¿Cuáles fueron los efectos de 45 años de neoliberalismo en Estados Unidos? Según un estudio de Rand Corporation, las clases populares y trabajadoras –el 90% de la población con menos recursos- concentraba el 67% de los ingresos totales en 1975, proporción que se redujo al 50% en 2018; durante el citado periodo, el 1% situado en el estrato más alto pasó del 9% al 22% del ingreso total.
En el libro El triunfo de la injusticia. Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar (Taurus), los economistas Gabriel Zuckman y Emmanuel Saez señalan que en 2018 las 400 familias estadounidenses más ricas pagaron por primera vez una tasa media efectiva de impuestos -federales, estatales y locales- menor (23%) que la mitad de los hogares con menos renta (24,2%); se da la circunstancia, añaden los investigadores, que las 400 familias con mayores ganancias pagaban en 1970 al fisco una tasa efectiva promedio superior al 50%.
Según el politólogo y activista Noam Chomsky, “estamos viviendo –durante cuatro décadas- bajo un asalto neoliberal a la población en general, con un impacto horrible en todas partes. Al ser electo presidente de Estados Unidos, en 1981, Reagan declaró: ‘El Gobierno no es la solución a nuestro problema, el Gobierno es el problema’; esto no significaba que la gente debía tomar las riendas, sino que teníamos que quitar decisiones a los gobiernos –que tal vez son responsables en parte ante la población- y dárselas a entidades privadas, a las que no se puede responsabilizar”.
“Las corporaciones son lo más cercano al totalitarismo que los humanos han podido crear; en 1987 Thatcher sentenció: ‘La sociedad no existe, sólo hay hombres y mujeres individuales’; y un famoso economista de la era neoliberal, Milton Friedman, afirmó que la única responsabilidad de las empresas es aumentar sus beneficios; los primeros actos de Thatcher y Reagan fueron atacar e intentar destruir al movimiento sindicalista; de hecho, Reagan llamó a esquiroles para romper la huelga de los controladores aéreos en agosto de 1981, y las empresas empezaron a hacerlo”, añade Chomsky.
Dedicadas al Apoyo mutuo, el pilar hacia una nueva sociedad, las XXII Jornades Llibertàries de CGT-València se han iniciado con una entrevista por videoconferencia a Noam Chomsky; el filósofo y lingüista de 92 años, que se inició en el activismo social a los 11, continúa pronunciando conferencias y publicando libros; entre los últimos, Consequences of capitalism: manufacturing discontent and resistance, junto al geógrafo Marv Waterstone; Cooperación o extinción; y Climate crisis and the Global Green New Deal, con el economista Robert Pollin.
Noam Chomsky se acercó a la Lingüística de manera accidental y gracias al contacto con amigos “radicales”, ya que uno de ellos era profesor de Lingüística, según reveló en 1974 en una entrevista con el grupo editor libertario Black Rose y un miembro del colectivo situacionista Negations. Una parte de su familia pertenecía a la inteligencia judía “radical” de Nueva York y al partido comunista. Estudiante de secundaria en los años 40, el joven activista leía en los diarios noticias sobre la guerra española y se acercaba a librerías de Nueva York en las que estaban presentes los círculos anarquistas. En la conversación, Chomsky detalla que conseguía informaciones de la oficina de la Freie Arbeiter Stimme (La voz de los trabajadores libres).
En otra entrevista publicada en 1995 por la revista Red and Black Revolution, realizada por Kevin Doyle, explica cómo la Idea le atrajo desde la adolescencia hasta el presente: “Pienso que sólo tiene sentido buscar e identificar estructuras de autoridad, jerarquía y dominación en todos los aspectos de la vida y desafiarlas”. Un año después, entrevistado por el periodista Tom Lane para la revista ZMag, añadía que su anarquismo se basa en la esperanza de que la naturaleza humana incluya la solidaridad, el apoyo mutuo, la simpatía y la preocupación por el prójimo. Además en el prólogo a El anarquismo (1965), de Daniel Guerin, Chomsky se remite a las concepciones del anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker (1873-1958), quien consideraba que el objetivo de la clase trabajadora no debería ser la conquista del Estado sino “reconstruir la vida económica de los pueblos desde la base, edificándola en el espíritu del socialismo”.
Rocker escribía durante la Revolución Española de 1936. ¿Cómo puede lucharse en el siglo XXI –desde una perspectiva anarquista contra las desigualdades? “Hay muchas maneras”, responde Chomsky en las Jornades Llibertàries; “una de ellas es seguir el consejo de Bakunin en el siglo XIX: construir las instituciones de una sociedad futura dentro de la actual; está ocurriendo en muchas partes del mundo con los grupos de apoyo mutuo, abastecimiento de comida y materiales o empresas propiedad de los trabajadores”. El ensayista cita el ejemplo del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) de Brasil, surgido en 1984 y cuya lucha ha permitido que 350.000 familias accedan a la tierra; en septiembre el MST informó de que había donado -desde el inicio de la pandemia- 3.400 toneladas de alimentos en 24 estados del país.
Sin embargo, “en el campo de la política la mayoría de las acciones son negativas”, subraya el autor de Los guardianes de la libertad y Hegemonía o supervivencia: la estrategia imperialista de Estados Unidos; “cuando Obama fue electo presidente en 2009 contaba con el apoyo de millones de jóvenes activistas, a los que disolvió y envío a su casa; ‘no hace falta que hagáis nada, yo estoy aquí y cuidaré de vosotros’, les dijo; pero le costó poco tiempo traicionar a los obreros, los pobres y a las minorías para cedérselo todo a los ricos y poderosos; esto es lo que harán otra vez, seguro, si no les presionamos, espero que no ocurra con Biden”.
El geógrafo y científico ruso Piotr Kropotkin publicó El apoyo mutuo en 1902. Concluía que las especies animales en las que la ayuda mutua había alcanzado la plenitud –en detrimento de la lucha entre individuos- eran las más numerosas, florecientes y aptas para el progreso. “Creo que Kropotkin tenía razón, espero que los sentimientos humanos básicos de compasión y búsqueda de justicia pueden manifestarse en un sistema de asociación libre; con la pandemia del coronavirus este instinto ha llegado de forma espontánea a todas partes y, más aún, a las comunidades pobres y víctimas de la violencia, como las favelas de Río de Janeiro”, explica Chomsky en las jornadas de la CGT (el 24 de marzo el periódico Brasil de Fato publicó un reportaje que informaba de la organización de comités populares en las favelas de Sao Paulo, que reciben y distribuyen donativos de productos esenciales, realizan las compras a las personas más vulnerables o difunden consejos en materia de salud pública a través de las redes sociales y carteles en las calles).
Por otra parte, de las 10 principales empresas cotizadas del mundo por su capitalización bursátil -entre abril de 2019 y marzo de 2020- siete son tecnológicas: Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (matriz de Google), Alibaba, Facebook y Tencent, según el ranking de la consultora PwC. “Con el iPhone el ciudadano envía continuamente datos a las grandes compañías tecnológicas, que utilizan con un propósito comercial, para controlarnos, encontrar formas de dirigir nuestras actividades e intereses; está ocurriendo y se llama capitalismo de vigilancia”, subraya Chomsky.
Además se refiere a lo que está ocurriendo en centros de trabajo de Estados Unidos, Bélgica o Suecia: “Hay empresas que experimentan con la implantación de microchips a los trabajadores; el incentivo consiste en que de este modo pueden usar la máquina de chocolatinas o recibir automáticamente la nómina, pero por supuesto te están controlando todo el tiempo; Amazon tiene patentadas pulseras inteligentes para la vigilancia de sus empleados; la empresa de reparto y logística estadounidense United Parcel Service (UPS) es un ejemplo de monitorización constante de los trabajadores, a los que convierte en autómatas; esto empeorará con el impacto del llamado Internet de las cosas. China es el país que está llevando estos sistemas al extremo, con las tecnologías de reconocimiento facial”.
El autor, junto a Ignacio Ramonet, de Cómo nos venden la moto ha analizado críticamente durante décadas los mass media. Una de las posibles respuestas a la prensa comercial y la hegemonía del capital privado es la reconstrucción de la prensa sindicalista, defiende Chomsky en las XXII Jornades Llibertàries. En otros textos y conversaciones ha rastreado los precedentes; así, “durante los primeros días de la revolución industrial en Estados Unidos, en Nueva Inglaterra, hace 150 años, había una prensa obrera muy activa e independiente, gestionada por mujeres jóvenes procedentes de las granjas o de los talleres de artesanía de los pueblos. Condenaban la ‘degradación y subordinación’ del nuevo sistema industrial emergente, que obligaba a la gente a alquilarse para sobrevivir”, explicaba Chomsky en una conferencia celebrada en 2000 en Nuevo México.