino el desinterés por los artículos de Manuel Saco, un periodista que debería respetar más a sus lectores.