«Antisemitismo, una señal de alarma para Europa» es el título del último artículo de David Harris [DH], director ejecutivo del Comité Judío Americano, publicado en el global-imperial el pasado 29 de noviembre [1]. Su preocupación: «Cuando los judíos del continente se sienten amenazados, está amenazada toda la UE.» El preámbulo de su escrito, ciertamente, causa […]
«Antisemitismo, una señal de alarma para Europa» es el título del último artículo de David Harris [DH], director ejecutivo del Comité Judío Americano, publicado en el global-imperial el pasado 29 de noviembre [1]. Su preocupación: «Cuando los judíos del continente se sienten amenazados, está amenazada toda la UE.»
El preámbulo de su escrito, ciertamente, causa extrañeza: «La Unión Europea ha tenido que superar retos descomunales. El crecimiento estancado y los rigores de la austeridad, el elevado desempleo y el temor a la fuga de cerebros, la volatilidad política y las migraciones que no cesan; existen preocupaciones de sobra para mantener constantemente ocupados a los dirigentes de la UE y nacionales.» ¿Ha tenido que superar esos restos? ¿Ya están superados?
Se puede añadir otro problema a la lista en opinión de DH. A principios de noviembre de 2013, «la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA) de la UE hizo público un exhaustivo estudio sobre las experiencias de los judíos en 8 de los 28 países miembros -Bélgica, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Letonia, Suecia y el Reino Unido-, que constituyen el 90% de la población judía total de la Unión». En la encuesta participaron unas 6.000 personas. El trabajo, que confirma «las conclusiones de estudios anteriores llevados a cabo por grupos independientes y comunidades judías locales», suscita preocupación, grave preocupación «que no debería importar solo a los judíos, porque, cuando los judíos de Europa se sienten amenazados, está amenazada toda la UE, por dos motivos».
¿Qué motivos? El loable compromiso de la UE, pensamiento desiderativo en estado puro o impuro de DH, «de proteger la dignidad humana de cada uno de sus ciudadanos». ¿La dignidad humana de cada uno de los ciudadanos de la UE? El segundo: «la historia del antisemitismo nos muestra que quienes atacan a los judíos suelen tener como último objetivo la propia democracia, incluidos los derechos de las minorías». Como es obvio, aunque no fuera así, aunque «la intolerancia empiece con los judíos» y se ubicara estrictamente contra ellos, no por ello no debería ser menos objeto de preocupación para todos los ciudadanos que no somos judíos. Nada humano nos debe ser ajeno.
DH da ejemplos preocupantes extraídos del informe de la FRA: dos tercios de los judíos entrevistados consideran que el antisemitismo es hoy un problema en sus países; tres cuartas partes creen que el problema se ha agravado en los cinco últimos años; un tercio tiene miedo a sufrir una agresión física por ser judío en los próximos doce meses; más de la mitad asegura que ha presenciado personalmente algún incidente en el que se negó, se trivializó o se exageró el holocausto; más del 40% de los preguntados en Bélgica, Francia y Hungría indican que han pensado en emigrar debido a la situación. También es muy inquietante, señala DH, que una mayoría de las víctimas de acoso antisemita, violencia física o amenazas (64%) y vandalismo contra sus propiedades no denunciara «el incidente más grave, el que más le afectó personalmente, a la policía ni a ninguna otra organización».
Todo lo anterior es inaceptable, señala DH con razón. «De ahora en adelante, los gobiernos de la UE deben esforzarse para garantizar no solo un drástico descenso del número de incidentes antisemitas, sino también que los que se produzcan se denuncien ante las autoridades correspondientes». Tiene que dar igual, sostiene, que el acto antisemita provenga de la extrema derecha, la extrema izquierda (señala sin apuntar ningún ejemplo concreto), el islamismo radical o de otros grupos. Atacar a una persona por su identidad de grupo -la identidad judía, en este caso, pero podría ser cualquier otra-, afirma con énfasis «es un delito con posible agravante de xenofobia, y debe tratarse como tal».
DH informa que el Comité Judío Americano se dedica desde hace muchos años a elaborar estrategias para responder ante las agresiones fanáticas, ya sean, comenta, contra judíos, «o contra cristianos, musulmanes, homosexuales, africanos y otros». Hay varias cosas claras señala: 1. Las actitudes de tolerancia e intolerancia, respeto y falta de respeto, se construyen sobre todo en casa y en la infancia. 2. El liderazgo político es importante. Los gobiernos deben actuar simbólica y sustancialmente contra la intolerancia. La neutralidad es inadmisible. 3. La educación puede contribuir a enseñar el respeto y el aprecio a las diferencias. 4. Los líderes religiosos pueden escoger entre fomentar el diálogo y la amistad interconfesional o el oscurantismo y el triunfalismo religioso. 5. La policía y los jueces deben comprender el carácter específico de los delitos de odio, reunir los datos necesarios y tratar los casos con la seriedad y severidad que merecen.
De acuerdo. Aceptemos todo lo anterior, olvidemos observaciones laterales, menores, o matices no muy sustantivos. Si atacar a una persona por su identidad de grupo, si el racismo y la xenofobia son inadmisibles, si la neutralidad en este ámbito no es aceptable, si el odio hacia el otro es asunto que debe ser combatido, si la violencia, si el vandalismo, si la opresión de los otros, nunca pueden ser aceptados, la pregunta se impone: ¿por qué entonces el Comité Judío Americano, al que el señor David Harris representa con tanto entusiasmo, es director ejecutivo del mismo, jamás critica las políticas practicadas por el Estado de Israel? ¿No observa en ellas violencia, discriminación, racismo, xenofobia? ¿Valen sus reflexiones para el caso de otras identidades o sólo para el caso de la identidad judía? ¿No hay que formular ninguna crítica a un Estado levantado sobre el odio y la discriminación y abonado durante décadas con más odio y más violencia? ¿No era importante el liderazgo político? ¿Qué se transmite en las familias y escuelas de Israel? ¿Los rabinos, en general, promueven el diálogo y la amistad interconfesional o, por el contrario, el oscurantismo y el triunfalismo? ¿La policía y los jueces de Israel tratan los atentados a la población árabe de Israel con la seriedad y severidad que merecen? ¿Vemos o no vemos la inmensa viga que tenemos en el ojo propio o sólo las otras? Si el antisemitismo no es un humanismo sino una actitud odiosa, ¿no lo es también el odio al árabe, el rechazo al palestino, la marginación de los propios ciudadanos por se de otra identidad?
Notas:
[1] http://elpais.com/elpais/2013/11/27/opinion/1385567318_916405.html
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»- José Arnal Cerezuela.
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