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Las dos realidades de Qatar

Fuentes: Aish

 El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU sitúa a Qatar en el puesto 37 de los 187 países para los que se calcula este parámetro. El IDH de Qatar era de 0,831 en el 2011, lo que lo posiciona por encima de la media mundial y, por ende, de la media regional. Con […]

 El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU sitúa a Qatar en el puesto 37 de los 187 países para los que se calcula este parámetro. El IDH de Qatar era de 0,831 en el 2011, lo que lo posiciona por encima de la media mundial y, por ende, de la media regional. Con estos datos, se podría pensar que el nivel de vida de sus habitantes está por encima del de la mayoría de los que vivimos en Europa, pero, ¿todos sus habitantes viven igual?

El Estado de Qatar tiene 1.951.591 habitantes, según datos del World Factbook de la CIA, de los cuales 1.305.400 son inmigrantes, es decir, el 86,5   % de la población total. Sus nacionalidades son diversas, desde paquistaníes, nepalíes, indios o indonesios hasta occidentales que suelen buscar un hueco en las empresas petroleras. Pero la mayor parte de estos inmigrantes se dedican a la construcción, en condiciones muy desfavorables. De hecho, Human Rights Watch señaló que «cientos de miles de trabajadores migrantes de la construcción (de la Copa Mundial), mayoritariamente de Asia meridional en Qatar, corren el riesgo de sufrir condiciones de explotación y abuso que equivalen en ocasiones a trabajos forzados», en un informe publicado en junio de este año. Entre los problemas más relevantes que menciona el informe, se encuentran la retención del pasaporte por parte del empleador y la imposición de tasas de contratación exorbitantes, que requieren años de trabajo para poder liquidarse. Los abusos en este terreno son muchos, y en esa línea, la Confederación Sindical Internacional (CSI) presentó una queja ante las Naciones Unidas, en septiembre de este año, por la negativa de Qatar a permitir la afiliación sindical de sus trabajadores inmigrantes. La realidad es que se producen muchas muertes en el ámbito laboral de este país, no reconocidas en su mayoría por las autoridades, razón por la cual el CSI cree que Qatar se niega a la movilización de los trabajadores.

En el otro extremo encontramos al 13,5% de población de nacionalidad qatarí, quienes están agradecidos por la generosidad del emir de Qatar porque los trata como un padre que les consiente todos los caprichos a sus hijos. El qatarí tiene asegurada la educación gratuita desde que nace, incluso los estudios universitarios, que puede cursar en Qatar, donde disponen de muy buenas universidades (como las de Georgetown, Carnegie Mellon, la parisina HEC o la Virginia Commonwealth University) o en el extranjero. Otro privilegio del que disfrutan es que al contraer matrimonio, se les regala un terreno y una cantidad de dinero para que la nueva familia construya su casa. Además, si lo desean, pueden ocupar un puesto de trabajo en el Estado.

Según la Oficina Económica y Comercial de España en Dubai «la inexistencia de impuestos sobre la renta y la alta horquilla que separa los salarios de los trabajadores cualificados de los de los no cualificados parece indicar cierta disparidad en la distribución personal de la renta. No obstante, la población de origen qatarí goza de muchos servicios gratuitos (la luz, el agua y las llamadas locales son gratis, así como el servicio de salud), ayudas y subvenciones; pero la población extranjera no se beneficia de la mayoría de estas ayudas».

La península de Qatar es un país que se encuentra en plena construcción y desarrollo, y que está creciendo gracias al sufrimiento y al trabajo en situaciones calamitosas de miles de inmigrantes. En Qatar, como en el resto de los países árabes, se han producido pequeños intentos de protestas. Algunas de ellas fueron convocadas a través de Internet, pero no han sido relevantes. También se han registrado protestas en las zonas chiíes del país – como ha ocurrido en Arabia Saudí, EAU y Kuwait -, a las que las autoridades respondieron con un aumento de salarios y otros incentivos, según nos cuenta Olga Rodríguez en su libro Yo muero hoy: Las revueltas en el mundo árabe. Los inmigrantes, que son los que realmente necesitan mejorar su situación, están atrapados por contratos que hacen que su presencia en protestas puede traerles más perjuicios que beneficios. Por lo que respecta a la población qatarí, Mehran Kamrava, director del Center for International and Regional Studies de la School of Foreign Service en la Qatar Georgetown University, afirma que «no hay razones para que los qataríes se levanten contra su Gobierno, la gente es demasiado rica y está demasiado cómoda».

Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/component/content/article/266-clavesqatar/3758-qatar-171012-las-dos-realidades-de-qatar