Recomiendo:
0

Liberación no es integración

Las fantasías de un solo Estado y los deseos de los palestinos

Fuentes: Fuente: Mondoweiss [Foto: Palestinos tratan de impedir el paso de soldados israelíes durante una protesta contra la expansión de las colonias judías en la aldea de Beit Dajan, Cisjordania, el 23 de abril de 2023. Mohamed Nasser / APA images]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

La visión de la izquierda sobre el futuro de Palestina suele expresarse en términos vagos como “solución de un solo Estado”, o “igualdad de derechos para todos”, pero pocos abordan las complejas preguntas que plantean estos términos, especialmente: ¿cómo pueden convivir los palestinos con quienes han cometido un genocidio en Gaza?

Hace algunas semanas, cuando volvía con una amiga del mercado de la ciudad antigua de Belén, mi amiga se giró bruscamente hacia mí y me dijo que no podía imaginar una solución de un único Estado, porque eso significaría la transformación de nuestra hermosa ciudad tal y como la conocemos y la alteración de muchas de las cosas que amamos de ella.

Su comentario y la discusión subsiguiente, que fue aumentando de volumen mientras seguíamos bajando por la calle de la Estrella, siguieron dándome vueltas en la cabeza durante el regreso a casa y las semanas siguientes. Son muchas las preguntas que surgen de los debates sobre soluciones políticas y descolonización y, desde que publiqué algunas reflexiones sobre la descolonización hace dos años, esas preguntas prácticas siguen ahí, urgiendo cada vez más darles respuesta, o al menos poder expresarlas y compartirlas.

Como señaló sagazmente mi amiga, las consignas habituales que representan lo que aparentemente es la visión internacional de la izquierda sobre el futuro de Palestina pueden resumirse en unas pocas frases imprecisas: “solución de un solo Estado”, “un solo Estado democrático”, “igualdad de derechos para todos” y similares. Los analistas y estudiosos también mantienen un debate sobre este concepto: tratados académicos sobre la necesidad de un enfoque bidireccional, el énfasis de Omar Barghouti (1) en la “igualdad”, por encima de la separación, y las omnipresentes lamentaciones sobre la muerte de la solución de los dos Estados.

Aun así, no faltan espacios de organización liberal en Occidente en los que se lanzan estos llamamientos difusos e imprecisos a favor de una solución de un solo Estado sin abordar las difíciles cuestiones que ello conlleva. Por ejemplo, ¿quiénes conforman el “todos” en  “igualdad de derechos para todos”? ¿Qué significa ser “iguales” cuando un grupo de personas ha construido su conjunto de derechos y privilegios despojando a otros de los suyos?

Además, ¿tendrán los colonos recién llegados del Reino Unido, Alemania, Brasil o Estados Unidos los mismos derechos que los palestinos que regresen tras languidecer en los campos de refugiados del Líbano durante casi ochenta años? ¿Tienen los israelíes derechos colectivos? ¿Y los palestinos? ¿Quién controlará el ejército? ¿Cuál sería el modelo económico del Estado? ¿Deberán los israelíes devolver la riqueza, las tierras y los recursos saqueados durante cien años y, en caso afirmativo, a quién? ¿Cómo será el proceso de desmantelamiento de su condición de colonos?

Para aquellos de nosotros que entendemos el antisionismo como una forma necesaria de descolonización, la cuestión de los colonos recientes —ciudadanos con doble nacionalidad que llegaron de Estados Unidos, Australia y Europa— no es ambigua. Los movimientos descolonizadores históricos en Argelia, Zimbabue, Kenia y otros lugares reconocieron que el desmantelamiento de las estructuras coloniales requería el retorno de los colonos a sus metrópolis de origen. No se trataba de un acto punitivo, sino necesario, ya que facilitaba la ruptura de la infraestructura material e ideológica del colonialismo, establecía precedentes legales para la soberanía indígena y creaba las condiciones políticas para una auténtica autodeterminación. Permitir que los colonos permanezcan sin oposición preserva las mismas asimetrías de poder que la descolonización busca desmantelar.

Esto nos lleva a la pregunta central del arrebato de mi amiga: ¿quién quiere vivir y compartir espacio con genocidas?

En Belén, esta no es una cuestión teórica. Tras haber sido separadas artificialmente de Jerusalén por el muro y los puestos de control, las aldeas y pueblos que rodean la ciudad de Belén también están a punto de ser anexionadas por Israel y, según se informa, el censo de sus residentes comenzará en el nuevo año. En septiembre, las fuerzas sionistas instalaron nuevas barreras para separar Beit Sahour, inmediatamente al sureste de la ciudad de Belén, de Dar Salah y las ciudades del norte de Cisjordania, interrumpiendo la carretera principal. Ahora se ha aprobado un asentamiento en Oush Ghrab, a poca distancia de Belén y Beit Sahour. A medida que Belén se aísla físicamente de otras ciudades palestinas, mientras que a sus residentes se les impide acceder a las tierras ocupadas desde 1948 por el régimen colonial israelí, y los asentamientos se acercan cada vez más a la ciudad, la violencia de las nociones liberales de “integración” es premonitoria. Bajo el sionismo, la integración no es un asunto pacífico. La presencia de colonos judíos en Palestina es intrínsecamente violenta y, hasta ahora, se ha caracterizado por la eliminación continua de palestinos con el fin de sustituirlos.

La cuestionable conveniencia de convivir con los colonos como «iguales» también se ve amplificada por las conversaciones que mantienen sobre los palestinos los autodenominados judíos antisionistas, a menudo sin pensar mucho en los propios palestinos. Hace poco más de un mes, Jewish Currents publicó un episodio de podcast titulado “Confronting the Anti-Zionist Right” (Enfrentarse a la derecha antisionista), centrado en el rechazo expreso al sionismo por parte de personajes supremacistas blancos como Nick Fuentes (2), Candace Owens (3), Tucker Carlson (4) y otros similares, en el que se analiza la historia y la política del antisemitismo de los comentaristas. Hay muy poco debate sobre cuáles deberían ser los valores antisionistas, aunque el presentador reconoció que “estamos en competencia con la derecha por qué tipo de antisionismo vamos a practicar, cómo va a ser y cuáles son sus valores esenciales”.

El episodio del podcast incide en el argumento de una charla reciente de Peter Beinart, editor general de Jewish Currents, en Jerusalén. Beinart también aludió a la creciente influencia de personajes como Carlson en el movimiento de rechazo al sionismo de algunos elementos de la derecha estadounidense, y señaló de manera loable los largos vínculos que las instituciones judías estadounidenses han establecido con la supremacía blanca y sus agentes. Sin embargo, Beinart y el podcast califican estos movimientos (tanto el antisionismo proclamado por Carlson como la historia de colaboración con los supremacistas blancos) como peligrosos para el pueblo judío, y fracasan a la hora de identificar la responsabilidad de las instituciones y personas judías que no desean mantener vínculos con la supremacía blanca y el sionismo, y de explicar cómo afecta esto a los palestinos, que durante mucho tiempo han sido víctimas tanto de los supremacistas blancos como de los judíos.

Tanto Beinart como los colaboradores del podcast eluden preguntas esenciales sobre la realidad de la inversión de las instituciones judías en el sionismo: ¿cómo podemos empezar a calcular la responsabilidad, por ejemplo, de las federaciones judías en el daño causado a los palestinos al financiar proyectos sionistas? ¿Se pueden reformar las organizaciones que están comprometidas materialmente con la colonización y el genocidio? Hace menos de tres meses, las Federaciones Judías de América del Norte colaboraron con la Agencia Judía en la obtención de 130 millones de dólares en préstamos para los “reservistas” israelíes, pero solo para aquellos que hubieran prestado servicio durante más de 200 días desde el 7 de octubre de 2023.

¿Qué suponen estas inversiones en la violencia continua contra los palestinos para las organizaciones cívicas y otros grupos de «justicia social» que reciben fondos de las federaciones judías? ¿Tienen las organizaciones alguna responsabilidad por las políticas de sus financiadores, cuyas contribuciones a sus «esfuerzos de justicia social» pueden servir como un lavado de imagen filantrópico o como una cortina de humo para distraer de un apoyo más significativo y consistente a la violencia que mantiene esta colonia en Palestina?

Lo más importante es que figuras como Beinart y los colaboradores del podcast de Jewish Currents no ofrecen ningún marco para desmantelar la violencia estructural, ningún mecanismo para prevenir los modos liberales de colonización integrados en las propuestas de un solo Estado, y ningún enfoque significativo de las voces palestinas a la hora de determinar el futuro de Palestina. En cuanto al podcast, al no ofrecer a consideración nada nuevo, ha convertido el antisionismo en una técnica de marketing, totalmente alejada de las teorías de la justicia. Sus visiones siguen siendo abstractas, desvinculadas de las realidades materiales del poder, fuera de donde el poder se cruza con el antisemitismo. Los palestinos, por su parte, no necesitan una educación teórica sobre el imperialismo latente en los acuerdos que prometen igualdad mientras preservan la asimetría: tienen la experiencia vivida de los Acuerdos de Oslo, que ofrecían el lenguaje de la paz y la soberanía mientras afianzaban la ocupación, fragmentaban el territorio y externalizaban la vigilancia de los palestinos a los propios palestinos. Las propuestas de un solo Estado que no abordan la devolución de tierras, la expulsión de los colonos y la redistribución del poder corren el riesgo de convertirse en el nuevo “proceso de paz de Oslo” con una etiqueta diferente.

Los datos muestran que los palestinos comprenden perfectamente que el sionismo y el imperialismo pueden reorganizarse dentro del marco de un solo Estado.

Encuestas realizadas en octubre de 2025 por PCPSR (5) revelan la complejidad de las preferencias políticas palestinas. Si bien el 53 % se opone rotundamente a una solución de dos Estados, cuando se les pide que elijan entre ambas  opciones, el 47 % sigue prefiriendo dos Estados basados en las fronteras de 1967, en comparación con solo el 12 % que está a favor de un único Estado con igualdad entre palestinos e israelíes. La oposición aumenta considerablemente (hasta el 59 %) cuando el marco de dos Estados se vincula a la normalización árabe con Israel. Mientras tanto, los palestinos muestran un mayor entusiasmo por unirse a organizaciones internacionales (73 %), la resistencia popular no armada (54 %) y la disolución de la Autoridad Palestina (45 %), que por abandonar la defensa de dos Estados en favor de la organización de un solo Estado (27 %).

La aparente paradoja —oponerse a dos Estados y al mismo tiempo no aceptar la integración— refleja corrientes más profundas. Para muchos palestinos, un Estado único basado en la “igualdad” con los israelíes no supone la liberación, sino la continuación del entramado con una sociedad que ha perpetrado y apoyado en gran medida el expolio de sus bienes, tierras y derechos. La separación ofrece algo que la integración no puede ofrecer: soberanía, autodeterminación y distancia de aquellos que han participado en la limpieza étnica o se han mostrado indiferentes ante ella. También existe un escepticismo justificado sobre la posibilidad de alcanzar la igualdad dentro de una única entidad política, dadas las asimetrías de poder, el racismo institucional y las inquietudes demográficas que definen la cultura política israelí. Para los palestinos que han sobrevivido a un genocidio, el deseo puede ser no tanto la coexistencia como la seguridad, la autonomía y el espacio para reconstruir sin que su supervivencia dependa del consentimiento israelí.

Los apasionados comentarios de mi querida amiga no eran intolerantes ni carecían de imaginación política, sino opiniones ampliamente compartidas, tal y como sugieren los datos. La aceptación por parte de la izquierda internacional de “un Estado democrático” como el objetivo evidente de la liberación palestina a menudo no tiene en cuenta lo que los propios palestinos desean preservar: no solo derechos en abstracto, sino una forma de vida, un tejido cultural, ciudades y pueblos que siguen siendo suyos. Belén, bajo un Estado único, no solo ganaría residentes judíos, sino que estaría sometida a las mismas fuerzas de asentamiento, capital e ingeniería demográfica que han transformado cada centímetro de tierra controlado por Israel. Las consignas suenan liberadoras, pero pueden ocultar una especie de borrado disfrazado con el lenguaje de la igualdad. Lo que mi amiga articuló —y lo que reflejan las encuestas— es el deseo no solo de un acuerdo político, sino de protección: del hogar, de la identidad, del derecho a seguir existiendo como palestinos en Palestina, sin que esa existencia dependa de la integración con aquellos que han tratado de eliminar todo esto.

Lila Kilani es una investigadora palestino-estadounidense residente en Belén y miembro del colectivo Buen Pastor.

Notas del traductor:

1: Omar Barghouti es miembro fundador de la campaña palestina para el boicot académico y cultural a Israel (PACBI) y cofundador del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). Recibió el premio Gandhi de la Paz de 2017.

2: Nicholas Joseph Fuentes (1998) ​es un comentarista político estadounidense, activista, streamer estadounidense de extrema derecha​ y nacionalista cristiano.

3: Candace Owens (1989)​ es una bloguera, autora y comentarista católica conservadora estadounidense, conocida por sus declaraciones a favor de Donald Trump y por su crítica hacia Black Lives Matter y al Partido Demócrata.

4: Tucker Carlson (1969) es un comentarista político conservador estadounidense que trabajó para la cadena conservadora Fox News desde 2009 hasta 2023.

5: Centro Palestino de Investigación POlítica y Estadística, organización sin ánimo de lucro con sede en Ramala, para promover la investigación de cuestiones inmediatas que preocupan a los palestinos en tres áreas: política interna y gobierno, análisis estratégico y política exterior.

Fuente: https://mondoweiss.net/2025/12/liberation-is-not-integration-on-liberal-zionism-one-state-fantasies-and-what-palestinians-actually-want

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelion.org como fuente de la traducción.